Materia determinada (ontológico-especial)
y sus atributos: Multiplicidad y Codeterminación
Como punto de partida para establecer la idea de materia [64] ensayaremos el contexto tecnológico. La idea de materia que se nos da en su primera determinación tecnológica es la de materia determinada (arcilla, cobre o estaño, madera). Una materia determinada precisamente por el círculo o sistema de operaciones que pueden transformarla y retransformarla mediante las correspondientes operaciones inversas o cíclicas. Algo es materia porque es materia respecto algunas formas determinadas (el mármol es materia de la columna o de la estatua). Materia determinada será aquello que puede conformarse [85] según las formas a, b, c… o bien según las formas m, n, r… Lo que importa subrayar: materia es aquello que es transformable dentro de un círculo de formas definido. Dos atributos esenciales, genéricos, caracterizan a la materia determinada: la multiplicidad y la codeterminación [66-67]. Por la multiplicidad la materia (en cada círculo de materialidad y por supuesto en el conjunto de los círculos) se nos da como una entidad dispersiva, extensa, partes extra partes; por la codeterminación, las partes de esas multiplicidades se delimitan las unas frente a las otras. Este atributo no implica la conexividad total o codeterminación mutua de todas las partes de un círculo de materialidad dada, de acuerdo con la idea de symploké [54]: “si todo estuviese comunicado con todo no podríamos conocer nada”. Las multiplicidades materiales mundanas (partes extra partes) se manifiestan siempre enclasadas y suscita necesariamente la cuestión de su clasificación en géneros generalísimos. Las transformaciones en cuyo ámbito suponemos se configura la idea de materia determinada tienen siempre lugar entre términos, que se componen o dividen por operaciones, para dar lugar a otros términos que mantienen determinadas relaciones con los primeros. En las transformaciones de un sílex en hacha musteriense, los términos son las lajas, ramas o huesos largos; operaciones son el debastado y el lijado y relaciones [190] las proporciones entre las piezas obtenidas o su disposición. En las transformaciones proyectivas de una recta, son términos los segmentos determinados por puntos A, B, C y D, dados en esa recta; operaciones son los trazos de recta que partiendo de un punto 0 de proyección pasan por A, B, C, D, determinando puntos A', B', C', D', en otra recta; son relaciones las razones dobles invariantes (CA/CB) / (DA/DB) = (C'A'/C'B') / (D'A'/D'B'). Ahora bien: si la idea de materia determinada se va configurando en el proceso mismo de las transformaciones y éstas comportan imprescindiblemente tres órdenes o géneros de componentes sería injustificado reducir el contenido de la idea de materia tan sólo a alguno de esos órdenes. ¿Por qué los segmentos o términos CA, CB de nuestro ejemplo habrían de ser materiales y no las relaciones CA/CB interpuestas entre ellos? Otro tanto podrá afirmarse de las operaciones consistentes en trazar rectas, intersectarlas con terceras, etc.
En suma, la materia determinada, en el contexto de las transformaciones operatorias, se nos ofrece como una realidad sintácticamente compleja, en la cual se entretejen momentos de, por lo menos, tres órdenes o géneros distintos, pero tales que todos ellos son materiales. La materia determinada se nos dará, bien como materia determinada del primer género (por ejemplo, como una multiplicidad de corpúsculos codeterminados), o bien como una materia del segundo género (una multiplicidad de operaciones interconectadas), o bien como una materia del tercer género (por ejemplo, una multiplicidad de razones dobles constituyendo un sistema). Géneros entretejidos [72] (la symploké platónica), que no cabe sustancializar como si de esferas diversas de materialidad (“Mundos”, “Reinos”), capaces de subsistir independientemente las unas de las otras, se tratase. Además, y esto es fundamental, los tres géneros con los que se pretende cubrir la totalidad de los contenidos del mundo no pueden considerarse como los tres géneros en los cuales se distribuye la realidad, porque la materia ontológico general M [22] también es real, siendo así que desborda cada uno de los géneros y su conjunto.
http://www.filosofia.org/filomat/df065.htm
Espíritu (concepto filosófico de) / Formas puras o separadas
El concepto de Espíritu lo concebimos como resultado del desarrollo dialéctico de la idea de materia determinada [65] en tanto desemboca en la idea de formas disociadas de toda materia [84], de unas formas puras o formas separadas. Estos desarrollos toman su punto de partida de muy diversos estratos de la realidad mundana: uno de los más importantes es el “estrato” constituido por los cuerpos que nos rodean; su eliminación progresiva conduce al espacio vacío, como forma pura, identificada con algún ser de naturaleza inmaterial (sensorio divino, de Newton; forma a priori de la sensibilidad humana, de Kant). El límite del proceso conduce precisamente al concepto de Espíritu, con el significado filosófico estricto de sustancia inmaterial (ver Francisco Suárez, Disputatio 35: De inmateriali substantia creata). Subrayamos el carácter filosófico del concepto de espíritu así construido frente a conceptos prefilosóficos (el spiriculum vitae, Génesis, II, 7).
