lunes, 22 de febrero de 2016

Reyes por países - España

Reyes de Aragón

Alfonso I, al margen de muchos hechos pintorescos que adornan su biografía, fue uno de los reyes aragoneses más relevantes, especialmente en lo relativo a la consolidación y expansión del reino.
El que pasaría a la historia como Alfonso el Batallador nace cerca de Siresa en el año de 1073, hijo del monarca Sancho Ramírez y su segunda esposa Felicia de Roucy.
Estatua de Alfonso el Batallador en Zaragoza
Alfonso hereda el trono aragonés y navarro en 1104 al morir su hermanastro Pedro I sin sucesión (ya que los dos hijos de éste habían muerto también).
Es sabido que la educación de Alfonso el Batallador se desarrolla en el Monasterio de San Pedro de Siresa, en un ambiente extremadamente religioso, influido por el espíritu de cruzada, especialmente ferviente en la vecina Francia.
Esta educación va a marcar su vida cuyo eje central será la guerra contra los almorávides para expansionar su reino y el anhelo de servir a la cristiandad mediante la guerra sin cuartel contra el infiel.
En el plano político se trata de un rey de fuerte carácter, muy personalista, que toma decisiones en todos los ámbitos: militar, diplomático, religioso, etc.
También se ha especulado con su posible homosexualidad y su fuerte sentimiento misógino.
La otra circunstancia que también impregna su biografía es la de las continuas desavenencias con su esposa Doña Urraca, que sumirán a Castilla y León en una guerra civil durante casi dos décadas.
Hechos biográficos de la vida Alfonso el Batallador
Las guerras y conquistas contra los musulmanes
Alfonso, ya desde joven y siendo infante, participó en importantes misiones bélicas (como la conquista de Huesca por su padre en 1096).
Su idealista proyecto de cruzada contra los musulmanes le llevó a una continua carrera expansiva que tenía como objetivo la toma de Zaragoza y Lleida y más remotamente la salida al mar a través de Tortosa y Valencia.
Portada dels Fillols. Catedral vieja de LLeida
Para ello contó con la ventaja de la debilidad militar de los almorávides en el Valle del Ebro, muy alejados de sus bases de Córdoba.
Las continuas batallas acometidas, saldadas casi siempre con victorias, le hizo merecedor del apelativo de Batallador.
El problema que generaron, sin embargo, estas rápidas conquistas fue la necesidad de atraer repobladores, ya que el joven reino no podía abastecer tan rápidamente de hombres y mujeres que poblaran y asegurasen las nuevas plazas tomadas. Ello le obligó a no sólo a conceder fueros muy ventajosos sino a atraer francos y mozárabes de Al-Andalus.
La larga serie de conquistas
Poco después de ceñirse la corona emprende la conquista de Ejea, Tauste, Fitero, Cascante y otras poblaciones de lo que hoy es georgráficamente Las Cinco Villas de Zaragoza y Navarra.
Ejea de los Caballeros. Iglesia del Salvador
En 1118 hace su más importante conquista, la de la populosa y próspera ciudad de Zaragoza, conviertiéndola en capital del reino de Aragón. Para ello contó con la ayuda de algunos ejércitos franceses que acudieron a la llamada del papa que proclamó los beneficios de cruzada a quienes participaran en la toma de la ciudad, según un concilio celebrado en Toulouse.
Ventanal románico de la Seo de Zaragoza, conquistada por Alfonso El Batallador
Con la gran metrópoli zaragozana cae todo un extenso territorio que le permite avanzar hacia el oeste y el sur, tomando importantes ciudades como Tudela, Tarazona, Borja, Épila, Calatayud, Alhama, Ariza o Daroca, además de repoblar Soria.
Claustro de la Catedral de Tudela
La marea cristiana provocó la reacción almorávide que envió un importante ejército para contrarrestar el avance aragonés, pero fue nuevamente vencido en la importante y célebre batalla de Cutanda.
La frontera aragonesa desciende progresivamente hacia el sur, siendo reconquistadas las cuencas de los emblemáticos ríos Jalón y Jiloca rebasando el actual límite provincial de Zaragoza camino ya de Teruel (llega a asentarse en Monreal).
Morata de Jiloca
Su siguiente objetivo militar es Lleida, pero su conquista se trunca por la oposición del conde de Barcelona Ramón Berenguer III en 1123.
La expedición a Andalucía de 1125-1126
Si no fueran suficienten tantas conquistas, Alfonso decidió hacer una incursión al corazón de la Andalucía musulmana a través de Teruel y tierras levantinas y andaluzas, alcanzando Málaga y Granada, llegando a las playas de Motril, donde según cuentan metió su caballo en las aguas del Mediterráneo. La expedición se saldó con una intermitente labor de castigo y destrucción y la recogida de mozárabes para repoblar Aragón.
Su matrimonio con Doña Urraca
Al rey Alfonso VI, tras la muerte de su hijo varón Sancho en la batalla de Uclés, sólo le quedaban sus hijas Teresa y Urraca, frutos de sus relaciones con Jimena Muñiz, la primera, y del matrimonio con la reina Constanza de Borgoña, la segunda.
Doña Urraca. Estatua en el Parque del Retiro de Madrid
El rey leonés concertó la boda de Urraca con Alfonso I de Aragón para hacer frente al amenazante poder almorávide que había llegado a la Península unas décadas antes y cuyo fanatismo y arrojo guerrero ponían en peligro a la cristiandad hispana.
La boda se celebra en 1109 y en las capitulaciones matrimoniales se establece que el aragonés actuaría como rey de Castilla.
En esta decisión va a surgir uno de los grandes conflictos civiles sufridos en la España cristiana de la Edad Media.
