Causalidad / Sistemas práctico-materiales finitos
Supondremos que la pregunta ¿por qué? –en tanto que la consideramos como hilo conductor que nos conduce a la delimitación del campo de la relación causal– [129] sólo aparece una vez dado un cierto estado de desarrollo intelectual y lingüístico que comporta la organización de ciertos sistemas práctico-materiales finitos (objetos, relaciones, operaciones) relativamente estables. La “habitación de los juguetes” puede constituir, para el niño de cinco años que estudian los psicólogos, uno de estos sistemas práctico-materiales; pero también es un sistema práctico-material el conjunto de figuras geométricas (manipulables) constituido por un triángulo rectángulo y tres cuadrados; un sistema práctico material es también la “noria de Lorentz” (una rueda con cangilones que gira a partir del agua que reciben y despiden y que, aunque determinista, adopta con frecuencia ritmos caóticos); o, simplemente, una mesa de billar con sus correspondientes bolas y jugadores, o un Estado dotado de una constitución suficientemente adaptada al lapso de tiempo en el que se desenvuelve de un modo regular.
Nuestro postulado de adscripción de la pregunta ¿por qué? a sistemas práctico-materiales nos obliga a ponernos en guardia sobre la pertinencia de la pregunta cuando no va referida a sistemas complejos finitos como es el caso de la consabida pregunta: “¿por qué existe algo y no más bien nada?” que, desde Leibniz a Heidegger, ha sido considerada como la pregunta más profunda; pero que, considerada desde nuestro postulado, podría considerarse tan inadecuada como la pregunta: “¿dónde se encuentra el mundo?” {FGB 217}
http://www.filosofia.org/filomat/df130.htm
Causalidad / Sistemas práctico-materiales / Datos problemáticos o “flotantes”
Supuesto un sistema material [130], en las condiciones indicadas, y un sujeto inserto en él, podríamos quizá determinar el sentido de la pregunta ¿por qué? si admitimos la posibilidad dialéctica de la configuración en él, y gracias al sistema mismo, de lo que llamaremos dato problemático. Dato, porque “se nos hace presente” en el sistema, nos es dado en él y sólo por él (en principio a este dato podría adscribírsele la forma de una relación constatable entre términos propios del sistema); problemático, en el sentido sui generis de que no consta, o permanece oculta, su conexión con el sistema en el que, sin embargo, se configura “desde dentro”. Cabría, en atención a esta circunstancia denominar a esta especificación del dato problemático dato infundado o dato flotante. La pregunta ¿por qué? supondremos que es la pregunta que surge adecuadamente en el momento en el cual un sujeto operatorio constata un dato flotante en el sistema de referencia. El sentido de la pregunta no sería otro sino el de buscar la conexión oculta, o acaso inexistente, entre el dato flotante y el sistema de referencia. Cabría incluso arriesgar la hipótesis “etológica” de que la pregunta ¿por qué?, así entendida, brota, más que de la curiosidad (derivada de la relación de alarma ante un estímulo de la reacción animal) de la inseguridad en el propio sistema de referencia, en tanto nos depara la presencia gratuita (“dada”) o contingente de relaciones que, brotando del sistema, no muestran los fundamentos que en el sistema parece hubiera de tener (lo que equivale a reconocer una suerte de hiato en el propio sistema).
El “dato flotante” no representa tanto una fractura directa en el sistema cuanto un desafío global al sistema mismo a quien pone a prueba, requiriéndolo, para que dé el fundamento desconocido (lo que implica atribuirle capacidad de decisión, y de saturación análoga a la que se exige a un sistema de axiomas). Por ello, cuando el dato que el sistema nos depara no tiene estas características (si es, por ejemplo, aunque dado en el sistema, notoriamente extrínseco a él) la pregunta por el ¿por qué? no tendría lugar del modo adecuado; cuando me encuentro un ratón en un saco de harina o en mí librería no pregunto por qué, puesto que doy por supuesto que el ratón no procede de la harina o de los libros; sino que pregunto ¿por dónde? o ¿cuándo ha entrado? Es obvio que el dato flotante es función del sistema; el contenido del dato en otro contexto, puede dejar de ser flotante (en el ejemplo anterior, nos remitiríamos al sistema de los antiguos que contemplaba la posibilidad de una generatio aequivoca). Sea el sistema constituido por un triángulo rectángulo y cuadrados acoplados a sus lados: el dato flotante puede ser aquí la relación factual, “empírica”, y sorprendente, de la igualdad de superficies entre el cuadrado de la hipotenusa y la suma de los cuadrados de los catetos; es una relación que acaso se me da inesperadamente, como relación, desde luego, interna al sistema, pero “infundada”, aunque la compruebe una y otra vez; una relación que no puedo decidir, en principio, si es una relación que aparece en cualquier tipo de triángulo. Cuando llegue a la convicción de que el dato se reproduce siempre en toda suerte de triángulos, pero sin que se me alcance a ver la conexión entre el triángulo y la relación, entonces la pregunta ¿por qué? será tanto más acuciante.
