martes, 17 de julio de 2018

PROVINCIAS ROMANAS

BÉTICA

La Bética (en latínBætica) fue una de las provincias romanasque existieron en la península ibérica, llamada por los romanos Hispania. Tomó su nombre del río Betis (en latín Bætis), llamado en la actualidad río Guadalquivir; su capital en la época romana fue la Colonia Patricia Corduba, la actual ciudad española de Córdoba, en Andalucía. Posteriormente, en el periodo visigodo, la capital pasó a ser Hispalis, la actual ciudad de Sevilla.
La Bética tuvo una importante aportación al conjunto del Imperio romano, tanto económica como cultural y política. En el terreno económico fue muy significativa la extracción de minerales (oroplatacobre y plomo) y la agricultura, con la producción y exportación sobre todo de cerealesaceite y vino, estos dos últimos especialmente famosos en todo el Imperio junto con el garum. En el terreno político, la Bética fue durante mucho tiempo una provincia senatorial que, debido a su alto grado de romanización, dependía del poder político del Senado, no del poder militar del Emperador. En ella se libró la decisiva batalla de Munda entre populares y optimates, partidarios de César y Pompeyo respectivamente. Además dio a Roma los emperadores Trajano y Adriano, naturales de Itálica, y al filósofo cordobés Séneca.

Territorio[editar]

Máxima expansión del Imperio Romano.
Primera división romana de Hispania, donde puede verse la Hispania Ulterior.
Hispania según la división provincial romana del 27 a. C., donde pueden apreciarse los límites de la Bética.
Hispania en época de Diocleciano.
Provincia de la Bética.
La Bética comprendía más del 75% del territorio de la actual Andalucía y una parte de Extremadura: la mayor parte de las provincias completas de CádizCórdobaHuelvaMálaga y Sevilla, la mitad occidental de las de Granada y Jaén, una quinta parte de la de Almería y parte del sur de Badajoz.
Fue dividida en cuatro conventus iuridici: el Conventus Cordubensis, con capital en Córduba que además era la capital de toda la provincia Bética; el Conventus Astigitanus, con capital en Astigi; el Conventus Gaditanus, con capital en Gades y el Conventus Hispalensis con capital en Hispalis. Estos territorios eran partidos judiciales, en los que los principales de la comunidad se reunían anualmente bajo la dirección de un legatus iuridicus del procónsul para supervisar la administración de justicia.
Hacia los años 13-7 a. C. se modificaron los límites orientales de la Bética. Los distritos de CástuloAcci y el territorio al este y norte de la actual provincia de Almería, que pertenecieron originalmente a la provincia Bética, fueron segregados por Augusto e incorporados a la provincia Tarraconense. Como la Bética era una provincia senatorial, este hecho se interpreta como un acto del emperador en pos de controlar directamente las minas de esa zona, ya que la Tarraconense era una provincia que dependía directamente del poder imperial, no del Senado.
El territorio se articulaba a través de una red de calzadas dispuestas con base en tres grandes ejes de paso naturales: La depresión Bética, el surco Intrabético y la costa. En torno a estos ejes se disponían importantes núcleos de población como Córduba, Gades, Hispalis, IliberrisMalaca y Ostippo, entre otros, que monopolizaban la recaudación de impuestos, el comercio y la explotación del ager, además de ser grandes focos de penetración de la cultura romana y de su distribución por sus áreas de influencia rural. El carácter divisorio de grandes ríos como el Guadiana y el Guadalquivir, la importancia de los grandes distritos mineros como Almadén, la frontera natural que supone Sierra Morena, la importancia de grandes núcleos poblacionales y la facilidad de comunicación por el mar, son elementos que hacían de frontera y que a la vez configuraban un espacio territorial con distintas realidades pero con cierta cohesión.
Cuando Diocleciano realizó una nueva división provincial en el 298 conocida como Diocesis Hispaniarummantuvo los límites de la Bética.

