lunes, 3 de agosto de 2020

FILOSOFÍA - ÍNDICE SISTEMÁTICO


Tercer Género de Materialidad (M3)

Género ontológico [72] con el que denotamos a los objetos abstractos (no exteriores, pero tampoco interiores), tales como: espacio proyectivo reglado, rectas paralelas, conjunto infinito de números primos, “Langue” de Saussure, relaciones morales, identidades sintéticas [214] que propiamente no se incluyen en un lugar o tiempo propios (el sistema de los cinco poliedros regulares no está ni en Francia ni en Alemania, ni tampoco dentro de la cabeza de los franceses o de los alemanes: es atópico. Ni dura ocho años o seis días: es acrónico). También pertenecen a M3 entidades no esenciales, sino individuales y concretas, aunque ya irrevocables, como son todas las realidades sidas en la medida en que su ser actual ya no pertenece a M1 (César no es una parte del mundo físico actual), ni a M2 (César se distingue de los pensamientos psicológicos sobre César).

Epistemológicamente, cabe establecer la siguiente división:

(1) Aquellos contenidos que han sido formulados ya como tales.

(2) Aquellos contenidos que no han sido formulados como tales, pero pueden serlo (lo posible material).

El “sistema de secciones cónicas” es una esencia virtual con relación a las geometrías anteriores a Apolonio o a cualquier otro geómetra posterior que desconozca este objeto, pero cuyos pensamientos objetivos, sin embargo, puedan considerarse moviéndose en el ámbito de esa esencia. Las esencias virtuales (“inconsciente objetivo”), nos envuelven a nosotros, aunque las desconozcamos, pero que serán conocidas por nuestros descendientes. La dificultad mayor es la de resistir la tendencia a la hipóstasis de estos contenidos, es decir, a su tratamiento como si fueran exentos e independientes de los contenidos dados en otros géneros, materiales flotantes en un “lugar ideal”.

Suponemos, desde luego, que los contenidos del tercer género, aunque sean intemporales e inespaciales, no por ello están “fuera” del espacio y del tiempo. Sea una masa newtoniana dotada de movimiento uniforme rectilíneo; su trayectoria, que proyectada en un plano da una recta de trazo continuo, en un momento dado se desvía (acelera) por influencia de una fuerza constante, tomando la forma de una línea parabólica. Con “línea punteada” trazamos la trayectoria inercial de la cual se ha desviado el cuerpo de referencia. Diremos que la trayectoria parabólica es la real (fenoménica, física, primogenérica); ¿cómo interpretar la línea punteada? Esta no simboliza alguna realidad material primogenérica. ¿Diremos que es “mental” (segundogenérica), que no existe, por tanto? En modo alguno: si la línea punteada expresase sólo una entidad mental, la desviación parabólica lo sería sólo por relación a una línea mental y, por tanto, la fuerza, como causa de la aceleración, no sería necesaria, pues no hace falta ninguna fuerza necesaria para desviar la trayectoria de un móvil respecto de una línea mental que tomamos como referencia. La línea punteada designa algo real (material), sólo que su materialidad no es ni física ni mental; es ideal objetiva, terciogenérica. Pero, ¿por ello habría que considerarla segregada del movimiento físico, hipostasiada como un contenido de un metafísico mundo ideal? El ejemplo muestra cómo es posible reconocer a los contenidos terciogenéricos sin necesidad de “desprenderlos” del mundo; pues la línea inercial aparece asociada intrínsecamente (y como “inducida” por él) al móvil que está desviándose de ella.