El concepto filosófico de espíritu implicará la negación de los atributos esenciales que predicamos de toda materialidad determinada: la multiplicidad y la codeterminación. La negación de la multiplicidad comporta la negación del atributo de totalidad partes extra partes, y, por ello, las sustancias inmateriales no incluirán la totalidad de cantidad, ni tampoco la de totalidad según su perfecta razón de esencia (Santo Tomás, Sum. Theol., I, q. 8, 2). La negación de la codeterminación conducirá al concepto de un tipo de entes dotados de una capacidad causal propia: la Idea de un Acto Puro, de un Ser inmaterial, que llegará a ser definido, en el tomismo filosófico, como ser creador, plenamente autodeterminado y según algunos, causa sui. La idea filosófica de materia no podrá considerarse ya como independiente de la idea de espíritu, ni recíprocamente. Según esto, no podrá ser una misma la idea de materia que se postule como realidad capaz de coexistir con las realidades espirituales (o recíprocamente) y aquella otra idea de materia que se postule como una realidad incompatible con la posibilidad misma del espíritu (o recíprocamente).
http://www.filosofia.org/filomat/df066.htm
Materia indeterminada, pura o transcendental / Idea de Nada
Desarrollo dialéctico de la Idea de materia determinada [65] en tanto desemboca en la idea de materia pura.
La remoción (o negación) reiterada de las formas concretas dadas en los círculos categoriales de transformaciones equivaldrá ahora a una “trituración” acumulativa de todos los materiales constitutivos de los diversos campos de materialidad, en beneficio de una entidad cuyo límite último ideal se confundirá con la idea de una materia indeterminada pura, que desbordará cualquier círculo categorial y que transcenderá a todos los círculos categoriales como materia transcendental.
La metábasis [103] o paso al límite que conduce a la idea de materia transcendental tiende a llevarse a cabo de un modo dogmático: la materia pura o indeterminada viene a concebirse como una suerte de sustancia absoluta o primer principio unitario que, por haber reabsorbido en su infinita potencialidad todas las diferencias, puede presentarse como plenitud actual o multiplicidad absoluta. Ejemplos: el ápeiron de Anaximandro; la unicidad del Ser eleático (frag. 8, 38/39 de Diels); el Della Causa, principio et Uno (cap. IV) de Giordano Bruno, que identifica la potencia absoluta con el acto puro, la materia prima con Dios.
El paso al límite a la materia transcendental puede ser llevado a cabo de un modo crítico (no dogmático o sustancializado), lo que permitirá redefinir al materialismo más radical como la negación del monismo de la sustancia y a la Idea de materia transcendental [82] como una multiplicidad pura que desborda cualquier determinación formal positiva, por genérica que ella sea, en un proceso recurrente de negatividad.
Ejemplo más próximo: el concepto aristotélico de materia prima, que es definida de modo estrictamente negativo (Met., Z, 3, 1029a 20/21: μήτε τὶ, μήτε ποσὸν, μήτε ἄλλο μηδὲν λέγεται οἷς ὥρισται τὸ ὄν.) haciéndola incognoscible en sí misma (Met., Z, 10, 1036a).
La materia indeterminada tiene como límite la Idea de Nada. La Idea de Nada es contradictoria en la medida en que sea tratada como si fuera una idea ordinaria, con unas referencias determinadas (a la manera como la idea de satélite toma como referencias “fenómenos” del espacio óptico tales como “Luna” o los satélites artificiales). Porque la nada absoluta, por definición, no puede tener ninguna “referencia positiva”. Las críticas de Carnap a Heidegger se apoyan en esta circunstancia, y Carnap concluye con la propuesta de eliminación del término nada, como un sinsentido. Pero la nada puede tener sentido cuando es tratada, no como una idea absoluta, sino como una idea relativa o funcional derivada de conceptos positivos precisos tales como “ausencia”, “vacío”, “cero”, “clase nula”, “desierto”, de población humana y aun de vegetación, yermo = erémos, etc. “Nada”, como idea, podrá así ser reconocida como límite dialéctico (por metábasis) de un proceso operatorio de negación, reducción, destrucción o eliminación, de términos positivos previamente presupuestos. Según los campos en los que figuren estos términos, así los “valores” límites de la negación. El tratamiento sistemático de la Idea de Nada dependerá de la clasificación de esos campos de los que partimos. Por ejemplo, si partimos de la clasificación tradicional de las tres “sustancias” o Ideas de la Ontología especial –Dios, Mundo, Alma– obtendremos como “valores de la Nada” (unos valores de una Idea-función cuya característica fuese la negación):
A. Valores de la “Nada teológica”, cuando tomamos a Dios como “variable independiente”. Estos valores pueden reducirse a los dos siguientes:
(1) El valor “Nada teológica relativa” (a Dios), en cuanto Ser necesario y creador ex nihilo: la Nada es “todo lo que no es Dios”. La Nada teológica relativa se manifiesta o bien como un contingentismo (negación del necesarismo cósmico, y esta es la acepción originaria del término “Nada” en castellano: res nata, criatura); o bien como acosmismo teológico (acaso el acosmismo eleático de Parménides, o el idealismo material de Berkeley-Hume, denominado precisamente “nihilismo” por Jacobi).
(2) La “Nada teológica absoluta”: la negación de Dios “en beneficio” del Mundo, de la libertad del Hombre: la Nada teológica absoluta se manifiesta en el ateísmo postulatorio de Nietzsche o de Nicolai Hartmann.
B. Valores de la “Nada cósmica”. El proceso de negación del mundo corpóreo equivale, en Física, a la nada cósmica, al vacío, pero no tanto al vacío atmosférico, ni siquiera al llamado “vacío cuántico” (en tanto contiene en potencia a las partículas posibles que aparecerían y desaparecerían según fluctuaciones “capaces de provocar la inestabilidad del Universo de Minkowski”), sino al vacío absoluto, el espacio vacío de los atomistas antiguos concebido como un no-Ser, o el universo vacío definido como un espacio de Minkowski de curvatura cero.
La Nada cósmica se nos aparece tanto a propósito de las categorías de la dinámica como de las categorías de la termodinámica. Como principal antecedente, dentro de las categorías de la dinámica, podríamos tomar a ciertas ideas de Jordan (que transmite Gamow en su autobiografía) proponiendo a Einstein la posibilidad de que la energía total del Universo fuese nula; la reformulación más reciente de esta sugerencia se debe a E.P. Tryon (Nature, vol. 246, 1973): el Universo podría ser “expresión de la nada”, siempre que físicamente se suponga que no hay inconveniente para que surja espontáneamente ex nihilo (de la nada cósmica). “El origen del Universo podría ponerse en una fluctuación espontánea del vacío”. En cuanto a la reformulación de la Idea de Nada cósmica con las categorías de la termodinámica (E. Grunzig): la idea central se basa en que la diferencia entre el universo de Minkowski (curvatura cero) y el universo real no es función de la energía, sino función de la entropía, con lo que el paso de un universo a otro no consistiría, por decirlo así, en la aparición de la energía, sino en la aparición de la entropía. La Nada cósmica puede manifestarse también en dos clases de valores (correspondientes a los valores de la Nada teológica):
(3) La Idea de la Nada cósmica relativa (al Cosmos, Mundo o Naturaleza) irá seguida de “todo aquello” que resulte de la eliminación del cosmos (el “espacio absoluto” antes de la creación, el “no-Ser” o vacío del atomismo antiguo).
(4) La Idea de Nada cósmica absoluta: el “acosmismo postulativo” del idealismo material.
C. Valores de la “Nada antropológica”. El proceso de negación del alma o de la vida nos lleva a otros dos valores de la “Nada antropológica”:
(5) La Nada antropológica relativa (al Hombre), se manifiesta en el concepto de desierto o yermo, como definición de “todo aquello que existe en el Mundo al margen del Hombre”.
(6) La Nada antropológica absoluta es la “negación del Hombre”, al menos en los “valores” que suelen ser considerados como más característicos: el escepticismo, el antihumanismo (“cuarta Idea de Hombre” de Max Scheler), y aun la concepción existencialista del Hombre como no-Ser (Pour soi de Sartre), el nihilismo axiológico vinculado al ateísmo anómico de Turgenev y Dostoievsky (“si Dios no existiera, todo estaría permitido”).
La cuestión que esta clasificación plantea es la de si la Nada teológica, la Nada cósmica o la Nada vital son la misma nada, o son Ideas de Nada diferentes. El problema de la “convergencia” de las diversas nadas podría considerarse como una contrapartida de la Idea de Dios obtenida como resultado de las cinco vías de santo Tomás, por ejemplo, (la causa primera, el ser inmóvil, el ser necesario, etc., ¿son el mismo ser o son entidades diferentes?). La pregunta: “¿por qué existe algo y no más bien nada?” (considerada por Leibniz y luego por Heidegger como la pregunta más profunda de la filosofía) carece de sentido en relación a la nada absoluta; pero recobra su sentido más preciso referida a la nada teológica, porque, supuesta la Teología natural, la pregunta puede ser reducida a esta otra: ¿por qué Dios creó a las criaturas? Otro tanto ocurre con la nada cósmica (¿por qué en el vacío surge el Big Bang?). O con la nada vital: ¿por qué de lo inanimado surge la vida?).
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