martes, 15 de enero de 2019

EVANGELIO Y LECTURA DEL 20 DE ENERO DEL 2019


Lecturas del Domingo 2º del Tiempo Ordinario - Ciclo C

Primera lectura

Lectura del libro de Isaías (62,1-5):

Por amor a Sión no callaré,
por amor de Jerusalén no descansaré,
hasta que rompa la aurora de su justicia,
y su salvación llamee como antorcha.
Los pueblos verán tu justicia,
y los reyes tu gloria;
te pondrán un nombre nuevo,
pronunciado por la boca del Señor.
Serás corona fúlgida en la mano del Señor
y diadema real en la palma de tu Dios.
Ya no te llamarán «Abandonada»,
ni a tu tierra «Devastada»;
a ti te llamarán «Mi predilecta»,
y a tu tierra «Desposada»,
porque el Señor te prefiere a ti,
y tu tierra tendrá un esposo.
Como un joven se desposa con una doncella,
así te desposan tus constructores.
Como se regocija el marido con su esposa,
se regocija tu Dios contigo.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 95,1-2a.2b-3.7-8a.9-10a.c

R/.
 Contad las maravillas del Señor a todas las naciones.

V/. Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre. R/.

V/. Proclamad día tras día su victoria.
Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones. R/.

V/. Familias de los pueblos, aclamad al Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor. R/.

V/. Postraos ante el Señor en el atrio sagrado,
tiemble en su presencia la tierra toda.
Decid a los pueblos: «El Señor es rey:
él gobierna a los pueblos rectamente». R/.

Segunda lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (12,4-11):

Hermanos:
Hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de actuaciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos.
Pero a cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para el bien común.
Y así uno recibe del Espíritu el hablar con sabiduría; otro, el hablar con inteligencia, según el mismo Espíritu. Hay quien, por el mismo Espíritu, recibe el don de la fe; y otro, por el mismo Espíritu, don de curar. A éste le ha concedido hacer milagros; a aquél, profetizar. A otro, distinguir los buenos y malos espíritus. A uno, la diversidad de lenguas; a otro, el don de interpretarlas.
El mismo y único Espíritu obra todo esto, repartiendo a cada uno en particular como él quiere.

Palabra de Dios

Evangelio

Evangelio según san Juan (2,1-11), del domingo, 20 de enero de 2019
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Lectura del santo evangelio según san Juan (2,1-11):

EN aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda.
Faltó el vino, y la madre de Jesús le dice:
«No tienen vino».
Jesús le dice:
«Mujer, ¿qué tengo yo que ver contigo? Todavía no ha llegado mi hora».
Su madre dice a los sirvientes:
«Haced lo que él os diga».
Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una.
Jesús les dice:
«Llenad las tinajas de agua».
Y las llenaron hasta arriba.
Entonces les dice:
«Sacad ahora y llevadlo al mayordomo».
Ellos se lo llevaron.
El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llama al esposo y le dice:
«Todo el mundo pone primero el vino bueno y, cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora».
Este fue el primero de los signos que Jesús realizó en Caná de Galilea; así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él.

Palabra de Dios


Comentario al Evangelio del 

Fernando Torres cmf

La alegría de la familia de Dios
      La celebración de una boda es uno los momentos más gozosos en las familias. Supone en la vida de la familia el comienzo de una nueva etapa. Un chico y una chica dejan sus familias para formar una nueva. No es motivo para estar tristes sino lo contrario. La familia se agranda y, lo más importante, se abre a la vida. El casamiento de uno de los hijos o hijas significa que vendrán nuevos miembros a enriquecer la vida de la familia. Al casarse uno de sus miembros, la familia entera celebra que la vida no se termina sino que se abre al futuro con esperanza. El apellido familiar seguirá vivo. La vida sigue y se recrea.
      Un matrimonio también supone una promesa de amor entre los que se esposan. Es un amor para siempre y para todo. Sin límites. Hecho de total generosidad y entrega mutua. Gratuito y sin pedir nada a cambio. Es un amor capaz de crear vida. Los demás miembros de la familia quizá han vivido más, tienen más experiencia, saben que ese amor a veces pierde fuerza, comete errores, no siempre es fiel al impulso primero. Pero la promesa de los esposos es un signo de que vale la pena seguir persiguiendo ese ideal tan difícil de conseguir. Por esto para todos los que participan en una boda, ésta es siempre una celebración de la vida y el amor. 
      No es casualidad que Jesús comience su vida pública participando en una boda y alargando sin límites la alegría de los participantes. No otra cosa puede significar la exorbitante cantidad de agua que Jesús convierte en vino. Además, según la opinión del mayordomo, es el vino mejor. La presencia de Jesús trae a la boda –la fiesta humana por excelencia, la fiesta de la vida– la presencia del vino mejor. Es la mejor bendición para la vida y el amor que celebraban aquellas familias. El vino mejor es el signo de que la vida que nos trae Jesús vence a la muerte. 
      Las bodas, la alegría, el vino mejor, todos son signos que nos hablan de que el encuentro entre Dios y la humanidad que se produce en Jesús es el encuentro con la verdadera Vida, con la que no se termina; es el encuentro que dará lugar a la familia definitiva, en la que todos nos reconoceremos como hermanos y hermanas reunidos en la mesa del padre de todos, Dios, allá donde no habrá más muerte ni tristeza. Como en las bodas, esta celebración no es más que el comienzo de una nueva familia. No es todavía más que una promesa, pero una promesa de vida en plenitud. Vivir en cristiano es vivir en esperanza y en alegría.

Para la reflexión
      ¿Vengo a misa cada domingo con la alegría de encontrarme con mis hermanos y hermanas para celebrar la vida que Dios nos da? ¿Ser cristiano es para mí motivo de gozo? ¿En qué se me nota? ¿En qué se nota en mi familia? 

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