El Tratado de Devol o Tratado de Diabolis fue un acuerdo firmado en 1108 entre Bohemundo de Antioquía y el emperador bizantino Alejo I Comneno a consecuencia de la Primera Cruzada. Aunque el tratado no entró en vigencia inmediatamente, se tenía previsto que convirtiera al Principado de Antioquía en un estado vasallo del Imperio bizantino.
Al inicio de la Primera Cruzada, los ejércitos cruzados se reunieron en Constantinopla y prometieron devolver al Imperio Bizantino cualquier territorio que pudieran conquistar; sin embargo, Bohemundo, el hijo del exenemigo de Alejo, Roberto Guiscardo, reclamó el Principado de Antioquía para sí. Alejo no reconoció la legitimidad del Principado y Bohemundo se marchó a Europa en busca de refuerzos. Entró en guerra abierta contra Alejo, pero fue pronto forzado a rendirse y a negociar con Alejo en el campo imperial en Diabolis (Devol), donde fue firmado el tratado.
Bajo los términos del Tratado, Bohemundo acordó convertirse en vasallo del Emperador y defender el Imperio toda vez que este lo necesitara. Asimismo, aceptó el nombramiento de un patriarca griego. A cambio, se le dieron los títulos de sebastos y doux (duque) de Antioquía. Asimismo, se le garantizó el derecho a heredar a sus descendientes el Condado de Edesa. Más tarde, Bohemundo se retiró a Apulia donde murió. Su sobrino, Tancredo, quien fue regente en Antioquía, se negó a aceptar los términos del Tratado. Temporalmente, Antioquía cayó bajo influjo bizantino en 1137, pero no fue hasta 1158 cuando en realidad se convirtió en vasalla bizantina.
El Tratado de Devol es visto como un ejemplo típico de la tendencia bizantina a resolver disputas a través de la diplomacia, más que por medio de la guerra. Así también, fue tanto un resultado como una causa de desconfianza entre los bizantinos y sus vecinos de Europa Occidental.
Antecedentes[editar]
En 1097, los ejércitos cruzados se reunieron en Constantinopla tras haber viajado en grupos hacia el este a través de toda Europa. Alejo I, quien había solicitado solo algunos caballeros occidentales para que le sirvieran como mercenarios en su lucha contra los turcos selyúcidas, bloqueó a estos ejércitos en la ciudad y no les permitió dejarla hasta que sus líderes juraran devolver al Imperio cualquier territorio que le hubiera pertenecido con anterioridad y que pudieran conquistar en su camino a Jerusalén.1 Finalmente, los cruzados juraron cumplir con ello de manera individual, más que como grupo; algunos como Raimundo IV de Toulouse fueron probablemente sinceros, pero otros como Bohemundo quizás nunca tuvieron la intención de honrar su promesa. A cambio, Alejo les brindo guías y escolta militar.2 A pesar de ello, los cruzados no se exasperaron por las tácticas bizantinas, tales como negociar la rendición de Nicea por los selyúcidas cuando todavía estaba bajo asedio por los cruzados, quienes tenían la esperanza de saquear la ciudad para financiar su viaje. Los cruzados, sintiéndose traicionados por Alejo quien fue capaz de recuperar una serie de ciudades importantes e islas y de hecho buena parte del Asia Menor occidental, continuaron en su camino sin ayuda bizantina. En 1098, cuando Antioquía había sido capturada tras un largo asedio y los cruzados se encontraron a sí mismos sitiados en la ciudad, Alejo marchó para reunirse con ellos, pero al ser notificado por Esteban II de Blois que era un caso perdido, regresó a Constantinopla.3 Los cruzados que habían resistido inesperadamente el asedio, creyeron que Alejo los había abandonado y consideraron que los bizantinos no eran dignos de confianza.4 Por lo tanto, consideraron que sus juramentos no eran válidos.5
Para 1100, existían varios Estados Cruzados, incluyendo el Principado de Antioquía, fundado por Bohemundo en 1098. Se argumentó que Antioquía regresaría al dominio bizantino, a pesar de las supuestas traiciones de Alejo,6 pero Bohemundo la reclamó para sí.7 Obviamente, Alejo no estuvo de acuerdo: Antioquía tenía un puerto importante, era un centro de comercio con los países de Asia y un baluarte de la Iglesia Ortodoxa Oriental, con una importante Patriarca griego. Solo había sido capturada unas cuantas décadas previas, a diferencia de Jerusalén que estaba mucho más alejada y no había estado en manos bizantinas por siglos. Es así que Alejo no reconoció la legitimidad del Principado, al creer que debía ser devuelto al Imperio conforme al juramento de Bohemundo de 1097. Por ello, se dedicó a tratar de desalojar a Bohemundo de Antioquía.7