Podemos decir, en resolución, que aquello que pide la pregunta ¿por qué? es la conexión o asimilación del dato flotante dentro del sistema de referencia: las razones o las causas serían los nexos intermedios capaces de dar satisfacción a la pregunta. Según esto podría redefinirse, sin círculo, el sentido de la pregunta ¿por qué? diciendo que ella busca determinar (“racionalmente”) las razones o las causas [132] de los datos flotantes en un sistema de referencia. {FGB 217-218}
http://www.filosofia.org/filomat/df131.htm
[ 132 ]
Causas / Razones / Sistemas práctico-materiales
La cuestión que se nos abre ahora es la de la discriminación entre razones y causas [131] en el contexto dicho. Discriminación de importancia principal en todo cuanto se refiere a los problemas actuales en torno al indeterminismo de los sistemas mecánico-cuánticos o a la caoticidad de los sistemas deterministas. Suele decirse que indeterminismo, o caos, son sinónimos de acausalismo y que, por tanto, ellos constituyen la ruina del racionalismo “clásico”. Pero ¿acaso podemos aplicar a estas situaciones las categorías causales? Los por qués [129] que en estos sistemas suscitan los datos flotantes no tendrán respuesta causal: pero ¿acaso debieran tenerla? Y no ya porque hay que computarlos como sistemas aleatorios o acausales, sino sencillamente porque son acaso transcausales, y porque lo que en ellos habrá que buscar (dentro del espíritu del racionalismo) son razones y no causas.
No compartimos la opinión según la cual habría que poner los criterios de distinción entre causas y razones asignando, por ejemplo, las razones a los sistemas matemáticos (definidos por su intemporalidad) y las causas a los sistemas físicos o biológicos (temporales, procesuales). Sin duda los sistemas matemáticos no admiten, sin distorsión, el análisis causal. Si la suma de los cuadrados de los catetos es igual al cuadrado de la hipotenusa en el triángulo rectángulo no es por causa de la estructura de los triángulos rectángulos dentro de la cual cabe envolver al triángulo y sus cuadrados, como lo envuelve Euclides en el teorema 47 del Libro I de sus Elementos, sino por razón de esa estructura. Pero en cambio, los sistemas físicos, los sistemas llamados dinámicos, admiten, además de un tratamiento causal de muchos de esos problemas, un tratamiento por razones. Luego, no será por ser matemáticos por lo que ciertos sistemas no admiten un análisis causal, sino por otros motivos. ¿Cuáles? A nuestro juicio estos motivos son susceptibles de ser formulados en términos lógicos (concretamente, en términos de la distinción entre un nivel de clase y un nivel de individuo) [133].
