domingo, 16 de agosto de 2020

FILOSOFÍA - ÍNDICE SISTEMÁTICO

 

Apariencias veraces: sinalógicas, isológicas y mixtas

De la definición de apariencia, derivamos una clasificación de las apariencias [681] en diversos tipos, según los modos de establecerse la relación entre los sujetos operatorios (S), las apariencias (a) y la realidad (r). Esta clasificación ha de ir referida, no ya a los términos (a) absolutamente considerados, o incluso en una determinada relación con (r), sino a estas disposiciones consideradas en función de una tipología pertinente de sujetos (S). La veracidad solo puede ser acreditada, en principio, cuando se establezca la conexión efectiva de las apariencias con las realidades (r) que les correspondan.

En el tipo II, Apariencias veraces (al menos no falaces), distinguimos 3 subtipos:

(A) Apariencias (veraces) sinalógicas. Son aquellas en las que está acreditada una conexión causal (sinalógica) [126] entre la apariencia (a) como efecto, y la realidad (r) como causa de la apariencia (a), al margen de que entre (a) y (r) medien relaciones de semejanza que, en ningún caso, se excluyen. Indicios, huellas, velos, síntomas… Por ejemplo, la apariencia sana o aspecto exterior-k visible (a) de un organismo (de su piel, etc.) me remite a la salud de los órganos invisibles encerrados por el “estuche epidérmico”, que constituye la realidad (r) de referencia; la apariencia-k [680] es ahora un síntoma (y el síntoma puede tomarse como un signo instrumental, con praevia notitia sui) y tiene con la realidad la relación alotética que el efecto tiene con la causa.

(B) Apariencias (veraces) isológicas: analogías, proporciones, etc. Por ejemplo: la ley de atracción de las cargas eléctricas de Coulomb como apariencia de la ley de gravitación de Newton. La veracidad de estas apariencias solo puede alcanzar diversos grados de verosimilitud, o incluso de probabilidad.

(C) Apariencias (veraces) mixtas: Situaciones mixtas (de veracidad causal y de verosimilitud) que nos ponen delante disposiciones más difíciles de analizar y que requieren de un análisis más sutil. Ejemplo los espejismos.







Modulaciones de la Idea de Verdad: Verdades impersonales / Verdades personales

La concepción dialéctico-crítica de la Idea de Verdad [680], a partir de una Identidad capaz de suprimir la indeterminación de las apariencias, permite establecer una taxonomía sistemática de las modulaciones de Ideas de Verdad. Partiendo del supuesto de que el locus de la identidad no se encuentra en el ámbito de la Ontología general (la materia ontológico general [82] no es ni verdadera ni falsa), habremos de referir siempre la verdad al “Mundo”, es decir, a la Ontología especial [72]. Por tanto, la verdad (como la falsedad) estará siempre en función de los sujetos operatorios en torno a los cuales se constituye el Mundo [702]. Distinguimos, según esto, dos situaciones genéricas de un significado inmediato en lo que a la constitución de las modulaciones [789] de la Idea de Verdad se refiere:

Situaciones 1, constitutivas de verdades impersonales [685]. Aquellas en las cuales el sujeto operatorio se encuentra formalmente segregado de las figuras de las identidades que puedan ser probadas como constitutivas de la verdad. Esto puede ocurrir de dos modos: (a) según que el sujeto operatorio se segregue de las relaciones entre los términos “impersonales” que intervienen en la estructura de la identidad de modo parcial (verdad de apercepción, de producción, de acción, de resolución concreta) o (b) de modo total (verdad lógico material, verdad de predicción).

Situaciones 2, constitutivas de verdades personales [686] (en sentido asertivo, no exclusivo). Aquellas en las cuales el sujeto operatorio (humano o animal) se mantiene formalmente presente (aunque en distintos grados) en las figuras constitutivas de la verdad. Según las diversas modalidades del sujeto pragmático [190] distinguimos: verdades autológicas (verdad soteriológica), verdades dialógicas (verdad-consenso, verdad-acuerdo), verdades normativas (verdad coactiva, verdad-coherencia).

Cuando nos circunscribimos al ámbito gnoseológico constituido por las ciencias positivas, las situaciones 1 se corresponden a las situaciones-α y las situaciones-2 a las situaciones-β, lo que no autoriza a reducir las situaciones-1 a las situaciones-α, ni tampoco las situaciones-2 a las situaciones-β [228]; más propio sería ensayar la reducción recíproca.






