A mediados del siglo XIV, el mapa de Europa revela importantes modificaciones territoriales.
En Occidente, continúa la división tradicional del archipiélago Británico en los tres estados de Escocia, Inglaterra e Irlanda. Sin embargo, la monarquía inglesa conserva una cabeza de puente en Irlanda y otra en Guyena, desde donde aspirará a imponer sus pretensiones al trono de Francia en la inminente guerra de los Cien Años. Por lo que respecta a la península hispánica, los cinco reinos en ella existentes han cobrado límites definitivos después de las grandes conquistas cristianas del siglo XIII. Castilla se ha convertido en el estado peninsular más extenso; pero Aragón desarrolla una gran política mediterránea: posee Baleares y Cerdeña y aspira al dominio de Sicilia, donde reina una dinastía de la Casa de Barcelona.
Los límites del Imperio alemán, tan vastos, no corresponden a la realidad de su potencia, que mengua vertiginosamente a partir del Gran Interregno de fines del siglo XIII. Pronto veremos cómo su territorio merma a expensas de sus vecinos o de los nuevos estados que surgen en sus fronteras de Occidente.
En el Báltico, Dinamarca hace de gran potencia, cuya hegemonía tendrá una ratificación política en la Unión de Kalmar. Mientras el ducado de Moscú apenas nace a la vida histórica, Polonia y Lituania, que unirán sus esfuerzos en el siglo XV, se convierten en el núcleo más poderoso de Oriente. En los Balcanes se asiste a la fugaz hegemonía de Servia, mientras Bizancio resiste a la desesperada en territorios cada vez más fragmentados y en Asia nace el temible poderío del Imperio otomano.
Signos: 1) Territorios de la casa de Habsburgo; 2) Territorios de la casa de Luxemburgo; 3) Territorios de la casa de Wittelsbach en Baviera y Palatinado; 4) Territorios de la casa de Wettin en Sajonia; 5) Territorios de la casa de Borgoña; 6) Territorios del Imperio en Alemania (rojo) y en Italia (naranja); 7) Límites teóricos del Imperio alemán.
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Después de Staufen y del gran interregno de fines del siglo XIII, el Imperio alemán vive una época de decadencia durante las centurias siguientes, en las que sufre la disgregación paulatina del territorio y, al mismo tiempo, del poder imperial. Estos dos hechos hallan su expresión adecuada en el mapa.
Si examinamos las fronteras teóricas del Imperio, tal cual se indica en el signo 7, parece que la afirmación anterior es poco sólida, aunque incluso en este aspecto los emperadores hayan perdido en el Oeste el antiguo reino de Borgoña. Pero los hechos comprueban que entre los siglos XIV y XV se hicieron autónomos por completo los siguientes territorios: los cantones suizos, Saboya, y el ducado de Milán, Génova (con Córcega) y Tuscia (o Toscana) (signo 6). En cuanto a Venecia amplió sus territorios en Terra Ferma (baja llanura del Po) y el Adriático.
Este debilitamiento del poder alemán en Italia dio lugar a la lucha de los Anjou (Provenza) y Aragón (Cataluña) por Nápoles y Sicilia. Según expresan las flechas en negro, aquellos se establecieron en Nápoles y estos últimos en Cerdeña y Sicilia.
En el interior del Imperio aparecen cuatro grandes casas principescas, que gracias a su poder pueden mantener cierto prestigio en la persona del emperador cuando el título recae en uno de sus miembros. Así, la casa de los Habsburgo, con sus posesiones del Tirol, Carniola, Carintia, Estiria y Austria (signo 1); la de Luxemburgo, con Luxemburgo, Bohemia, Moravia, Lusacia, Silesia y Brandeburgo (signo 2); la de Wittelsbach, con Baviera y el Palatinado (signo 3) y los Wettin en el electorado de Sajonia (signo 4); y la de los incipientes estados de Borgoña en los Países Bajos (signo 5).
Signos: 1) Territorios de la monarquía inglesa; 2) Posesiones feudales de los monarcas ingleses en Francia; 3) Límites entre Francia y el Imperio alemán; 4) Territorios de la casa de Borgoña en Francia y el Imperio; 5) Territorios de los "apanages" reales en Francia.