Bética romana[editar]

Reverso de as de bronce emitido bajo Augusto por la Colonia Iulia Traducta, ya que numerosas comunidades de la Bética gozaron del privilegio de emisión de moneda fiduciaria desde finales de la república hasta Calígula.
Tras la derrota de Cartago en la segunda guerra púnica los cartagineses abandonaron Hispania y su presencia fue sustituida por la de los romanos, quienes tuvieron que hacer frente a algunos focos de resistencia, como la sublevación de los turdetanos en el 197 a. C. Como consecuencia de la victoria romana se crearon las provincias de Hispania Ulterior e Hispania Citerior. El año 27 a. C., con la reorganización imperial de Augusto, Hispania quedó dividida en tres provincias imperiales: la Bética, la Tarraconense y la Lusitania. La Bética fue desde entonces una provincia senatorial gobernada por un procónsul con capital en Córduba.
La Bética era una de las provincias del imperio más dinámicas y desarrolladas económicamente, al ser rica en recursos y al estar profundamente romanizada, absorbiendo poblaciones de esclavos liberados y a una élite pudiente que permaneció como grupo social estable durante siglos, aunque no estuvo exenta de trastornos sociales, como los acontecidos en época de Septimio Severo, quien condenó a muerte a un gran número de béticos, incluyendo mujeres. La profunda romanización de la provincia se vio recompensada con la concesión por parte del emperador Vespasiano de los derechos de ciudadanía romana (latinitas), cuando promulgó el ius latii minor por medio del Edicto de Latinidad, que concedió no sólo a los béticos sino a todos los ciudadanos hispanos.
La asimilación de la cultura romana también propició una temprana cristianización, que arraigó fuertemente en las zonas costeras y que fue marcando un nuevo desarrollo cultural en toda la Península Ibérica. En el siglo IV el Cristianismo pasó a ser tolerado en el Imperio y después proclamado religión oficial y única permitida, celebrándose en tierras béticas el Concilio de Elvira, hito fundamental en la Historia del Cristianismo en España, al que asistieron once obispos béticos, de un total de diecinueve asistentes.1

Bética visigoda[editar]

La Hispania visigoda hacia el año 700.
La Bética fue romana hasta que en el 411, en el contexto de las Primeras Invasiones bárbaras, en virtud de un foedus pactado con el Imperio romano de Occidente, los suevosvándalos y alanos se establecieron en la península Ibérica. Los vándalos silingos (dirigidos por Fridibaldo), más poderosos que sus hermanos asdingos, recibieron la fértil provincia de la Bética, donde permanecieron poco tiempo antes de pasar al Magreb. No es posible especificar en qué zonas de Andalucía se asentaron, debido a su corta permanencia y a la falta de hallazgos arqueológicos.2
Con la irrupción de los visigodos en el escenario político de la península Ibérica el 418, los vándalos fueron expulsados. La fuerte romanización y la fortaleza de una oligarquía territorial de la provincia, capaz de tener auténticos ejércitos propios, hizo de la Bética un territorio difícil de conquistar. Fue el último territorio controlado de facto por los visigodos, y el que mayor inestabilidad política presentaba. Muestra de ello es que en el año 521 el pontífice nombró vicario de la Lusitania y la Bética al obispo metropolitano de Sevilla (Salustio), dando a entender que la jurisdicción eclesiástica de Tarragona no controlaba los territorios del sur peninsular.
A partir del año 531 el rey visigodo Teudis llevó a cabo una rápida expansión hacia el sur, llegando a instalar su corte en Sevilla, para tener un mejor control de sus operaciones en el sur peninsular. Incluso llegó a dirigir una ofensiva, fracasada, contra el poder bizantino establecido en Settem (Ceuta). Finalmente la Bética quedó definitivamente integrada en el reino visigodo de Toledo, si bien cuando los intereses de la oligarquía terrateniente hispanorromana peligraban, se producían rebeliones, como las de Atanagildo y Hermenegildo.3
Presencia bizantina en la Península Ibérica.
La rebelión de Atanagildo, con apoyo de la oligarquía de la Bética, supuso la entrada en acción del poder bizantino, en expansión bajo Justiniano I. Una parte importante de la Bética y la Cartaginense, dada su importancia para el comercio en el Mediterráneo, fue conquistada e incorporada por dicho emperador bajo el nombre de Provincia de Spania, que estableció su capital en la mediterránea Malaca.4​ Para ello Justiniano debió contar con el apoyo fundamental de la población y élite vernácula, fuertemente romanizada, que estaba en contra de los visigodos y deseaba la vuelta al orden romano y católico. Sin embargo, la presencia bizantina en la Bética fue fugaz, ya que el reino visigodo de Toledo siempre quiso recuperar el litoral perdido. Las campañas, primero de Leovigildo y luego de Suintila, hicieron que se creara un poder unificado en la península Ibérica.
Los obispos católicos de la Bética, sólidamente apoyados por la población local, consiguieron convertir al rey visigodo arriano Recaredo y sus nobles. Durante el periodo visigodo, en lo religioso y cultural San Leandro y San Isidoro fueron personalidades fundamentales, que desempeñaron su labor principalmente en Sevilla.5
La batalla del Guadalete, librada el 711 en tierras béticas por Rodrigo, rey visigodo que antes había sido duque de la Bética, fue la lucha definitiva en la pérdida de Hispania por parte del poder godo. Los musulmanes bereberes del norte de África junto a élites árabes conquistaron la Bética y la mayor parte del resto de Hispania, estableciendo primero el emirato y posteriormente el Califato de Córdoba, cuya capital se estableción en Córduba, la misma ciudad que lo era de la Bética, provincia que a partir de entonces dejó de existir como tal, aunque siguió siendo el centro neurálgico de al-Ándalus.

Economía[editar]

Factoría de salazones. Museo Anticuarium Sevilla.
La agricultura del sur de la península ibérica era especialmente rica, exportando vinosaceite de oliva y también una salsa de pescado fermentada llamada garum, muy apreciada en la dieta romana. Las vastas plantaciones de olivos de la Bética proporcionaban aceite de oliva que era transportado por mar y suministrado, entre otros, a las legiones romanas en Germania. Las ánforas de la Bética han sido halladas a lo largo y ancho del Imperio romano de Occidente. Para conservar el control de estas rutas marítimas el Imperio necesitaba controlar las distantes costas de Lusitania y la costa del Atlántico al norte de Hispania. Columela, quien escribió veinte volúmenes que tratan todos los aspectos de la agricultura romana y la viticultura, procedía de la Bética.







la Bética fue una antigua provincia romana de Hispania, cuyo nombre derivaba de Betis (actual Guadalquivir), el río que atravesaba toda la provincia.

Orígenes y época republicana.

Los romanos llegaron al sur de la Península Ibérica con la excusa de expulsar a los cartagineses, asentados allí desde el 237 a.C., aunque en un primer momento se mantuvieron alejados del territorio que luego formaría la Bética. Primero conquistaron el alto Guadalquivir, para de esa forma conseguir el control de la zona minera de Sierra Morena. Iliturgi (Mengíbar) fue la primera ciudad que se pasó al bando romano y abandonó a los cartagineses; acto seguido, la victoria de Publio Cornelio Escipión en las cercanías de Baecula (Bailén) hizo que todos los indígenas se pusieran del lado del ejército del general romano. La batalla definitiva para la conquista del sur de Hispania tuvo lugar en Ilipa (Alcalá del Río) en el 207 a.C., tras la cual sólo quedó Gades (Cádiz) como posesión cartaginesa.
Los soldados de Cartago fueron expulsados de su último baluarte un año después y los territorios incluidos dentro de la Hispania Ulterior, que se puso bajo el gobierno de un pretor. La primera fundación romana fue Itálica (Santiponce), donde fueron instalados los veteranos de los ejércitos de Escipión y dio comienzo el proceso de romanización, extremadamente duro debido a las continuas revueltas de los indígenas, a las que se añadieron las expediciones de rapiña que enviaban los lusitanos sobre el territorio. César fue nombrado propretor de la Ulterior en el año 60 a.C., hecho que le permitió conocer muy bien la zona y utilizar esta información durante la campaña que llevó a cabo en el sur peninsular contra los hijos de Pompeyo, donde obtuvo la importantísima victoria de Munda (Montilla). La victoria de César supuso la definitiva pacificación del territorio.

Alto Imperio.

