El Crucifijo de Benvenuto Cellini es una representación escultórica del Cristo crucificado realizada por Benvenuto Cellini en mármol blanco de Carrara entre 1559 y 1562. Se exhibe actualmente en la Basílica de El Escorial, sobre una cruz de mármol negro superpuesta sobre otra de madera, y con los genitales cubiertos por un paño de pureza(perizonium) que se puede retirar.1
Sus medidas son de 184 centímetros de altura y 186 centímetros de envergadura. Tiene en su pie esta inscripción:
BENUENUTUS.CELLINUS.CIUIS.FLORENT.FACIERAT.MDLXII
La cabeza está ligeramente inclinada hacia la derecha y no lleva corona de espinas. La anatomía está realizada con un gran realismo.
La representación de Cristo desnudo es muy poco frecuente, pero tiene ejemplos destacados, como los debidos a Miguel Ángel (Crucifijo del Santo Spirito y otros que también han sido objeto de censura púdica -fresco del Juicio Final de la Capilla Sixtina y la escultura denominada Cristo de la Minerva-).
Cellini decidió ejecutar esta obra como cumplimiento de un voto inspirado por un sueño que tuvo en el año 1539, encontrándose preso en el Castillo Sant'Angelo por orden del papa Paulo III. Según cuenta el propio artista en sus memorias, en ese sueño tuvo esta visión:
Parecíame aqueste sol sin sus rayos ni más ni menos como un baño de oro purísimo licuado. Mientras que contemplaba yo aquesta gran cosa, vi comenzar a hinchar en medio del sol y crecer aquesta forma de dicho abultamiento, y formase de pronto un Cristo en cruz, de la misma sustancia que era el sol. Y era tanta su hermosa gracia y tan benignísimo su aspecto, cual el ingenio humano no podría imaginarse una milésima parte.2
Pasados veinte años, el escultor se decidió a cumplir su promesa, con la intención de que la escultura fuera puesta en su tumba. Sin embargo, por una petición del duque Cosme I de Médici, que la vio en su taller y le propuso comprársela, pasó a formar parte de la colección del Palacio Pitti.
En 1576, el crucifijo fue regalado por el gran duque de la Toscana Francisco I de Médici al rey Felipe II de España, y enviado especialmente desde Florencia para «remate a su iglesia de San Lorenzo del Escorial».3 El jerónimo de ese monasterio fray Antonio de Villacastín lo describe así:
- En 9 de noviembre de 1576 el rey don Felipe, nuestro fundador, envió a mandar fuesen al Pardo, donde estaba de presente, por un Crucifixo que allí había llegado que se le envió el gran Duque de Toscana. Batista Cabrera4 partió luego con cincuenta hombres que le trujesen a hombros, y así se hizo. Llegó aquí a San Lorenzo el Real el santo Crucifixo víspera de San Martín, 11 de noviembre del dicho año. Púsose en el Capítulo, en el hueco de la puerta, hasta que su Majestad otra cosa mande. Nota: que el que hizo este Cristo escribió un libro que se intitula Benevenuto Celino, del modo que se ha de tener para labrar en mármor, en el cual libro trata el trabajo que tuvo en labralle y la curiosidad conque le acabó y cómo es la primero pieza de crucifijo que se ha labrado hasta este día. Tiene también el dicho libro la cabo dél dos sonetos en toscano, admirables5
Tras una restauración del año 1994, el Cristo fue colocado en la capilla de los Doctores, en la parte izquierda de los pies de la Basílica, continuando púdicamente tapado con un paño.
La Fontana Pretoria, situada en la plaza Pretoria, en la ciudad de Palermo, en Sicilia, es quizá la fuente más curiosa de toda la ciudad.
Ocupa el centro de la plaza, y se levanta a un nivel más alto que la Vía Maqueda, que atraviesa uno de los lados de la plaza. Don Pedro de Toledo, suegro de Cosme I de Medici, Gran duque de Toscana, encargó a los escultores Francesco Camilliani y Michelangelo Naccherino una fuente para el jardín de su residencia florentina. Tras la muerte del comitente, en 1552, y gracias a la mediación de su hijo, García de Toledo, fue adquirida por el senado palermitano y traslada a su lugar actual.