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El último gran conflicto de Occidente derivado de la época feudal es la guerra de los Cien Años, librada entre Francia e Inglaterra. En ella no sólo se dirimía una cuestión sucesoria entre los reyes franceses y los ingleses, sino un problema territorial, pues la monarquía de la Gran Bretaña (signo 1) poseía en Francia extensos dominios, en particular en el Sudeste: Poitou, Angulema, Roerga, Guvena, Gascuña y Bigorra (signo 2). Por su parte, los reyes franceses habían seguido la política de los "apanages" respecto a sus hijos, es decir, la de conceder a éstos extensas posesiones territoriales, que a pesar de estar sujetas a la corona, debilitaban, sin duda, su poder. Estos "apanages" que se indican con el signo 5, comprendían gran parte del centro de Francia, con Maine, Anjou, Orléans, Turena, Berry, Borbón y Auvernia. Además, existía el "apanage" del ducado de Borgoña, que se convirtió en un gran conjunto territorial en la primera mitad del siglo XV gracias al enlace con la dinastía de los condes de Flandes y a su política de expansión en los Países Bajos. Así llegó a abarcar (signo 4), además de Nevers y Borgoña, el Franco Condado, Luxemburgo, Picardía, Artois, Flandes, Henao, Brabante, Holanda, Zelanda y Güeldres. Estas tierras pertenecían, en parte a Francia, y, en parte al imperio.
Después de sufrir grandes derrotas, de las que en el mapa se indican las de Azincourt, Potiers y Crecy, y de estar amenazada por la coalición de ingleses y borgoñeses, la monarquía de Francia pudo, al fin, triunfar en la guerra. Los ingleses sólo retuvieron la plaza de Calais en el continente, y los límites de Francia se extendieron según indica el signo 3, abarcando también el Delfinado y Provenza. Este último condado se incorporó a fines del siglo XV.
En el transcurso del siglo XIV la fragmentación de Italia había llegado a un cantonalismo extremo. Durante la centuria siguiente, paralelamente a la formación y auge del Renacimiento, se produce la reducción de las infinitas soberanías italianas a unos cuantos Estados. Éstos, con ligeras modificaciones, compondrán el panorama territorial de la Península en la Edad Moderna.
En el norte de la península o Italia ístmica, los principales Estados son: el ducado de Saboya, que se extiende desde el Ródano al mar, englobando Saboya, Piamonte y Niza; la república de Génova, con Córcega como dependencia; el ducado de Milán; constituido por los Visconti y mantenido por los Sforza, a pesar de la pérdida de los territorios al sur del Po (futuro ducado de Parma y Plasencia); la república de Venecia, con sus posesiones de Terra Ferma, Istria, Dalmacia y Cattaro. Los ducados de Módena, Mantua y Ferrara constituyen la transición a la Italia central.
En la Italia central resaltan las repúblicas de Florencia y Siena y los Estados Pontificios. Florencia se desarrolla bajo los Médicis, amenazando la independencia de Siena. En cuanto al Pontificiado, su poder había sufrido serias mermas por el desarrollo del feudalismo en las Marcas y la Romaña; pero en el último decenio del siglo XV y primero del siglo XVI, la labor de Alejandro VI y Julio II impuso la unidad en los Estados papales.
En el sur de la Península, sobreviene un gran cambio. El reino de Nápoles pasa a una dinastía de la casa de Aragón, instituida por Alfonso el Magnánimo. Así se dispone, con los dominios aragoneses en Sicilia y Cerdeña, el centro de gravedad político que prepara la hegemonía de España en Italia.
Signos: 1) Líneas de partición del mundo entre españoles y portugueses (1494); 2) Territorios poco conocidos o desconocidos por el hombre europeo a mediados del siglo XV.
Una de las mayores hazañas realizadas por los europeos en el trascurso de la Historia, ha sido el descubrimiento de grandes espacios geográficos que no formaban parte de la visión corriente del mundo. Los hombres de la Edad Media, aún los más cultos, ignoraban más de las tres cuartas partes de las tierras continentales de nuestro planeta, de modo que para ellos eran por completo desconocidos los continentes, o sus porciones, que figuran en marrón en el mapa, y sólo tenían vaguísimas referencias de las partes señaladas con los colores del signo 2.
La época de los grandes descubrimientos tiene un gran foco de iniciativas y realizaciones: la península hispánica. Los portugueses (Díaz) descubren el Cabo de Buena Esperanza en 1486, y en 1498 Vasco de Gama llega a Calicut en la India, después de hacer escala en Sofala, Mobasa y Melinde. Más tarde, bajo el gran virrey Alburquerque, los lusos llegan a Malaca y las islas de las Especias (1511).
España también se ilustra en los descubrimientos; primero, patrocinando la empresa de Cristóbal Colón; luego, con los nombres de sus navegantes, exploradores y conquistadores, uno de los cuales, Balboa, descubre el mar del Sur y demuestra la existencia de América; en fin, con el viaje de circunnavegación mundial de Magallanes-Elcano, realizado entre 1519 y 1522.
El signo I corresponde a la línea de partición del mundo entre españoles y lusos de 1494, que como se ve, no fue respetada ni por los ingleses ni por los franceses (Caboto y Cartier, respectivamente, en América del Norte).
