jueves, 6 de agosto de 2020

FILOSOFÍA - ÍNDICE SISTEMÁTICO


Dialéctica (en sentido “fuerte”) / Contradicción lógica

Es frecuente (por parte de los que suelen ser considerados “analíticos”, en cuanto “antidialécticos”, al modo de Quine o K. Popper) atribuir a quienes mantienen la concepción fuerte de la dialéctica [96] un modo de entender la presencia de la contradicción que es justamente lo que determina en ellos el rechazo: “es dialéctico todo filosofar [o toda forma de pensar, incluso la pretendidamente científica] que acepta, a la manera de Heráclito y de Hegel, la validez de la idea de contradicción lógica: ⊢p∧¬p.” (M. Garrido en Teorema, nº 1, 1971, pág. 66).

Sin embargo, semejantes definiciones son enteramente tendenciosas por dos motivos principales:

(a) La contradicción no tiene por qué ser, sin más (definida incluso en el terreno de la lógica formal de enunciados), en los términos de esa “negación del principio de contradicción”.

(b) Reconocer la contradicción, incluso en “lógica formal”, no significa, sin más, reconocer “la validez de la contradicción lógica”.

No se trata de “construir una lógica dialéctica”, sino de “dialectizar la lógica ordinaria”, puesto que ésta es la única “dialéctica formal” concebible. Dialectizar la lógica formal ordinaria es, ante todo, mostrar que ella “reconoce” la contradicción, es decir, que cuenta con ella, y no como una mera errata; por tanto, que en su “sistema” la contradicción tiene un puesto interno que no puede sencillamente borrarse (como si fuese una simple errata). Hay muchos modos de llevar a cabo esta demostración, la más rápida podría ser la apelación a las demostraciones formales del principio de no-contradicción.

De este tipo de análisis, y de otros muchos muy variados y prolijos, obtenemos, como conclusión, que el proceder dialéctico de la lógica formal hay que ponerlo fundamentalmente en sus “estrategias” para eliminar las contradicciones que en ella se construyen; por lo que, “aceptar la contradicción”, desde el punto de vista de una lógica dialéctica, no es aceptar su validez (como norma) sino aceptarla como un “hecho lógico” resultado de operaciones (como un autologismo, como un dialogismo y, en rigor, ni siquiera eso, pues bastaría con la acepción formal), como un hecho interno, y no como una simple errata que fuera preciso conjurar.


http://www.filosofia.org/filomat/df097.htm






Concepciones filosóficas de la dialéctica

Con los planteamientos relativos a la presencia de la contradicción en la lógica formal [97] podemos reexponer la mismas cuestiones filosóficas que tradicionalmente se han venido suscitando en los debates relativos al alcance “ontológico” de la dialéctica. La cuestión no estriba tanto en defender la “validez de la contradicción” en Ontología (“al modo de Heráclito o de Hegel”) sino en reconocer su “existencia”, aunque sea agregando que esta “existencia”, por inconsistente, pide su cancelación. Se admitiría, a lo sumo, la contradicción en el terreno subjetivo (autologismos), incluso en el inter-subjetivo (dialogismos) [190]; pero, ¿no equivaldría a reconocer una conciencia a la realidad de la Naturaleza el atribuirle contradicción? La visión dialéctica de la realidad, ¿no está ligada a un panlogismo de cuño hegeliano? Esta es la gran cuestión en torno a la cual se han ido formando las célebres oposiciones: dialéctica subjetiva / dialéctica objetiva, dialéctica del espíritu (o de la historia) / dialéctica de la Naturaleza, dialéctica de la conciencia (o de la mente) / dialéctica de la realidad, incluso dialéctica formal (lógico formal) / dialéctica material. Estas oposiciones giran en torno a las dos oposiciones que hemos enunciado en primer lugar (dialéctica subjetiva / dialéctica objetiva) y en el último (dialéctica formal / dialéctica material), puesto que “Espíritu”, “Historia”, etc. pueden reducirse a “subjetividad”.

Se diría que –al menos por parte de algunos analíticos– la oposición dialéctica formal / dialéctica material está interpretada desde la oposición dialéctica subjetiva / dialéctica objetiva, puesto que el reconocimiento de la contradicción se lleva a cabo en el supuesto de que las fórmulas de la lógica de proposiciones hay que interpretarlas en el horizonte (subjetivo) de las aserciones (⊢) de sujetos autológicos o dialógicos. Sin embargo, esto no es nada evidente; pues las proposicones de la lógica formal no tienen por qué reducirse a “juicios” de la mente: son construcciones objetivas, formales, según reglas, coordinables con otra materia (pues ellas son también materialidades tipográficas) [86]. Una buena demostración de la disociabilidad entre las oposiciones subjetivo / objetivo y forma / materia es la posibilidad de cruzar ambas distinciones, comprobando cómo los resultados se corresponden con diferentes concepciones filosóficas de la dialéctica:

  1. Como dialéctica objetivo-material (la “dialéctica de la Naturaleza” de Engels).
  2. Como dialéctica objetivo-formal (la llamada, por J. Görren, “teoría analítica de la dialéctica”).
  3. Como dialéctica subjetivo-material (la “dialéctica de la Historia” de Hegel o Marx).
  4. Como dialéctica subjetivo-formal (es decir, apoyándose en la formalidad misma de la subjetividad individual: Gonzeth, Piaget).