Estatua de Alfonso el Batallador en el Alcázar de SegoviaMientras Alfonso desea ejercer, con todos los predicamentos, el control del reino castellanoleonés, numerosos nobles gallegos se revelan en favor de los derechos sucesorios de Alfonso Raimúndez, hijo de Urraca y su anterior esposo, Don Raimundo de Borgoña. El Batallador acude a Galicia y vence a la nobleza gallega en el castillo de Monterroso.
A este primer conflicto se suman las continuas desavenencias políticas y personales entre ambos cónyuges, por su difícil carácter, lo que provoca una incesante suerte de conflictos bélicos entre los bandos de seguidores de Urraca y su hijo y los ejércitos del Batallador.
Esta guerra civil, salpicada de traiciones y cambios de bando de numerosos personajes relevantes de la época, se asemeja a un relato literario de ficción o de aventuras por los hechos tan rocambolescos que acontecen en un breve lapso de tiempo.
Para conocer más detalles de estos acontecimientos, visite la página dedicada a:
Este sangriento conflicto entre cónyuges, reyes y reinos se ve interrumpido por breves lapsos de paz, acuerdos y reconciliaciones que rápidamente vuelven a dejar paso a los enfrentamientos.
Algunos miembros de la Iglesia partidarios de Alfonso Raimúndez (el que luego será Alfonso VII) presionan al Papa para anular este matrimonio so pretexto de su consanguinidad por ser los dos biznietos de Sancho el Mayor.
La anulación papal se hace efectiva en 1110, que llegó a excomulgar a los monarcas por no cumplir con la separación en un primer momento.
En 1114, convencido de que la unificación por vía matrimonial del reino de Castilla y León con el de Aragón no sería viable, dada las diferencias con su esposa y la predilección castellanoleonesa por su hijastro Alfonso Raimúndez, decide repudiar a Urraca y centrarse más en su afán conquistador contra los musulmanes, aunque sin abandonar completamente su pugna por Castilla.
Estatua de Alfonso I el Batallador
En los años sucesivos firma dos tratados de paz con su exesposa, hasta que los interminables conflictos con Castilla terminarán definitivamente entre 1126 y 1127, con la Paz de Tamara.
En 1126, de nuevo, los ejércitos aragoneses de Alfonso el Batallador están a punto de enfrentarse a los de Alfonso VII, que recién muerta su madre Urraca ha sido proclamado rey. La batalla, que iba a celebrarse en tierras palentinas, no llega a iniciarse gracias a la intervención de las autoridades eclesiásticas de ambos reinos que exigen no derramar más sangre cristiana en este conflicto civil y poner todas las energías en la conquista de la España mora.
Fruto de este acuerdo se firmarán las Paces o Pacto de Tamara (Tamara de Campos) en 1127. En él, Alfonso I El Batallador renuncia al empleo del título de emperador, que llevaba adjudicándose desde su boda con Urraca.
Además, Aragón cede los territorios castellanoleoneses todavía en manos del Batallador como consecuencia de las guerras del siglo XII.
Capitel absidal. Iglesia de Castil de Lences (La Bureba)
Por su parte, León y Castilla devuelven a Aragón los territorios conquistados a partir de las batalla de Atapuerca (1054) y la muerte de Sancho el de Peñalén en 1076, lo que supone la entrega de Vizcaya, Alava, Guipúzcoa, Soria, San Esteban de Gormaz, parte de la provincia de Burgos (Belorado y La Bureba, hasta cerca de Burgos) y La Rioja.
El problema sucesorio
Alfonso sólo estuvo casado con Urraca pero no tuvo descendencia. Así, en 1131, siguiendo su modo de pensar en términos piadosos y de cruzada, redacta un peculiar y extraño testamento repartiendo su reino entre las órdenes militares del Temple, Santo Sepulcro y San Juan del Hospital.
Como rey guerrero, su muerte no pudo sobrevenir de otra manera que no fuera por las armas. Efectivamente, Alfonso fallece consecuencia de las heridas sufridas en el asedio a Fraga en el año 1134.
Retrato de Ramiro II de Aragón, apodado el Monje
Los nobles consideran irrealizable el testamento, pues las órdenes militares aludidas no pueden acometer el gobierno, por lo que no reconocen los deseos del monarca fallecido y el reino se vuelve a fragmentar, después de medio siglo, en Aragón y Navarra. Aragón pasa a manos de Don Ramiro el Monje, hermano del fallecido, que reinará como Ramiro II. Navarra, por su parte, es entregada a García Ramírez "El Restaurador".
Contexto Artístico durante el reinado de Alfonso I el Batallador
Los años del reinado de Alfonso el Batallador son la continuidad de las gloriosas décadas finales del siglo XI donde en Aragón se construye ya en un románico pleno de gran perfección arquitectónica y escultórica.
Interior de la catedral de Jaca
Por su parte, la participación de Alfonso I en la política castellanoleonesa va a servir para que el románico aragonés penetre hacia Castilla, como queda patente en Segovia, ciudad preferida por Alfonso, donde en la iglesia de San Millán se reproduce la planta de la catedral de Jaca (a escala menor) o en numerosos detalles arquitectónicos y ornamentales de muchas de las iglesias de la provincia.
Ábside central de San Millán. Segovia
En tierras sorianas, esta influencia se deja notar en otros tantos lugares, pero es especialmente notable en ciudad de Ágreda.
En cualquier caso y al margen de este periodo de inestable unión de los dos reinos, las influencias mutuas entre el románico castellano, navarro y aragonés van a ser intensas durante todo el periodo románico (hasta comienzos del siglo XIII), donde la itinerancia de talleres va a ser muy frecuente y las fronteras entre reinos, muy permeable.


