Tras escribir este ensayo y recibir multitud de cartas escritas por mujeres diciendo que ahora comprendían mejor sus vidas, la filósofa se dio cuenta de que hacía falta un cambio social y político, por lo que se hizo feminista. El segundo sexo es considerado hoy como la obra principal de referencia de la corriente denominada feminismo de la igualdad. En 1956 el Santo Oficio decretaba la inclusión de diversas partes del escrito en el Índice de Libros Prohibidos por la Iglesia católica a sus fieles.
Algunos elementos[editar]
Este ensayo de casi un millar de páginas apareció por primera vez en París con el sello de Gallimard y aún perduran los ecos de la exitosa resonancia y de algunas controversias que provocó. El lenguaje que lo muestra y aspectos que lo caracterizan son de cuño existencialista.
Como quedó señalado, la obra aspira a manejar una pluralidad de registros que van desde lo biológico, lo psicoanalítico, pasando por lo histórico y lo marxista. La mira es puesta en principio, desde lo exterior, en particular desde la mirada masculina. Y a renglón seguido se desplaza hacia una descripción interna de la infancia de la mujer, de su iniciación sexual, de la época de madurez y por último de la ancianidad.
Se pasa luego a considerar y describir a la mujer en situación. Y desfilan entonces la madre, la prostituta, la lesbiana, la narcisista, la enamorada, la mística. El propósito o hilo de conducción es destacar todo lo que en las diferentes circunstancias llevan a creer en la inferioridad de la mujer y en los efectos que la internalización de esta creencia promueve en lo que concierne a sus elecciones vitales, sea la de contraer matrimonio o abandonar una carrera antes emprendida. Por otro lado se explica que, en un mundo en el que predominase la igualdad de los sexos, tanto hombres como mujeres estarían contribuyendo a la propia liberación del propio sexo. Ya que si la mujer tuviese claramente definidos sus propios objetivos, se focalizaría menos sobre el hombre y ante el hecho de una menor constricción éste obtendría una mayor libertad.
Su obra se enmarca en el entorno de un pensamiento racional que coge de la ilustración todos los aspectos emancipadores y positivos. La diferencia entre ambos sexos no influye en su igualdad de condición, según un pensamiento de igualdad entre humanos. Analiza la feminidad desde distintos puntos de vista: cultural, historiográfico, psicológico, biológico, etc., aclarando que ninguno de estos aspectos son suficientes para darnos una definición de mujer, pero contribuyen a definir la mujer como «lo Otro» frente a «lo Uno»: lo masculino. Se trata, en cierto modo, de una exhaustiva investigación general sobre la mujer en un contexto mundial.
El trabajo avanza mediante la indagación a los más creíbles estudiosos de los temas sin distinción de sexo, sean médicos, psicólogos, novelistas y, al mismo tiempo, busca que las mujeres se abran declarando sus experiencias, sea en el ámbito del amor o en otros. A esta altura comienza a sostenerse la necesidad de la integración social de lo femenino, con los mismos derechos que los hombres y con los mismos deberes, y con todas las conquistas que todo ello comporta: igualdad en los salarios, posibilidad de control de los nacimientos, acceso legalizado al aborto y a todos los reconocimientos civiles, políticos, jurídicos que han poseído y poseen los hombres.
El trabajo se abre con una introducción y es seguida de tres secciones: Destino, Historia y Mitos. Se cierra con una conclusión.
El Uno y el Otro[editar]
«Toda mujer consiste en el útero».7Desde tiempos remotos la mujer ha sido limitada por su constitución biológica. Para él, ella es tan solo sexo. El hombre tan sólo ve en la mujer un cuerpo, que se reproduce. No ve más allá de eso.
La separación de los sexos, por tanto, es un acto biológico. Esto no proviene de ningún suceso de la Historia, no podemos definir un punto exacto. Sin duda alguna, esto marcó un antes y un después a la hora de determinar a la mujer. La pareja es una entidad, en la cual sus dos mitades están fusionadas la una con la otra, son necesarias: no es contingente ninguna división por sexos en nuestra sociedad. Este problema es lo que determina sin duda alguna a la mujer: «ella es lo Otro en el corazón de una totalidad cuyos dos términos son necesarios el uno para el otro».