La pregunta por el ¿por qué? podría encontrar respuestas satisfactorias rectificando, de algún modo, el estado (fenoménico) en el cual el sistema, según sus esquemas de identidad, se encuentra precisamente al ofrecernos el dato flotante. Si el dato flotante que nos ofrece pudiera ser corregido como tal dato flotante, es decir, si la rectificación afecta a la propia apariencia flotante del dato mediante la reducción del dato a la condición de mero episodio ordinario del sistema objetivo, entonces es obvio que no podemos apelar a causas o razones salvo en sentido analógico: tal sería el caso de la fluctuación dada en una tanda de tiradas de 100 dados hexaédricos consistente en salir un tanteo de 600 puntos, porque este resultado no es un dato flotante, sino un resultado aleatorio que no tiene causa, aunque es determinista (cada dado cae por una cara en virtud de leyes deterministas y el resultado se configura a nivel de clase o conjunto de dados y, en este sentido, cabe hablar de una razón genérica por la cual el resultado ha tenido lugar, en cuanto el tanteo obtenido es uno de los tanteos posibles; pero no hay razón específica por la cual deba salir este tanteo y no otro). La pregunta: “¿por qué sale un tanteo de 600 puntos?” no puede responderse con una causa o una razón específica, sino con la razón genérica que apela a la posibilidad aleatoria. La rectificación puede consistir en una especificación de los sistemas de identidad (fenoménicos) o bien en una rectificación del sistema fenoménico manteniendo intactos los esquemas de identidad. Ahora bien, los esquemas de identidad pueden ser esquemas constitutivos de clases lógicas (distributivas o atributivas) o pueden ser esquemas constitutivos de procesos individuales. Se trata de una distinción que cabría poner en correspondencia con la distinción entre el isos y el autos griego [213] o, si se prefiere, con la distinción escolástica entre esencia y sustancia (primera). Por lo demás, supondremos que los sistemas de identidad individual no pueden tener lugar con independencia de los sistemas de identidad de clase ni recíprocamente y de esta coyuntura resultan los principales problemas de la llamada “causalidad estructural”. {FGB 218-220 / → PrAl}
http://www.filosofia.org/filomat/df132.htm
Causas / Razones / Datos “flotantes”
Asociaremos el dato flotante [131] configurado en un sistema según la identidad de clases [132] con la pregunta por el ¿por qué? cuya respuesta, si la hay, sea una razón; asociaremos el dato flotante configurado en un sistema según esquemas de identidad de procesos individuales con la pregunta por el ¿por qué? cuya respuesta, si la hay, sea una causa. Desde la perspectiva de la razón o de la causa obtenida, el dato flotante podrá recuperarse al menos parcialmente, para el sistema, sea como una resultante, sea como un efecto, respectivamente. No tenemos espacio para discutir hasta qué punto la razón “asimila” el dato flotante a través de una cierta rectificación de los esquemas de identidad de clase (en la demostración que Euclides ofrece del teorema pitagórico la rectificación podría consistir en el regressus hacia una red de relaciones tendidas sobre el sistema fenoménico tal que nos permita reiterar la apariencia “contingente” de la igualdad empíricamente advertida); mientras que la causa asimilaría el dato flotante mediante una rectificación del sistema fenoménico manteniendo el esquema procesual de identidad. Cuando un proyectil sigue su trayectoria natural de caída va dibujando una línea parabólica o, si se prefiere, la línea fenoménica que, durante milenios, dibujan los proyectiles, arrojados por los hombres, al caer a tierra es muy parecida a una parábola; solamente cuando el sistema fenoménico se supone organizado por el esquema material de identidad procesual asociado a una masa individual que llamamos “principio de la inercia” y que Galileo aún no sabe utilizar adecuadamente (tenía que servirse del artificio de un plano horizontal), aparece la curvatura de la trayectoria como un dato problemático; aun cuando fenoménicamente jamás podamos constatar homonímicamente el esquema de identidad axiomático según el cual se desplaza una masa m por el eje de las x (x=vt, siendo vx el componente horizontal de la velocidad de m que suponemos constante) no por ello lo rectificaremos, sino que, por el contrario, rectificando el contexto fenoménico, introducimos una causa, la fuerza gravitatoria (y=1/2mg2) que, compuesta con la anterior nos conduce a la trayectoria parabólica (y=kx2) con eliminación del tiempo como variable. La composición de la causa con el esquema de identidad es, en este caso, como en otros muchos, tan constante que el propio concepto de efecto es el que parece oscurecerse -a diferencia del caso de una masa que se desplaza en movimiento uniforme rectilíneo y, en un momento dado, se desvía de su trayectoria. En este caso, el efecto, tiene una desviación unívoca. Pero cuando estamos ante la trayectoria del proyectil, el efecto habrá que ponerlo no ya siquiera en los segmentos muy pequeños de recta –que nos llevarían a una poligonal, no a una parábola–, sino en puntos situados cada vez a distinta altura del eje de las y, lo que equivaldría a tener que trazar las rectas de los sistemas virtuales de identidad por alturas variables. Y ello podría sugerirnos reinterpretar la trayectoria parabólica no como un efecto respecto de la inercia horizontal –para no hablar del efecto de desplazamiento vertical respecto de la ley de caída como esquema de identidad– sino como una clase de efectos concatenados; pero esta reinterpretación sería sumamente artificiosa, puesto que la masa que se desplaza mantiene su identidad individual “sustancial” y los esquemas de identidad son un mismo esquema que también se desplaza continuamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario