Los pioneros
Los atlas históricos han acostumbrado a servir como complemento didáctico, una función que ha determinado sus temas y tratamientos. Durante los siglos XVI a XVIII, se los usó para situar los lugares citados en las obras clásicas o en las sagradas escrituras, por lo que casi siempre consistieron en una colección de mapas toponímicos de Grecia, Roma y Palestina[7]. La eclosión de los Estados nacionales a raíz de la revolución francesa y durante su epílogo napoleónico acabaría por imponer un nuevo programa educativo en el que las naciones se convirtieron en el asunto primordial[8]. En consecuencia, las fronteras y sus cambios pasaron a ser el elemento estrella de los mapas históricos, que además incorporaron más partes del mundo que el Mediterráneo. Como el nacionalismo, esta nueva cartografía adoptó pronto dos estilos: el francés, más preocupado por la expresividad que por la exactitud, y el alemán, detallista y prolijo. Los atlas actuales los aplican en diversas proporciones y con independencia del país en que se editen.
La lista de los atlas históricos franceses de época contemporánea suele abrirse con el Atlas historique, généalogique, chronologique et géographique, a pesar de que sólo incluye doce mapas en los enormes cuadros cronológicos y dinásticos que constituyen su verdadero fin. Publicado bajo el pseudónimo de Lesage por el conde Emmanuel de Las Cases, apareció en Londres y en inglés en 1801 y al año siguiente en París y en francés, con mucha más difusión[9]. Pronto le seguirían otros atlas más manejables y de valor cartográfico muy superior, como los de Pierre Lapie[10], pero el de Las Cases contó siempre con las ventajas de la anticipación y la apariencia enciclopédica. Si a ellas se añade la fama que obtuvo su autor tras haber acompañado a Napoleón en Santa Elena y haber escrito el famoso Mémorial, se obtendrá una fórmula de éxito[11]. Desde luego, éste sonrió al Atlas historique… por mucho tiempo, ya en su forma original, ya vertido a diversos idiomas, ya remedado de múltiples maneras[12].
La expansión de la litografía a partir de la década de 1820 popularizó también los mapas históricos, a los que no obstante se siguió realzando con orlas de color pintadas a mano. Sonó la hora de editores como Auguste Dufour –discípulo de Lapie– o Charles-François Delamarche, que dieron salida a la producción existente y la ampliaron en el tiempo (hasta 1789 en el atlas del primero) o en el espacio (como hizo el segundo con sus apartados para Francia, Gran Bretaña, Italia, Alemania y España)[13]. En adelante, la consolidación de la asignatura de historia en las enseñanzas media y superior iba a ofrecer un mercado creciente para obras como el Atlas de géographie historique universelle en el que participó Victor Duruy, quien no por casualidad llevaría la cartera de Instrucción pública en el II Imperio francés (1863-1869).
Más rigurosa que la escuela francesa, la alemana gozó de bastante menos predicamento en la primera mitad del siglo XIX. Sin embargo, ambas habían arrancado al unísono, en tiempos de ese Napoléon al que Las Cases ayudó a mitificar y contra cuyo dominio se forjó el nacionalismo alemán. El mismo año 1800 en que vio la luz el atlas de Las Cases, Christian Kruse, tutor de los príncipes de Oldemburgo y profesor en Leipzig, abrió la suscripción para una nueva geografía histórica que iría apareciendo por entregas entre 1802 y 1818. En estas Tabellen und Charten zur allgemeinen Geschichte der drey Letzten Jahrunderte bis zum jahre 1816, Kruse aborda por primera vez el problema de la plasmación del paso del tiempo, que resuelve mediante una sucesión de imágenes fijas: mapas políticos de Europa en las edades Media y Moderna, a razón de uno cada año acabado en 00 desde el 400 al 1700, más los de 1788, 1811 y 1816[14]. Llegada la Restauración, los atlas históricos escolares del capitán Friedrich Benicken publicados por el Instituto Geográfico de Weimar descartarían esa fórmula y profundizarían en la línea expresiva de Las Cases ampliando su repertorio de líneas y flechas[15].