Modulaciones impersonales de la Idea de Verdad

En las verdades impersonales [684] el sujeto operatorio, que establece la identidad sobre la que se constituye la verdad correspondiente, se mantiene “segregado” de la verdad constituida. Esto puede ocurrir de dos maneras: (A) segregación parcial o (B) segregación total.

(A) Segregación parcial del sujeto operatorio. No elimina enteramente al sujeto operatorio de las relaciones entre los términos “impersonales” que constituyen la estructura de la identidad, sino que los segrega, manteniéndolos como sujetos que han de estar presentes a la identidad (como si ésta se manifestase como tal únicamente ante el sujeto, o por mediación formal del sujeto):

Verdad de apercepción. La cosa percibida ha de mantenerse en presencia del sujeto que la percibe, si bien este sujeto no tiene por qué figurar como involucrado en la cosa misma percibida, puesto que precisamente figura como “exento” respecto de ella. Aquí, la verdad se opone a la mera apariencia, a la confusión o indistinción (próximas a la ilusión, alucinación o pseudopercepción) de una cosa. Es la verdad que, en el derecho procesal, se supone patrimonio de los “testigos de vista”. La verdad de apercepción (“verdad, porque lo estoy percibiendo, que esta ardilla está trepando por el árbol”) no es una verdad meramente empírica o sensorial, como si fuera la verdad de una situación concreta que se hace presente, sin más, ante mis ojos al abrirlos. La verdad de mi apercepción, sin perjuicio de su condición de verdad en primera persona, pero inserta en un círculo de verdades en segunda y aun en tercera persona, aunque se refiere a una situación muy concreta, presupone largos procesos de identificación de formas (árbol, ardilla) y de composición lógica de las mismas. “No es el ojo el que ve, sino el Logos a través del ojo”. Es imposible ver un solo contenido aislado y simple; todo lo que vemos ha de ser siempre complejo, extenso, por ello es imposible ver sin conceptuar. “Ver” y “conceptuar” [679] son términos conjugados [53].

Verdad de producción (verum est factum). En esta modulación el objeto producido (un “ingenio”, por ejemplo) mantiene su identidad sin la presencia del sujeto operatorio, pero, éste queda involucrado de algún modo en el producto y ha de ser tenido en cuenta en el momento de explicar determinados aspectos (“teleológicos”) del mismo: es imposible “dar razón” de los nexos entre la vara y la punta metálica acoplada que la constituye como flecha sin tener en cuenta al sujeto que llevó a cabo el acoplamiento.

Verdad de acción (verum est actum). Se refiere a los resultados de la praxis [236], de lo agible, más que a los productos de la poiesis, de lo factible. La “verdad de acción” (por ejemplo, de la proposición: “mañana iré al Odeón”) se muestra, sobre todo, en las prólepsis ejecutivas (en primera persona, individual o grupal), es decir, en aquellas situaciones en las cuales la verdad, genuinamente dialéctica, de mi plan o programa en vías de ejecución, depende de mis (o de nuestros) propios actos, a su vez determinados, por circunstancias variables. La verdad de mi proyecto (“mañana iré al Odeón”), como proyecto que entraña su realización objetiva, se refiere al hoy, pero solo retrospectivamente; solo podré considerarlo verdadero cuando mañana efectivamente haya ido al Odeón. En cambio, la verdad del proyecto realizado ya no tendrá lugar mañana, si suponemos que entonces el proyecto ya ha sido realizado, porque entonces el proyecto ya ha dejado de serlo. Mañana será un ergon, no una energeia. Estamos ante una situación dialéctica análoga a la planteada por la distinción gnoseológica de H. Reichenbach entre “contextos de descubrimiento” y “contextos de justificación” (solo es posible hablar de “descubrimientos” retrospectivamente, cuando estos hayan sido ya justificados). Las “verdades de producción” (referentes a “productos verdaderos”, auténticos, consistentes, etc.) y las “verdades de acción” (eutáxicas, por ejemplo), se oponen a las apariencias del género de los simulacros [680], de los sucedáneos, utopías [787] o absurdos (como pudiera serlo una máquina de movimiento perpetuo).

