lunes, 13 de marzo de 2017

Términos de Geografía


Altitud

La altitud es la distancia vertical a un origen determinado, considerado como nivel cero, para el que se suele tomar el nivel medio del mar. Para expresar la altitud frecuentemente se utiliza la cifra en metros seguida del símbolo m y de la abreviatura s. n. m., es decir, m s. n. m. ('metros sobre el nivel del mar').1 2
En geografía, la altitud es la distancia vertical de un punto de la Tierra respecto al nivel del mar, llamada elevación sobre el nivel medio del mar, en contraste con la altura, que indica la distancia vertical existente entre dos puntos de la superficie terrestre; y el nivel de vuelo, que es la altitud según la presión estándar mediante un altímetro, que se encuentra a más de 20 000 pies sobre el nivel medio del mar.
En la Europa continental, casi toda Iberoamérica y en otras partes del mundo, la altitud se mide en metros. En Estados Unidos se mide generalmente en pies, pero este país ha convenido en ir reemplazando ese sistema de medición por el Sistema Internacional de Unidades (SI). En aviación, generalmente se utilizan los pies en todo el mundo, excepto en los países del antiguo bloque del Este, ya que los aviones de la antigua Unión Soviética y de esos países llevan los indicadores de altitud en metros.
En España, se toma normalmente como referencia para el cálculo de la altitud el nivel medio del mar en la ciudad de Alicante, a partir de la señalización de la altitud situada en los escalones del ayuntamiento.
En meteorología, la altitud es un factor de cambios de temperatura, puesto que esta disminuye, como media, 0,65 °C cada 100 metros de altitud en las latitudes medias (en las zonas templadas) y (subtropicales del mundo).

¿Qué es la altitud?
✍ Para determinar una posición exacta en tres dimensiones, debajo o sobre la superficie de la Tierra, es necesario especificar también la elevación/altura. Esto es expresado en relación al nivel del mar, o la distancia al centro de la Tierra. Si es con respecto al nivel del mar se denomina altitud.

✍ Conociendo las coordenadas geográficas (latitud, longitud y altitud), podemos situar el punto donde nos encontramos en la superficie terrestre. 

✍ En la actualidad, utilizando los satélites artificiales, se ha conformado el sistema GPS (Global Positioning System) que permite que cualquier persona pueda, con un equipo especial, saber donde está parada. El GPS brinda un error de apenas unos pocos metros. Es decir que, no sólo podemos saber en que ciudad vives, sino que podemos ubicar tu manzana y hasta incluso tu casa. 


Análisis del paisaje


La interpretación del paisaje es un método de análisis del espacio que permite comprender e interpretar el funcionamiento de un paisaje natural. Este análisis se realiza en general a la hora de realizar proyectos de actuaciones que tienen un impacto sobre el paisaje estudiado, con el fin de determinar cuáles son los puntos sensibles a preservar o a poner en valor.

Fases del análisis

Comprende tres etapas:
  1. La observación: es la lectura del paisaje.
  2. La comprensión: es el análisis paisajístico como tal;
  3. La interpretación: es la síntesis del estudio.
La observación del espacio es la primera etapa en una análisis del paisaje. En la imagen, una vista panorámica desde el pueblo de Santa Marina, en Cantabria (España).

La lectura del paisaje

Es la primera etapa del análisis paisajista, es un enfoque sensible del paisaje, es decir, que hace intervenir los sentidos más que el razonamiento. Al llegar a un lugar, es en primer lugar la vista quien guía al individuo. Es un reflejo natural, un automatismo. Una impresión general sobre el paisaje que se descubre por primera vez: va a parecernos bonito, tranquilo y descansado, feo, o monótono, etc. El planteamiento se vuelve entonces activo y no pasivo: se hace una lista de los elementos del paisaje, desde los elementos descriptivos generales hasta llegar al detalle.

Percepción del espacio

Se trata de recoger todas las sensaciones visuales que obtiene el estudio del paisaje: las texturas, los colores, el tipo de línea dominante (curvo, vertical, horizontal), la amplitud del paisaje en general o con relación al hombre, el modo de desplazamiento principal en el paisaje y la velocidad de desplazamiento natural.