Como cabía imaginar, el primer atlas histórico contemporáneo en lengua española es la traducción del Atlas historique… de Lesage, debida al coronel de ingenieros cubano Andrés Arango y publicada en París en 1826. Entre sus abundantes secuelas, se cuenta el Atlas histórico de España del jurisconsulto José Antonio de Elías y de Aloy, asimismo autor de un Atlas geográfico y estadístico de España y posesiones de Ultramar del mismo año 1848. A diferencia de éste, el atlas histórico de Elías no contiene mapas, sino tan solo los 46 cuadros sinópticos de su historia civil, eclesiástica, moral é intelectual, de sus antiguedades y monumentos, de la genealogía de sus soberanos, y biografía de los españoles ilustres que anuncia el subtítulo. Según confesó su autor en la introducción, se había propuesto en 1846 “aplicar el método de Mr. Lesage a la interesantísima historia de nuestro país”, pero no meditó “quizá bastante la dificultad de la empresa que íbamos a acometer” y hubo de contentarse con los cuadros.
La renuncia de Elías y los años que separan a su obrita del modelo muestran que la historiografía española acumulaba ya un retraso que no padecía una década antes. Los ocho mapas de la Península elaborados por Antoine Philippe Houzé (provincias romanas, invasiones germánicas, reino de Toledo, período califal, dos de la reconquista cristina y otros dos de la era moderna) se habían publicado casi al mismo tiempo en París en versión francesa y en Barcelona en versión española, por separado o como anexo de la primera historia nacional española surgida de la revolución liberal: la Historia de España desde los tiempos más remotos hasta 1839, de Juan Cortada[16]. En cambio, la traducción española del Globe de Dufour ya vería la luz en 1852, 17 años más tarde que el original francés[17].
Esta última obra se publicó en Madrid pero fueron catalanes sus editores, Fernando Gaspar y José Roig, así como el grabador de las planchas en acero de la versión española, Ramón Alabern (Figura 1), quien ya había trabajado en el atlas geográfico de Elías. El segmento editorial de los mapas pronto radicó en Barcelona por motivos empresariales y tecnológicos, sin que eso comportara el surgimiento de una escuela cartográfica catalana. En efecto, la ciudad condal albergaba seis establecimientos litográficos en 1841 y más del doble en 1849. La zincografía también entró en España por Barcelona, introducida por el francés Labielle en 1864. Ese mismo año se fundó la casa editorial Henrich, que habría de competir en el sector de los mapas con Espasa (desde 1860) y con Montaner y Simón (a partir de 1868). Por fin, el coronel, geógrafo y grabador Francisco López Fabra presentaría en Barcelona el sistema de fotograbado en 1871, durante una sesión públicada patrocinada por el Ateneo y la Academia de Buenas Letras[18].
Figura 1. El período califal en los atlas franceses de la primera mitad del XIX.
La Península en el cenit de Al-Andalus según el Atlas historique de l’Espagne de Houzé (arriba) y la edición española de El Globo, de Dufour (abajo). En lo gráfico, nótese el pintado a mano de los perfiles a color; en el contenido, adviértase la abundancia toponímica y la copia directa. |
Para entonces, el liderato mundial en los atlas históricos se estaba desplazando de Francia a los Estados alemanes (Baviera, Sajonia y Turingia más que Prusia). La migración formó parte del traspaso de hegemonía cultural y científica a Alemania que acompañó a su unificación y ascenso como potencia, aunque también tuvo que ver con la expansión de la enseñanza media –la mayor consumidora de atlas– en la parte de Europa donde ya se había alcanzado la escolarización primaria obligatoria.
Figura 2. La reconquista cristiana peninsular en los atlas clásicos alemanes.
Aunque se centrasen en la historia de Alemania, el Hand-atlas für die Geschichte des Mittelalters un der neueren Zeit de Spruner-Menke (arriba, ed. de 1854) y el Allgemeiner historischer Handatlas de Droysen (centro, ed. de 1886) reservaron breves secciones para otros países, como sus predecesores franceses. En cambio, el Historischer Hand-Atlas de Putzger (abajo, ed. de 1897) acentuó su nacionalismo manteniendo los mapas de Alemania y diluyendo a los otros Estados en vistas continentales (a excepción de Italia).
Mapa del Mundo, Tomás López, 1771
Tabula Nova Hispaniae
Asia by Sebastian Munster |
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