lunes, 7 de marzo de 2016

HISTORIA UNIVERSAL

DIOCLECIANOSIGUIENTE
Los logros del emperador Claudio II en pro de la reunificación del Imperio Romano se vieron amenazados con su muerte. En ese mismo año, el 270, un senador del Imperio Romano de las Galias llamadoCayo Pío Esuvio Tétrico fue reconocido en Burdeos como sucesor de Victorino y gobernó sobre la Galia. Se ganó la fama de buen gobernante. En el Este los ejércitos de Zenobia dominaban la mayor parte de Asia Menor. Por su parte, los germanos pensaron que con la muerte de Claudio II el Imperio volvería a ser una presa fácil y aumentaron sus incursiones por el norte. Sin embargo, el ejército romano eligió un digno sucesor de Claudio II. Se trataba del jefe de su caballería, Lucio Domicio Aureliano, natural también de Iliria, como su antecesor. Había participado en la campaña contra los godos del año anterior. Era poco instruido, pero inteligente, y tenía fama de valentía y serenidad. Desde el mismo momento que se puso a la cabeza del Imperio se dedicó a combatir a los germanos trasladándose constantemente de una frontera a otra.
Mientras tanto Zenobia marchaba sobre Egipto, que no opuso ninguna resistencia a su ejército. Ahora dominaba un tercio del Imperio Romano y, desde esta posición, en 271, se proclamó a sí misma Emperatriz con su hijo Vaballath como coemperador. La capital del Imperio estaba, naturalmente, en Palmira, y en la corte de Zenobia fueron acogidos poetas y filósofos. También protegió a los cristianos perseguidos.
Aureliano derrotó en Italia a los jutungos (un pueblo alamán). Mandó construir una muralla alrededor de Roma, que no tenía murallas desde hacía cinco siglos, una muestra clara de cómo habían cambiado los tiempos. La muralla de Aureliano tenía más de dieciocho kilómetros de perímetro, cuatro metros de anchura y una altura variable entre diez y veinte metros. Tras derrotar nuevamente a los alamanes en el Danubio en 272, Aureliano se dirigió a Palmira. Las tropas de Zenobia tuvieron que evacuar Egipto inmediatamente para concentrarse en la capital. Se produjo un enfrentamiento en Emesa en el que murió Vaballath y Zenobia fue hecha prisionera.
Ese mismo año murió el rey persa Sapor I y fue sucedido por su hijo mayor Ormuzd I. (Ormuzd era el nombre que los persas daban en la época al dios Ahura Mazda). Otro de sus hijos, llamado Mihrah, se convirtió en rey de la parte más oriental del Imperio, la actual Georgia.  Sin embargo, Ormuzd I no reinó más de un año. En 273 el Imperio Persa sufrió conmociones con una importante componente religiosa. El trono pasó a manos de Bahram I, hermano de Ormuzd I, quien, en colaboración con el "mago de los magos" Kirdir (es decir, el sumo sacerdote mazdeísta), desencadenó una persecución contra Mani y sus seguidores para preservar el mazdeísmo ortodoxo.
Cuando los ejércitos de Zenobia abandonaron Egipto, un hombre adinerado llamado Firmo se había hecho proclamar emperador en Alejandría. Tras la toma de Palmira, Aureliano se dirigió a Egipto, entró en Alejandría y crucificó a Firmo. Los enfrentamientos que tuvieron lugar destruyeron el museo de Alejandría, pero la biblioteca resultó indemne.
Aureliano había dejado una guarnición en Palmira, pero sus habitantes se rebelaron y mataron a los soldados. El emperador regresó inmediatamente y arrasó completamente la ciudad, la cual nunca volvió a recuperarse. Ahora Aureliano dominaba todo el Imperio Romano a excepción de la Galia. Antes de que acabara el año marchó contra Tétrico, que debió de comprender que una Galia independiente era sólo un blanco fácil para los germanos, así que se dejó derrotar y Aureliano le reconoció su dignidad senatorial.
En 274 Aureliano celebró un magnífico triunfo en Roma, donde fue aclamado como Restitutor Orbis (Restaurador del Mundo), pues había reunificado el Imperio. Zenobia fue presentada en cadenas. Aureliano instauró una versión del mitraísmo como religión estatal: se colocó bajo la protección del Sol Inuictus (el Sol invencible), dios destinado a dominar y conciliar todos los cultos paganos. Se hizo llamar dios, hecho sin más precedentes que algunos casos aberrantes como el de Calígula. Difundió la teoría según la cual el emperador ocupaba en la Tierra el mismo lugar que el Sol en los cielos. Se presentaba en las ceremonias revestido de oro y pedrería, coronado con una diadema (el signo de la monarquía en Oriente). Es probable que esto no fueran delirios de grandeza, sino más bien una estrategia para reafirmar el prestigio y la autoridad del emperador, que a lo largo del siglo se había reducido prácticamente a la nada. Estas medidas psicológicas fueron acompañadas de otras más tangibles: reorganizó administrativamente Italia, equiparándola ya por completo a cualquier otra provincia, nombró gobernadores de confianza pertenecientes a la clase ecuestre, en lugar de a la senatorial. Naturalmente, estas medidas le valieron la hostilidad del Senado. Como compensación, Aureliano trató de ganarse al pueblo de Roma mediante tres distribuciones gratuitas de alimentos. Éstas fueron posibles porque la reconquista de las provincias le permitió sanear la economía romana.
Mientras tanto Mani fue arrestado y poco después ejecutado. Sin embargo, esto no acabó con su doctrina. Sus seguidores la conservaron a pesar de las persecuciones de que fueron objeto, convirtiéndose en el equivalente persa a los cristianos en el Imperio Romano. Arraigó especialmente en Mesopotamia, tal vez como reacción de una parte de la población nativa al yugo persa.
En 275 Aureliano renunció a defender la Dacia. Todos los colonos romanos fueron trasladados y asentados al sur del Danubio, con lo que la provincia fue definitivamente abandonada por Roma siglo y medio después de que Trajano la conquistara.
Para coronar sus éxitos militares, Aureliano se disponía a enfrentarse a Persia, pero fue asesinado en Tracia a consecuencia de las intrigas de uno de sus secretarios, que había sido acusado de prevaricación. Cuando la noticia llegó a Roma los militares no tenían ningún candidato claro al que aclamar como emperador, así que acabaron pidiendo a un anciano y reputado senador que eligiera un sucesor para Aureliano. Se trataba de Marco Claudio Tácito. Cuando el Senado comprendió que contaba con el apoyo de los soldados, decidió nombrarlo a él mismo emperador, aun en contra de su voluntad, en un intento de recuperar el poder.
En 276 los godos invadieron Asia Menor y Tácito tuvo que marchar contra ellos. Allí obtuvo algunas victorias, pero murió tras medio año de reinado. Se dijo que lo mataron sus propios soldados, aunque es probable que muriera de causa natural. Inmediatamente, los soldados eligieron emperador a Marco Aurelio Probo, el general en jefe de las legiones orientales, que continuó venciendo a los godos.
El rey persa Bahram I murió y fue sucedido por su hijo Bahram II. Bajo su reinado desaparecieron los últimos restos de helenismo en Persia.
El emperador Probo afrontó con éxito todas las invasiones bárbaras que amenazaban al Imperio: luchó contra los godos, los vándalos, los francos, y también contra los burgundios, un pueblo de origen escandinavo que había pasado a Germania y ahora realizaba incursiones por la Galia. Sin embargo, pactó con algunos grupos permitiéndoles que se asentaran en territorios fronterizos del Imperio, a cambio de que los defendieran de otros invasores.
En 280 el reino chino de Wei conquistó el reino de Wu, con lo que todo el territorio chino volvía a estar bajo un único gobernante, el emperador Sima Yan. La conquista fue posible gracias a que los numerosos príncipes del clan Sima habían formado sus propios ejércitos. El emperador trató ahora de limitar el poder de los señores y reconvertir sus soldados en campesinos, pero fracasó en su intento, pues los príncipes no cedieron tierras. Los soldados, en vista de que el estado no les proporcionaba las tierras prometidas, decidieron cobrarse sus servicios vendiendo armas a los pueblos fronterizos, muchos de los cuales estaban dispuestos a acoger a los chinos como colonos. Con ello aumentó el poder de los bárbaros del norte.
En 281 la parte oriental del Imperio Romano estaba relativamente en calma, así que Probo dispuso que algunos legionarios se encargaran de limpiar los canales de los que dependía la agricultura egipcia. Indudablemente era una tarea necesaria y provechosa, pero los soldados la consideraron indigna y asesinaron al emperador. Fue reemplazado por Marco Aurelio Caro, que, al igual que Probo, era de origen ilirio y había luchado bajo el mando de Aureliano. Fue el primer emperador romano que prescindió del reconocimiento del Senado. Hasta entonces, todos los emperadores habían recibido sus poderes y atribuciones del Senado, por más que se tratara en la mayoría de los casos de un mero protocolo intrascendente. Sin embargo, Caro ya no se molestó en pasar por él. Castigó a los asesinos de Probo, pero no volvió a emplear a los legionarios en labores pacíficas. En su lugar dejó la política interior en manos de sus hijos Marco Aurelio Numeriano y Marco Aurelio Carino (a los que nombró Césares, esto es, herederos) y emprendió una campaña contra Persia. En 282 tomó Armenia y Mesopotamia y avanzó sobre Ctesifonte, pero entonces lo asesinaron sus soldados.
Según lo previsto, el nuevo emperador fue Numeriano, que asumió el cargo en 283, pero su cuñado Aper, que era jefe de la guardia pretoriana, lo asesinó en 284 tratando de hacerse con el poder. Sin embargo, la conjuración no tuvo éxito, ya que los soldados aclamaron emperador al jefe de la Guardia de Corps Imperial, que era un oficial de unos cuarenta años, nacido en Iliria, llamado Diocles. Tras su elección cambió su nombre como si hubiera sido adoptado por Caro, con lo que pasó a ser Cayo Aurelio Valerio Diocleciano.
La primera medida de Diocleciano fue formar un juicio sumarísimo contra Aper y después ejecutar él mismo la condena a muerte. Diocleciano lograría poner fin a la ya tradicional costumbre por la que los soldados asesinaban al emperador a la mínima ocasión, y esta condena ejemplar fue su primer paso en esa dirección. Carino se consideró heredero legítimo del Imperio y se enfrentó a Diocleciano con el apoyo de una parte del ejército. Logró derrotarlo en 285, pero sus propios soldados decidieron que preferían a Diocleciano, así que lo asesinaron.
Por esta época en Egipto surgió una nueva rama del pensamiento cristiano. Un joven Egipcio llamado Antonio había decidido cinco años antes llevar una vida ascética, pero ahora llegó a la conclusión de que la única forma de lograrlo era retirarse al desierto. Tenía veinticinco años y se convirtió en el primer monje (que en griego significa "solitario"). Su fama de santo y piadoso fue tanta que cada año acudían al desierto egipcio varios cristianos que querían seguir su ejemplo, y así, poco a poco se formaron ermitas solitarias en las que los ermitaños llevaban una vida austera.
Diocleciano llevó a cabo importantes reformas políticas y administrativas. Llegó a la conclusión de que la amenaza bárbara era demasiado grave como para que un único emperador tuviera que supervisar la situación en todas las fronteras. Por ello adoptó y nombró César a Marco Aurelio Valerio Maximiano, a quien confió el gobierno de la parte occidental del Imperio, mientras que él se ocuparía de la parte oriental. La línea divisoria entre ambas partes era una recta que corría de norte a sur y pasaba por el estrecho que separa Italia de Grecia. A partir de este momento es costumbre hablar de un Imperio Romano de Occidente y un Imperio Romano de Oriente, si bien se trataba meramente de una división administrativa. El Imperio de Occidente era algo más extenso, contenía a Roma y era de habla latina. El de Occidente, en cambio, era de habla griega.
Podría parecer extraño que Diocleciano se hubiera reservado la mitad oriental, pero el Imperio oriental era más rico y estaba más amenazado que el Imperio occidental. Fijó su residencia en Nicomedia, en Asia Menor, que se convirtió en la auténtica capital del Imperio. Roma había perdido su importancia hasta tal punto que Maximiano tampoco residió en ella. Por el contrario, fijó su capital en Mediolanum (la actual Milán), lo que también era sensato, pues estaba más cerca del Rin y el Danubio superior. El Senado seguía reuniéndose en Roma, pero ya no tenía ningún poder real.
