miércoles, 23 de enero de 2019

EVANGELIO Y LECTURA DEL 22 DE ENERO DEL 2019


Lecturas del Martes de la 2ª semana del Tiempo Ordinario

Primera lectura

Lectura de la carta a los Hebreos (6,10-20):

HERMANOS:
Dios no es injusto como para olvidarse de vuestro trabajo y del amor que le habéis demostrado sirviendo a los santos ahora igual que antes.
Deseamos que cada uno de vosotros demuestre el mismo empeño hasta el final, para que se cumpla vuestra esperanza; y no seáis indolentes, sino imitad a los que, con fe y perseverancia, consiguen lo prometido.
Cuando Dios hizo la promesa a Abrahán, no teniendo a nadie mayor por quien jurar, juró por sí mismo, diciendo:
«Te llenaré de bendiciones
y te multiplicaré abundantemente»;
y así, perseverando, alcanzó lo prometido.
Los hombres juran por alguien mayor, y, con la garantía del juramento, queda zanjada toda discusión.
De la misma manera, queriendo Dios demostrar a los beneficiarios de la promesa la inmutabilidad de su designio, se comprometió con juramento, para que por dos cosas inmutables, en las que es imposible que Dios mienta, cobremos ánimos y fuerza los que buscamos refugio en él, aferrándonos a la esperanza que tenemos delante. La cual es para nosotros como anda del alma, segura y firme, que penetra más allá de la cortina, donde entró, como precursor, por nosotros, Jesús, Sumo Sacerdote para siempre según el rito de Melquisedec.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 110,1-2.4-5.9.10c

R/.
 El Señor recuerda siempre su alianza.

V/. Doy gracias al Señor de todo corazón,
en compañía de los rectos, en la asamblea.
Grandes son las obras del Señor,
dignas de estudio para los que las aman. R/.

V/. Ha hecho maravillas memorables,
el Señor es piadoso y clemente.
Él da alimento a los que lo temen
recordando siempre su alianza. R/.

V/. Envió la redención a su pueblo,
ratificó para siempre su alianza.
Su nombre es sagrado y temible.
La alabanza del Señor dura por siempre. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Marcos (2,23-28):

SUCEDIÓ que un sábado Jesús atravesaba un sembrado, y sus discípulos, mientras caminaban, iban arrancando espigas.
Los fariseos le preguntan:
«Mira, ¿por qué hacen en sábado lo que no está permitido?».
Él les responde:
«¿No habéis leído nunca lo que hizo David, cuando él y sus hombres se vieron faltos y con hambre, cómo entró en la casa de Dios, en tiempo del sumo sacerdote Abiatar, comió de los panes de la proposición, que solo está permitido comer a los sacerdotes, y se los dio también a quienes estaban con él?».
Y les decía:
«El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado; así que el Hijo del hombre es señor también del sábado». 

Palabra del Señor




Comentario al Evangelio del 

José Luis Latorre, cmf
Queridos amigos
Marcos nos cuenta un nuevo episodio de Jesús con los fariseos. El sábado está en el centro de la controversia. Para los judíos el sábado es el día consagrado al Señor y no se puede trabajar ni hacer nada, aunque alguna persona necesite que le socorran o ayuden.
Jesús por el contrario relativiza la ley del sábado  en favor de la vida del hombre. No basta con cumplir la ley, unas obligaciones, unas tradiciones; hay que ir más allá, las necesidades de los hombres son lo prioritario y principal. Prevalece siempre la ley del amor, la misericordia, la piedad con los demás. A un discípulo de Jesús le identifica el amor al prójimo, porque “no hay mandamiento mayor que este”.
Para un cristiano el reposo y el descanso son importantes, pero el amor lo es mucho más. Y está por encima de todo. En el caso de elegir entre descanso y amor siempre debe prevalecer la caridad y la solidaridad.
Jesús se manifiesta con una libertad total frente a cualquier medida humana, incluso religiosa. Esta libertad coincide con su amor, que se manifiesta en la predilección por los más pequeños, en mirar más allá de las apariencias, en el reconocimiento del primado de la persona humana afirmado en la creación y nunca desmentido a lo largo de toda la Biblia; al contrario siempre afirmado y reafirmado con rotundidad hasta llegar a entregarse Jesús a la muerte libremente para salvar a la humanidad. “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos”
Jesús no solo ama a los pobres sino que se identifica con ellos (“cuanto hicisteis a uno de estos pequeños, a mí me lo hicisteis”), de tal manera que los pobres son ahora el rostro visible de Jesús que vive en nuestras calles y plazas. Quien se encuentra con ellos y los atiende, se encuentra y atiende a Jesús; quien los rechaza, rechaza a Jesús; quien los desprecia, desprecia a Jesús. La indiferencia ante el pobre o necesitado es un gran pecado porque es la expresión de una falta profunda de amor al hermano. Jesús nunca fue indiferente al sufrimiento ajeno y buscó siempre la forma de solucionarlo.

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