Mapa XXXIII - Signos: 1) Imperio turco; 2) Contornos del mapa de Behaim de 1492; 3) Rutas continentales del comercio oriental; 4) Id. marítima.
En las últimas décadas del siglo XV y primeras del siglo XVI se realizó el más formidable esfuerzo para la ampliación del ecumene. Causas de orden material y moral contribuyeron a determinar esta tendencia, que iba a llevar a España a la completa realización de su destino histórico.
Algunas de estas causas son de origen general. En primer término, los incentivos. A) Económico. La organización económica de la Europa del siglo XV había desarrollado el espíritu de lucro y con él el deseo de dominar los mercados y las especias, el incienso, la seda y el oro, materias básicas del gran comercio de aquella época. El afán de enriquecerse con rapidez inducía a sustituir a los árabes como intermediarios del tráfico de mercancías entre Oriente y (la India y el país de las Especias) y Occidente, mucho antes de que los turcos bloquearan en beneficio propio los puestos de Egipto y de Siria. B) Al lado del incentivo económico, el religioso; el deseo de alcanzar la fabulosa tierra del Preste Juan, de encontrar el Paraíso Terrenal y de convertir a los salvajes al Cristianismo, como reflejo del espíritu de cruzada y de catolicidad del Medioevo. C) Asimismo, el incentivo de la aventura, despertado por las narraciones de los más inverosímiles viajes y por los mitos prodigiosos de ignoradas tierras (Eldorado), que son divulgados por la imprenta y aceptados por la sociedad coetánea.
El hombre del Renacimiento es el sujeto de los descubrimientos, y sin comprenderle falta el elemento esencial, el motor de los mismos. El Renacimiento crea un tipo de hombre particular: independiente, libre, de fuerte personalidad, creador del espíritu de empresa, de la aventura heroica y gloriosa y del gran capitán a estilo antiguo; que rompe los marcos intelectuales, sociales y geográficos de la Edad Media; que acepta el peligro por la fama, el renombre y el provecho personal que pueden reportarle.
Finalmente las posibilidades. Los progresos técnicos (cartografía, construcción marítima, brújula, bastón de Job) corren parejos con los adelantos en las concepciones geográficas. El mundo de Tolomeo, geógrafo alejandrino del siglo II, cuyas concepciones se estudiaban entonces con ahínco, tenía una distribución equivocada de los continentes y océanos (la prolongación oriental de Asia con la consiguiente "absorción del Pacífico"). Esto permitía fomentar ilusiones sobre nuevas rutas, que la realidad irá destruyendo o desvirtuando (rutas del Sudeste y del Oeste hacia las Indias). En el gráfico se ha superpuesto el mapa del cartógrafo alemán Martín Behaim de 1492 a uno de nuestros días, lo que demuestra que era fácil equivocarse sobre la posibilidad de llegar a la India por Occidente con más rapidez que por la ruta de Oriente.
Mapa XXXIV
En el mapa se dibujan los viajes de descubrimiento de Cristóbal Colón, verificados de acuerdo con los siguientes itinerarios:
PRIMER VIAJE (1492-1493): Palos de Moguer, Canarias, travesía del Atlántico, Guanahaní o San Salvador (descubrimiento de América), Cuba, Haití (Santo Domingo), Azores, Lisboa, Palos.
SEGUNDO VIAJE (1494-1495): Cádiz, Madera, Canarias, Guadalupe, Marigalante, Haití, Jamaica, Cuba.
TERCER VIAJE (1498-1499): Sanlúcar, Canarias, Bocas del Orinoco, Trinidad, Costa de París, Haití.
CUARTO VIAJE (1502-1503): Canarias, Haití, costa de América Central (de Guatemala al Golfo de Urabá), Jamaica, Haití.
Estos itinerarios revelan la disconformidad del rumbo seguido en el primero y tercer viajes colombinos respecto al natural (llamado rumbo de loa alisios), que se utilizó en el segundo y cuarto. Este hecho responde, en el primer caso, al plan de Colón de cruzar el Atlántico desde Canarias, siempre al Oeste, hasta las que él llamaba "Islas de los mares oceánicas", en el segundo caso, se debe a la creencia de que, hacia el Sur, hallaría la buscada India, cuyas características geográficas y culturales no concordaban con las de las tierras que hasta entonces había descubierto.
Fijemos también otro hecho: Colón no quiso reconocer que había llegado a un continente nuevo, desconocido de la Geografía antigua. En su cuarto viaje se empeñó en situar en el litoral de América central los accidentes que sus lecturas le indicaban en Malasia e Insulindia.
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