Constitución de una disciplina según la TCC
Desde la perspectiva gnoseológica distinguimos seis modos según los cuales (desde la perspectiva de la teoría del cierre categorial) [788] puede comenzar a constituirse una nueva disciplina (“nueva” respecto del sistema de disciplinas preexistente en la época histórica de referencia); por tanto, seis vías diversas, seis alternativas genealógicas, no enteramente excluyentes, que pueden ser tenidas en cuenta (en gran medida desde una perspectiva crítica, no sólo para descartar, en cada caso, las no pertinentes, sino para descartar a las eventuales conceptualizaciones que sobre una disciplina dada tuvieran lugar desde esas vías) en el momento de determinar qué curso concreto de desarrollo pudo seguir la disciplina de referencia. La determinación de la vía a través de la cual se ha constituido de hecho una disciplina dada no es, por tanto, sólo una “cuestión histórica”, puesto que, en general, la estructura gnoseológica de una disciplina no es enteramente disociable de su génesis, ni recíprocamente.
(1) Segregación interna. Esta alternativa puede tomarse en consideración cuando partimos de una disciplina dada G que se suponga constituida sobre un campo con múltiples sectores o partes atributivas (S1, S2, S3), o con diversas partes distributivas (especies, géneros, órdenes, etc. E1, E2, E3), o con ambas cosas a la vez. La Biología, como disciplina genérica, comprende múltiples sectores (por ejemplo, los que tienen que ver con las funciones respiratorias, digestivas, etc.) y muy diversas partes distributivas (por ejemplo, hongos, vertebrados, peces, mamíferos, etc.). A partir de la Biología general podemos constatar cómo se constituyen, por segregación interna, disciplinas biológicas específicas o particulares. Estas disciplinas se “segregan” de la Biología general como el detalle se segrega del conjunto; pero aunque sigan englobadas en la categoría común, sin embargo, pueden constituirse en especialidades que requieran terminología, métodos, aparatos característicos, es decir, que requieran constituirse como nuevas disciplinas (subalternadas, sin duda, a la disciplina general). Los motivos por los cuales una categoría [167] dada se desarrolla por alguno de sus sectores o de sus partes distributivas no son necesariamente internos a la categoría (aun cuando los contextos determinantes [221] y sus desarrollos hayan de serlo), sino que pueden ser ocasionales (motivos económicos, de coyuntura, tecnológicos, etc.). Esto significa que el desarrollo interno de una ciencia genérica, no por ser interno ha de entenderse como un proceso homogéneo, armónico, sino, más bien, como un proceso aleatorio, desde el punto de vista sistemático. Una categoría, en su desarrollo, se parece, de hecho, más a un monstruo que a un organismo bien proporcionado. En principio las nuevas disciplinas se mantienen en el ámbito de las líneas generales de la categoría; sin embargo, no por ello cabe decir que las disciplinas segregadas sean una simple “deducción”, o reproducción subgenérica de las líneas genéricas, porque bastarían las diferencias de métodos para dar lugar a diferentes disciplinas dotadas de gran autonomía en sus desarrollos. Podríamos poner como ejemplo la segregación de la Mecánica de Newton, que comportaba la traslación de sus leyes (formuladas por referencia a los astros) a los corpúsculos de las nuevas teorías mecánicas, a partir de Laplace: la simple diferencia de escalas implicaba adaptaciones de constantes, parámetros, nuevos dispositivos experimentales, etc.
(2) Segregación oblicua o aplicativa. La segregación aplicativa u oblicua se diferencia de la segregación interna en que la disciplina constituida no sólo tiene motivaciones extrínsecas (aunque con fundamento interno), sino que es ella misma extrínseca desde su origen. Ahora la categoría genérica ha de considerarse refractada o proyectada en otras categorías, a título de aplicación. Pero los contextos determinantes nuevos ya no son internos a la categoría de referencia. Por ejemplo, la teoría geométrica de los poliedros se aplica a los cristales, para dar lugar a una cristalografía geométrica, que se segrega de la geometría, pero no por desarrollo interno de esta disciplina, sino por desarrollo oblicuo (no hay razones geométricas para la segregación de cierto tipo de poliedros cristalográficos). Otro tanto ocurre con la llamada óptica geométrica.
(3) Composición e intersección de categorías (o de disciplinas). Es un proceso similar al anterior sólo que ahora no puede hablarse claramente de “una disciplina dominante” que se aplique oblicuamente a un campo “que la desborda”, sino de una confluencia o intersección de diversas disciplinas, y esto de muchas maneras: la confluencia de la Aritmética y la Geometría en la Geometría Analítica, o la confluencia de la Química clásica y la Física en la Química Física. La intersección puede dar lugar a términos nuevos, por ecualización [62] de los campos intersectados. Sin embargo, las situaciones cubiertas más propiamente por esta tercera alternativa son las llamadas “disciplinas interdisciplinares” (tipo “Ciencias del Mar”, en la que confluyen categorías tan diversas como la Geología, la Biología, la Química, la Economía Política, la Geografía, etc.). Estas disciplinas, constituidas en torno a un sujeto de atribución, no son, desde luego, una ciencia categorial, pero sí pueden dar lugar a disciplinas dotadas de una unidad práctica, aunque externa, que le confieren una estructura que no es suficiente para disimular su naturaleza enciclopédica.