Si suponemos a la mujer como lo Otro sería algo tan insólito como nuestro propio conocimiento. Siempre, ya en las sociedades arcaicas, ha convivido aquello que conocemos como dualismo (lo Otro y lo Mismo); esta desmembramiento no se puso bajo el símbolo de la división entre sexos, no corresponde a datos empíricos. Nunca una colectividad se fija como Una sin poner a continuación enfrente a la Otra: para el que haya nacido en un país, las otras personas que no pertenecen al suyo las califica como «extranjeros»; para los antisemitas los judíos son «otros», los indígenas lo son para los colonos, los pobres para los ricos.
Deducimos que el sujeto no se piensa más que oponiéndose: se afirma como algo fundamental y construye al otro en secundario, en objeto. Pero entre aldeas, clases, naciones, hay tratados, guerras, negocios, que quitan el concepto de lo Otro de su razón absoluta y descubren su correlación; de mal o buen grado, conjuntos e individuos se ven forzados a admitir la reciprocidad de sus relaciones. Ahora bien, ¿Por qué esta reciprocidad no se ha planteado entre los sexos? ¿Por qué las mujeres no ponen a discutir la emancipación masculina?
El Otro es planteado así por lo Uno, al desarrollarse este como Uno. Ahora bien, la pregunta que muchos se plantean: ¿De dónde procede esta sumisión a la mujer?
Mujeres y hombres participan del mismo modo en la categoría de seres humanos y de este modo crear percepciones dedicadas a la práctica de la trascendencia. El problema es que, en el caso de la mujer, no se le considera la inclusión y la participación en esa categoría: no es sujeto, no es un Mismo; por otro lado, la cultura y nuestra sociedad han hecho de ella una persona distinta del hombre. La mujer es la Otra: no existe ningún tipo de correspondencia a la hora de hablar de mujer como sujeto. Sin duda alguna, podríamos «culpabilizar» a nuestra cultura y sociedad por este nombramiento a la mujer, que hizo que la condicionaran a lo largo de su historia.
Cuando la mujer empieza a formar parte de la elaboración de nuestro planeta, en ese mismo momento, ese mundo pertenece y está en poderío de los hombres. Estas mujeres no tenían otra opción que aceptar la cooperación con el hombre, consentir ser lo Otro, para así mantener cualquiera de las ventajas que podría producir una unión con esa clase privilegiada, el hombre.
Cuando cualquier individuo anhela afirmarse como un sujeto, aparece en él cierto deseo de escapar de su independencia para formarse como cosa. Cualquier hombre, al concebir a la mujer como Otro, descubre en ella complicidades recónditas. La mujer no tiene unos medios adecuados para manifestarse como sujeto, por lo que no lo hace, ya que notan una fuerza que las hace adherirse al hombre, pero sin pensar en ninguna correlación, sobre todo porque la mayoría casi siempre se contenta haciendo el papel de Otro. Es aquí cuando surge otra pregunta: ¿De qué manera ha surgido toda esta realidad?
Otros contenidos relevantes[editar]
En el momento de escribir su ensayo la autora tenía cuarenta y un años. Por detrás estaban los atisbos esporádicos de lucha feminista, sea del siglo anterior o del precedente, como el de la inglesa Mary Wollstonecraft. En el Siglo XX será Simone de Beauvoir la que reinicie la lucha, con las diversas armas de los nuevos tiempos.
Como todo trabajo renovador, pone aparte de las altas resonancias positivas, como quedó reseñado, hubo que disuadir y combatir los enfoques negativos en las controversias desatadas. Lo que la autora quiere dejar bien puntualizado es el rol inferiorizado que la mujer ha cumplido históricamente. Sea en el amplio marco de la comunidad global, o en el más estrecho de la vida familiar. Se busca señalar que a lo largo de los tiempos los hombres han procurado regir solos el mundo, abandonando a la mujer a la tentación de consagrarse por completo a los quehaceres de la vida matrimonial y al cuidado de los hijos. Esta situación se pudo sostener por una creencia: la internalización femenina de la propia incapacidad. Y la otra: la creencia de que quedarse soltera la habría de poner en riesgos económicos o sociales. A este respecto, toda la comunidad en los diversos momentos de la historia ha reafirmado la inferioridad femenina y la necesidad de que tener una familia y un marido contribuirían a completar su ser «carenciado».
