Signos: 1) Extensión de los glaciares; 2) Cultura ateriense; 3) Área de expansión del pueblo auriñaciense; 4) Área de expansión del pueblo solutrense; 5) Puente de hielo entre el continente y Gran Bretaña; 6) Estaciones y yacimientos prehistóricos; 7) Líneas de marcha de la cultura auriñaciense; 8) Líneas de marcha de la cultura solutrense. |
Fruto de la unión de las dos técnicas de talla del sílex (de lascas y de núcleo) que caracterizaban el Paleolítico inferior, es el magnífico desarrollo del Paleolítico medio.
El foco de formación de los pueblos auriñacienses debe buscarse en las fértiles regiones del África centro-oriental, desde las cuales las nuevas poblaciones pronto alcanzaron el valle del Nilo. Diversificados en dos direcciones (signo 7), una corriente alcanzó la Europa sudoriental, y remontando la cuenca del Danubio abocó al Occidente de Europa por el pasillo libre de hielo entre el glaciar escandinavo y el alpino (signo 1). Llegó también a Gran Bretaña por el puente continental que entonces existía en el canal de la Mancha (signo 5). La otra corriente alcanza los mismos territorios extremos a lo largo del Norte de África y el Levante español. Esta lenta emigración provoca la diversificación en dos grandes grupos, el del Norte o cultura auriñaciense propiamente dicha, y el de procedencia africana, llamada cultura gravetiense o perigodiense. Ambas fueron desarrolladas en esencia por el mismo pueblo auriñaciense, cuya área de extensión era muy grande (signo 3).
Diverso es el origen de la cultura solutrense (signo 4), que en ciertas regiones europeas se superpone al auriñaciense. Arranca de la cultura ateriense (signo 2), que se desarrolla durante el Paleolítico medio en una amplia zona del Norte de África, desde Egipto hasta el Atlántico. Esta cultura se extiende gracias a un pueblo guerrero dotado de una nueva arma ofensiva -el arco- por la zona del Levante español y penetra en Francia por los pasos orientales del Pirineo. Alcanzó gran desarrollo en el Sur y centro de Francia y avanzó por el Centro de Europa siguiendo el Danubio y sus afluentes para perderse en las llanuras rusas (signo 8).
La población magdaleniense que le sucede debe ser considerada como una verdadera reacción del antiguo substrato auriñaciense del Occidente de Europa, enriquecido por el episodio solutrense y el continuo perfeccionamiento técnico. Es el momento en que el arte rupestre alcanza en la zona francocantábrica su mayor perfección y nos ofrece los frescos policromos de Altamira, Castillo, Pindal, Font de Gaume, Lascaux, Niaux, etc. (signo 6 estaciones y yacimientos prehistóricos).
Signos: 1) Direcciones de la propagación de los conocimientos neolíticos desde el Próximo Oriente; 2) Ámbito de los distintos focos culturales neolíticos; 3) Zona original de los fenómenos neolíticos; 4) Áreas de dispersión de la cultura megalítica. |
Al final de la etapa cuaternaria, al estabilizarse el clima, tiene lugar una profunda transformación de la Humanidad motivada por dos trascendentales inventos: la agricultura y la domesticación de los animales. Ellos permiten al hombre abandonar la vida nómada que había caracterizado la etapa mesolítica y desarrollar una economía sedentaria, con lo que aparecen los primeros poblados situados en las tierras fértiles de fácil cultivo.
Los fenómenos que caracterizan al Neolítico aparecen en las regiones del próximo Oriente en una amplia área (signo 3), desde Egipto a la meseta del Irán. Desde esta zona los nuevos conocimientos se fueron extendiendo lentamente en todas direcciones, alcanzando Europa por tres caminos principales (signo 1). Uno que por la meseta de Anatolia y las regiones balcánicas alcanzó la cuenca danubiana y remontando sus afluentes llegó a las orillas del mar Báltico. Otra corriente, por el norte de África, llegó a las costas de España y desde focos secundarios situados en el Oeste africano se desarrolló a lo largo de la costa mediterránea occidental. Un tercer camino, marítimo, tuvo su origen en la isla de Creta y el Egeo en general, y colonizó las islas mediterráneas. En más de un milenio puede calcularse el tiempo que tardaron los conocimientos neolíticos en difundirse por Europa.
La adaptación al terreno de los nuevos descubrimientos provocó la diversificación de Europa en múltiples focos culturales (signo 2), con desarrollos independientes, predominando en unos la economía agrícola y en otros la ganadería. Entre los diversos grupos culturales se estableció pronto un intenso comercio de intercambio.
Algo más tarde tuvo lugar la creación, también en el Próximo Oriente, de la civilización megalítica, que luego fue extendiendo sus creaciones arquitectónicas por el Mediterráneo y alcanzó en las zonas occidentales atlánticas una singular importancia (signo 4). Su área de dispersión y la mayor frecuencia de sus manifestaciones en las zonas costeras nos indican claramente el carácter navegante y emprendedor del pueblo megalítico, al que entre otros elementos puede atribuirse el conocimiento en Occidente de la nueva técnica metalúrgica que caracteriza la etapa cultural llamada eneolítica.