La idealidad de los contenidos M3 (la idealidad de la circunferencia, la idealidad de la justicia) no tiene nada que ver con esas esencias “que bajan del cielo”; es una idealidad resultante de llevar al límite, siguiendo operaciones lógicas [86], determinadas configuraciones prácticas, empíricas. Pero las idealidades terciogenéricas así obtenidas son constitutivas de la propia experiencia, o bien, de los contenidos primogenéricos y segundogenéricos, puesto que si no tuviera lugar el proceso de la reversión del “límite circunferencia” a los “redondeles” prácticos, éstos no alcanzarían la condición de un concepto. Si fuera posible establecer un criterio general para el análisis de las conexiones entre los contenidos del tercer género y los de los otros dos, acaso el menos comprometido fuera el que comenzase reconociendo que a cada contenido terciogenérico ha de corresponderle por lo menos un par de contenidos procedentes de los otros dos géneros (aunque no necesariamente “en la misma proporción” en cada caso).

http://www.filosofia.org/filomat/df075.htm







[ 77 ]

Formalismo ontológico primario o primogenérico

(1) Formalismo ontológico unigenérico [76].

Todo sistema que, en ontología especial, se orienta hacia la reducción de los géneros ontológico-especiales en el género M1. El modo más probable de practicar la reducción es el siguiente:

(a) Reduciendo M3 a M2 (los contenidos de M3, esencias, relaciones esenciales, etc., serán considerados como pensamientos subjetivos, es decir, contenidos M2).

(b) reduciendo M2 a M1: la conciencia subjetiva será pensada como una subclase de los acontecimientos de la “Naturaleza”, es decir, de M1.

Al reducir los géneros ontológicos al género M1 recaemos en formalismo porque utilizamos esquemas construidos en M1, para explicar y comprender contenidos de M2 y M3 que les son ajenos (que son irreductibles): Winiarsky desarrolló un “formalismo primario” cuando intentaba traspasar las ecuaciones diferenciales de la Mecánica (entendidas como M1) a la Sociología. Como ejemplo prototipo de formalismo primario o primogenérico citaríamos el De Corpore (1655) de Th. Hobbes.

http://www.filosofia.org/filomat/df077.htm







Formalismo ontológico secundario o segundogenérico

(2) Formalismo ontológico unigenérico [76].

Reducción de los géneros M1 y M3 a M2, es decir, a un reino descrito en términos que pertenecen a M2. Hay muchas variedades de este formalismo. El criterio más significativo para distinguirlo es el que opone el sujeto individual al sujeto social. En el primer caso, el formalismo secundario se desarrolla como solipsismo o empiriocriticismo (Mach). En el segundo, se desarrolla como subjetivismo sociologista. Como ejemplo prototipo citaríamos: El mundo como voluntad y representación (1819) de Schopenhauer.

http://www.filosofia.org/filomat/df078.htm






Formalismo ontológico terciario o terciogenérico

(3) Formalismo ontológico unigenérico [76].

Conjunto de ontologías especiales caracterizadas por la reducción de los géneros M1 y M2 a M3. Si el formalismo secundario se corresponde con el Idealismo Subjetivo, el formalismo terciario recoge muchos componentes del llamado “Idealismo objetivo”. Reducir M1 a M3 es tanto como sostener que el mundo corpóreo es apariencia, manifestación de apariencias supra-sensibles: éste es el camino del platonismo. Ejemplo prototipo: Análisis de la Materia, de B. Russell: “afirmamos que la materia es solamente conocida respecto a ciertas características muy abstractas, que podían muy bien pertenecer a un complejo de acontecimientos mentales, pero que también podrían atribuirse a un complejo diferente. En efecto, los únicos complejos conocidos que de cierto poseen las propiedades matemáticas del mundo físico están constituidos por números y pertenecen a las matemáticas puras”. Pero las matemáticas puras son el principal huésped de M3 y, en consecuencia, Russell se mantiene claramente en un formalismo terciario.

http://www.filosofia.org/filomat/df079.htm







[ 80 ]

Formalismos ontológicos bigenéricos

A) Reducción a M1, M2

(4) Reducción de M3 a M1
(5) Reducción de M3 a M2
(6) Reducción de M3 en parte a M2, en parte a M1

B) Reducción a M1, M3

(7) Reducción de M2 a M1
(8) Reducción de M2 a M3
(9) Reducción de M2 en parte a M1 y M3