Diocleciano llevó al máximo grado lo que en sus predecesores había sido una tendencia: adoptó toda la pompa, la magnificencia y el protocolo propio de las monarquías orientales. Los hombres sólo podían acercársele cuando eran invitados a ello, y sólo con grandes reverencias. Se adoptaron diversos rituales para que la figura del emperador despertara reverencia, temor y admiración.
Maximiano era un buen general, pero, al contrario que Diocleciano, no era especialmente brillante. Probablemente Diocleciano esperaba de él que cumpliera sus órdenes con eficiencia pero sin ánimo ni capacidad para intrigar contra él. En su primer año de gobierno mostró su capacidad sometiendo definitivamente a los bagaudas. Diocleciado debió sentirse complacido, pues en 286 le concedió el título de Augusto, lo que lo convertía en coemperador teóricamente igual al propio Diocleciano.
Los francos se habían lanzado al mar y hacían incursiones en Britania. Maximiano construyó una flota y se la confió a Aurelio Valerio Carausio para que combatiera a los piratas francos, pero pronto fue acusado de tolerarlos para enriquecerse y se le condenó a muerte. Carausio se rebeló y logró que las tropas de Britania lo proclamaran emperador. Maximiano construyó otra flota para combatir la de Carausio, pero se perdió en una tormenta, mientras Carausio dominaba las costas atlánticas del Imperio.
Mientras tanto Diocleciano fortalecía el Imperio de Oriente. Reconstruyó las murallas de Bizancio y llegó a un acuerdo de paz con el rey persa Bahram II, en virtud del cual una parte de Mesopotamia quedaba en manos del Imperio de Oriente.
En 287 Armenia fue tomada a los persas por el rey Tirídates II, que contaba con el apoyo de Roma (se había educado precisamente en Roma). Armenia volvía a ser así un protectorado romano.
En 290 murió el emperador chino Sima Yan, lo que desató las fricciones entre los nobles. El nuevo emperador, Hui, era débil y no pudo evitar que las disputas fueran en aumento.
En 293 murió el rey persa Bahram II y fue sucedido por su primo Bahram III, hijo de Ormuzd I, pero sólo reinó unos meses, tras los cuales le arrebató el trono su tío Narsés, hijo de Sapor I.
Ese mismo año Diocleciano decidió que dos coemperadores no eran suficientes para gobernar eficientemente el Imperio, por lo que implantó un sistema más elaborado. Estableció que él y Maximiano, ambos con el título de Augusto, elegirían sendos sucesores, con el título de César. Éstos serían una especie de ayudantes cuya autoridad sólo estaría supeditada a la de los coemperadores y que, con el tiempo, se convertirían en los siguientes coemperadores, momento en el cual deberían elegir dos nuevos césares. El nuevo sistema de gobierno fue conocido como la tetrarquía.
Diocleciano escogió como César a Cayo Galerio Valerio Maximiano, que se casó con la hija del emperador. Maximiano también dio la mano de su hija a su César, que fue Marco Flavio Valerio Constancio, si bien era más conocido como Constancio Cloro (el pálido). Constancio no tardó en derrotar a Carausio en Britania, que terminó asesinado por Alecto, uno de sus lugartenientes.
Las persecuciones contra los cristianos realizadas a lo largo del siglo habían llevado a muchos de ellos a exiliarse en Persia, donde en los últimos años sufrieron también persecuciones, ahora por parte del Mazdeísmo. Una buena parte de estos perseguidos prosperó en Armenia, y una muestra de ello fue que en  294 el rey Tirídates II, se convirtió al cristianismo y pasó a ser el primer gobernante cristiano de la historia.
En 295 un general llamado Aquileo se proclamó emperador en Egipto. Diocleciano partió inmediatamente hacia Egipto, asedió Alejandría durante ocho meses, la tomó y ejecutó al rebelde.