El matrimonio y los hijos son obra de hombres y mujeres, pero en conjunto son tareas que siempre han comportado mayores responsabilidades para ellas que para los hombres. Tal rol las ha atado y les ha impedido pensar en una realización fuera del hogar. La responsabilidad de esta situación histórica de hecho no es sólo de las mujeres. Los dos sexos han contribuido para que se sostuviera. Y así como las mujeres no deberían abandonar sus cometidos específicos y propios, los hombres deberían comprender que deberían restarse de la presión expresa o implícita para que lo hiciese. Categóricamente se establece, y no está de más remarcar, que en un mundo de iguales, ambos sexos se beneficiaran. Sólo tal igualdad y la liberación posibilitará papeles social y político de mayor envergadura, de la mujer.
Los términos emic y etic los introdujo el lingüista Kenneth Pike basándose en la distinción entre phonemics (fonología) y phonetics (fonética) y desde allí se extendió y adaptó a la sociología y la antropología social.
Pike argumentó que este tipo de distinción basado en la interpretación del sujeto (fonema) frente a la realidad acústica de un sonido (fonética) debía extenderse a la conducta social.
Los términos se popularizaron en la antropología social gracias a Marvin Harris, quien los reutilizó con acepciones ligeramente diferentes a las que había dado Pike. Estos conceptos cobraron interés en la redefinición del método etnográfico en corrientes como la nueva etnografía de los años 50, la etnolingüística, etnociencia o etnosemántica.
La distinción emic / etic se usa en las ciencias sociales y las ciencias del comportamiento para referirse a dos tipos diferentes de descripción relacionadas con la conducta y la interpretación de los agentes involucrados. Se entiende generalmente emic como el punto de vista del nativo y etic como el punto de vista del analista, mediante una serie de herramientas metodológicas y de categorías (según el musicólogo y semiólogo Jean-Jacques Nattiez, 1990: 61).
Descripción[editar]
- Una descripción emic es una descripción en términos significativos (conscientes o inconscientes) para el agente que las realiza. Así por ejemplo una descripción emic de cierta costumbre de los habitantes de un lugar estaría basada en cómo explican los miembros de esa sociedad el significado y los motivos de esa costumbre.
- Una descripción etic es una descripción de hechos observables por cualquier observador desprovisto de cualquier intento de descubrir el significado que los agentes involucrados le dan.
La distinción emic / etic es similar a la existente entre nomotético / ipsativo aunque ambas distinciones no coinciden exactamente. Pero sí existen dos tradiciones en las ciencias sociales: la objetivista y la subjetivista.
La preocupación es saber si sus modelos representan la forma en que piensan los nativos, y ambas tradiciones han estudiado o refutado la posibilidad de una Teoría General de la cultura, basada en qué criterios emic son universalmente compartidos (como el caso del tabú del incesto en los estudios de parentesco).
Los enfoques interculturales concluyen que esta ambición es posible solo mediante un ejercicio hermenéutico de interpretación que requiere de comprensión (verstehen) y empatía (einfühlen). Estas dos categorías pueden, sin embargo, caer en relativa contradicción, lo cual exige una investigación más cuidadosa sobre el tema.
Explicación[editar]
A veces la descripción etic y emic de un mismo fenómeno no coinciden, tal como mostró el antropólogo Marvin Harris en varios de sus trabajos. Eso hace importante atender a ambos tipos de descripciones. Por otro lado las motivaciones para buscar un tipo de descripción u otro pueden estar basadas en el tipo de trabajo. Los científicos interesados en la construcción local de significado no podrán dejar de atender a descripciones de tipo emic. En cambio los científicos interesados en investigaciones comparativas tratarán de buscar descripciones etic.
La categoría emic es para muchos autores una "estructura inconsciente" de un sistema cultural, de tal modo que un nativo jamás podría explicar en términos empírico-deductivos u objetivos (etic) un ritual, una tradición, un mito, etc. La etnografía a menudo ha considerado este par conceptual como un ejercicio en dos caminos distintos:
- Bien como un ejercicio de traducción intercultural de un sistema a otro, mediante el análisis comparativo y la correspondencia.