Verdades de resolución concreta. La línea fronteriza entre las “verdades de producción” y las “verdades de acción” no siempre son nítidas en las “verdades de resolución concreta”. La verdad pragmática de las operaciones del médico que atiende urgentemente a la recuperación de un accidentado, reside en el buen resultado de su intervención; esta comporta, acaso, tanto la “producción” de un trasplante, como la “acción operatoria” de un masaje, o de un consejo. La verdad de un tratamiento médico (denominado tratamiento “correcto”, “acertado”) se opone a tratamiento erróneo “o equivocado”.

(B) Segregación total del sujeto operatorio. Elimina enteramente al sujeto operatorio de las relaciones entre los términos “impersonales” que intervienen en la estructura de la identidad.

Verdad lógico-material. Sus variedades más importantes se encuentran en las verdades científicas, cuando estas se interpretan directamente como identidades positivas establecidas en “tercera persona”, a partir de la demostración de un teorema [217]. Las verdades lógico-materiales de la Geometría (o las de la Lógica de Clases, o las de la Lógica de Proposiciones) son abstractas e intemporales, nomotéticas, aunque deban ir referidas a apariencias concretas [86] (por ejemplo, a una figura triangular). Las verdades lógico-materiales se oponen a las apariencias (“conjeturas” a veces) empíricas o fenoménicas de unas relaciones de identidad aún no demostradas (acaso proposiciones indemostrables), pero tampoco han de confundirse con las verdades negativas o nulas (como es el caso de la “conjetura de Fermat”). Sin embargo, no todas las verdades lógico-materiales son nomotéticas. Cabe hablar también de verdades factuales, concretas, pero demostrables con el mayor rigor objetivo posible. “En la cabaña k, en el intervalo de tiempo t, hubo (o hay) una rata”: si realmente la rata habitó la cabaña en t, tendremos que hablar de la verdad de esta identificación entre el espacio envuelto por la cabaña y espacio envuelto por la rata; identidad que, en la medida en que pueda ser demostrada, no podrá considerarse como verdad simplemente empírica. Lo que demuestra que la distinción tradicional entre “verdades de razón” y “verdades de hecho”, que Leibniz propuso, es superficial o metafísica (si se quiere, teológica: como precedente suyo podría considerarse la distinción entre la “ciencia de simple inteligencia” y la “ciencia de visión” [145] que los escolásticos como Bañez o Molina atribuían a Dios).

- Las verdades de predicción también son variantes de la modulación lógico-material de la verdad. Las verdades predictivas (la predicción de un eclipse de Luna o la predicción de la derrota electoral de un partido político) son casos de verdades concretas, idiográficas, pero “impersonales”, incluso cuando su materia sean los resultados de votaciones electorales (la composición estadística de miles de “actos personales” de elección política deja de ser algo personal, y se convierte en un resultado impersonal). Sin embargo, las predicciones, hasta tanto se confirmen, incluyen la primera persona de quien las formula.

http://www.filosofia.org/filomat/df685.htm








Modulaciones personales de la Idea de Verdad

En las verdades personales [684], el sujeto operatorio que establece la identidad sobre la que se constituye la verdad correspondiente, lejos de quedar segregado de ella, pasa a formar parte de su misma “sustancia”. La involucración del sujeto operatorio en la verdad podrá entenderse tanto en tercera persona (es decir, sin que “yo mismo” me considere involucrado) como en primera persona (si es que de la verdad en cuestión puede decirse: de res tua agitur). El sujeto operatorio, en cuanto sujeto pragmático, habrá de figurar de algún modo en la materia misma de la verdad constituida. Las diversas modalidades del sujeto pragmático (dialogismos, autologismos y normas), pueden ser tomadas como “hilos conductores” para la determinación de otras tantas modulaciones de esta verdad personal y, por extensión, animal.

(A) Verdades autológicas. Los términos sobre los cuales se constituyen estas verdades personales podrán ser considerados como fenómenos referidos a un mismo sujeto corpóreo.

Verdad soteriológica. Constituye la variedad más importante de estas verdades autológicas, tal como las encontramos en la tradición, teniendo en cuenta la dimensión pragmática presupuesta. Se muestra cuando el sujeto autológico, constituido sobre apariencias empíricas, se presenta a sí mismo como “salvador” [309] de su propia realidad (W. James) o de la de otros sujetos (Ch. S. Peirce). El sujeto de referencia puede tener la figura de una “sustancia egoiforme” (un ego individual, recortado frente a sus alter ego: “yo soy el que soy”, “yo soy la verdad”), o bien la figura de un “nosotros”, recortado ante otros “ellos”: “la Iglesia Católica es la verdad”, “la Nación aria es la verdad”, “el Partido es la verdad”). Cuando nos circunscribimos al espacio gnoseológico [190], también puede reconocerse la dimensión soteriológica de muchos autologismos, en cuanto “salvadores” de la realidad misma del sujeto científico (salvación que algunos, entre ellos E. Husserl, extienden, a través de las comunidades científicas, a Europa o la misma Humanidad). A la verdad autológica se reduce la llamada “verdad moral” (definida tradicionalmente como “identidad o adecuación entre el pensamiento y su expresión verbal o mímica”), cuyo opuesto es la mentira o la hipocresía. La verdad soteriológica, como verdad autológica, se opone en general a apariencias muy características: engaños, imposturas [680], “delirios de grandeza”.

(B) Verdades dialógicas. La verdad, como relación de identidad que se constituye entre sujetos diversos (egoiformes o nosiformes):

Verdad consenso. Es la variedad más importante de este orden (por ejemplo: J. Habermas en su Wahrheitstheorien, 1973). Esta verdad se establece entre individuos (por ejemplo, entre los miembros de una comunidad científica, o bien entre los militantes de un partido político), entre grupos y, en el límite, entre todos los hombres (consensus omnium), como es el caso de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948. El consensus omnium confiere a la verdad el carácter de “primera persona” del plural; la verdad consensuada equivale a la verdad como ortodoxia y se opone a la falsedad o improbabilidad, atribuida socialmente a la heterodoxia, y en el límite a la demencia autista.

Verdad acuerdo. Equivale a la identidad de isomorfismo o de adecuación, si admitimos que el isomorfismo solo puede tener lugar cuando sea posible establecer correspondencias entre conjuntos de términos dotados, cada uno de ellos, de operaciones características. No consideraremos legítima la identidad de isomorfismo o de adecuación que en la doxografía encontramos referida a las “verdades consistentes en la adecuación entre el entendimiento y la cosa” o entre el sujeto y el objeto; porque si el isomorfismo es posible entre sujetos operatorios, no es posible entre sujetos y objetos no operatorios, salvo que aquellos o estos se desdoblen según la consabida distinción (y no por ello menos gratuita) entre “objeto conocido” y “objeto de conocimiento”. [88]

(C) Verdades normativas. La verdad se presenta como una relación de identidad personal determinada por la acción (por la co-acción) moldeadora de otros sujetos operatorios, hombres o animales, que proceden ante mi propia subjetividad operatoria en nombre de alguna norma que se supone obliga tanto a los autologismos del sujeto operatorio afectado, como a los dialogismos del sujeto operatorio moldeador (dator formarum).

Verdad coactiva. Una de las variantes de estas modulaciones de la verdad, es la “verdad-revelación” o “verdad mostrativa” (por oposición a la “verdad demostrativa”), fundada en la norma que prescribe confiar en la autoridad (“coactiva”) de la persona relevante, que desempeña papeles decisivos, no solo en la vida religiosa (las “verdades sobrenaturales reveladas” a los creyentes), sino también en la vida jurídica (el “testimonio”), en la vida científica (la “enseñanza” de las ciencias positivas, que comienza necesariamente como una “revelación de verdades”, como una “verdad impartida” que ha de aceptarse inicialmente por la confianza en la autoridad del maestro), o en la vida política o militar (basada en la confianza de que las normas operatorias derivadas del ejecutivo conduzcan a la eutaxia [563] o la victoria: “el Jefe siempre tiene la razón”).

Verdad-coherencia. La fuerza de obligar de las normas también pueden derivar de un sujeto más abstracto capaz de reabsorber, en su formalismo, tanto a los autologismos como a los dialogismos, como ocurre en el caso de las normas “lógico-formales” (que implican siempre a la primera persona), que impulsan a la coherencia, como modo de realización, si bien puramente formal, de la verdad personal. La verdad-coherencia, en cuanto verdad normativa, no excluye el reconocimiento de las contradicciones; lo que excluye es su aceptación como tales e incita a la resolución dialéctica [96-107] de las mismas.


http://www.filosofia.org/filomat/df686.htm

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