En 296 Constancio Cloro derrotó a Alecto y se hizo con el control de Britania. Mientras tanto Narsés ocupó una porción de Armenia y Diocleciano envió a Galerio, que se puso al frente del ejército romano de Mesopotamia y en 297 se enfrentó a los persas en Carras, la ciudad donde Craso fue derrotado por los partos. Galerio sufrió un revés y tuvo que retirarse, pero Diocleciano confiaba en él y lo envió a una nueva campaña en Armenia. Dicha confianza resultó justificada, pues no sólo derrotó a Narsés y lo expulsó de Armenia, sino que casi destroza por completo el ejército persa. Entre los prisioneros se encontró a la mujer y los hijos del propio Narsés, lo que permitió a Galerio negociar una paz muy ventajosa. Aparte del aprecio que Narsés pudiera sentir por su familia, lo cierto es que el deshonor que le hubiera supuesto perderla ante el enemigo le habría costado el trono sin lugar a dudas. Así pues, a cambio de su devolución, Narsés renunció a toda pretensión persa sobre Armenia, donde el rey Tirídates II fue reafirmado en su trono, y además cedió extensos territorios de Mesopotamia. Se firmó así una paz entre Persia y Roma que duró más de cuarenta años.
Las persecuciones contra los seguidores de Mani en Persia hicieron que algunos de ellos pasaran al Imperio Romano, hasta formar una minoría suficientemente notoria como para preocupar a Diocleciano. Fueron llamados maniqueos, y ante el temor de que se convirtieran en una quinta columna persa, el emperador prohibió y persiguió el maniqueísmo, que no obstante sobrevivió precariamente como lo había hecho el cristianismo tras las numerosas persecuciones que había sufrido hasta entonces.
Tras los primeros años de funcionamiento de la tetrarquía, los cuatro gobernantes acabaron repartiéndose los territorios. El Imperio quedó dividido en cuatro prefecturas. Constancio Cloro quedó al mando de la formada por los territorios al noroeste de Italia, esencialmente la Galia y Britania; Maximiano retuvo Italia, Hispania y África; Diocleciano se ocupó de Asia y Egipto, mientras que Galerio gobernó las provincias europeas al este de Italia. Cada prefectura estaba dividida en varias diócesis, gobernadas por vicarios, palabra que significa "suplente" (del prefecto, el emperador o el César correspondiente). A su vez, cada diócesis se dividía en pequeñas provincias, suficientemente pequeñas como para que un gobernador las administrase cómodamente. Se estableció un complejo servicio secreto por el que los prefectos controlaban a todos los funcionarios. Esto en cuanto a la administración civil. La administración militar era paralela: cada provincia contaba con una guarnición a las órdenes de oficiales llamadosduces (líderes). Además estaban los ejércitos sedentarios que custodiaban las fronteras y otras fuerzas móviles de apoyo o de reserva, dirigidas por comites (acompañantes). Diocleciano revisó la legislación, hizo redactar nuevos códigos de leyes de carácter conservador y humanitario. Como la compleja administración requería una buena financiación, organizó un sistema racional de impuestos directos y puso en circulación nuevas monedas.
Por esta época en Arabia se habían formado varios reinos: Gasan, Hira, Hiyaz, Kinda ... , pero se tiene muy poca información sobre ellos.
En América se inicia el periodo clásico de la cultura maya. El territorio maya estaba formado por ciudades-estado independientes con costumbres variadas entre las que fueron difundiéndose lentamente conocimientos, técnicas artísticas, creencias y costumbres. Al parecer también guerrearon entre sí con relativa frecuencia. En la zona de Veracruz se empezó a formar una confederación de ciudadestotonacas, entre las que destaca El Tajín.



CONSTANTINOSIGUIENTE
Al inicio del siglo IV, Diocleciano había reconstruido definitivamente el Imperio Romano, al menos desde un punto de vista político, pero la situación económica era muy diferente a la que precedió a los años de anarquía. La recuperación había exigido fijar altos impuestos, muchos de los cuales sólo podían ser pagados en especie por unos campesinos y artesanos al borde de la ruina. Grandes masas de población se vieron obligadas a ofrecerse como siervos de grandes señores terratenientes. Ante el gran número de artesanos y agricultores que abandonaban sus trabajos, se promulgaron leyes que les obligaban a continuar en ellos. Los siervos tenían prohibido abandonar las tierras sin la autorización de su señor, a los artesanos se les prohibía ingresar en el ejército como medio de mejorar sus ingresos. El ejército se nutrió cada vez más de bárbaros contratados.
El budismo estaba penetrando en el reino de Shampa. De esta época datan inscripciones en sánscrito de soberanos con nombres hindúes.