Signos: 1) Territorios del Egipto faraónico en los momentos de esplendor de las dinastías del Imperio Antiguo y Medio; 2) y 3) Expansión y direcciones imperialistas de Egipto durante la dinastía XVIII; 4) Cataratas del Nilo; 5) Aspiraciones de los Estados hitita y mitani a Siria. |
La historia de Egipto tiene por marco el valle inferior del Nilo, con su delta, y los territorios próximos: los oasis costeros de Cirenaica, las tierras más húmedas de Nubia, la península de Sinaí y el litoral de Palestina y Siria, por cuyas rutas llegaron a aquel país las invasiones de pueblos extranjeros.
Durante los Imperios Antiguo y Medio, la política de los faraones consistió, en líneas generales, en mantener la cohesión entre el Alto y el Bajo Egipto y extender su dominio hasta la tercera catarata del Nilo, así como hasta la península de Sinaí. Esto se logró en momentos de apogeo, en los cuales la expansión egipcia corresponde al color encarnado (signo 1). En el mapa se indican las capitales de los Imperios Antiguo y Medio: Tinis (Imperio tinita), Menfis (Imperio menfita) y Tebas (Imperio tebano).
Después de la invasión de los hiksos y de su expulsión por la reconquista tebana, se inicia el imperialismo de los faraones de la dinastía XVIII, que culmina con Tutmés III. Como expresa el rayado del signo 2 y las flechas número 3, en el momento de mayor esplendor del Imperio Nuevo comprendía Egipto, además de su territorio tradicional, Nubia, Cirenaica, Canaán y Siria. En esta región, los ejércitos faraónicos chocaron con las ambiciones simu8ltáneas y opuestas de los monarcas mitani e hititas, que se expresan en el mapa con las flechas del número 5. Esto dio lugar a las guerras egipcio-hititas, las cuales culminaron en tiempos de Ramsés II.
El signo número 4 hace referencia a las cataratas que limitan los tramos navegables del Nilo, cuya importancia fue grande en la vida política y relaciones comerciales del antiguo Egipto.
Signos del Mapa V: 1) Territorio del reino asirio primitivo; 2) Límites del Imperio asirio bajo Sargón II; 3) Límites del Imperio asirio bajo Asurbanipal. |
Mapa 4: Durante los primeros milenios de la vida histórica, alcanza gran desarrollo la evolución de los pueblos establecidos en la Mesopotamia, llanura bañada por los ríos Éufrates y Tigris. Dicho país, que con Canaán y Siria forma el denominado "fértil creciente", está limitado por las barreras montuosas del Tauro, Armenia y el Zagro, de donde procedieron los ataques y las invasiones de los pueblos extranjeros. bordeando la llanura mesopotámica y mezcladas intensamente con su historia, se hallan las regiones del Elam, en el río Choaspes, y de Asur o Asiria, en la región amesetada que riegan los cursos del Tigris, del Gran Zab y del Pequeño Zab.
Dos pueblos sobresalen en la historia primitiva de Mesopotamia: los sumerios y los acadios. En el mapa hemos indicado la situación de Sumer y Akkad, así como la de sus principales ciudades, que dieron lugar a dinastías importantes: Ur, Larsa y Lagash, en Sumer, y Agade, en Akkad. La dinastía de Sargón I unificó por vez primera toda la región, incluyendo Sumer, Elam, Akkad, Asur y Amurru; su influencia llegó hasta Ganish, en el Asia Menor. Asimismo, luchó contra los montañeses del Zagro, como expresan en el mapa las flechas encarnadas pequeñas.
El Imperio de Hammurabi, cuya capital fue Babilonia, representa una nueva unificación política y cultural de Mesopotamia. Su dominio abarcó el territorio que en el mapa se expresa mediante el color encarnado intenso.
Mapa 5: Imponiéndose por la fuerza y el terror, los monarcas asirios, al cabo de un sinnúmero de campañas, lograron constituir un gran imperio y mantenerlo contra las sublevaciones de los pueblos sometidos. En el mapa se ha señalado con colorido más fuerte el territorio de la primitiva Asiria (signo número 1) y con colores menos subidos la expansión del imperio bajo Sargón II, restaurador de la grandeza de su pueblo (límites, signo número 2). Durante los Sargónidas, los asirios ampliaron sus territorios. Esta expansión territorial culminó con Asurbanipal. Entonces integran el Imperio asirio (cuya capital es Nínive) Egipto, Siria, Babilonia, Elam, parte de Armenia y Asia Menor, y la isla de Chipre, según abarcan los límites expresados en el número 3.
Signos del Mapa VI: 1) Imperio babilónico; 2) Imperio meda; 3) Imperio saita de Egipto; 4) Reino de Lidia.Signos del Mapa VII: 1) Imperio persa en tiempos de Ciro; 2) Conquistas de Cambises y Darío; 3) Límites de las satrapías. |
Mapa VI. La destrucción del Imperio asirio durante los inmediatos sucesores de Asurbanipal, da lugar a la formación de varios imperios: el Imperio neobabilónico, con capital en Babilonia, comprende Mesopotamia y Siria (signo número 1); el Imperiomedo (signo número 2), con capital en Eebatana, entre cuyos límites figuran las diversas regiones de la meseta del Irán, y, además Elam, Asiria, Armenia y la parte oriental de Asia Menor hasta el río Halya; el Imperio lidio (signo número 4), con capital en Sardes en el Asia Menor occidental, y el Imperio saita, en Egipto (signo número 3), con capital en Sais.
Fuera de estas formaciones políticas quedaron con plena independencia, la región de Cilicia, en los pasos del Tauro, y la de Psidia, en los bordes de la meseta de Anatolia.
Nótese las principales regiones del Imperio medo, a saber: Media, Persia, Partia, Aria y Baetria.
Mapa VII. El imperio persa fue la mayor formación política que conoció la antigüedad antes de los imperios de Alejandro y de Roma. Después de las luchas de los egipcios y los asirios, de los babilonios y de los medos para alcanzar la hegemonía total en el Próximo Oriente, la lograron definitivamente los monarcas persas; y no sólo por las armas, sino con la práctica de una política moderada, desconocida hasta entonces en las relaciones entre vencidos y vencedores, que se ha atribuido a la ascendencia aria de su estirpe.
El fundador del Imperio persa fue Ciro el Grande, quien después de vencer a medos, lidios y babilonios, extendió sus dominios por el área correspondiente en el mapa al signo número 1, que engloba todo el Irán, el "fértil creciente", Armenia y Asia Menor, incluyendo las ciudades griegas de la costa de Jonia. Pero su verdadero organizador fue Darío, bajo cuyo reinado, por otra parte, aún se ampliaron las fronteras con la incorporación definitiva de Egipto, la sumisión de los daos y masagetas de las estepas del Turquestán, la influencia en los pueblos del Indo, y el vasallaje de Tracia y Macedonia en Europa. El amarillo del signo número 2 indica la ampliación territorial que experimentó el Imperio persa gracias a Darío.
La base de la organización que este monarca dio al Imperio fue la satrapía, cuyos límites se expresan con el signo número 3. La capitalidad principal se estableció en Susa, aunque desempeñaron impootante papel las ciudades de Sardes, Damasco, Sais, Babilonia, Eebatana y Pasargada. Éstas habían sido capitales de antiguos imperios.
Signos: A. 1) Principales rutas de navegación en el Mediterráneo durante la Edad del Bronce. B: 1) Rutas de navegación de los fenicios; 2) Territorios de colonización púnica. C. 1) Rutas de navegación griegas; 2) Metrópolis; 3) Colonias; 4) Territorios de colonización griega. |
El Mediterráneo ha sido la cuna de la civilización occidental y escena de las expansiones históricas más notables en el transcurso de las épocas. Los tres gráficos señalan su importancia desde el comienzo de los tiempos históricos hasta el siglo V antes de Jesucristo.
Las relaciones mediterráneas se anudaron mucho antes de la plena Edad del Bronce, pero sólo en este período las rutas comerciales toman consistencia, según se observa en la parte superior del mapa. En él se ven los principales centros de este comercio: Fenicia, Egipto, Creta, Sicilia y la remota España.
Durante la primera mitad del primer milenio antes de Jesucristo se desarrollan en el Mediterráneo las colonizaciones fenicia y griega. Éste es uno de los hechos culturales y políticos de mayor trascendencia en la historia de la Antigüedad.
Aunque en muchos casos se desarrollan simultáneamente, en general la colonización fenicia es más antigua que la griega. En el mapa A señalamos las rutas comerciales (signo número 1( y en el B el territorio ocupado o influido por los fenicios (signo número 2). Como se desprende del mismo, la expansión fenicia se realizó a partir de los emporios del litoral de Siria (Barilo, Sidón y Tiro) y tuvo su núcleo más importante en África Menor, islas del Mediterráneo central y occidental y sur de España (Tartesos).
La parte inferior del mapa se refiere a la colonización griega, cuyos efectos fueron más duraderos que la de los fenicios. El signo número 1 indica las rutas de expansión helénica en el Mediterráneo; el 2, las grandes metrópolis, fundadoras de ciudades como Coreira, Corinto, Megara, Calcia, Focea, Éfeso y Mileto; el 3, las principales colonias griegas en el litoral mediterráneo, y el 4, los territorios con mayor influjo griego. Obsérvense, en particular, los grupos del mar Negro, Magna Grecia y sur de Francia.
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