martes, 4 de agosto de 2020

FILOSOFÍA - ÍNDICE SISTEMÁTICO


Transformaciones de estructuras materiales (reales y formales)

Nos referimos al análisis de transformaciones conceptualizadas en términos holóticos en las cuales figura una totalidad atributiva (T) –aunque también puede ser distributiva (𝔗) [24]. Las totalidades T no son sólo estructuras materiales reales (un átomo de hidrógeno O2, un cristal de bióxido de titanio TiO2, una célula respecto de su medio hídrico, el hígado de un mamífero respecto del organismo en el que se inserta, el organismo respecto de su entorno, un enjambre, una sociedad política, una máquina herramienta, un jarrón…), sino también estructuras materiales-formales [86] (lógicas, matemáticas, gramaticales) tales como un mito, un silogismo, el teorema de Menelao, una teoría, etc.

Nos referimos, asimismo, a las transformaciones circulares que implican un trámite de regressus al cual habrá de seguir un progressus [229] que cierre un círculo que, en el mejor caso, podrá constituir una construcción categorialmente cerrada [206]. Cuando nos ocupamos de transformaciones reales el regressus se corresponde con un análisis genético interno o causal (definido en función de las partes formales o materiales [28] presentes actualmente, no en su origen) de la estructura dada. El análisis interno se opone por ello a cualquier análisis de tipo acausal [375], o a la génesis tal como es propuesta por la doctrina de la emergencia absoluta (Alexander) o de la evolución emergente (Lloyd Morgan) o de la evolución creadora (Bergson). Es posible dibujar tres grandes alternativas metodológicas (y ontológicas) para el análisis de las transformaciones de estructuras (reales y formales): Alternativa tipo emergencia positiva [92], alternativa tipo reducción [93] y alternativa tipo anamórfosis [94].

http://www.filosofia.org/filomat/df091.htm






Alternativa metodológica para el análisis de las transformaciones [91] dadas en estructuras reales o lógico-materiales. Las situaciones analizables por medio de estas metodologías convienen todas ellas en ser modulaciones de la transformación idéntica (ya sea sustancial o esencial [213]). La transformación idéntica implica transformación (es decir, variación, movimiento), puesto que la identidad [208-218] no es permanencia inmutable o tautológica; por lo que, sin perjuicio de que la identidad (sustancial o esencial) entre el terminus a quo y el terminus ad quem de la transformación se mantenga, la variación habrá de ser probada. La variación puede ser de muy diverso orden. En las transformaciones idénticas de índole “sustancial” la variación puede afectar: o bien a las relaciones del objeto transformado con su entorno (permaneciendo invariantes las relaciones internas entre sus partes), por ejemplo: la transformación de 360º del rectángulo, o la transformación de un sujeto sumergido (un delfín) emergiendo a la superficie; o bien al objeto considerado según las relaciones entre sus partes, por ejemplo, cuando los fragmentos de un vaso griego (que presuponen una desestructuración o descomposición previa del vaso) sean recompuestos podremos hablar de un proceso similar al de la emergencia de algo preexistente (el vaso que estaba, no sumergido en el conjunto de fragmentos, pero sí dispersado, aunque prefigurado en ellos como en sus partes formales) [28]. La emergencia es aquí positiva y alude a la reconstitución del todo a partir de unos fragmentos que, en apariencia, no lo contenían.

La emergencia (en el progressus) [229] tiene lugar supuesta ya la totalidad, que se mantiene oculta o dispersa en un subconjunto de sus partes formales de las cuales tomó comienzo el proceso metodológico, en cuanto regressus. En las transformaciones idénticas de orden esencial la estructura emergente no da lugar a un individuo numéricamente el mismo que su antecedente, pero sí ligado causalmente a éste, por tanto, pudiéndosele “enfrentar” como una unidad diferente. Ejemplos: la reproducción de los organismos dentro de su especie (esencia o estructura), aun cuando implica continuidad parcial de sustancia (“plasma germinal” de Weissmann), puesto que los descendientes son numéricamente distintos de los anteriores y enfrentables a ellos. La reproducción mecánica (no ya orgánica) de una figura (una fotocopia) es un caso de transformación idéntica estructural, causal, no sustancial; sin embargo, en el revelado del negativo “emerge” la figura que estaba ya pre-formada.

