El delincuente racional: el delincuente como sujeto racional
Tanto la criminología clásica como la neoclásica ven en el delincuente a un ser racional, un ser libre para tomar decisiones sobre la base de los coste y beneficios que una conducta va presumiblemente a proporcionarle. Un individuo tenderá a tomar la decisión de infringir la ley cuando el balance decida lo beneficio que espera recibir de su acción frente a los costes, todo ello según el perciba subjetivamente dicho beneficios y costes. Entre los costes se incluyen, por supuesto, las posibles sanciones formales, pero no sólo; por este motivo y como señala Akers, las teorías de la elección racional representa una ampliación del enfoque de la prevención de las penas. De este modo, también se incluyen otros potenciales costes, así como la utilidad que podría extraer dedicando su esfuerzo a actividades ilícitas.
A menudo, la idea de delincuente racional no ha sido bien entendida y se ha exagerado su alcance. Los delincuentes toman decisiones que son racionales pero lo hacen en un marco ideal, sino dentro de numerosas limitaciones: tienen que decidir en un espacio de tiempo generalmente corto, como una información relevante estrecha, con sus propias habilidades cognitivas que pueden ser limitadas … Por este motivo se propone una racionalidad limitada y no perfecta. Las decisiones no se toman de una vez por todas que instantáneamente, sino en un proceso de decisión que comprende distinto paso o estadios. El concepto de racionalidad que se maneja es limitado. Para esta doctrina, las teorías criminológicas tradicionales no han sabido trata a los delincuentes como individuos normales irracionales.
La idea de la elección racional del delincuente no constituye tanto una teoría homogénea como una perspectiva o punto de vista en el que caben diversas orientaciones.
El enfoque económico
La concesión de que el delincuente es un sujeto racional, y como ya sabemos es bien familiar para la ciencia sociales y humanas, es especialmente predominante en las ciencias económicas. En nuestro terreno, en efecto, esta influencia se ha plasmado en tanto en la metodología con la adopción sofisticados diseños procedentes sobre todo de la econometría; como en la teoría, con este renacimiento del modelo racional.
Para esta corriente, en sus versiones más ortodoxas, la decisión de cometer un hecho delictivo depende de que los beneficios que se esperan obtener superen a los potenciales costes; o al menos considera que la decisión se encuentra afectada por incentivos. Es decir, que la comisión de un delito es una función de la utilidad que se espera sacar del mismo por un lado; y aspectos tales como la probabilidad de ser condenado, el castigo que posiblemente se sufriría y los beneficios que se obtendrían si se utiliza se ese tiempo para otras actividades lícitas o ilícitas por otro. Este esquema es en realidad aplicable a cualquier decisión humana, como elegir un puesto de trabajo, realizar un negocio o invertir dinero. Naturalmente, las oportunidades que se presentan para cometer un hecho delictivo desempeñan también aquí un papel importante en la producción del delito.
De acuerdo con Becker, la criminología no necesita entonces de las teorías tradicionales del delito tales como la de la anomia, las deficiencias psicológicas o la herencia de especiales rasgos, sino que basta con simplemente extender el análisis habitual de la elección propio de los economistas. Bastaría con este esquema basado en la elección racional.
El proceso de análisis de los costes y beneficios que hacen los individuos y los delincuentes en concreto en es muy semejantes para todas las personas, pero no igual. Así, por ejemplo, los delincuentes han sido calificados como personas a las que les gusta asumir riesgos, o sea que son algo menos conservadores a la hora de tomar decisiones que la media de los individuos. En todo caso, lo importante es que la diferencia fundamental entre quien comete un delito y quien no lo hace no se encuentra en que su motivación sea distinta, sino en que los costes y beneficios sí son distintos para él.