(4) Descubrimientos o invenciones de un campo nuevo (que será preciso coordinar con los precedentes). Excelentes ejemplos de esta alternativa nos lo ofrece el Electromagnetismo o la Termodinámica, respecto del sistema de la Mecánica de Newton, o la Fitosociología respecto de la Taxonomía de Linneo y sucesores.
(5) Reorganización-sustitución del sistema de las disciplinas de referencia. Este proceso es enteramente distinto de los precedentes. En aquellos las nuevas disciplinas se formaban en relación con otras anteriores, que habían de mantenerse como tales; por consiguiente, las nuevas disciplinas habían de agregarse a las precedentes. Pero la reorganización supone la destrucción total o parcial, la aniquilación o la reabsorción de determinadas disciplinas dadas en la nueva. La reorganización es unas veces sólo una reagrupación de disciplinas anteriores, pero otras veces exige la reforma y aun la aniquilación de las precedentes. Los ejemplos más ilustrativos de aniquilación pueden tomarse de la Sociología y de la Filosofía de la Religión. No son disciplinas que puedan considerarse agregadas, sin más, al sistema de las disciplinas precursoras, ni son meros nombres nuevos para antiguas disciplinas, acaso dispersas. La Sociología de Comte supone la propuesta de aniquilación de la Psicología, sustituida por una Física social; la Filosofía de la Religión [351-372] contiene el principio de la aniquilación de la Teología Fundamental [21] como disciplina filosófica.
(6) Inflexión. Llamamos inflexión a un modo de originarse disciplinas en función de otras, partiendo acaso de una proyección oblicua a otros campos, o de una intersección con ellos, incluso a veces de algún descubrimiento o invención, pero de suerte que mientras en todos estos casos, las “nuevas construcciones” tienen lugar fuera de las categorías originales, en la inflexión la novedad (ya sea debida a la intersección, a la invención, etc.) refluye en la misma categoría (la invención, el descubrimiento, por ejemplo, se mantienen o son reformulables en el ámbito de las categorías de referencia) como si fuese un repliegue producido en ella merced a las estructuras que se habrían determinado por procesos extrínsecos pero que son, en el regressus, “devueltas” a la categoría. Cabría ilustrar este procedimiento con la Electroforesis, como disciplina de investigación biológica (las estructuras dadas en tejidos, células, etc., proyectadas en un campo electromagnético, determinan comportamientos propios de los tejidos vivientes, con un significado biológico característico, pero que no podría haber sido “deducido” del campo estricto de la Biología).
Cuerpo de la ciencia
Totalidad de componentes constitutivos de una ciencia positiva [189-190] dada: “cuerpo de doctrina” y “cuerpo de investigadores” (“comunidad científica”), laboratorios, aparatos, bibliotecas, libros y revistas, cuerpo de profesores, ceremonias internas y externas, y aun los materiales reales mismos en la medida en que están integrados y “protocolizados” en ella.
Técnica / Tecnología
Distinguimos estos dos términos según su posición respecto de las ciencias (que, según la teoría del cierre categorial, no se constituyen por evolución de la filosofía [3], sino a partir de las técnicas y de las tecnologías [785]). Las técnicas las situamos en el momento anterior a la constitución de una ciencia; las tecnologías suponen ya una ciencia en marcha, y abren el camino a nuevos desarrollos. El “carro de las cien piezas” es fruto de la técnica; el “tren de alta velocidad” es fruto de tecnologías apoyadas científicamente.
Descubrimientos (tipología de los)
Conviene comenzar subrayando la superficialidad del concepto etimológico de descubrimiento (des-cubrimiento, a-letheia), tributario de un planteamiento psicológico (la relación de un sujeto individual con algo ignorado, hasta que lo descubre) y de un realismo ingenuo (el teorema de Pitágoras, ¿fue un descubrimiento?, ¿acaso preexistía a Pitágoras?, ¿fue una invención creadora, poética?).
La reconstrucción gnoseológica de la idea de descubrimiento la basamos en la interpretación de esta idea en el contexto de una relación ternaria entre sujetos Si y objetos Oj; relación que tiene dos versiones que mantienen entre sí una cierta dualidad: [Si,Oq,S2] y [O1,Sq,O2]; esta última fórmula la interpretamos de este modo: “El estado objetual dado (en una cultura, en un intervalo histórico) O1, como precontexto (P) del cual se parte, se transforma, da lugar o conduce al estado objetivo O2”.
La dualidad a la que nos hemos referido permite establecer de inmediato una clasificación entre dos géneros de descubrimiento: los descubrimientos de primer género, o “descubrimientos manifestativos”; y los descubrimientos de segundo género, o “descubrimientos constitutivos”.