Sucedió a su hermano por haber fallecido aquel sin sucesión. En 1109 se casó con Doña Urraca, hija única y heredera de Alfonso VI de Castilla y de Constanza de Borgoña, de suerte que el Batallador tuvo en sus manos los dos reinos de Aragón y Castilla, pero la discordia que no tardó en estallar entre los consortes, fue origen entre aragoneses y castellanos de continuos combates que duraron hasta la muerte de Doña Urraca, acaecida en el año 1126. Alfonso vencio a los musulmanes en más de cien batallas o combates, les tomó sucesivamente Tudela, Zaragoza (1118), en donde establecio corte, Calatayud (1120), Bubierca, Alhama, Ariza y Daroca, despues de la batalla de Cutanda.
En el año 1125 emprendió con éxito una atrevida espedición a Andalucia: llego hasta Motril. Volvio a sus tierras habiendo batido a todos los reyezuelos que se oponian a su marcha, y llevó consigo al reino de Aragón, donde se establecieron más de diez mil mozárabes.
Esto sucedió en el año de 1126, el mismo en que falleció Doña Urraca y en que fue proclamado rey de Castilla su hijo con el nombre de Alfonso VII. El Batallador quiso hacer prevalecer sus pretendidos derechos sobre Castilla, y al efecto se adelantó hasta Palencia, donde encontró el ejercito de su hijo político; pero la batalla no se dió por la intervención de los prelados de los dos reinos. La tregua que entonces se concerto (1127) se convirtio en paz definitiva dos años despues (1129), y desde entonces el Batallador no entro más en Castilla. Se apoderó de Bayona, en Francia, en el año 1131, y en el 1133 del castillo de Mequinenza, situado en las confluencias de los rios Segre y Ebro. El año siguiente sitió Fraga, y pereció en una gran batalla que se dio al pie de los muros de esta plaza.
Viendose sin hijos, Alfonso I había hecho en el año 1131, estando delante de Bayona, un testamento, que ratificó dos años despues en Sariñena, en el cual declaró herederos y sucesores de todos sus reinos y señorios, por partes iguales, al Santo Sepulcro y a los caballeros del Temple, y a los hospitalarios de Jerusalen. Pero esta disposición quedó sin efecto. Muerto él, volvieron a separarse las coronas de Navarra y Aragón, reunidas por espacio de cincuenta años. Los navarros eligieron por rey a don García Ramírez, hijo del infante Don Ramiro, que casó con la hija del Cid, y los aragoneses a Don Ramiro, hermano de Alfonso I y monje en el monasterio de Saint Pons de Thomieres, cerca de Narbona.
Alfonso I, tras la conquista de Zaragoza, fundó en 1122 la Militia Caesaragustana, la primera Orden Militar de España, que obtuvo los beneficios de cruzada permanente.
Firma o Signun regis
Firma de Alfonso I
Éste será el signo que usará Alfonso Sánchez, el Batallador.

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