Oportunidad y delito: el enfoque de las actividades rutinarias
Las tasas de delincuencia han venido experimentando un aumento desde la segunda guerra mundial en la mayoría de los países de nuestro entorno socio-cultural. Para que pueda cometerse un delito es imprescindible que concurran a la vez tres circunstancias:
- la presencia de un ofensor tanto con inclinaciones criminales como con la habilidad para poner en práctica tales inclinaciones.
- la de una persona u objeto que represente un objetivo apropiado, o sea una posible víctima o una cosa o bien propicio; por ejemplo; y, por último.
- la ausencia de guardianes capaces de prevenir las infracciones, como es el caso de la policía, ciudadanos e incluso otros medios.
Los tres elementos son necesarios, pues, para que un delito pueda producirse; con que falte uno cualquiera de ellos, el delito ya no tendrá lugar. El desarrollo de la vida moderna afectado a lo que las personas hacen en su vida cotidiana, a sus actividades rutinarias; lo cual, al encontrarse íntimamente relacionado con la presencia de elementos que acabamos de señalar, ha determinado el aumento de la delincuencia. La vida moderna ha provocado que ahora estos tres elementos tienden a coincidir con más frecuencia.
Los cambios en las actividades rutinarias de las personas han repercutido asimismo en una reducción de los controles informales de una comunidad. Debido a las actividades recién descritas, los sujetos pasan menos tiempo en su comunidad, se conoce menos entre ellos, etc. De manera que el control social informal, que desempeña un papel decisivo en la prevención del delito se reduce y, consiguientemente, se favorece el aumento de la delincuencia.
Este enfoque ofrece, en primer lugar, una explicación plausible del aumento de los índices de criminalidad en todo el mundo desde hace décadas. En efecto, estos investigadores subrayan la paradoja que supone que los mismos factores que contribuyen a que se puede disfrutar de ventajas que ofrece la vida moderna también favorecen la comisión de delitos. El automóvil, por ejemplo, proporciona libertad de movimientos; pero también los delincuente pueden favorecerse de esta libertad de movimientos.
A la vez, la importancia que el factor oportunidad tiene para el delito. La criminología tradicional ha obviado este importante componente del delito, como si las oportunidades para delinquir fuesen ilimitadas y distribuidas por doquier; a la vez que se olvida que todo el mundo puede delinquir. En efecto, el delincuente es un ser racional que decide racionalmente si y cómo cometer el delito, pero esta decisión es concreta y depende de escenarios, delitos e incluso tipo de delincuente específicos, así que los delincuentes son tentados y controlados por factores tangibles en marcos inmediatos.
Paralelamente, factores de oportunidad pueden contribuir a explicar no sólo por qué se cometen delitos, sino también por qué se es víctima de un delito. La Victimología ha encontrado que las posibilidades de ser víctima de un delito no se distribuyen aleatóriamente en una población, sino que se encuentran en determinados grupos, sobre todo varones jóvenes solteros. Las razones parecen ser, simplemente, que ofrecen mayores oportunidades para ser objetivo de un delito. Más concretamente, se trata de personas cuyas actividades rutinarias, su trabajo, su ocio … Les alejan de sus viviendas y les obligan a pasar mucho tiempo fuera de las mismas; y por eso pueden más fácilmente sufren delitos contra ellos mismos o bien robos en sus viviendas o de sus vehículos.
Por último, las teorías de la oportunidad y la de las actividades rutinarias en concreto se caracterizan por su fuerte vocación pragmática: cómo prevenir el delito reduciéndolas las oportunidades. De estas teorías se derivan importantes modelos de prevención situacional que van precisamente en esta línea.
Medio y delito. La criminología del entorno físico
Algunos criminólogos han destacado que el delito es un fenómeno muy complejo en cuya explicación no sólo hay que tener en cuenta aspectos relativos al autor; al objetivo, etcétera, sino también el lugar físico en que ocurre el delitos puede ser importante.