C) Reducción a M2, M3

(10) Reducción de M1 a M2
(11) Reducción de M1 a M3
(12) Reducción de M1 en parte a M2, en parte a M3

http://www.filosofia.org/filomat/df080.htm







Ontología (especial) abstracta / Ontología (especial) morfológica

La Ontología especial [72] que establece los diversos géneros de materialidad (M1, M2, M3) a través de los cuales se determina la realidad constituida en el Mundo material analiza este Mundo material haciendo abstracción de las configuraciones o morfologías en las cuales se manifiestan las diversas materialidades genéricas; sólo a título de ejemplos se refiere la Ontología especial abstracta a alguna morfología aislada: un dado hexaédrico ilustrará, por su corporeidad, el sentido de la materialidad primogenérica; en cuanto contenido de una tirada de un jugador podrá ilustrar el sentido de la materialidad segundogenérica y en cuanto elemento de una clase de dados (o de un cojunto de tiradas) que tiende a infinito, y en cuyo ámbito podrá aproximarse al concepto de dado perfecto, servirá de ejemplo de la materialidad terciogenérica.

Pero la materialidad del Mundo real no se agota en el análisis instituido por la Ontología abstracta. Los diferentes géneros de materialidad, sobre todo en el momento de su “intersección”, aparecen organizados en configuraciones o morfologías materiales características (“hoja de árbol”, “planeta”, “dado hexaédrico”, “clan cónico”, “Luna”, “boca”, “libro”, “molécula de ADN”…) cuya consideración global corresponde también a la Ontología especial. Esta es la razón por la cual el materialismo filosófico postula una Ontología especial morfológica [824] a lado de la Ontología especial abstracta (abstracta precisamente respecto de las morfologías). Por lo demás, la distinción entre estos dos “niveles” de la Ontología especial podría ser reconocida en sistemas filosóficos de muy diversa orientación (los ocho libros de la Física de Aristóteles constituyen una Ontología especial abstracta del Mundo, mientras que los libros sobre el Cielo o el Alma corresponden a una Ontología especial morfológica; las tres primeras vías de Santo Tomás se mantienen en el terreno de la Ontología abstracta y las dos últimas en el terreno de la Ontología morfológica; la Lógica de Hegel podría interpretarse como Ontología especial abstracta, mientras que la Filosofía de la Naturaleza y la Filosofía del Espíritu corresponden a una Ontología especial morfológica).

La cuestión central de la Ontología especial morfológica es la cuestión de la Scala Naturae, cuestión que no tiene por qué comprometerse con el “Mito de la Naturaleza” [414], es decir, con el sobrentendido de la Naturaleza [69] como una suerte de super-organismo “hipocrático” dotado de una finalidad o inspiración propia, mito latente en expresiones tales como “madre Naturaleza”, “sabia naturaleza”, o en programas similares al programa “Gaia” de Lovelock.

El materialismo filosófico se enfrenta críticamente con la teoría de los “niveles de complejidad o de integración” establecida para dar cuenta de la gradación de las diferentes categorías correspondientes a las ciencias positivas; teoría que envuelve la Idea de una Scala Naturae que se extiende “desde lo más simple y homogéneo hasta lo más complejo y heterogéneo”. La teoría de los niveles de integración (otras veces: “niveles de complejidad”, “niveles integrados”, o de “organización”) se presenta como alternativa tanto al monismo reduccionista (que intenta resolver los “niveles más complejos” en los “más simples”, por ejemplo, el nivel biológico en el nivel molecular: “todo es química”) como al pluralismo sustancialista (que postula la irreducibilidad de la vida biológica a la materia, o de la vida espiritual a la vida biológica, etc.). La teoría de los niveles de integración asume de un modo nuevo el viejo proyecto de una scala naturae unificada desde una perspectiva evolucionista (no procesionista, al modo de los neoplatónicos) pero tratando de evitar el reduccionismo de lo más complejo a lo más simple mediante el postulado de una emergencia de propiedades, cualidades o estructuras constituidas en el momento de formación de un nuevo nivel de integración o de complejidad. Generalmente, y auxiliándose casi siempre en la Teoría del Big-Bang [823], se parte de un nivel primario de integración, el quark, al cual sucederán otros niveles emergentes (moléculas, átomos, macromoléculas, mitocondrias, células… y jaguares, para emplear la fórmula de Murray Gell-Mann). De este modo, se reproducirá una “jerarquía” o escala de los niveles de complejidad, basada en la emergencia como concepto clave (como reconoce M. Bunge), que constituye la alternativa evolucionista a la vieja scala naturae procesionista. Los precedentes de la teoría de los “niveles de complejidad” podrían acaso ponerse en el evolucionismo decimonónico de H. Spencer; pero la teoría se ha desarrollado, sobre todo, por obra de físicos y biólogos amigos de los “libros de síntesis” en la segunda mitad del siglo XX (L. Law Whyte, D. Mesarovic, M. Bunge, J. Platt).