La idea de emergencia positiva tiene un uso metodológico preciso cuando puede probarse que su terminus a quo no sólo es intencional, sino también efectivamente corpóreo; cuando alguna de estas condiciones no se cumple, la “metodología de la emergencia” es, o puramente hipotética, o simplemente transfísica. Las teorías de la preformación de los organismos en los órganos genitales de los padres, o en el primer organismo (tal como fue formulada por Malebranche o por Bonnet) puede considerarse como resultado de la aplicación de la metodología emergentista, en un uso entre hipotético y fantástico; la doctrina del agustinismo platónico de las “causas ejemplares” que, alojadas en la mente de Dios, explicarían la morfología de las criaturas, puede considerarse también como efecto de la utilización de la metodología emergentista positiva, aunque aplicada a terrenos inmateriales, transfísicos (según el esquema del procesionismo: el hombre aparece en el mundo como transformación de un arquetipo eterno o esencial que “emerge” en el reino de las apariencias efímeras).

http://www.filosofia.org/filomat/df092.htm







Alternativa metodológica para el análisis de las transformaciones [91] dadas en estructuras reales o lógico-materiales. Las características generales de las metodologías reductoras, en cuanto contradistintas de las emergentistas, son las siguientes:

1ª. El término del regressus [229] del análisis reductivo es una totalidad o también conjuntos de partes de diversas totalidades entretejidas que no son idénticas a la estructura-problema, sino precisamente diferentes, en diverso grado.

2ª. Los términos de resolución (del regressus) han de poder servir para “reconstruir” o “constituir” (en progressus) a la estructura-problema o, por lo menos, a alguna propiedad intrínseca suya.

Cuando ésto no se cumpla llamaremos “reduccionista” a la insistencia en aplicar la metodología reductora al caso; pero si se considera ajustada, el término “reduccionismo” perderá su connotación peyorativa. Las reducciones pueden ser descendentes, ascendentes y horizontales, según los grados de complejidad holótica de los términos a quo y ad quem de la reducción.

Reducción descendente: el término a quo (en el regressus) es más complejo que el término ad quem (un todo respecto de sus partes). Alcanza su forma más radical (“reduccionista”) con el atomismo clásico (Demócrito).

Reducción ascendente: es el caso contrario al anterior. Alcanza los grados de plenitud mayor en Geometría. Pero se aplica también a campos no geométricos: la teoría de Wegener sobre la deriva de los continentes parte de las disposiciones actuales de los continentes (como partes aisladas) y regresa hacia totalidades (Laurasia, Gondwana, Pangea) que comprenden a las iniciales. Así presentada, la situación se asemeja a un análisis emergentista “sustancial”: los fragmentos del vaso nos remiten al vaso, como los continentes actualmente separados nos remiten a Laurasia o a Pangea. La diferencia estriba en que el vaso puede ser reconstruido físicamente y Pangea no.

Reducción horizontal: la complejidad holótica se considere equivalente (por ejemplo, la reducción de un silogismo en baroco al silogismo en barbara).


http://www.filosofia.org/filomat/df093.htm







Alternativa metodológica para el análisis de las transformaciones [91] dadas en estructuras reales o lógico-materiales. No es una metodología que quepa aplicar escogiéndola entre las otras: sólo se justifica (apagógicamente) cuando las otras vías (emergencia [92], reducción [93]) se consideren impracticables. Es una metodología que (una vez descartada la emergencia) presupone la aplicación previa de metodologías reductivas. Los pasos reductivos no son transitivos (aunque se comprenda la reducción gradual de la estructura de un organismo a sus partes anatómicas, la de estas partes a sus tejidos, éstos a sus células, y éstas a las moléculas y, a su vez, a los átomos y estructuras subatómicas, el retorno desde las estructuras subatómicas a la estructura orgánica seguirá presentándose como inviable, y habrá que decir que la vía de retorno está cortada). Si la fase regresiva de la reducción se supone firmemente establecida y, sin embargo, el progressus o retorno [229] a la estructura problema parezca inviable, habrá que reconocer que la reducción no ha sido lograda, que la metodología reductora ha fracasado. Cuando esto sea así, sólo queda una salida: la de “triturar” –desestructurar, descomponer– las estructuras básicas de referencia, no para prescindir de ellas, sino para re-fundirlas (entre sí, y con terceros componentes tomados de su entorno) de suerte que el retorno pueda quedar restablecido. Esta salida es la anamórfosis. Los procesos de anamórfosis pueden clasificarse, atendiendo a dos criterios bien distintos relacionados, el primero con el terminus ad quem (con la estructura resultante) y el segundo con el terminus a quo de la anamórfosis (con los materiales de partida).

Según el primer criterio, cabe distinguir dos tipos de anamórfosis:

(1) Anamórfosis diaméricas: el término resultante de la misma está ya preformado o prefigurado en el mundo de las configuraciones que constituyen el entorno de los términos a quo. La transformación del polígono regular inscrito en la circunferencia mediante la multiplicación de sus lados y refundición de los mismos como puntos de la curva, envuelve una anamórfosis reconstructiva, porque la configuración “circunferencia” estaba ya dada.

(2) Anamórfosis metaméricas: el término resultante no está prefigurado. La transformación de la serie de los números ordinales en el transfinito Ω envuelve una anamórfosis de tipo configurante.

Según el segundo criterio y teniendo en cuenta la gran variabiliad que contiene el camino de progressus, podemos distinguir dos límites.

(a) Anamórfosis determinada (o categorial): límite más bajo de la reducción (pero manteniéndose la desestructuración en el ámbito categorial).

(b) Anamórfosis indeterminada (o absoluta): límite último en el cual las causas o razones de la desestructuración/reestructuración no puedan ya ser determinadas en el ámbito de las categorías, lo que significa que las causas y razones postuladas se nos dispondrán “en la cercanía de la materia ontológico-general (M)” [82].

La metodología de la anamórfosis determinada se encontrará presente en muchas construcciones que suelen enmascararse como casos genuinos de reducción. Esto ocurre incluso en la Geometría. Un hexágono regular es una estructura que puede admitir una reducción interna en seis triángulos equiláteros cuyos vértices convergen en el centro y cuya fase de progressus nos restituye al hexágono como conjunto de esos seis triángulos adosados; pero podemos dudar de que ese progressus pueda hacerse consistir en un tal adosamiento (tecnológico) puesto que él nos llevaría sólo a un conjunto de seis triángulos adosados que sólo en apariencia formarían la superficie continua del hexágono.

Si se reconoce que el retorno es imposible, la reducción deberá reexponerse, en rigor, como anamórfosis: habrá que desestructurar la estructura básica refundiendo los lados contiguos como constituyentes elementales de los triángulos en uno solo; además los lados contiguos se reabsorberán en los tres diámetros que pasan por los vértices del hexágono. En los campos de las ciencias reales (físicas, biológicas o sociales) el uso de la anamórfosis, y la anamórfosis misma, podrá mostrarse del modo más evidente. La transformación de una sociedad natural humana prepolítica en una sociedad política difícilmente puede ser analizada sin “reduccionismo etológico”, por ejemplo, en términos de reducción-reconstrucción; requiere a nuestro juicio la aplicación de una metodología anamórfica. [56]

Cuando las estructuras básicas dadas en el regressus de una reducción imperfecta no permitan una desestructuración ulterior, la anamórfosis no podrá acogerse a categorías positivas y tendrá que apelar a la materia ontológico general, en su función de instancia crítica del sustancialismo que suele ir asociado a las “estructuras básicas primordiales” (las de la física subatómica, hadrones, leptones). El análisis de la transformación de las estructuras subatómicas, a través de pasos graduados, en estructuras biológicas más complejas, acaso requiera la apelación a la idea de una anamórfosis absoluta como única alternativa al reduccionismo mecánico de la Biología.

Hay que diferenciar la anamórfosis de la diamórfosis. La diamórfosis define transformaciones (de orden cultural, principalmente) que no alcanzan la profundidad de las transformaciones anamórficas, pero que comportan una novedad mayor que la mera transformación combinatoria, una novedad similar a la que conviene a la metamorfosis de los órganos.

La diamórfosis tiene lugar cuando una estructura compleja Ek consolidada (una columna, una melodía…) se fragmenta en partes formales [28] cuya configuración es inexistente anteriormente a esa estructura (configuraciones tales como “fuste”, “ábaco” de columna) pero susceptibles de ser incorporadas a estructuras Et originales, y sin precedentes globales. En estos casos, en los que podemos hablar de transformaciones internas de Ek en Et, hablaremos de diamórfosis, un concepto de gran utilidad en el análisis de la historia interna de la arquitectura, de la música o de otras artes, técnicas o tecnologías.

En esencia, la diamórfosis implica (supuesto un campo de origen, la morfología de cuyos miembros habría de explicarse a partir de morfologías dadas en su entorno) una trituración, fragmentación, despiece o descomposición del campo de origen en partes formales suyas (no meramente materiales) y una recomposición, a partir de esas partes formales, que pudiera dar lugar a la aparición de morfologías nuevas, indeducibles de los campos exteriores y, por tanto, “inmanentes” al propio proceso. Mediante el concepto de diamórfosis podemos explicar, por ejemplo, la mayor parte del desarrollo de las formas arquitectónicas históricamente dadas a partir de unas morfologías iniciales que cabría derivar casi enteramente de materiales extra-arquitectónicos (transformación de los nidos de hojas de los chimpancés, ámbitos de cavernas, “casa natural” de Marc Antoine Laugier). Las morfologías arquitectónicas iniciales abrirían un proceso indefinido de descomposición de estas morfologías en partes formales suyas, tales como basas, ábacos, cornisas, capiteles, frontones… Morfológicamente ya no serán explicables por mímesis, ni tampoco como resultado de creaciones poéticas (puesto que resultan de la descomposición objetiva de otras formas previamente dadas por hipótesis). Son, por tanto, antes producto de la abstracción que de la creación. La composición o “creación” arquitectónica estricta podría tener su comienzo en los mismos procesos de composición inmanente con las partes formales obtenidas de aquella abstracción o análisis previo. Las formas arquitectónicas resultantes (por ejemplo, una casa consistorial, una catedral, una plaza) podrían considerarse, en cuanto a su morfología, como efectos que se han producido en la inmanencia del campo arquitectónico. Por supuesto los mecanismos de diamórfosis podrían también utilizarse en el análisis de la historia de las formas musicales o de las formas poéticas [785].

No hay comentarios:

Publicar un comentario