La tradición de la Criminología ecológica y la Escuela de Chicago son consistentes con esta idea, ahora interesan lugares mucho más concretos. Características del entorno físico pueden asociarse con buenos lugares para cometer un delito, con objetivos o víctimas apropiadas; esto es que se da una interacción entre oportunidad y motivación. La criminología del entorno físico, entonces, se encuentra preocupada con el estudio de los lugares en que tienen lugar los delitos, las características de estos lugares, los movimientos de personas que hacen coincidir en los mismos a ofensores y víctimas y las percepciones que las personas tienen de estos sitios.
Como los teóricos de la oportunidad, esta tesis para la exigencia de individuos motivados para cometer hechos delictivos. El entorno físico emite una serie de signos o pistas que el individuo puede asociar con buenos lugares para cometer un delito, o también con objetivos o víctimas apropiadas. Los delincuentes experimentados van desarrollando este sentido sobre qué lugares y víctimas son buenas, dependiendo de las señales que le transmitan. Este desempeña un papel importante en el proceso de ficción que es racional pero también muy complejo e incluye varios pasos, es decir que no se toman de una vez. Se produce pues una interacción entre la oportunidad y la motivación; y, de este modo, que el delito ocurra no es el resultado directo, inmediato de la motivación.
Muy relacionadas con lo anterior, también resaltan el factor oportunidad ciertas investigaciones que han encontrado una conexión entre diseño del medio y delito. De acuerdo con estas teorías, ciertas características sobre todo urbanísticas o arquitectónicas del medio en que se produce el delito son decisivas en su etiología. Por ejemplo, lugares de paso solitarios, con escasa visibilidad o con esquinas, pueden favorecer delitos de robo contra personas.
El enfoque situacional
Como hemos dicho, las teorías de la elección racional consideran que el delito tenderá a producirse cuando los costes sean inferiores a los beneficios y las de oportunidad toman como aproblemática la presencia de un delincuente motivado. Ello se puede interpretar como que no se requieren fuerzas especiales que empujen al delincuente al acto criminal. Sin embargo, la situación concreta en la que alguien se encuentra le motiva a delinquir: por ejemplo, ciertos beneficios, particularidades del lugar, el momento o la víctima, etc. Con ello, pues, se reconocen elementos de motivación de las situaciones; y, más allá, se afirman que una oportunidad por sí misma, sin relación con las perfecciones y motivaciones del potencial ofensor, es poco relevante.
El campo preceptivo del individuo en un momento temporal dado, no determina el delito, sino que se produce una interacción entre situación y sujeto, si bien la posibilidad de elección se mantiene. La oportunidad, pues, no sólo interacciona con el sujeto, sino que deja de tener un papel pasivo para tomar un activo, a modo de fuerza que puede convertir al potencial ofensor en un ofensor real y desata la comisión de un delito.
El trabajo de Cerezo Domínguez sobre homicidios refuerza este conjunto de ideas.
Los delitos coercitivos que buscaban un beneficio material se agrupaban más que cuando se buscaba un reconocimiento social. El agresor busca respectivamente anonimato y reconocimiento, y según las situaciones percibe que puede lograr su objetivo o no.
Un elemento fundamental para que un suceso desemboque en un homicidio es que el hecho se desarrolle en una determinada situación o escenario; de modo que la eventual predicción de los casos de homicidio dependerá de ciertos factores situacionales impredecibles.
En otro caso, se encontró que muchos homicidios suelen ser respuesta a una situación de gran tensión: una provocación inmediatamente previa, incluyendo insultos, éstos, etc., En la que se crea tal clima de tensión entre las partes, que se enzarzan en una contienda en la que una de estas atentan contra la vida del otro, y con su actitud, la víctima puede provocar o acelerado su propia muerte; o episodios concretos de celos más o menos influenciados.
La prevención situacional del delito
Algunas teorías neoclásicas han centrado sus esfuerzos teóricos e investigadores en la prevención del delito precisamente reduciendo las oportunidades para la comisión de delitos. Se trata de medidas en general sencilla, muchas de las cuales suelen encuadrarse en la llamada prevención situacional. Las mismas se centran el delito y no en el delincuente añadiendo que, naturalmente, no se pueden esperar milagros de la policía y demás instituciones con los escasos medios a su disposición. Las medidas se fijan igualmente en las potenciales víctimas. También suelen destacar la importancia de la comunidad, y de los ciudadanos en concreto mediante el control social informal para la prevención del delito.
También son destacables las medidas de prevención a través del diseño del medio. Esta propuesta de prevención del delito se refiere a la introducción de mejoras en el diseño del medio, como puede ser por ejemplo el diseño arquitectónico de ciudades o edificios. Jeffery fue de los primeros en defender este punto de vista, aduciendo que la lucha contra el delito, tal y como se había enfocado tradicionalmente, había resultado un fracaso: ni la prisión, ni la prevención mediante sanciones, ni la rehabilitación de delincuentes habían logrado sus objetivos. Así, el control no se lograría con medidas centradas en el delincuente individual, sino mediante la manipulación del medio en el que el delito tiene lugar, o sea actuando antes de que acontezca.
Estas medidas, sin embargo, pueden en algunos casos ser limitadas. El diseño poder ser insuficiente en el caso de ciertos delitos graves como la violencia doméstica. La estrategia difícilmente puede aplicarse a los pocos lugares concretos en que se encuentra el delito desproporcionadamente como son los puntos calientes: simplemente no se pueden evitar las interacciones de las calles en las ciudades, etc. Aquí lo que se ha propuesto, aunque a veces con son ciertos matices, el recurso a las patrullas de policía. Aunque ésta y otras medidas pueden ser eficaces, la solución no es sencilla ya que hay demasiados puntos calientes como para prevenir el delito en todos ellos.
Uno de los potenciales problemas que ha de afrontar la resolución de la sus oportunidades es un eventual desplazamiento del delito. En efecto, los propios teóricos de este enfoque preventivo han advertido que puede darse el caso de que, cuando se reducen las oportunidades en una zona o en un tipo de delitos, también se desvíe la atención de los delincuentes hacia otros lugares o tipos de delitos. Lo defensores de esta estrategia de prevención afirman por su parte que no es cierto que el desplazamiento se dé siempre necesariamente y que tenga que ser completo, sino que se ha podido exageran este problema.
Finalmente, estos teóricos han respondido que en algunas situaciones, no sólo se produce el mencionado efecto desplazamiento, sino uno de difusión de los beneficios. Así, Clarke y otros señalan que cuando se implanta un programa de prevención situacionales que funciona, puede ser que lo efectos positivos se mantenga incluso después de que el programa de que de aplicarse porque los potenciales delincuentes creían que sigue en uso; o también que programas que se implantan en una zona concreta tengan efectos positivos en otras adyacente.
Evaluación
El modelo de la prevención no explica el delito; mientras otros niegan que se trate de una teoría; o que no puede refutarse.
Se ha sugerido que se incluyan los controles informales. Así podrían rebasarse los estrictos límites de la teoría clásica.
A veces se llevan a cabo actos delictivos abiertamente irracionales. A veces merece la pena delinquir y no se hace.
Existen casos de comportamiento acrático. Ej. Tomarse una copa pese a que se juzga que sería preferible no hacerlo.
La decisión no se toma en condiciones tales como para estimar costes y beneficios de modo no arbitrario.
Es difícil descartar las diferencias individuales.
La gran mayoría de las teorías criminológicas tradicionales son coherentes con la idea de racionalidad limitada.
No está claro que el delito merezca la pena.
Los gastos no son racionales. Los delincuentes a menudo siguen una especie de vida como fiesta. Pueden ser irrefutables.
Podrían tener un ámbito limitado, aplicables a delitos leves.
Como contribución muy importante, los enfoques racionales han contribuido a presentar al delincuente como un individuo normal.
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