La reforma provincial de Augusto del año 27 a.C. dividió la Hispania Ulterior en dos provincias: la Lusitania y la Bética. El nombre oficial de la última fue Provincia Hispania Ulterior Bética hasta el siglo II d.C., cuando pasó a denominarse simplemente Bética. La provincia recibió la categoría de senatorial, lo que impedía la presencia de tropas regulares, salvo en casos de urgencia, y la sometía al control directo del Senado romano.
La capital se estableció de forma permanente en Corduba (Córdoba). Los límites de la Bética coincidían casi en su totalidad con los de la Andalucía actual. El límite oriental se situaba en la desembocadura del río Nogalte, cuyo curso seguía hasta confluir con el Guadalimar en la sierra de Cazorla; por el norte y el noroeste seguía de la sierra de Almadén, para luego a través de La Mancha llegar hasta las cercanías de Badajoz donde confluían el río Guadajara con el Guadiana (denominado Anas por los romanos); este río era hasta su desembocadura la frontera occidental de la provincia. Estas fronteras fueron modificadas por Augusto entre los años 12 y 7 a.C., pues entregó parte de los territorios de la Bética a la Tarraconense. La zona minera de Cástulo (Linares) pasó a la provincia imperial, y la nueva frontera oriental se fijó en la desembocadura del río Mojácar. La provincia estaba dividida en cuatro conventos en los cuales se situaban 175 ciudades: el gaditano con su capital en Gades (Cádiz), el astigitano con su centro en Astigi (Écija), el cordubense que tenía su sede en Corduba (Córdoba) y el hispalense cuya ciudad principal era Hispalis (Sevilla).
El convento gaditano comprendía toda la costa andaluza desde la desembocadura del Guadalquivir hacia el este. Algunas ciudades, como Regia y Laepia, gozaban de derecho romano; otras, como Carissa (Bornos), Urgia y Caesaris Salutariensis, se regían por el derecho latino; entre las ciudades estipendiarias destacaban Baesippo (Barbate), Saguntia (Bigonza), Iptuci (Prado del Rey), Lascuta (Mesa de Ortega), etc.; en los oppida se encontraban Carteia (San Roque), Malaka (Málaga), Baelo (Bolonia), etc. El convento cordubense se extendía a lo largo de todo el valle del Guadalquivir hasta su confluencia con el Genil. Por el este llegaba hasta Porcuna y por el noroeste hasta Zafra y Badajoz. Las ciudades más importantes eran Obulco (Porcuna), Epora (Montoro), Melaria (Fuenteovejuna), Mirobriga (Capilla), Sisapo (Almadén), Iliturgi (Andújar) y Ossigi (Mengíbar). El convento astigitano tenía su núcleo principal en el valle del Genil; llegaba hacia el sur hasta el río Carbones y por el noreste tenía sus fronteras en el Guadalbullón. Entre sus ciudades destacaban Tucci (Martos), Ucubi (Espejo), Urso (Osuna), Ulia (Montemayor) e Iliberri (Granada). El convento hispalense iba desde el valle del Guadalquivir hasta Ronda en el sureste y hasta el río Guadiana en el oeste, incluyendo también la costa situada entre las desembocaduras entre el Guadiana y el Guadalquivir. Las ciudades importantes eran Ilipa (Alcalá del Río), Axati (Cora del Río), Itálica (Santiponce), Arunda (Ronda), Carmo (Carmona), Onoba (Huelva) y Caura (Coria). Fue puesta bajo el gobierno del Senado, salvo en la época de Marco Aurelio, cuando estuvo bajo el control directo del Emperador.
El gobierno lo ejercía un procónsul de rango pretoriano que residía en Corduba, ayudado en la administración de justicia por un legado con residencia en Hispalis. El Emperador, sin embargo, intentaba controlar la vida económica de la provincia con el envío de procuradores especializados en las herencias, aduanas, minas, etc. La época de mayor esplendor coincidió con los reinados de Trajano (98-117 d.C.) y Adriano (117-138 d.C.), emperadores nacidos en la bética Itálica, durante cuyos reinados se hicieron las grandes obras monumentales. Adriano recibió de la Bética el título de Restitutor Hispaniae. Con Antonino Pío (138-161 d.C.) la Bética comenzó a perder parte de su importancia comercial en beneficio de la pujante provincia de África. Marco Aurelio se vio obligado a declarar la provincia imperial, para poder permitir la entrada de tropas que se enfrentaran a dos invasiones procedentes del norte de África que se habían producido en los años 170 y 175 d.C. Durante este período la VII Gemina se trasladó desde la Tarraconense a Itálica.

Con Caracalla (211-217 d.C.) todos los habitantes de la provincia recibieron la ciudadanía romana. Diocleciano efectuó una nueva reforma provincial en el siglo III d.C., en la cual la Bética perdió parte de las provincias de Badajoz y Ciudad Real. Los gobernadores que hasta entonces habían sido procónsules pasaron a ser praeses de rango ecuestre. Constantino en el siglo IV d.C incluyó la Bética en la diócesis de Hispania, que era gobernada por un vicario con su sede en Hispalis. La antigua separación en conventus iuridici desapareció definitivamente. El final de la provincia romana de la Bética se produjo en el 409 a.C. con el asentamiento de los vándalos silingos en su territorio, al cual los romanos dieron oficialidad en el 411 d.C.

Sociedad.

La mayoría de los habitantes de la Bética eran de origen turdetano, el pueblo que habitaba la región cuando se produjo la conquista romana. A ellos se sumaron una gran parte de itálicos que llegaron en busca de la riqueza agrícola del valle del Betis y la minera de Sierra Morena. La región se encontraba plenamente romanizada a comienzos del Imperio, pues las elites indígenas se adscribieron pronto a la causa romana, ya que esto mejoraba su situación económica. Poco a poco se fue concediendo la ciudadanía romana a los provinciales, aunque Augusto restringió mucho este privilegio. La importancia de las grandes familias de la Bética fue creciendo durante el Imperio; llegó a haber 50 senadores y 29 cónsules originarios de la provincia.
La principal herramienta romana para la romanización fue la creación de colonias y municipios. César inició esta política con la fundación de seis colonias (Hispalis, Ituci, Urso, etc.), la concesión del título de municipio romano a Gades y a otras ciudades y la municipalidad latina a veinticinco poblaciones indígenas. Plinio mencionaba que, en tiempos de Augusto, había nueve colonias, diez municipios romanos y veintisiete latinos. Las demás ciudades tenían la categoría de: inmunes, estipendiarias y federadas. Vespasiano otorgó a todas las localidades el derecho de municipalidad latina a través de las Leyes Flavias Municipales, de las cuales se conservan algunos ejemplos grabados en bronces: Urso, Malaka y Salpensa.

Vías de comunicación.

Los romanos construyeron una tupida red viaria que atravesaba toda la Bética, cuya vía principal era la Hercúlea -rebautizada posteriormente como Augusta-, que corría paralela a la costa y ponía en comunicación Cádiz con Cartago Nova. En el año 7 a.C. se construyó una vía que atravesaba toda la Bastetania desde Ilici (Elche) a Acci (Guadix), después subía a Cástulo para correr junto al Almanzora hasta la costa y desde allí llegaba a Cádiz. Partiendo de estas dos vías principales se extendieron numerosos ramales entre los que destacaban el que iba de Córdoba a Cástulo; el que ponía en comunicación Cádiz con Córdoba por Sevilla y Antequera y otro que llegaba a la desembocadura del Guadiana y Mérida pasando por Sevilla.

Economía

La Bética era la provincia más rica de todo Hispania, gracias a la abundante producción agrícola del fértil valle del Guadalquivir. Los principales cultivos eran la viña y el olivo -que producían abundante aceite y vino-, el trigo, la cebada y la almendra. La importancia de la ganadería se basó en grandes rebaños de ovejas, caballos, asnos y corderos. En torno a la pesca de los atunes se desarrolló una importante industria de derivados, sobre todo salazones y garum. Asimismo, la industria minera tenía gran importancia, pues las aguas del Guadalquivir y del Guadiana proporcionaban oro, Riotinto daba cobre, Almadén cinabrio y de las minas de Sierra Morena se extraía oro, cobre y plata, región esta última de cuya importancia hablan por las cifras: la mina Antoniniana producía 400.000 libras anuales y la Samariense 200.000. La industria minera estuvo en manos privadas hasta que Tiberio las confiscó para el estado. Las cecas béticas produjeron numerosas monedas de bronce, que llevaban la leyenda “con el permiso de César Augusto”. Toda esta riqueza hizo que se desarrollara de gran manera el comercio con los principales puertos de Italia. Esta actividad estaba en manos de los ecuestres provinciales, que se convirtieron en las familias más ricas de la región.

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