Bohemundo añadió un nuevo insulto tanto a Alejo como a la Iglesia Ortodoxa en 1100 cuando nombró a Bernardo de Valencia como el Patriarca Latino y al mismo tiempo expulsó al Patriarca griego, Juan el Oxita, quien huyó a Constantinopla.8 Poco después, Bohemundo fue capturado por los Danisméndidas de Siria y fue encarcelado por tres años, durante los cuales se eligió a su sobrino Tancredo como regente.9 Después que Bohemundo fue liberado, fue derrotado por los selyucidas en la batalla de Harrán en 1104.10 Esta derrota llevó a la reanudación de la presión contra Antioquía de parte de los selyucidas y de los bizantinos. Bohemundo dejó a Tancredo en el mando y se dirigió al Oeste, pasando por Italia y Francia, en busca de refuerzos. Se ganó el apoyo del papa Pascual II11 y el apoyo del rey francés Felipe I, con cuya hija se casó. No queda claro si su expedición califica como una cruzada.7
Los familiares normandos de Bohemundo en Sicilia habían estado en conflicto con el Imperio bizantino por más de 30 años. Su padre, Roberto Guiscardo, fue uno de los enemigos más fuertes del Imperio. Si bien Bohemundo estaba fuera, Alejo envió un ejército para que retomara Antioquía y las ciudades de Cilicia. En 1107, lugar de utilizar el nuevo ejército que había organizado para su cruzada contra los musulmanes en Siria, Bohemundo emprendió una guerra abierta contra Alejo, cruzando el Adriático para sitiar Dyrrhachium, la ciudad más occidental del Imperio.12 Al igual que su padre, Bohemundo fue incapaz de hacer avances significativos al interior del Imperio; Alejo evitó una batalla campal y el asedio de Bohemundo fracasó, en parte debido a una plaga que se propagó entre su ejército.13 Pronto, Bohemundo se encontró a sí mismo en una posición sin salida posible al ser aislado frente a Dyrrhachium: su fuga por mar fue cortada por los venecianos y Pascual II le retiró su apoyo.14
Acuerdos[editar]
En septiembre de 1108, Alejo pidió que Bohemundo negociara con él en el campo imperial de Diabolis (Devol). Bohemundo no tenía otra alternativa más que aceptar, dado que la plaga había asolado a su ejército y que no sería capaz de derrotar a Alejo en el campo de batalla. Admitió que había violado su juramento en 1097,15 pero se negó a reconocer que tenía alguna incidencia en las circunstancias actuales, pues, a ojos de Bohemundo, Alejo también había violado el acuerdo de dar marcha atrás el asedio de Antioquía en 1098. Alejo estuvo de acuerdo en considerar los juramentos de 1097 como inválidos.16 Los términos específicos del tratado fueron negociados por el general Nikephoros Bryennios y fueron registrados por Ana Comnena:17
- Bohemundo estuvo de acuerdo en convertirse en un vasallo del Emperador, así como del hijo y heredero de Alejo, Juan;18
- Acordó ayudar a defender el Imperio, donde sea y cuando sea requerido de hacerlo. Asimismo, accedió a recibir un pago anual de 200 talentos a cambio de este servicio;
- Se le concedió el título de sebastos y doux (duque) de Antioquía;
- Se le otorgó Antioquía y Alepo como feudos imperiales, la última de las cuales no era controlada ni por los cruzados ni por los bizantinos, pero se entendía que Bohemundo intentaría conquistarla;
- Estuvo de acuerdo en entregar Laodicea y otros territorios silicios a Alejo;
- Estuvo de acuerdo en dejar que Alejo nombrar un patriarca griego "entre los discípulos de la gran iglesia de Constantinopla" (La restauración del Patriarca griego marcó la aceptación de la sumisión al Imperio, pero planteaba cuestiones canónicas que eran difíciles de resolver.19).20
Las condiciones fueron negociadas de acuerdo con el entendimiento occidental de Bohemundo, por lo que él se vio a sí mismo como vasallo feudal de Alejo, un "señor feudal" (homo ligius o ἄνρωπος λίζιος) con todas las obligaciones que ello implicaba, como era habitual en Occidente: se vio obligado a llevar ayuda militar al emperador, salvo en las guerras en las que estuvo involucrado, y a servirlo contra todos sus enemigos en Europa y en Asia.21
Ana Comnena describió el procedimiento con detalles muy repetitivos, con Bohemundo señalando frecuentemente sus propios errores y alabando la benevolencia de Alejo y el Imperio. Por lo que se deduce que el procedimiento debe haber sido bastante humillante para Bohemundo. Por otra parte, la labor de Ana estaba dirigida a alabar a su padre y los términos del tratado no pueden haber sido totalmente exactos.
