sábado, 27 de febrero de 2016

Lengua y literatura

La poesía de posguerra

La generación del 36, conocida también como primera promoción de la posguerra y generación escindida, está constituida por poetas que padecieron la Guerra Civil, sufriendo, en muchos casos, la cárcel o el exilio, exterior o interior. Salvo Miguel Hernández (ver t38), que, en realidad, engarza con el 27, casi todos los demás autores habían realizado estudios universitarios y se habían criado literariamente con los poetas de esta generación o de la anterior.

Revistas y tendencias

Esta generación se divide en dos grandes grupos, que se corresponden, inicialmente, a los dos bandos de la Guerra Civil. Dámaso Alonso llamó a la poesía del primer grupo arraigada, y a la segunda, desarraigada.
Escorial y Garcilaso Los poetas de procedencia de derechas se agruparon en torno a dos revistas de Madrid:
  • Escorial (1940-1950), dirigida por Dionisio Ridruejo (1912-1975) y con Luis Rosales (1910-1992) como secretario y después director.
  • Garcilaso (1943-1946), dirigida por José García Nieto (1914; premio Cervantes 1996) y Pedro Lorenzo (1917).
Los poetas de este grupo abogaban por una poesía «humana», pero algunos de sus miembros cayeron en una estética neoclásica, formalista, alejada de la realidad social, tan dura, del momento.
Portada del número 13 de la revista Garcilaso, publicado en mayo de 1944. BIBLIOTECA NACIONAL, MADRID.

Portada del primer número de la revista Espadaña, publicado en mayo de 1944. BIBLIOTECA NACIONAL, MADRID.
Proel, Corcel, EspadañaFrente a estas revistas sufragadas por el régimen, aparecieron otras como Proel (1944), en Santander, yCorcel (1943), en Valencia.
La más importante fue Espadaña (1944-1950), fundada en León por Antonio García de Lama, Eugenio de Nora y Victoriano Crémer.
El grupo quería proclamar una poesía existencial, más apegada al mundo y a sus problemas.

Poesía social

La poesía social es fruto del existencialismo, de la corriente desarraigada y de la disensión política contra el régimen de Franco.
Se trata de un poesía escrita para conseguir que el pueblo tomara conciencia de los problemas sociales y se levantara contra las dictaduras.
Sus más eximios representantes fueron Blas de Otero (1916-1979) y Gabriel Celaya (1911-1991). Poetas de otras generaciones como José Hierro (1922), Ángel González (1925), José Agustín Goytisolo (1928-1999) o Carlos Sahagún(1938) pueden incluirse en esa actitud testimonial.

Algunos poetas de posguerra

Leopoldo Panero (Astorga, León, 1909-1962) Su primer libro, La estancia vacía (1944), ya manifiesta los temas íntimos y existenciales en torno a los que gira su poética. Otros títulos suyos son: Escrito a cada instante (1949) y Canto personal (1953).
Luis Rosales (Granada, 1910-1992) Comenzó publicando Abril (1935), poemario de corte clasicista, pero en 1949 su libro La casa encendida influyó en la mayoría de los poetas de los años cincuenta y setenta. Sus Obras completas se han publicado en 1996.
Gabriel Celaya (Hernani, Guipúzcoa, 1911-1991) Su verdadero nombre era Rafael Múgica Celaya, y estudió ingeniería. Su obra, muy extensa y variada, fue seleccionada por él mismo en la antología Itinerario poético (1973). Sus libros más importantes como «poeta social» son Las cartas boca arriba (1951) y Cantos Íberos (1955).
Blas de Otero (Bilbao, 1916-1979) En su juventud escribió influido por los poetas místicos españoles. Ángel fieramente humano(1950) es un importante libro de poesía religiosa en el que el poeta expresa un profunda crisis. Otros poemarios son Redoble de conciencia (1951), Pido la paz y la palabra (1955), Que trata de España (1964) y Poesía con nombres (1977).
  
Blas de Otero
Miguel Labordeta (Zaragoza, 1921-1964)Hermano del cantautor José Antonio Labordeta, suele ser incluido en el postismo, aunque en realidad es un claro surrealista, impregnado de existencialismo y poesía social. Es muy interesante su primer libro,Sumido 25 (1945). En 1972 se publicaron sus Obras completas.
José Hierro (Madrid, 1922) Perteneciente al grupo creado en torno a la revista Proel de Santander. Ha publicado su poesía con el título Cuanto sé de mí (1974). De gran importancia fueron Con las piedras, con el viento (1950), Quinta del 42 (1951) y Libro de las alucinaciones (1964). Sus libros más recientes son Agenda (1991) y Cuaderno de Nueva York (1998). En 1998 recibió el premio Cervantes y en 1999 fue elegido miembro de la Real Academia Española.
Poeta social «a medias», es uno de los mejores poetas de la segunda mitad del siglo. También sobresale su actividad como ensayista.


El teatro de posguerra (I). La alta comedia y el teatro humorístico

El panorama teatral en la inmediata posguerra es bastante pobre. Las innovaciones más interesantes anteriores al conflicto desaparecen junto con sus autores, muertos (Lorca, Valle-Inclán) o exiliados (Max Aub o Alberti). En las salas comerciales seguía triunfando un teatro tradicional y evasionista: la comedia benaventina, trivial y entretenida. Junto a ésta, surge el teatro humorístico de Mihura y Jardiel Poncela, cuyos rasgos fundamentales son las situaciones inverosímiles y los diálogos regidos por una lógica poco convencional.

El teatro burgués de Jacinto Benavente

Un precedente de la alta comedia de posguerra es la comedia burguesa de principios de siglo. Su máximo exponente fue Jacinto Benavente (Madrid, 1866-1954), cuyas primeras obras (Los intereses creados, 1907) analizaban críticamente las clases medias y supusieron un innovación frente al teatro grandilocuente de José Echegaray (1832- 1916).
Después fue adoptando una actitud más complaciente hacia el público burgués, lo que le proporcionó una enorme popularidad con obras como Señora ama (1908) o La malquerida (1924). Recibió el premio Nobel en 1922.

La alta comedia

Se trata de un tipo de teatro que concede una especial importancia a la obra bien elaborada en la construcción de la trama, los diálogos o los juegos escénicos.
El ambiente es siempre el de la clase burguesa acomodada, y su objetivo es simplemente el entretenimiento del público, con un argumento muy repetido centrado en el adulterio o la infidelidad. En estos argumentos, el final feliz defiende la ideologíadominante, y triunfan la fidelidad, la honradez y el amor.
Junto a las obras fundamentalmente humorísticas aparecen también dramas de tesis y piezas históricas.
Los principales autores fueron Edgar Neville (1899-1967), José María Pemán (1898- 1981) y Juan Ignacio Luca de Tena(1897-1975), entre otros.

Edgar Neville

Su trayectoria literaria evoluciona desde el vanguardismo de juventud, pasando por el teatro comprometido durante la guerra, hasta la alta comedia en obras como El baile (1952).
Sus obras se caracterizan por ofrecer una visión amable de la vida y tener como finalidad la evasión de la realidad por medio de la ficción literaria. Suele utilizar escenarios madrileños, con personajes de clase alta, elegantes y distinguidos, que suelen obedecer a arquetipos: el hombre triunfador, la gran dama, el marido aburrido...
La originalidad de Neville se basa en el humor irónico y en la hipérbole con intención desmitificadora, y también en las situaciones absurdas.

Enrique Jardiel Poncela

El propósito de Jardiel consistía en romper con las formas tradicionales de lo cómico, centradas en lo verosímil y sujetas a la realidad. Su propuesta dramática no llegó a materializarse, pues se vio obligado a hacer concesiones para satisfacer al público.
Su originalidad reside en la creación de situaciones grotescas, ridículas o inverosímiles. Esto lo consigue por medio de ironías, diálogos vivaces, equívocos, sorpresas o mezclando lo sublime con lo vulgar.
En algunas obras como Angelina o el honor de un brigadier (1934) o Madre (el drama padre) realiza una dura crítica a la sociedad mediante el disparate más absurdo.
Enrique Jardiel Poncela.

Miguel Mihura

Empezó a escribir antes de la guerra, pero sólo estrenó con regularidad a partir de la década de los cincuenta.
Tres sombreros de copa, escrita en 1932 y estrenada veinte años después, está considerada como una de las obras maestras del teatro humorístico. Por su originalidad, supone una ruptura completa con el teatro cómico anterior.
Esta obra desarrolla el tema de la libertad alcanzada y perdida.
Ese mismo tema aparecerá en ¡Sublime decisión! (1955), Mi adorado don Juan (1956) y La bella Dorotea (1963).
A partir de la década de los cincuenta, la sátira se impone sobre el humor en obras como El caso de la señora estupenda(1953), Ninette y un señor de Murcia (1964), Maribel y la extraña familia (1959) o Melocotón en almíbar (1958).
Representación de Maribel y la extraña familia, de Miguel Mihura.