Sin embargo, la teoría de los niveles de complejidad o de los niveles de integración es muy oscura y confusa, sin perjuicio de su aparente claridad y distinción [791], derivada acaso de la utilización del esquema de las “cajas chinas” aplicado al Universo. Ante todo, porque la teoría se apoya en la constante ambigüedad entre los dos planos en los que juegan los niveles, a saber, el plano ontológico (el jaguar es más complejo que el quark) y el plano gnoseológico (la Biología sería más compleja que la Física). La ambigüedad consiste en la constante transferencia de la complejidad ontológica a una supuesta mayor complejidad gnoseológica. Pero en virtud del principio de autonomía categorial postulado por la Teoría del Cierre Categorial [788], no es evidente que a una mayor complejidad ontológica (a la mayor complejidad del jaguar respecto de los quarks integrados en él) haya de corresponder una mayor complejidad gnoseológica. Un dominio categorial (por ejemplo, el constituido por el campo de la teoría política) se ajusta generalmente a relaciones estructurales categoriales independientes y muchas veces más sencillas que las que corresponden a otros dominios categoriales implicados en su campo material (una clasificación de los sistemas políticos es más sencilla estructuralmente que una clasificación de las partículas elementales que son partes materiales [28] de los ciudadanos). Así lo reconocen, aunque sin sacar consecuencias y confundiendo constantemente el plano ontológico y gnoseológico, algunos expositores de la teoría: “el nivel organizativo de la evolución (dice Erwin Laszlo) no determina la complejidad estructural [sin duda se refiere a la estructura gnoseológica] de un sistema: el nivel superior no es necesariamente más complejo que sus subsistemas. Por ejemplo, la estructura de la molécula H2O es considerablemente más simple que la estructura atómica del hidrógeno y del oxígeno”. En cualquier caso, la jerarquía de la scala naturae de la teoría de los niveles de integración no ofrece ningún lugar a las matemáticas (que en la serie de las ciencias de Augusto Comte ocupaba el primer escalón), y esto constituye la mejor prueba del fracaso de una teoría que pretende abarcar a la totalidad de las categorías. El principio de autonomía categorial obliga, en consecuencia, a distinguir el concepto de niveles de integración (que es ontológico) y el concepto de nivel de complejidad (que pretende incorporar el momento gnoseológico), y considerar la tendencia a considerar la complejidad como paralela a la integración, como un mero efecto de la ideología jerárquica ligada a un “monismo del orden”.

Sobre todo, la teoría de los niveles de integración, en la medida en que apela a la Idea de emergencia creadora, y al monismo del orden, es incompatible con el pluralismo materialista, indisociable de la symploké [54]. El materialismo filosófico opone a la teoría de los niveles de complejidad y de integración, la autonomía de los dominios categoriales intersectados, y a la emergencia [91] vinculada a la integración, opone la anamórfosis [94] vinculada a la resolución de las “estructuras básicas” en la materia ontológico general [82].

http://www.filosofia.org/filomat/df081.htm

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