"Juro a ti, nuestro más poderoso y santo emperador, el Señor Alejo Comneno, y a tu colega Emperador, el tan deseado Señor Juan Porphyrogenitos que voy a obedecer todas las condiciones a las que he acordado y hablado por mi boca y a mantenerlas inviolable por todos los tiempos y a cuidar ahora y siempre las cosas que sean para el bien de tu Imperio y nunca albergaré ni siquiera la más mínima idea de odio o de traición hacia ti [...] y todo lo que sea para el beneficio y el honor de la dominación romana que voy tanto a tomar en cuenta como a ejecutar. Por lo tanto me permito disfrutar de la ayuda de Dios y de la Cruz y de los Santos Evangelios." |
Juramento realizado por Bohemundo, en conclusión del Tratado de Devol, como fue registrado por Ana Comnena22 |
El acuerdo fue escrito en dos copias: una fue dada a Alejo y la otra a Bohemundo. Según Ana, los testigos de la parte de Bohemundo que firmaron su copia del tratado fueron Mauro, obispo de Amalfi y representante papal; Renard, obispo de Tarento, y el clero menor que lo acompañaban; el abad del monasterio de San Andrés en Brindisi, junto con dos de sus monjes; y varios "peregrinos" innominados (probablemente soldados del ejército de Bohemundo). De la corte imperial de Alejo, el tratado fue presenciado por el sebastos Marinos de Nápoles, Roger hijo de Dagoberto, Pedro Aliphas, Guillermo de Gante, Ricardo de Salerno, Geoffrey Mailli, Hubert hijo de Raoul, Paul el Romano, los embajadores Peres y Simon de Hungría, y los embajadores Basilio el Eunuco y Constantino.23 Muchos de los testigos de Alejo eran occidentales que tenían altos cargos en el ejército bizantino y en la corte imperial;24 Basilio y Constantine eran embajadores al servicio de los familiares de Bohemundo en Sicilia.
