Los aduáticos o atuátucos (en latín, Atuatuci) fueron una tribu formada en el este de Bélgica por descendientes de las tribus germanas de los cimbrios, teutones y ambrones. Originarios de Jutlandia, estas tribus se combinaron con pueblos germanos y galos formando la tribu de los aduáticos.
Contexto histórico[editar]
Los aduáticos eran descendientes de un grupo de tribus germanas que emigraron hacia el sudeste a finales del siglo II a. C. Estas tribus (cimbrios, teutones y ambrones) fueron interceptadas y derrotadas por las fuerzas romanas cuando trataban de entrar en la península Itálica. Teutones y ambrones fueron vencidos en la Batalla de Aquae Sextae en 102 a. C., mientras que los cimbrios fueron derrotados al año siguiente en el noroeste de Italia. Los aduáticos fueron probablemente restos de un grupo de cimbrios que permanecieron en el norte de la Galia tras la derrota que infligieron a los romanos en 109 a. C., antes de que estas tribus se desplazaran hacia el sur para cercar Italia.1
En el año 57 a. C. se libró la Batalla del Sabis entre Roma y la tribu de los nervios. Aunque las fuerzas romanas, bajo el mando de Julio César, derrotaron a los nervios, los romanos fueron casi sobrepasados por esta tribu sorprendentemente fuerte. La explicación es que los aduáticos habían enviado tropas para ayudar a los nervios en su lucha contra los romanos, aunque tras la derrota de los nervios, los aduáticos se retiraron a una de sus fortificaciones, perseguidos por César como castigo por su apoyo a los nervios.2
Derrota[editar]
Tras la batalla del Sabis, los aduáticos se replegaron a una de sus ciudades fortificadas, aguas arriba del río Mosa. Los romanos les persiguieron y cercaron la ciudad aduática. Al principio, los aduáticos pudieron resistir los ataques romanos, pero se rindieron cuando los romanos construyeron armas de asedio y se aproximaron a la ciudad con ellas. César les prometió clemencia si se rendían, así que los aduáticos abrieron las puertas de la ciudad y entregaron sus armas a los romanos. Aunque esto pudo haber sido una treta para sorprender a la retaguardia romana en un ataque posterior, César mantuvo su palabra y mandó que las tropas romanas salieran fuera de la ciudad aduática para evitar los posibles brotes de violencia contra los aduáticos por parte de sus hombres.12
Entonces los aduáticos atacaron por sorpresa a los romanos durante la noche. Aunque lucharon bien, los romanos estaban mejor preparados y les derrotaron. Muchos resultaron muertos en el combate, y los supervivientes fueron hechos esclavos. César se mostró especialmente duro con ellos debido a la violación bárbara del acuerdo de rendición.
Los alóbroges (en latín, Allobroges) fueron una belicosa tribu celta de la Galia ubicados entre el río Ródano y el lago de Ginebra en lo que posteriormente serían Saboya, el Delfinado y el Vivarais. Sus ciudades estaban en zonas de lo que hoy son Lyon, Saint-Étienne y Grenoble y el moderno departamento de Isère y en la moderna Suiza. Su capital es la Vienne actual.
La primera referencia documental a los alóbroges se encuentra en el historiador griego Polibio en 150-130 a. C. Narra cómo se resistieron sin éxito a Aníbal cuando este cruzó los Alpes en el año 218 a. C.
Relaciones con los romanos[editar]
Los alóbroges eran famosos por sus guerreros, su riqueza y la importancia del trigo[cita requerida]. Controlaban la mayor parte del valle del Ródano y varios importantes pasos de montaña hacia Italia, como la Via Agrippa[cita requerida].
En 123 a. C. los alóbroges ampararon al rey Tuto-Mótulo de la tribu saluvia que Roma había conquistado y rechazó entregárselo. Roma les declaró la guerra y marcharon contra ellos. El 8 de agosto del año 121 a. C. las legiones de Quinto Fabio Máximo los derrotó y los forzó a someterse; así obtuvo Máximo su apodo de Allobrogicus[cita requerida].
Los alóbroges además tuvieron un papel bastante importante al decidir frustrar la segunda conspiración de Catilina del año 63 a. C., un intento de fomentar la guerra civil por toda Italia y al mismo tiempo quemar Roma[cita requerida]. Era una trama para expulsar a las élites romanas de la alta política y los plebeyos militares relacionados con su causa. Los conspiradores cometieron el error de intentar reclutar a los alóbroges a través de sus embajadores, que estaban en Roma mientras se tramaba la conspiración. Puesto que la delegación alóbroge se encontraba en Roma buscando alivio de la opresión de su gobernador romano, uno de los conspiradores de Catilina, Léntulo Sura ordenó a Publio Umbreno, un hombre de negocios con tratos en la Galia, que les ofreciera liberarlos de sus desgracias, esto es, del opresivo yugo de su gobernador, si se unían a la conspiración de Catilina contra Roma.[cita requerida] La conspiración fue revelada a los alóbroges, pero sus legados informaron al entonces cónsul, Cicerón. Este ordenó a los delegados alóbroges que obtuvieran pruebas tangibles de la conspiración. Pensando que estaban ganando aliados, cinco de los principales conspiradores escribieron cartas a los alóbroges de manera que los enviados pudieran enseñar a su pueblo que había esperanza en una auténtica conspiración. Sin embargo, estas cartas fueron interceptadas en lugar de ir a la Galia.[cita requerida] Entonces Cicerón hizo que se leyeran las cartas incriminatorias en el Senado al día siguiente, en la primera de sus Catilinarias. Al malograrse de esta manera la conjura, no pudo funcionar correctamente su intrincado plan, y sus cabecillas fueron acorralados bastante rápidamente o se sacrificaron ellos mismos principalmente en batallas campales mal preparadas que tuvieron lugar alrededor de Roma.