Alfonso Paso

Alfonso Paso (1926-1978) sabía que el público de la posguerra no estaba preparado para asimilar una renovación completa en el teatro, por lo que ensayó una fórmula intermedia entre el cambio y el gusto del público.
Finalmente, acabó cediendo y amoldándose a lo que el público pedía. Con ello, condenó su teatro a ser un objeto de consumo, destinado a una clase social determinada.
En sus numerosísimas obras demuestra una gran habilidad para enlazar y desenlazar la intriga, crear situaciones sorprendentes y manejar el diálogo con gracia.




El teatro social de posguerra (II). Teatro social y teatro poético

Dentro del pobre panorama teatral de la posguerra (ver t41), Antonio Buero Vallejo y Alfonso Sastre marcan dos hitos históricos en el teatro social y político de esta época. Movidos por su instinto de rebelión, muestran su disconformidad con el sistema vigente a través de sus escritos. Son dos formas diferentes de entender la protesta: política, en el caso de Sastre; social, en el de Buero Vallejo. En el extremo contrario, pero también como muestra de rechazo hacia la sociedad contemporánea, autores como Alejandro Casona y Antonio Gala llenaron sus obras de poeticidad y simbolismo.

Antonio Buero Vallejo

Cuando Buero Vallejo estrena Historia de una escalera en 1949 nace un nuevo drama que, arraigado en la realidad inmediata, va en busca de la verdad y pretende remover la conciencia española.
El tema común que liga toda su producción es la tragedia del individuo, analizada desde un punto de vista social, ético y moral.
Su obra se clasifica en:
  • Teatro simbolista: En la ardiente oscuridad, La tejedora de sueños.
  • Teatro de crítica social: analiza la sociedad con todas sus injusticias, mentiras y violencias: Historia de una escalera, Hoy es fiesta (1956), Las cartas boca abajo (1957), La fundación (1964) y El tragaluz (1967).
  • Dramas históricos: en ellos, Buero utiliza la historia como «espejo» de situaciones del presente: Un soñador para un pueblo (1960), El concierto de San Ovidio (1962) y El sueño de la razón (1970).
Antonio Buero Vallejo, fotografiado por Alfonso (1957). (Estudio Museo Alfonso).

Alfonso Sastre

Para Sastre, el teatro debía ser un instrumento de agitación y transformación de la sociedad.
Escuadra hacia la muerte (1953) supone su consagración como dramaturgo. En ella, como en El pan de todos o La mordaza, Sastre escribe un teatro con tintes existencialistas. En otras obras (El cubo de basura,Tierra roja o Muerte en el barrio) se inclina por el realismo crítico de denuncia.
Los dramas de entre 1965 y 1972 están recogidos en Teatro penúltimo. Se caracterizan por una renovación en la puesta en escena y porque la acción se desarrolla en épocas anteriores.
Debido a razones políticas, muchas de sus obras no se representaron. Las referencias directas o indirectas a la situación española le impidieron estar en cartel.

Alejandro Casona

Los rasgos poéticos y la expresión lírica están más o menos presentes en todas sus obras, que se pueden dividir en dos bloques: teatro fantástico y teatro pedagógico.
Teatro fantásticoPodemos llamar teatro fantástico a la creación de una atmósfera irreal y mágica a través del lenguaje poético, donde se analiza la relación entre realidad y fantasía, el misterio y los sueños.
El mundo de lo real y lo imaginario forma parte de La sirena varada (1933), Prohibido suicidarse en primavera (1937) y Los árboles mueren de pie (1937).
El tema de los sueños aparece en La llave del desván y Siete gritos en el mar.
También pertenecen al teatro fantástico Otra vez el diablo y La barca sin pescador.

Antonio Gala

Los temas recurrentes en la obra de Gala son la frustración y la soledad.
Gala manifiesta una simbología compleja, no tanto por su significado como por su vaguedad e inconcreción.
Su primera obra es Los campos del Edén (1963), premio Calderón de la Barca. Otras obras importantes son: El sol del hormiguero (1966), fábula político-social; Noviembre y un poco de yerba (1967), que recoge el drama de la Guerra Civil; El caracol en el espejo (1970), donde analiza el sentimiento de frustración; Los buenos días perdidos (1972); y Anillos para una dama (1973), drama histórico en el que recrea la vida de doña Jimena, una vez muerto el Cid.
Teatro pedagógico
En estas obras Casona intenta comunicar determinadas ideas de índole pedagógica. Así, Nuestra Natacha (1935) es un cántico al amor y a la comprensión como método de enseñanza para los jóvenes conflictivos. La tercera palabra (1953) trata de la educación de un hombre criado en la naturaleza.
Escenografía de Francisco Nieva para Los buenos días perdidos, de Antonio Gala. (Museo Nacional del Teatro, Almagro. Ministerio de Educación y Cultura).

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