Ninguna de las copias sobrevivió. Deben haber sido escritas en latín, griego o en ambos. Es igualmente probable el uso de ambas lenguas dado el número de occidentales presentes, muchos de los cuales habrían sabido latín. No está claro hasta qué punto fueron conocidas las concesiones de Bohemundo en toda Europa latina, ya que solo unos pocos cronistas mencionan el tratado: Fulquerio de Chartres simplemente dice que Bohemundo y Alejo se reconciliaron.25
Análisis[editar]
El Tratado favoreció más a Alejo, pues proveyó la absorción final de Antioquía y su territorio por parte del Imperio.26 Alejo, reconociendo la imposibilidad de echar a Bohemundo de Antioquía, intentó absorberlo al interior de la estructura del dominio bizantino, y lo puso a trabajar para el beneficio del Imperio.27
Bohemundo conservaría Antioquía hasta su muerte con el título de doux, a menos que el emperador (bien Alejo o bien, en el futuro, Juan) optara por cualquier motivo renegar del trato. El Principado volvería a ser regido por el imperio bizantino tras la muerte de Bohemundo. Por lo tanto, Bohemundo no podía establecer una dinastía en Antioquía, aunque se le garantizó el derecho a transmitir a sus herederos el Condado de Edesa y cualesquier otros territorios que lograra adquirir al interior de Siria.26
Los territorios de Bohemundo debían incluir San Simeon y la costa, los pueblos de Baghras y Artah, y las posesiones latinas en Jebel as-Summaq; sin embargo, Latakia y Cilicia revertirían al Imperio. Thomas Asbridge señala que mucho de lo que el Emperador concedió a Bohemundo (incluida la propia Alepo) todavía estaba en manos musulmanas (por ejemplo, ni Bohemundo ni Alejo controlaban Edesa, aunque en ese momento Tancredo era su regente, así como de Antioquía), lo que contradice la evaluación de Lilie según la cual a Bohemundo le fue bien con el tratado.28 René Grousset llama al Tratado un "dictado", pero Jean Richard subraya que las normas de derecho feudal a las cuales Bohemundo debió someterse "no fueron de ninguna manera humillantes."21 Según John W. Birkenmeier, el tratado marcó el punto en el cual Alejo debía desarrollar un nuevo ejército y nuevas doctrinas tácticas con las cuales usarlo, pero no fue un éxito político bizantino, pues "cambió la libertad de Bohemundo por un señorío titular sobre el Mezzogiorno que nunca podría ser efectivo, y por una ocupación de Antioquía que nunca podría ser llevada a efecto."29
Los términos del tratado han sido interpretados de muchas maneras. Según Paul Magdalino y Ralph-Johannes Lilie, "el Tratado como fue reproducido por Ana Comnena muestra una familiaridad sorprendente con las costumbres feudales occidentales; si fue redactado por un griego o un latino en el servicio imperial, tuvo una consideración destacada por la visión occidental del status quo en el Mediterráneo Oriental."30 También la tuvieron las iniciativas diplomáticas a las que Alejo se comprometió, con el fin de hacer cumplir el Tratado de Tancredo (tales como el tratado concluido con Pisa en 1110-1111 y las negociaciones para la unión con la Iglesia llevadas a cabo con Pascual II en 1112).31 En contraste, Asbridge ha argumentado recientemente que el tratado derivó de precedentes tanto griegos como occidentales y que Alejo quería mantener a Antioquía bajo el sistema de pronoia.28
Consecuencias[editar]
Bohemundo nunca regresó a Antioquía (se marchó a Sicilia donde falleció en 1111) y las cláusulas del tratado cuidadosamente elaboradas nunca fueron implementadas.32 El sobrino de Bohemundo, Tancredo, se negó a honrar el tratado.10 Para él, Antioquía le pertenecía por su derecho de conquista. No vio ninguna razón para entregarlos a alguien que no había participado en la Cruzada y que, de hecho, había trabajado activamente en contra de ella (como los cruzados creían). Los cruzados parecen haber sentido que Alejo engañó a Bohemundo para que le concediera Antioquía; ellos ya creían que Alejo era artero e indigno de confianza y esto puede haber confirmado sus creencias. El tratado se refiere a Tancredo como el poseedor ilegal de Antioquía y Alejo había esperado que Bohemundo lo expulsara o lo controlara de alguna manera. Tancredo tampoco permitió que un Patriarca griego entrara en la ciudad; en su lugar, los Patriarcas griegos fueron nombrados en Constantinopla y detentar nominalmente el poder allí.