A pesar de su lealtad en dicho episodio, se rebelaron poco después por sí mismos. En el año 61 a. C. su jefe Catugnato se rebeló pero Gayo Pomptino los derrotó en Solonium.[cita requerida] Luego, de nuevo leales, los guerreros alóbroges se unieron a Julio César durante la conquista de la Galia.[cita requerida].
Una generación más tarde, el emperador Augusto colocó a los alóbroges en la región de la Galia Narbonense y después en la Galia Vienense. Bajo el Imperio romano, Vienne creció y para el año 100 a. C. Tácito la describió como «histórica e impresionante».[cita requerida] Las excavaciones arqueológicas han revelado amplios almacenes. Recaudaban el peaje del tráfico que pasaba por la Via Agrippa y otras calzadas romanas.
Religión[editar]
Es notable, ante todo, que sus deidades no eran representadas. De las termas «Palacio de los Espejos» en Saint-Romain-en-Gal, al otro lado del río de la moderna Vienne, pero parte de la antigua Vienne, proviene una estatua de la diosa tutelar de Vienne. Al noreste de Vienne, al norte del moderno Grenoble, hay un gran santuario curativo en lo que hoy es Aix-les-Bains (el nombre indica que esta función continuó durante un tiempo). Estaba dedicado a un dios galo curativo meridional, Barvos, y no a Apolo como podría esperarse de un pueblo tan romanizado.
Los ambarros (en latín, Ambarri), fueron un pueblo celta que habitó en el este de la Galia, en el territorio correspondiente al moderno departamento de Ain. Se les menciona en los Comentarios de la Guerra de las Galias de Julio César y en la Historia Romana de Tito Livio.
Su nombre se traduce como «aquellos que habitan en las orillas del Arar».12 Este pueblo se asentó sobre el territorio en el que hoy se localizan las ciudades de Ambérieu-en-Bugey, Ambérieux-en-Dombes, Ambutrix y Ambronay. Situados en el corazón del mundo galo, los ambarres estaban cercados por numerosos pueblos: los eduos al norte, los arvernos al oeste, los alóbroges al sur, y los sécuanos al este.
César menciona a esta tribu en el Libro I, al contar el desplazamiento de los helvecios a través de la Galia; dicha travesía había sido concebida con el fin de asentarse Saintonge (Santons). Tras atravesar el territorio de los sécuanos, los helvecios llegaron a los de los heduos y ambarros:
Al mismo tiempo, los ambarros, amigos de los heduos, y de su misma raza, informan a César de que, devastados sus campos, a duras penas podrían hacer frente en sus plazas al ataque de los enemigos.3
Y, aun si estuviera dispuesto a olvidar la vieja afrenta, ¿podría borrar también el recuerdo de las últimas agresiones, a saber, que sin su consentimiento hubieran intentado pasar a la fuerza por la Provincia, que hubieran maltratado a los heduos, a los ambarros, a los alóbroges?.4
Tito Livio les asocia a los pueblos galos que cruzaron los Alpes y se instalaron en Italia,5 fundando la ciudad de Mediolanum (Milán). Parece ser que Ambigatos, rey de los bitúriges y a quien estaba subordinada La Céltica, una de las tres partes en que se dividía la Galia, decidió ordenar la migración de su pueblo por razones demográficas. Sus sobrinos Belovesos y Segosevos comandaron cada uno una expedición
Los ambianos (en latín, Ambiani) eran uno de los pueblos que ocupaban la antigua Gallia Belgica en el 57 a. C., el año de la campaña en Bélgica de Julio César. Lograron reunir 10.000 hombres armados pero fueron sometidos por César.1 Su país estaba en el valle del Samara (moderna Somme), y su principal sede (o capital) era Samarobriva, después llamada Ambiani o Civitas Ambianensium, que se supone correspondería a la posterior Amiens. Los ambianos tomaron parte en la gran insurrección contra la antigua Roma, que se describe en el séptimo libro de César sobre la guerra en las Galias.
Etimología[editar]
El significado de su nombre es «aquellos que están a ambos lados» (del río Somme) en referencia a la geografía de su territorio. Eran vecinos de los atrebates, nervios, belóvacos y cáletes.
Arqueología[editar]
Algunos ejemplares de sus monedas de oro fueron encontrados en la isla de Gran Bretaña.
Historia[editar]
En la Guerra de las Galias, los ambianos se oponen en varias ocasiones a César:
- 57 a. C. - 10.000 guerreros se unieron a la coalición de los pueblos belgas y se rindieron a César con los belóvacos.3
- 52 a. C. - 5.000 soldados habrían ayudado a Vercingétorix en la Batalla de Alesia
- 51 a. C. - participaron en la revuelta de Córreos (de nuevo, esta vez con los belóvacos).
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