El antropólogo cognitivo W. Goodenough formuló lo que se conoce como análisis componencial que formula las reglas que ordenan lógica y empíricamente los campos semánticos del emic y el etic, concluyendo que no se necesita corresponder con reglas lo que el nativo es capaz de expresar.
Un ejemplo interesante en que el emic y etic difieren, es el mencionado por Marvin Harris en relación a la proporción de vacas y bueyes en diferentes lugares de la India. En este caso el punto de vista emic es que todos los bovinos son sagrados y constituye un acto moral reprobable matarlos directamente o dejarlos morir de hambre o por descuido. El etic es que por razones económicas las proporciones de sexos en el norte y sur de India difieren, siendo en cada región más abundante el sexo del animal que resulta más rentable económicamente a los propietarios, a pesar de que nacen aproximadamente el mismo número de vacas que de bueyes.
La descripción del intercambio kula realizada por Bronislaw Malinowski ofrece visiones emic y etic en un mismo texto.
Hay quien estima[¿quién?] que el enfoque planteado por Marvin Harris cometía el error de plantear una teoría universal a partir del mundo de relaciones, significados o visiones del hombre histórico capitalista, en su modelo materialismo cultural, incurriendo así en el denominado etnocentrismo metódico. El enfoque etic no puede sino interpretar al emic, en criterios de adaptabilidad, estructura y significación, con el afán de alcanzar una mayor verificabilidad de los enunciados culturales.
Un enteógeno2 es una sustancia vegetal o un preparado de sustancias vegetales con propiedades psicotrópicas, que cuando se ingiere provoca un estado modificado de conciencia. Se utiliza en contextos espirituales, religiosos, ritualísticos y chamánicos además de usos recreativos o médicos.
El término está formado por las palabras griegas éntheos (ἔνθεος), que significa "(que tiene a un) dios dentro", "inspirado por los dioses", y génos (γένος), que quiere decir "origen, tiempo de nacimiento". El sustantivo "genos" pertenece al campo semántico del verbo gígnomai (γίγνομαι), que significa "llegar a ser", "volverse". Por tanto, el significado etimológico de enteógeno alude a la posibilidad de llegar a ser inspirado por un dios, así como al "nacimiento" que esto supone. El adjetivo correspondiente usado en español es tanto enteogénico como enteógeno.
La palabra enteógeno es un neologismo propuesto en un artículo publicado en Journal of Psychedelic Drugs, vol. II, núms. 1 y 2, enero-junio de 1979, y sus autores son el helenista Carl A. P. Ruck, J. Bigwood, D. Staples, el micólogo R. G. Wasson y el botánico Jonathan Ott. Este artículo fue recogido posteriormente en el libro El camino a Eleusis.3
En antropología y psicología[editar]
Según la antropología física y la psicología, el enteógeno tiene efectos psicoactivos, generalmente alucinógenos.
A pesar de que en nuestra cultura occidental contemporánea los enteógenos han sido llamados "drogas", el psicólogo cognitivo y filósofo de psicología Benny Shanon, especializado en la fenomenología de la consciencia humana, afirma que el uso de sustancias enteógenas ha sido considerado sagrado en muchas tradiciones, e incluso ocupaba un papel central en muchas religiones.4
Philippe de Félice va aún más allá y, en su libro Poisons sacrés, ivresses divines (1970 [1936]), plantea la hipótesis de que el uso de sustancias enteógenas está profundamente arraigado en la cultura humana. Presentando la búsqueda de transcendencia como el instinto humano más básico, propone que el uso de sustancias enteógenas o psicotrópicas es la raíz de quizás todas las religiones.4
Shanon pone como ejemplo varias escenas del Antiguo testamento, donde se relata como Moisés se encuentra con una zarza ardiente de la cual sale la voz de Dios. Ésta le ordena liderar los antiguos israelitas y guiarlos hasta Canaan.5 Analizando este y otros episodios de la vida de Moisés, Shanon afirma que contienen comportamientos y patrones característicos de experiencias psicodélicas. Varios investigadores han propuesto, además, que dicha zarza era en realidad una acacia, concretamente una Acacia tortilis que contiene DMT. La acacia era considerada sagrada por los antiguos egipcios, y era usada como medicina tanto por egipcios como judíos. Moisés provenía de Egipto. 4
El lingüista John Marco Allegro también analizó textos religiosos y, después de 14 años, llegó a la conclusión de que el cristianismo es una religión basada en el culto de la fertilidad, cuyo rito más importante es la ingestión de la Amanita muscaria (un hongo enteógeno) para entrar en comunión con Dios. Según su teoría, la simbología cristiana era una forma de encriptar los relatos con paralelismos y metáforas, ya que en esa época los enteógenos estaban prohibidos y su uso penado severamente por los romanos.5
Creación del neologismo[editar]
La creación del neologismo obedece a la intención de los autores de desligar las plantas objeto de estudio de las connotaciones de los términos alucinógeno (considerado impreciso, peyorativo y completamente desconocedor de la cualidad de la experiencia con enteógenos y de su significación antropológica[cita requerida]) y psicodélico (demasiado ligado a la contracultura de la década de 1960).6 El sentido y la justificación del empleo del neologismo enteógeno es el contexto antropológico y tradicional de uso vinculado objetiva e históricamente con estas sustancias y preparados. De ahí la pretensión de definir y delimitar con precisión, con este nuevo término, el objeto de estudio.73
El término enteógeno se ha instalado en las teorías animistas de la religión, que pretenden dar cuenta con esta interpretación del origen de las religiones en el Paleolítico, ya que acoge a la perfección la relevancia antropológica de tales usos tradicionales. Paralelamente a lo dicho, el extensivo uso que la cultura "new age" hace del término enteógeno, completamente desligado de los usos tradicionales apuntados, añade un creciente margen de ambigüedad, al cargarlo crecientemente con la ideología "new age".8
Características y contextos[editar]
El estado facilitado por los enteógenos se caracteriza por modificaciones en la percepción sensible y en la interpretación y asimilación interior de dichas percepciones sensibles, en estados de ánimo cambiantes y en fluctuaciones en la evaluación de la propia identidad y del afuera. Así, las modulaciones sensitivas se traducirán en cambios cualitativos en el orden perceptivo o en la visión y comprensión de hechos y situaciones pasadas o presentes. Lo dicho pone de manifiesto la pobreza de la noción de alucinación aplicada a estos estados ya que, en buena medida, la experiencia enteogénica, antes que a alucinaciones en un sentido grueso, aludirá a una asimilación anímica diferente y no ordinaria del orden sensorial. A menudo dicha experiencia se interpretará como acceso a niveles de conciencia y percepción generalmente velados, al despertar de la conciencia divina que supuestamente yace en el interior de los seres humanos o al vuelo o viaje del alma por sus diversos estados y posibilidades. La significación sapiencial que muchas culturas tradicionales, y también pensadores contemporáneos, han conferido a estas experiencias quedará justificada en esa visión modificada de la realidad en la que vendrían a desvelarse perspectivas latentes de la misma y ángulos no advertidos o desatendidos por la conciencia ordinaria. Algo análogo cabrá decir de la riqueza psicológica e introspectiva de una experiencia que liberaría áreas de la vida anímica de muy difícil acceso para la conciencia ordinaria. La propia noción de enteógeno acogería pues una visión de lo real de múltiples posibilidades y completamente dependiente de los estados anímicos del perceptor de dicha realidad.3
Al día de hoy los usos de muchas sustancias enteogénicas se encuentran afectados por la legislación penal y los tratados internacionales sobre psicotrópicos. Con todo, sobre la base del reconocimiento de los derechos tradicionales y culturales de diversos grupos étnicos nativos y del reconocimiento de la libertad religiosa como excepción a la aplicación de la legislación penal, en ciertos casos, el reconocimiento legal y jurídico de usos rituales, sacramentales y religiosos de enteógenos es un hecho en países como Brasil, Perú, Ecuador o los Estados Unidos. Simultáneamente a lo dicho, el interés creciente por estas sustancias y preparados desde un punto de vista científico, farmacológico y terapéutico ha abierto el debate sobre sus posibles usos en terapia y sobre una toxicidad, en muchos casos, limitada.
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