La cuestión del estatus de Antioquía y las ciudades cilicias adyacentes fueron un problema para el Imperio por muchos años posteriores. Aunque el Tratado de Devol nunca entró en efecto, proveyó la base legal para las negociaciones bizantinas con los cruzados para los siguientes treinta años, y para los reclamos imperiales de Antioquía durante los reinados de Juan II y de Manuel I.33 Por ello, Juan II trató de imponer su autoridad, viajando a Antioquía él mismo en 1137 con su ejército y asediando la ciudad.34 Los habitantes de Antioquía intentaron negociar, pero Juan exigía la rendición incondicional de la ciudad.35 Tras solicitar el permiso del Rey de Jerusalén, Fulco, mismo que recibió, Raimundo, el Príncipe de Antioquía, accedió a rendir la ciudad a Juan.35 El acuerdo, por el cual Raimundo juró honrar a Juan, se basó explícitamente en el Tratado de Devol, pero fue más allá: Raimundo, quien fue reconocido como un vasallo imperial por Antioquía, prometió al Emperador la libre entrada a Antioquía y se comprometió a entregar la ciudad a cambio de investidura con Alepo, Shaizar, Homs y Hama, tan pronto como fueran conquistadas de los musulmanes. Luego, Raimundo gobernaría las nuevas conquistas y Antioquía regresaría al dominio imperial.36 Al final, la campaña fracasó, parcialmente debido a que Raimundo y que Joscelino II de Edesa, quien habían sido obligados a unirse a Juan como sus vasallos, no colaboraron. Cuando Juan insistió en tomar posesión de Antioquía, los dos príncipes organizaron un motín.37 Juan se encontró sitiado en la ciudad y fue forzado a marcharse en 1138, retornando a Constantinopla.38 Diplomáticamente, aceptó por insistencia de Raimundo y Joscelino que ellos no tuvieron nada que ver con la rebelión.39 Juan repitió su accionar en 1142, pero falleció de improviso y su ejército bizantino se retiró.38
No fue hasta 1158, durante el reinado de Manuel I, que Antioquía se convirtió efectivamente en vasalla del Imperio, luego de que Manuel forzara al príncipe Reinaldo de Châtillon jurar fidelidad a él en castigo por el ataque de Reinaldo sobre la Chipre bizantina.40 El Patriarca griego fue restaurado y gobernó simultáneamente con el Patriarca latino.41 Antioquía, debilitada por los regentes sin poder tras la captura de Reinado por los musulmanes en 1160, siguió siendo un estado vasallo bizantino hasta 1182 cuando las divisiones internas que siguieron a la muerte de Manuel en 1180 obstaculizaron la capacidad del Imperio para hacer valer su reclamación.
En la frontera balcánica, el Tratado de Devol marcó el fin de la amenaza normanda al litoral sureño del Adriático durante el reinado de Alejo y posterior. La eficacia de las defensas fronterizas desterraron cualesquiera invasiones posteriores a través del Dyrrachium por la mayor parte del siglo XII.
Urbano II (nacido Odón de Chantillon) (Lagery, 1042-Roma, 29 de julio de 1099) fue el papa n.º 159 de la Iglesia católica, entre los años 1088 a 1099, en oposición al antipapa Clemente III (1080-1100). Sucedió al reformista Gregorio VII en plena querella de las Investiduras entre Papado e Imperio, conflicto que se superponía con la regeneración de la Iglesia, a causa de la práctica por entonces generalizada de la simonía, el nicolaísmo y el nepotismo.
Es conocido por su predicación de la Primera Cruzada (1094-1099) para la recuperación de Tierra Santa, por entonces bajo dominio musulmán, aunque murió antes de la culminación de ésta con la toma de Jerusalén. También reformó la administración pontificia y estableció la Curia Romana en su forma actual.1 Es venerado como beato en la Iglesia católica.
Vida[editar]
Primeros años[editar]
Nacido con el nombre de Odo (también escrito Eudes, Otto, Otho u Odón) en Lagery, cerca de Châtillon-sur-Marne (Francia)23 en 1042, era de ascendencia noble. Cursó educación eclesiástica e ingresó en la Orden Benedictina, desempeñando su primer cargo como archidiácono de Reims. Bajo la influencia de su maestro, Bruno de Colonia, ingresó en el monasterio de Cluny, del que llegó a ser prior.4 En 1078, el papa Gregorio VII le llamó a Italia, donde fue nombrado cardenal obispo de Ostia.5 También se convirtió entonces en asistente y principal consejero del papa.
El entonces Odo de Lagery se destacó desde el primer momento como uno de los más firmes defensores de la reforma gregoriana, especialmente desde los puestos como diplomático de Roma en Francia y Alemania que desempeñó entre 1083 y 1085. Su primer choque con el emperador de Alemania se produjo en 1083, cuando Enrique IV le mandó encarcelar durante un breve periodo de tiempo. Destacado en Sajonia en 1085, se encargó de que la mayoría de las sedes fueran ocupadas por clérigos partidarios de Gregorio.
