La monarquía universal española
Panorama general del Antiguo Régimen: de la Monarquía Hispánica al "Despotismo ilustrado" de los Borbones
En 1469, Isabel, heredera de la corona de Castilla, contrajo matrimonio con Fernando, heredero de la corona de Aragón. El enlace abrió los caminos a la unidad política peninsular y al Estado de los tiempos modernos. Tres siglos y medio después, en 1812, la Constitución de Cádiz liquidaba el Antiguo Régimen al reconocer encarnada la soberanía en el pueblo, dando así paso al régimen liberal y al Estado constitucional. El período que transcurre entre ambas épocas, es lo que se conoce como absolutismo monárquico, proyectándose en dos etapas fundamentales: la monarquía de los Austrias (siglos XVI y XVII) y el de los primeros Borbones en el XVIII. Una y otra difieren por el protagonismo mundial logrado por España, y luego perdido en beneficio de Francia, por la estrategia política y económica, y por la transformación ideológica.
La monarquía de los reyes católicos
El reinado de los Reyes Católicos significó la unión de las dos Coronas, mantenido ellas su estructura política diferenciada. Así, Castilla y Aragón, y luego Navarra, se rigieron por sus propias leyes, mantuvieron sus Cortes y demás instituciones de gobierno.
Pese al equilibrio jurídico, lo cierto es que confluyeron dos Coronas de desigual peso y muy diversa naturaleza. Castilla era territorialmente mucho más extensa que Aragón y más densamente poblada. Frente al pluralismo de la Corona de Aragón, Castilla era una entidad homogénea, con un único gobierno, unas solas Cortes, un sistema impositivo, un idioma y sin aduanas.
Mientras la Corona de Aragón arbitró un régimen pactista de gobierno que debilitaba el poder real, Castilla podía ser regida sin excesivas trabas ni restricciones. Las Indias fueron incorporadas a la Corona de Castilla, con lo que la castellanización del mundo americano marcará los rumbos del Imperio en la Edad Moderna.
La unidad política peninsular (excepto Portugal) se logra con la toma de Granada en 1492 y con la incorporación de Navarra en 1512. En 1492 tiene lugar también la expulsión de los judíos y entre los siglos XV y XVI se asegura el dominio sobre Canarias, así como la conquista de Nápoles, en 1504.
La monarquía de los Asturias
Tras la muerte de Fernando el Católico en 1516, y habiendo fallecido Isabel doce años antes, las dos Coronas fueron heredadas por Carlos V (I de España), quien en 1519 recibe la de Alemania. Se inicia así el gobierno de la Casa de Austria (los Habsburgo españoles), que se proyecta en los reinados de Carlos V (1516-1556) y Felipe II (1556-1598) en el siglo XVI; y en los de Felipe III (1598-1621). Felipe IV (1621-1665) y Carlos II (1665-1700) en el XVII. La supremacía política se centra de modo principal en el XVI.
El reinado de Carlos V se caracteriza por la expansión territorial, por la crisis político-religiosa de la Reforma, las convulsiones internas y por la ordenación del aparato político-administrativo. Carlos V fue sucedido por Felipe II, quien culmina la expansión territorial al incorporar Portugal a sus dominios, lo que supone la unidad política de la Península. Su reinado aparece marcado por el movimiento global de la Contrarreforma, las revueltas internas en Aragón y las Alpujarras; los conflictos europeos el fracaso de la Armada y los desajustes económicos, impidiendo todos ellos la prolongación de esa hegemonía política. El siglo XVI vendrá acompañado de tensiones raciales y religiosas, y de una depresión económica. Las paces de Westfalia y de los Pirineos representan la pérdida del control de Europa y la desmembración de los territorios. En la Península la agitación anticentralista estalla en Aragón, Andalucía, Cataluña y Portugal. Los portugueses lograrían la independencia arrastrando consigo sus inmensas posesiones ultramarinas, entre ellas Brasil.
La monarquía de los primeros Borbones
La muerte sin descendencia de Carlos II trajo a España la dinastía Borbón, cuyo primer monarca, Felipe V, reinó tras derrotar en la Guerra de Sucesión al pretendiente austriaco.
El siglo XVIII se caracteriza por una ambiciosa renovación ideológica, la Ilustración. La Ilustración representó una revolución hecha desde arriba, de corte absoluto en los político (despotismo ilustrado), centralista y deudora de la filosofía racionalista y de los progresos de las ciencias experimentales. Esas ideas se difundirán a través de Academias y asociaciones. Aparecen las Reales Academias.
La política exterior dio un giro. La paz de Utrecht puso fin a la Guerra de Sucesión y en el XVIII España pierde Gibraltar. A lo largo del siglo esa política fue fundamentalmente pro francesa. La pugna con Inglaterra no quedó en la Península sino que se proyectó en las Indias; no será extraño así el decidido apoyo español a la independencia de Estados Unidos de América.
En el interior registramos un alza demográfica y cierta recuperación financiera. El enfrentamiento de la Corona de Aragón a Felipe V originó la supresión de su organización jurídico-política y la instrucción de la de Castilla. La Inquisición quedó casi exclusivamente convertida en el XVIII en un tribunal de censura de libros.
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