Estas cuatro combinaciones no constituyen sólo una taxonomía más o menos útil (como decía Ferrater Mora en su Diccionario de Filosofía, 6ª ed., Alianza, Madrid 1979, s.v. “Dialéctica”, págs. 803-804); sobre todo, constituyen una demostración de que la dicotomía dialéctica subjetiva / dialéctica objetiva no es la única de referencia. Este es el supuesto de los dualismos, de origen espiritualista, entre Espíritu (o la Mente) y la Materia; desde este dualismo se aceptará, a lo sumo, un cierto sentido a la dialéctica subjetiva (se reconocerá que un sujeto puede caer en contradicción, o que, con frecuencia, rectificamos nuestros juicios y aun es necesario rectificarlos para alcanzar alguna conclusión válida), pero se considerará metafísica grosera y burda referirse a la contradicción del “grano de cebada cuando se transforma en espiga”.

http://www.filosofia.org/filomat/df098.htm







Dialéctica de la Naturaleza (Materia) /
Dialéctica del Espíritu (Mente)

¿Hay una dialéctica de la Naturaleza, o sólo un pensamiento antropomórfico puede pensar tal cosa, dado que atribuir a la Naturaleza contradicciones, si éstas se refieren a proposiciones y éstas a juicios, es tanto como atribuirle juicio y pensamiento? El dualismo Naturaleza / Espíritu, así planteado, es insuperable, sobre todo en el contexto de la cuestión de la contradicción. Sólo desbordándolo es posible hablar de “dialéctica de la Naturaleza” o de “dialéctica del Espíritu”; la dialéctica no está en ninguna de estas dos sustancias, y es preciso recurrir a otra ontología. No es posible mantener, en resolución, los dualismos dialécticos M2/M1 al margen de las materialidades terciogenéricas [72]. La disyuntiva entre una dialéctica subjetiva y una dialéctica objetiva [98] es la que debe ser removida. No diremos que la contradicción podría residir, a lo sumo, en “mis representaciones de la Naturaleza” (en una esfera puramente subjetiva, segundogenérica) y en modo alguno en la “naturaleza misma” (es decir, en la objetividad primogenérica); pues la contradicción podría aparecer en la “naturaleza representada” ante una subjetividad, sin duda, pero que no por ello constituye la subjetivización de una objetividad muchas veces terciogenérica. De lo que se trata es de “caer en la cuenta” de que si dejásemos de lado, como irreales o fantásticas, las materialidades terciogenéricas es imposible entender racionalmente el mundo; y no porque estas materialidades nos remitan a un “tercer mundo” más allá del mundo físico, porque estas materialidades son inmanentes al único mundo en que nos movemos. El dado perfecto es una materialidad terciogenérica resultado de una catábasis: en sí mismo puede considerarse como contradictorio, con la misma contradicción que conviene al asno de Buridán, pues él no puede caer por ninguna cara. Pero esto es debido a que el dado que cae es individual, mientras que el dado perfecto no es un “individuo uránico”, ni un contenido mental (es decir, tiene de contenido mental lo mismo que pueda tener el dado individual fabricado). El dado perfecto es una clase resultante de las múltiples tiradas con un dado o con muchos dados simultáneamente, tales que cuando tiende a ser infinita, se neutralizan en sus diferencias: el azar aparece a nivel de clases, mientras que el determinismo aparece a nivel de individuo (al margen de las materialidades terciogenéricas es imposible distinguir el azar y la necesidad).

Admitidos los esquemas de identidad [215] diversos en juego mutuo, ¿por qué rechazar las posibilidades de contradicción objetiva entre ellos? Pues la contradicción podemos entenderla precisamente como la incompatibilidad misma de términos correlativos a proposiciones (pero que no requieren, por tanto, “panlogísticamente”, una mente juzgante) que se nos ofrecen por sí mismos, por las razones que sean, como coordinables a valores booleanos 1 de proposiciones. La incompatibilidad entre ellos implica la rectificación de ese “valor de verdad”, bien sea rectificando uno de los términos incompatibles o todos. En cualquier caso, la estrategia ante las situaciones dialécticas será siempre la misma: la estrategia de la cancelación de la contradicción [100], precisamente porque la contradicción es lo que no puede mantenerse, lo que tiene que desaparecer, “fluir”, moverse (y esto no implica la recíproca, a saber, que todo lo que se mueve, envuelva una contradicción formalizable).

http://www.filosofia.org/filomat/df099.htm







Modos generalísimos de resolución
de contradicciones dialécticas

Es posible establecer las estrategias más generales que, a efectos de su resolución, imponen las incompatibilidades (o contradicciones) dialécticas a quienes las reconocen (o bien, los efectos correspondientes más generales que esas incompatibilidades determinen en la realidad); pues esos modos de resolución podrían tomarse como principio de las mismas figuras de la dialéctica. Dos modos generalísimos pueden ser distinguidos: el modo de la simultaneidad (que podríamos llamar “estructural” [101]) y el modo de la sucesividad (que podríamos llamar “procesual” [102]).

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