Ya entonces se le comenzó a considerar uno de los posibles sucesores de Gregorio VII, aunque a la muerte de este, en 1086, el elegido para sucederle fue Desiderio, abad de Montecassino, que dirigió la Iglesia de Roma bajo el nombre de Víctor III durante los dos años siguientes y con quien Odo de Lagery se había enfrentado en un principio. Finalmente, Odo fue elegido papa por unanimidad el 12 de marzo de 1088, tras un pequeño concilio celebrado en Terracina, una montañosa región situada a poca distancia de Roma. Se dice que tanto Gregorio VII como Víctor III, con el que se había reconciliado, le propusieron como su sucesor antes de morir. En su proclamación eligió el nombre de Urbano II.
Papa de Roma[editar]
Conflictos por el poder[editar]
Desde el primer momento, Urbano II se manifestó como un estricto continuador de la política llevada a cabo por Gregorio VII, llegando a decir en su primer acto como Pontífice que "todo lo que él rechazaba, yo lo rechazo, lo que él condenaba, yo lo condeno, lo que él amaba, yo lo abrazo, lo que él consideraba como verdadero, yo lo confirmo y apruebo". Su llegada a Roma se vio complicada por la fuerte oposición del emperador de Alemania y el antipapa Clemente III, que había ocupado la ciudad. Sin embargo, consiguió el apoyo de los normandos de Roger I tras una visita relámpago a Sicilia, lo que le permitió entrar definitivamente en Roma, aunque debió combatir durante tres días con las tropas del antipapa antes de poder llegar a la Basílica de San Pedro. Durante este difícil acceso al solio, Urbano excomulgó a Clemente III y al emperador Enrique IV, que se había aliado con él.
En los años siguientes trató de recuperar su antigua esfera de influencia en Alemania, en clara confrontación con el emperador. Para ello, casó a la anciana condesa viuda Matilde de Toscana con el conde Güelfo II de Baviera, de apenas dieciocho años, con el fin de que unieran sus fuerzas en la guerra contra Enrique IV en el norte de Italia. También sancionó que no se podía obligar a los eclesiásticos a jurar fidelidad a autoridades laicas, lo que tendría grandes consecuencias en siglos posteriores. A pesar de estos esfuerzos, en 1089 se vio obligado a abandonar Roma, que volvió a ser ocupada por Clemente III, y pasó los tres años siguientes convocando diversos sínodos en Amalfi, Benevento y Troia, en los que adoptó medidas contra la simonía, la ley de las investiduras y el matrimonio de eclesiásticos. En 1093 se unió a la Liga Lombarda en su apoyo a la coronación como Rey de los Romanos de Conrado, hijo de Enrique IV, mediante la que este trataba de arrebatar el gobierno de Italia a su padre. En 1093 regresó a la sede pontificia de manera definitiva.
En 1095, Urbano II excomulgó también al rey Felipe I de Francia, debido a que este había abandonado a su esposa Berta de Holanda para casarse a continuación con Bertrada de Monfort. El papa quedaba enfrentado así a los dos monarcas más poderosos de Europa en ese momento.
La Primera Cruzada[editar]
La idea de una alianza militar entre todos los países de la Europa cristiana con el fin de atacar a un enemigo común, hasta entonces inaudita, comenzó a gestarse en marzo de 1095, durante el Concilio de Piacenza. Ante una nutrida concentración de obispos franceses, borgoñones e italianos (su número era tal que la reunión tuvo que realizarse a las afueras de la ciudad), Urbano II recibió la visita de un embajador del emperador bizantino Alejo I Comneno, que pidió ayuda contra los turcos selyúcidas. Estos habían derrotado estrepitosamente a los bizantinos en la Batalla de Manzikert (1071) y a partir de 1073 se habían hecho con el control del interior de Anatolia,6 que hasta entonces había sido la principal área de producción de cereales, caballos y jinetes del Imperio. Desde allí amenazaban con expulsar a los bizantinos de sus escasas posesiones restantes en las costas de la península.