Las pilas con agua se disponen en tres niveles concéntricos, rodeados de estatuas representqando monstruos, animales mitológicos, y los cuatro ríos de Palermo, el Oreto, el Papireto, el Gabriele y el Maredolce.
En su momento fue denominada La fuente de la vergüenza debido a la desnudez de las estatuas.
Existío una fuente gemela a esta, realizada por el mismo autor. No es seguro si esta otra fuente originalmente estuvo en el mismo Jardín Florentino o fue creada exclusivamente para el Jardín del III Duque de Alba Fernando Alvarez de Toledo, familiar directo de los dueños Florentinos. Dicho Jardín se sitúa en la localidad cacereña de la Abadía, la fuente permaneció varios siglos y en algunas referencias de la época la consideran como una de la más grandiosas de España. Hoy en día este jardín se encuentra lamentablemente abandonado y la fuente destruida, solo se puede encontrar algunas pilas y ruinas de estatuas.
La Fuente de las Tortugas (en italiano Fontana delle Tartarughe) es una fuente de Roma situada en la pequeña plaza Mattei, en el rione de Sant'Angelo.
La plaza estaba en el centro de los palacios pertenecientes a la poderosa familia de los Mattei.
Alimentada por el acueducto Vergine, la fuente estaba prevista para la cercana plaza Giudea, sede del mercado, pero las presiones de Muzio Mattei hicieron que la fuente se construyese en la plaza que se encontraba enfrente de su palacio, a cambio, la familia se comprometió a pavimentar la plaza y mantener limpia la fuente.
Fue construida sobre proyecto de Giacomo della Porta, en 1581 y los trabajos fueron dirigidos por el arquitecto Taddeo Landini, que habría debido realizar cuatro efebos y ocho delfines, previstos primero en mármol y luego en bronce. Los trabajos se concluyeron en 1588 y cuatro de los delfines previstos no fueron colocados porque la presión del agua no consentía la elevación prevista. Estos delfines fueron después utilizados para la Fontana della Terrina, entonces situada en la plaza del Campo de' Fiori y hoy expuesta delante de la Chiesa Nuova.
La fuente está constituida por una bañera cuadrada con aristas redondeadas, que alberga en su centro un basamento con cuatro conchas en mármol portasanta, que a su vez sostiene un cuenco redondo en mármol africano, con unas cabezas de querubines de las cuales brota el agua que cae en la bañera.
A la estructura arquitectónica se añaden las esculturas: cuatro efebos en bronce dispuestos con poses iguales y simétricas, apoyando un pie sobre los delfines y sosteniendo con la mano las colas de los mismos y de cuya boca mana el agua que se recoge en las conchas, mientras que con el otro brazo los efebos se apoyan en el borde del cuenco superior.
Las tortugas que los efebos parecen empujar al apoyarse en el cuenco superior y que dan nombre a la fuente fueron añadidas tras la restauración de 1658 por voluntad del papa Alejandro VII y están atribuidas a Gian Lorenzo Bernini o a Andrea Sacchi. La restauración está recordada por una inscripción sobre cuatro carteles en mármol.
La fuente fue dotada de un implante de depuración de agua para evitar los depósitos calcáreos que se formaban sobre las estatuas y que han requerido frecuentes limpiezas. En 1979 fue robada una de las tortugas: las visibles actualmente son todas copias, que han remplazado también a las tres supervivientes. El implante de depuración ha sido sustituido en 2003 y en 2005-2006 se llevó a cabo una restauración conservativa del mármol y del bronce.
Leyenda[editar]
La leyenda popular, falsa, narra que el duque Mattei, cuyo palacio se encuentra en la plaza que alberga la fuente, para asombrar a su futuro suegro, hizo realizar la fuente en un solo día.
Al día siguiente hizo venir a su prometida con el padre y les hizo asomarse desde la ventana para admirar la obra.
Después, para que ningún otro pudiera disfrutar del mismo espectáculo, el joven duque hizo construir un muro en la ventana y así ha llegado hasta nosotros.
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