Geometría del paisaje

Es la disposición de los distintos elementos entre ellos: los planos de vista (el primer plano, el plano intermedio, el fondo), los efectos geométricos (efecto de ventana, de puerta, la presencia de los puntos de llamada, señal, fuga)

Los límites de lectura del paisaje

Hay que tener en cuenta que esta fase de lectura del paisaje presenta tres inconvenientes que pueden suceder:
  • El análisis es específico en el espacio: las impresiones y la estructura del paisaje que se tiene de éste son diferentes según el lugar donde uno se sitúa. Para remediar esto, basta con multiplicar los lugares de observaciones, o incluso con efectuar la lectura del paisaje durante un itinerario que atraviese el territorio analizado. La utilización previa de un mapa topográfico de la región permite preparar un itinerario o localizar los puntos que parecen los más propicios a la observación (aquellos en altura, teniendo un amplio campo de visión, por ejemplo).
  • El análisis es también específico en el tiempo, mientras que un paisaje es dinámico. Los espacios utilizados por el hombre no son nunca fijos, puesto que los adapta en función de sus necesidades, y estas necesidades cambian durante el tiempo. Por ejemplo, las modificaciones profundas del paisaje sufridas debidas al abandono rural o a la concentración de las parcelas agrícolas. Debido a la falta de tiempo para realizar un seguimiento del paisaje a medio plazo, se pueden consultar hacia las numerosas fuentes de la historia local: bibliotecas municipales, facultades de geografía o historia, historiadores locales, habitantes, etc.
  • Por último, el análisis del paisaje es inevitablemente subjetivo, puesto que de un observador a otro la reflexión necesariamente será influida por los gustos personales, su edad, su experiencia, su oficio, su interés por la adaptación o por la conservación de los medios naturales, etc. Como no es materialmente posible tanto en tiempo como en coste económico el realizar un análisis a varias personas, conviene entonces guardar en la cabeza esta subjetividad a la hora de hacer el análisis.

Análisis del paisaje

El análisis intenta identificar y descifrar los elementos listados en la lectura del paisaje, vinculando cada uno ellos a uno o más funciones bien precisa del paisaje como medio de vida. Por ejemplo:
  • Las tierras cultivadas están vinculadas a la problemática de la gestión agrícola del espacio, de las habilidades para dar salida o entrada a productos, de las necesidades de la población, etc.
  • El río está relacionado con los conceptos de gestión de los recursos hidráulicos, pesqueros, ambientales, etc.

Síntesis

Como todo sistema, el paisaje debe considerarse como tal en un análisis paisajístico, integrando todos sus elementos: faunaflorasuelo, actividades humanas, historia, etc. pero también las relaciones entre estos elementos. Esta parte del análisis del paisaje tiene por objeto reconstituir los vínculos existentes entre los elementos del paisaje, con el fin de proponer un diagnóstico del estado actual, y de proponer un pronóstico del estado futuro, basado en las relaciones que se ha conseguido definir y el conocimiento de la historia del lugar. La síntesis del análisis paisajístico es sobre todo el ámbito de acción de la ecología del paisaje, que hace intervenir los conocimientos de disciplinas muy distintas como la geografía, la botánica, la zoología, la ecología, la antropología o la sociología.

El concepto de paisaje desde la academia
Empiezo definiendo el paisaje como la materialización en el espacio físico y cultural de las relaciones que los habitantes tejen con el espacio que habitan y/o transitan, las cuales adicionalmente se ven influidas por las prácticas económicas, políticas, culturales y sociales que se derivan de múltiples escalas de interacción de los habitantes locales con otros territorios. El paisaje puede estudiarse en su realidad ecológica y en su realidad contextual. Mientras que la realidad ecológica identifica, de forma sistémica, las relaciones físico-bióticas de los espacios, la realidad contextual busca entender el contexto en el que los seres humanos se relacionan con la realidad local (Barrera-Lobatón 2010). Esta definición coincide en cierta medida con lo que Sauer (1925) define como paisaje: un área hecha por distintas asociaciones de formas, tanto físicas como culturales. Las primeras son significantes para el ser humano, mientras que las segundas representan el uso del área, su sustento y los hechos de la cultura humana; “el área física es la suma de todos los recursos naturales que el hombre tiene a su disposición en esa área. Está más allá de su poder agregar otros; puede ‘desarrollarlos’, ignorarlos en parte, o sustraer una parte de ellos mediante su explotación” (p 13). “En la expresión cultural existe una manera estrictamente geográfica de pensar la cultura; específicamente, como la impresión de los trabajos del hombre sobre el área. Podemos pensar en la gente en tanto que asociada en y con un área, como grupos asociados en su descendencia o su tradición” (Ibíd).
Entender la realidad contextual en la cual se esculpen los paisajes implica además comprender el valor que se le da al paisaje desde nuestros sentidos. De hecho, Santos (1996, 2000) menciona que el paisaje es todo aquello que podemos percibir, ver, oír, oler, sentir, tocar, lo cual nos lleva a entender la importancia que le damos hoy al paisaje visual. La valoración visual del paisaje obedece a ciertos parámetros de belleza, que se modifican según nuestra cultura y el estado de nuestro conocimiento (Berque, 1998). Lo visualmente frágil o deteriorado tiene que ver con nuestra forma de valorar el paisaje, no explícitamente desde lo visual, sino desde lo que pensamos; por ejemplo, si hoy es ecosistémicamente aceptable o no. La distribución en el espacio de los paisajes, más ´valorados’ obedece a jerarquías de poder, que la mayoría de veces representan el poder económico y jerárquico de las sociedades, cuyas relaciones se tejen en y con el espacio (Santos 1996b; Sack 1986; Cohen 2005; Barrera-Lobatón 2010).
A continuación se introducen algunas definiciones sobre el paisaje, las cuales no pretenden ser exhaustivas sino mostrar las ideas que las hacen propias de cada una de las disciplinas de las cuales surgen. Para esto, la historia de cada disciplina resulta fundamental.
Los ecólogos: La importancia de la heterogeneidad espacial y la escala en los procesos ecológicos
Turner (2005) señala que la ecología del paisaje ofrece una perspectiva explícitamente espacial sobre las relaciones entre los patrones ecológicos y los procesos que pueden ser aplicados en un rango de escalas. Establece que la investigación en el nivel de paisaje se enfoca desde los años 1980 en los procesos formativos que producen patrones espaciales; efectos de heterogeneidad espacial en la dispersión y perturbación de flujos y organismos, materia y energía; y en las aplicaciones potenciales en el manejo de los recursos naturales. Para Kent (2007), la ecología del paisaje se ha definido como una subdisciplina de la ecología, que busca entender la forma en la que la estructura del paisaje afecta la abundancia y distribución de los organismos y se preocupa por los efectos de los patrones espaciales sobre los procesos ecológicos.
Por su parte, Field et al. (2003) señalan que “los patrones espaciales de los elementos del paisaje afectan el flujo de materiales, especies y energía en el sistema; influencian la idoneidad de ese paisaje como hábitat y por lo tanto la presencia o ausencia de especies; e impiden o facilitan el acceso a los recursos y al movimiento de estas. Un paisaje es un mosaico de parches (áreas homogéneas), corredores (franjas lineales) en una matriz de fondo o paisaje dominante” (p 351).
La ecología del paisaje utiliza métodos cuantitativos para su análisis, como el análisis fractal o índices de consistencia, entre otros.
Los antropólogos: Entre el paisaje de frente –lugar– y el paisaje de fondo – espacio– (Hirsch 1995)
Hirsh menciona que los antropólogos han utilizado la palabra paisaje con dos perspectivas: de una parte, como punto de partida o marco convencional desde el cual posicionan sus estudios; es decir, el paisaje que nosotros inicialmente vemos o un paisaje de ‘fondo’; y de otra, para referirse al significado que los habitantes locales dan a sus alrededores físicos y culturales, o sea el paisaje producido a través de las prácticas locales o el paisaje de ‘frente’, que sólo es posible reconocer y comprender con trabajo de campo y técnicas etnográficas. A partir de ello, Hirsch (1995: 3) define el paisaje como “la relación entre el paisaje de fondo y el paisaje de frente de la vida social”, relaciones que, según él, son difíciles de aislar de conceptos como frente actualidad-fondo potencialidad; lugar-espacio; dentro-fuera e imagen-representación. Hirsch concluye que, a pesar de haber diferencias entre estos aspectos, ellos dependen del contexto histórico y cultural en el cual se han desarrollado, por lo que no hay un paisaje absoluto sino una serie de momentos relacionados y contradictorios que conllevan a pensar en el paisaje como un proceso cultural. Los antropólogos se apoyan en métodos etnográficos para el análisis del paisaje.
Los arquitectos: El paisaje como calidad sensible y calidad de vida (Lynch, 1976)
El paisaje para los arquitectos se fundamenta en la percepción que tienen los seres vivos sobre el espacio que habitan, por lo que a través de estos se genera sentido de lugar, el cual transciende lo local para transformar lo regional y ser transformado por este. Adicionalmente, el paisaje se constituye en un medio de comunicación que puede estar cargado de mecanismos de poder hacia sus habitantes. La calidad sensible se constituye en un concepto fundamental para los arquitectos. Para Kevin Lynch, esta se refiere “a lo que se ve, a lo que se siente bajo los pies, al aire que se respira, a los sonidos de campanas y motocicletas, a cómo las pautas de estas sensaciones construyen la calidad sensible de los lugares y, en fin, a cómo esa calidad afecta nuestro bienestar inmediato, nuestras acciones, nuestros sentimientos y nuestra comprensión” (p. 20); por lo anterior, el paisaje y la calidad sensible deben evaluarse para “un medio ambiente particular, sentido por un grupo de personas también particular”.
Campos-Reyes (2000) señala que “la carencia de unos pensadores para las calidades de nuestros espacios –en las épocas de mayor y más rápida transformación de nuestros hábitats-, ha dejado a nuestro paisaje y a sus imágenes inherentes, al vaivén de otras fuerzas que no conciben el espacio del territorio como agente cualificador de la calidad de vida para los individuos, y que por tanto, trastocan la deseable relación entre ellos y el territorio que ocupan” (p. 39).
Por ello, el paisaje sensible no solo es el paisaje que se percibe, sino que esta percepción debe contribuir a la mejor calidad de vida de los habitantes. En este sentido, Kevin Lynch nos recuerda que “el sentido de lugar es también un hecho político”.
Los arqueólogos: La importancia de lo invisible en la arqueología del paisaje (Criado-Boado et al., 1999)
El término arqueología del paisaje combina las estrategias de la arqueología espacial o ecológica, que durante los años ´70 y ´80 pretendió desarrollar un estudio arqueológico de la relación entre el ser humano y el medio a lo largo de la historia, con base en objetos reales: cerámicas, huesos, etc., con la dimensión no visible o ‘el lado oscuro del mundo’ y las dimensiones sociales y culturales de los fenómenos, que se han dejado a un lado al introducir mayores márgenes de error en el paradigma positivista. A partir de lo anterior, el grupo de investigación en arqueología del paisaje de la Universidad de Santiago de Compostela define el paisaje “como el producto socio-cultural creado por la objetivación, sobre el medio y en términos espaciales, de la acción social tanto de carácter material como imaginario. Esta acción social está constituida tanto por las prácticas sociales (i.e., la acción social de carácter intencional: procesos de trabajo, utilización de técnicas, ritos, enunciación de discursos...) como por la vida social misma(i.e., la acción social no intencional, instintiva, determinada por los imperativos biológicos de la naturaleza humana y por la satisfacción de estos sin dotar a la acción correspondiente de sentido adicional alguno)” (Criado-Boado 1999: 11).