Sin embargo, Urbano no se limitó a garantizar su apoyo a los bizantinos y pronto concibió la idea de recuperar Jerusalén y el resto de Tierra Santa de los selyúcidas. En noviembre de 1095 convocó el Concilio de Clermont, al que acudieron en su mayor parte clérigos de origen francés, con el fin de dar a conocer su proyecto. Urbano II consideraba que todo aquel que participase podría expiar la pena temporal de los pecados ya perdonados cuya pena eterna (llamada culpa) ya había sido perdonada, es decir, sería una acción meritoria.
Al año siguiente partió una nutrida expedición de caballeros, soldados, clérigos y campesinos europeos hacia Oriente. La mayoría eran franceses (razón por la cual el francés se convertiría en la lingua franca de los cruzados y sus futuros estados en Oriente Próximo), aunque también había normandos, loreneses y flamencos en gran número. Dirigidos por Godofredo de Bouillón, Balduino de Flandes, Roberto II de Normandía y Raimundo de Tolosa entre otros, los cruzados llegaron a Constantinopla, tomaron Nicea, expulsaron lentamente a los turcos de Anatolia (que fue devuelta a los bizantinos) hasta llegar a Antioquía y una vez conquistada ésta, se dirigieron hacia el sur para poner sitio a Jerusalén, la meta de la aventura. Urbano II procuró mantenerse informado de los avances de la empresa tan pronto como fuera posible, pero murió finalmente en Roma el 29 de julio de 1099, 14 días antes de que los cruzados pudieran superar las defensas musulmanas y recuperar definitivamente Jerusalén. Su sucesor en el trono pontificio fue Pascual II.
La catolización de Sicilia y Campania[editar]
Casi tan ambiciosa como la proclamación de la Primera Cruzada en Oriente fue la política de Urbano II de catolizar el sur de la península itálica y Sicilia, cuya población era mayoritariamente cristiana a pesar del dominio musulmán sobre algunos territorios. Esta catolización fue tal ya que, a causa del Cisma de Oriente, la mayoría de los habitantes de estas regiones, no reconocían al Sumo Pontífice de Roma sino al de Constantinopla y seguían el rito griego en lugar del latino. En Sicilia, tras varios siglos de dominación musulmana hasta su conquista por los normandos en 1061, existía también una pequeña comunidad de sumisión.
El proceso consistió en su mayor parte, por tanto, en una sustitución de la influencia de la Iglesia ortodoxa en la zona por la de la Iglesia Romana, objetivo que Urbano II consiguió gracias a sus buenas relaciones con los normandos que administraban el país. Estas se reforzaron a partir de 1098 con la concesión de varias prerrogativas extraordinarias al rey Roger I de Sicilia, que lo capacitaron entre otras cosas para nombrar obispos y cobrar las rentas de las iglesias construidas en la región. Este poder convirtió a Roger en una especie de legado papal en sus tierras, y con el tiempo llegaría a considerarse a los reyes de Nápoles y Sicilia casi como feudatarios del Papa (lo que influiría fuertemente en los posteriores enfrentamientos entre Francia y Aragón por el dominio del territorio).
En Sicilia se construyeron varias iglesias, se delimitaron nuevas diócesis y se definió una nueva jerarquía eclesiástica local desde cero. Por su parte, Adelaida de Montferrato, la esposa lombarda de Roger I, dirigió personalmente la emigración de campesinos del valle del Po a la zona este de la isla, hasta entonces poco poblada.
Beatificación[editar]
Existen ciertos indicios de la existencia de culto a la figura de Urbano II desde poco después de su muerte. Así, por ejemplo, entre las figuras dibujadas en el ábside del oratorio del Palacio de Letrán, construido por Calixto II, puede verse un retrato de Urbano bajo el que se incluye el rótulo de Sanctus Urbanus Secundus ("San Urbano II"). Dicha figura aparece coronada por una nube cuadrada y situada a los pies de la Virgen María.
A pesar de esto, la beatificación no fue propuesta formalmente hasta que el arzobispo de Reims presentó la causa correspondiente en 1878. El 14 de julio de 1881, el papa León XIII dio su aprobación a la propuesta y beatificó a Urbano II.
Urbano II en la literatura[editar]
En la llamada Garcineida, sátira contra la corrupción de la curia Romana y obra contemporánea al propio papa Urbano, el pontífice es dibujado con los peores trazos posibles, como un personaje glotón y concupiscente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario