martes, 15 de enero de 2019

EVANGELIO Y LECTURA DEL 19 DE ENERO DEL 2019


Lecturas del Sábado de la 1ª semana del Tiempo Ordinario

Primera lectura

Lectura de la carta a los Hebreos (4,12-16):

HERMANOS:
La palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo; penetra hasta el punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos; juzga los deseos e intenciones del corazón.
Nada se le oculta; todo está patente y descubierto a los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas.
Así pues, ya que tenemos un sumo sacerdote grande que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios, mantengamos firme la confesión de fe.
No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo, como nosotros, menos en el pecado.
Por eso, comparezcamos confiados ante el trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia para un auxilio oportuno.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 18.8.9.10.15

R/.
 Tus palabras, Señor, son espíritu y vida

V/. La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye a los ignorantes. R/.

V/. Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos. R/.

V/. El temor del Señor es puro
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos. R/.

V/. Que te agraden las palabras de mi boca,
y llegue a tu presencia el meditar de mi corazón,
Señor, Roca mía, Redentor mío. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Marcos (2,13-17):

EN aquel tiempo, Jesús salió de nuevo a la orilla del mar; toda la gente acudía a él y les enseñaba.
Al pasar vio a Leví, el de Alfeo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dice:
«Sígueme».
Se levantó y lo siguió.
Sucedió que, mientras estaba él sentado a la mesa en casa de Leví, muchos publicanos y pecadores se sentaban con Jesús y sus discípulos, pues eran muchos los que lo seguían.
Los escribas de los fariseos, al ver que comía con pecadores y publicanos, decían a sus discípulos:
«¿Por qué come con publicanos y pecadores?»
Jesús lo oyó y les dijo:
«No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he ven do a llamar a justos, sino a pecadores».



Comentario al Evangelio del 

Severiano Blanco, cmf
Queridos hermanos:
Hace unos días veíamos como Jesús llamaba a su seguimiento a dos parejas de hermanos: Pedro y Andrés, Santiago y Juan. No nos detuvimos en los detalles. Hoy encontramos un nuevo relato de llamada: la de un despreciable publicano. Leví tenía todas las contraindicaciones para formar parte del séquito de un profeta; era traidor a su pueblo y colaboracionista con el poder romano opresor; e incurría constantemente en impureza, al tratar con los funcionarios paganos para entregarles lo recaudado. Probablemente era también ladrón, cobrando más de lo debido a gente analfabeta e indefensa.
Pero en la llamada a ser seguidor de Jesús no cuentan méritos humanos, pues la iniciativa es solo de él. Podemos darnos cuenta de que Jesús es el sujeto de los tres primeros verbos: pasaba por el muelle, vio a Leví, le llamó. Leví no le esperaba, ni consta que desease cambiar de oficio; en esta primera parte de la escena es personaje pasivo, mero receptor de un don.
Históricamente hablando cabe suponer que el episodio fue más complicado; nadie se marcha, sin más ni más, con un desconocido; nadie aventura su futuro dejando el empleo sin garantizarse otra forma de economía para sí y para su familia… Pero los evangelistas han reducido la narración a mínimos: el creyente debe saber que, si Jesús llama, no se le ponen objeciones, no se le piden razones ni se hacen cálculos. ¡Es el Señor!
Con esta nueva incorporación, el grupo que rodea a Jesús comienza a ser cuestionable. Seguramente más de un observador se hizo las consideraciones más tarde encontraremos en un tal Simón, cuando, en su casa, Jesús se deje agasajar por una prostituta: “Si este fuese profeta, sabría…” (Lc 7,39). El mismo Jesús queda cuestionado. Y el motivo del cuestionamiento se acentuará con la segunda escena de hoy: la comida de publicanos y otros pecadores con Jesús. Nuestros traductores han dulcificado algo el episodio, indicando por su cuenta que es Leví quien prepara el banquete. Pero el texto original no dice “en casa de Leví”, sino “en casa de él”, es decir (con gran probabilidad), de Jesús. Al parecer es Jesús mismo quien, en su casa (pudiera ser la de Pedro), prepara una comida a la que convida a toda esa “chusma”.
Los restaurantes modernos nos han enseñado a comer junto a desconocidos. Pero en la cultura y época de Jesús eso era inconcebible. Compartir mesa o comedor era compartir la vida. Y, en una sociedad tan religiosa y puritana, ¿quién se atrevería a comer, en un lugar visible, con gente “indeseable”? Jesús rompe todos los moldes.
Algunas personas con prestigio religioso, escribas de tendencia farisea, piden explicaciones de conducta tan escandalosa. Y Jesús la da con gran simplicidad. Él es el médico de los enfermos; pero es sobre todo la encarnación de la bondad del Padre que recibir a sus hijos pródigos y celebra con ellos un banquete: comparte con ellos lo que es y lo que tiene. Nada tan poco cristiano como el puritanismo de quien “nunca se mancha”.

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