Los métodos utilizados en la arqueología del paisaje son muchos y combinan desde la categorización de objetos encontrados en el terreno, hasta el enfoque constructivista del espacio.
Los geomorfólogos, agrónomos y geógrafos físicos: La teoría general de sistemas y el geosistema
María de Bolós et al. (1992) definen el paisaje con base en el concepto de geosistema, que se identifica “por sus rasgos generales comunes a todos los paisajes, del tiempo y del tamaño que sean, a unos sistemas definidos por unos elementos, unas energías y un funcionamiento muy concretos” (p 47). Este incluye los elementos abióticos; los bióticos y los antrópicos (p 47). El paisaje, para de Bolós et al, consta de tres elementos fundamentales: el geosistema y las escalas espacial y temporal.
La escala espacial se define en la denominada ´epigeósfera´, la zona en donde convergen la atmósfera y la hidrósfera Se han establecido varias escalas espaciales. Para este caso, incluyen las zonas cuya dimensión oscila entre 15 y 100 millones de km2 (i. e., las zonas tropicales); dominios, entre 15 millones de km2 y 2000 km2 (i. e., zonas climáticas); megageocoras entre 1000 y 2000 km2 (i. e., regiones naturales); macrogeocoras entre 100 y 1000 km2 (e.g., una gran vertiente); mesogeocoras de 10 a 100 km2 (i. e., sector de vertiente); geocoras entre 1 y 10 km2 (i. e., elementos bióticos y antrópicos); microgeocoras de 10 m2 a 1 km2 (i. e., microclima); y nanogeocoras, inferiores a 10 m2 y que corresponden a un elemento muy específico (i. e.,, una roca, una fuente). Por su parte, la escala temporal implica analizar procesos que han requerido de millones de años para su formación y otros con dinámicas más recientes, asociadas generalmente a dinámicas antrópicas.
La determinación de unidades de paisaje a partir del modelo de geosistema requiere de conocimientos geomorfológicos, hidrológicos, climatológicos y bióticos. Además, hoy en día se utilizan los SIG y las posibilidades de interpretación de imágenes de satélite como métodos fundamentales de análisis. Para determinar la edad de los paisajes, depósitos, etc., se emplean diversos métodos científicos de datación.
La teoría general de sistemas propuesta por Betalanffy (1968) es un referente fundamental de evolución de los diferentes métodos de análisis del paisaje empleados por la geografía física y sus disciplinas asociadas.
Los geógrafos humanos: La percepción del paisaje y la ‘medianza’
Berque (1998) es tal vez uno de los principales referentes sobre el análisis del paisaje desde la percepción. Empieza su libro preguntándose cómo explicar que nuestra civilización haya permitido la generación de aquellos paisajes que nos producen incomodidad, “porque los encontramos feos o incomprensibles” y que, aunque nos parecen absurdos, son producto de nuestras actividades corrientes.
Para él, lo que está en juego es “el sentido de la relación de nuestras sociedades con el espacio y la naturaleza” (p. 2). A partir de lo anterior, Berque introduce el concepto de medianza: un ‘medio’ que a su vez es sensible, factual, subjetivo, objetivo, fenomenal y físico. Esto, dado que “la interrelación del medio físico y del medio social (...) es irreductible a lo solo físico (...). Esta relación, es decir un medio, no existe más que en la medida en que es resentido, interpretado y ordenado por una sociedad; pero donde también inversamente esta parte de lo social es constantemente traducida en efectos materiales que se combinan con hechos naturales” (p 15).
Para Berque, el paisaje “es la manifestación sensible de una medianza; él traduce el sentido de un medio en términos inmediatamente accesibles a la vista, al oído, al olfato, etc.” (p, 60). “Lo que el paisaje nos da, en fin de cuentas, no son ni verdaderamente las apariencias, ni verdaderamente la naturaleza de las cosas; sino un término medio: unas formas llenas de significados implícitos, que están en nosotros tanto como están en el mundo. Son ellas las que hacen que nosotros estemos en el mundo como el mundo está en nosotros” (p. 63).

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