Los del primer género se aproximan a la definición etimológica tradicional (si bien reinterpretando la condición “configuraciones preexistentes” por esta otra: “conocidas constitutivamente, previamente al acto del descubridor que se toma como referencia”). Pero la tipología fundamental para clasificar los descubrimientos es la que atiende a la diversidad de relaciones que puedan ser establecidas entre [P, O] por la mediación de S; más que a la diversidad de categorías a las que puedan pertenecer los O en sí mismos considerados (“descubrimientos matemáticos”, “descubrimientos físicos”, “descubrimientos geográficos”…). Utilizando el artificio (una transyección) de interpretar a [P, O] como si fuese un compuesto aritmético resultado de un producto, podremos decir que la composición, en el descubrimiento, de lo descubierto [Oj] en el precontexto [Pk] es una integración (más semejante al producto que a la adición) de lo descubierto en el precontexto.
De este modo podemos establecer cuatro tipos de descubrimientos que denominamos:
- Descubrimientos neutros.
- Descubrimientos negativos.
- Descubrimientos nulos o absorbentes.
- Descubrimientos particulares.
Descubrimientos neutros positivos (o “neutros”, a secas)
Tipos de descubrimientos que dejan al prexcontexto [P] invariante [178] en lo que se estima en él de esencial. Corresponde este caso a aquel para el cual Oj = 1 (Pi ⋅ Oj = Pi), es decir, al caso en el cual Oj actúa como un módulo o elemento neutro, lo que sólo podrá ocurrir cuando Oj aparezca ya de algún modo como contenido en Pi.
El concepto de descubrimiento neutro es ideal; es un concepto límite, pero no es utópico y a él se aproximan, más o menos, ciertos tipos de descubrimientos que con frecuencia han sido ya observados por oposición a otro tipo de descubrimientos que nosotros conceptuaremos en otras rúbricas.
Para poner ejemplos: Es frecuente contraponer el descubrimiento de Colón, transportado por las carabelas, en 1492, al descubrimiento de la Luna, en 1969, de Amstrong y Aldrin, transportados por el Apolo 11, en el sentido siguiente: que mientras quienes atravesaban el Atlántico en las carabelas iban “hacia lo desconocido”, ignorando que iban a descubrir tierras distintas de Asia (puesto que en sus mapas no figuraba América), en cambio, quienes atravesaban el espacio en el Apolo 11 entre la Tierra y la Luna (sin perjuicio de que este espacio fuese diez mil veces mayor) conocían con precisión su trayectoria, marchaban teledirigidos (sin que ello menoscabe, en modo alguno, su heroísmo personal) y tenían previsto científicamente lo que iban a descubrir. Desde luego, esta contraposición no puede tomarse con un radicalismo excesivo, puesto que es muy ambiguo decir que las carabelas iban hacia lo desconocido, en absotulo, en cuyo caso estaríamos ante una aventura ciega, carente incluso de valor objetivo (y el valor subjetivo de tales aventuras estaría siempre lindando con la estupidez). Colón y quienes hicieron posible su proyecto, “sabían”, de algún modo, hacia donde iban; las carabelas no navegaban hacia lo desconocido en términos absolutos, sino hacia algo conocido, teóricamente, es cierto –en virtud de la teoría de la esfericidad de la Tierra, que era entonces una pura teoría– aunque de modo confuso y genérico (“tierras al otro lado del Atlántico”), y específicamente erróneo (Cipango, Cathay). De todas formas es evidente que, comparativamente, el volumen de los contenidos que desconocían quienes navegaban en las carabelas a efectos prácticos tenía una magnitud mucho mayor que lo que desconocían quienes eran transportados por el Apolo 11 (y esto sea dicho en reconocimiento del asombroso avance del poder de la técnica y de la ciencia en el corto intervalo de cinco siglos). Y, en todo caso, lo que en esta contraposición se está expresando es esto: que el viaje de las Carabelas tuvo como resultado una modificación sustancial del mapa por el que se habían guiado (el mapa de Toscanelli) comparativamente mucho mayor que las modificaciones que el viaje del Apolo 11 determinó en los mapas astronómicos. O dicho en forma positiva y pasando al límite: que mientras el descubrimiento de 1492 determinó profundas alteraciones y novedades en el precontexto en el que él tuvo lugar y lo hizo posible, el descubrimiento de 1969, pese a presentársenos como mucho más impresionante desde el punto de vista subjetual, constituyó una reiteración del precontexto y la novedad fundamental (más asombrosa, sin duda, aunque en otro orden, que lo asombroso del contacto con los nuevos escenarios transatláticos) fue aquí precisamente la falta de novedad, es decir, el carácter neutro o modular del descubrimiento (las expectativas dramáticas –posible encuentro con selenitas u otras formas de vida lunares, desintegración de los astronautas, hundimiento de un polvo lunar, etc.– que acompañaron a los años previos al momento en el que el hombre, un americano, por cierto, puso el pie en la Luna, se mantuvieron fuera del ámbito científico y pueden ser consideradas como pura propaganda para crear un suspense en un viaje cuyos límites estaban perfectamente definidos).
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