En 301 Diocleciano trató de aliviar la situación con un edicto en el que fijaba precios máximos y salarios mínimos. Trató de establecer severas medidas contra los señores que incumplieran el edicto y se aprovecharan de sus siervos, pero el intento fracasó. El resultado fue que la población perdió todo sentimiento de lealtad hacia el gobierno. A la gente le daba igual ser esquilmado por bárbaros que llegaban en una correría o por funcionarios enviados por el gobernador.
Las penurias aumentaron la popularidad del cristianismo, que se había expandido notablemente en los últimos años, no sólo entre las clases humildes, sino que ahora era posible encontrar cristianos en altos cargos, e incluso en el ejército. Más aún, los prisioneros romanos empezaban a difundir su religión entre los bárbaros. A éstos hay que añadir a los que en épocas de persecución se refugiaron en otros estados, como en Persia y, sobre todo, en Armenia. Este mismo año, el rey Tirídates III convirtió al cristianismo en la religión oficial de Armenia.
En 302 murió el rey persa Narsés y fue sucedido por su hijo Ormuzd II. No se sabe mucho de su reinado, pero parece ser que trató de enfrentarse a la aristocracia terrateniente persa. Por esta época el Imperio Persa tenía que hacer frente a incursiones provenientes de Arabia, donde las antiguas tribus nómadas se habían organizado finalmente en varios reinos.
Volviendo a Roma y al cristianismo, las iglesias cristianas estaban cada vez mejor organizadas y jerarquizadas. Las incesantes desgracias convencían cada vez a más gente de que el fin del mundo estaba cerca y que Jesucristo no tardaría en volver para juzgar a vivos y muertos. Esto aumentó la autoridad de la Iglesia sobre el pueblo y no tardó en despertar temores en las autoridades. Además los cristianos se reafirmaron en su negativa a aceptar las pretensiones divinas de los emperadores, uno de los pilares de la recuperación política. Por ello, en 303 Galerio instó a Diocleciano a que iniciara una persecución contra los cristianos. Así sucedió. Fue tal vez la persecución más cruenta a la que los cristianos tuvieron que hacer frente. Los cristianos fueron expulsados del ejército y de todos sus cargos, se confiscaron y quemaron libros sagrados, las iglesias fueron destruidas y, en general, cuando una muchedumbre pagana se rebelaba, todo se resolvía matando a algunos cristianos que, por supuesto, habían tenido la culpa de todo. En 304 murió en el martirio san Marcelino, obispo de Roma, y el cargo quedó vacante por tres años.
De esta época datan las primeras representaciones cristianas de Jesucristo en la cruz. Esto refleja una evolución del pensamiento cristiano. Aunque la idea de que Jesucristo había muerto para redimir a los hombres es original de san Pablo, lo cierto es que durante los primeros siglos los cristianos no la habían asimilado, y para ellos la crucifixión era objeto de vergüenza. Las alusiones a la crucifixión se hacían mediante cruces simbólicas, que eran parte del complicado sistema de símbolos esotéricos de que se valían para ocultar su doctrina y pasar desapercibidos. Ahora, en cambio, los cristianos veían la muerte de Jesucristo como un heroico sacrificio voluntario digno de admiración. La representación de Jesucristo en la cruz provocaba admiración y devoción en lugar de vergüenza. Representaba un modelo a seguir: quien moría por Jesucristo en defensa de su fe alcanzaba indudablemente la salvación. Tanto fue así que la cruz se convirtió en el símbolo por excelencia del cristianismo para desconcierto de los paganos, pues la imagen que esto les debía de causar era similar a la que hoy causaría una secta religiosa cuyo emblema fuera una horca o una silla eléctrica.
También hay que advertir que Constancio Cloro no aprobó la persecución contra los cristianos, y en sus territorios no tuvo efecto, si bien él no era cristiano, sino mitraísta.
Finalmente Diocleciano decidió visitar Roma. Estaba previsto que él y Maximiano fueran aclamados en un triunfo, pero la ceremonia no resultó muy lucida. Desde la distancia, Diocleciano había intentado mostrar respeto hacia Roma, había ordenado la construcción de baños, una biblioteca, un museo y otros edificios, pero los romanos no le perdonaron que hubiera trasladado la capital a Nicomedia. El emperador fue objeto de burlas y sarcasmos. Al cabo de un mes abandonó la ciudad sumamente contrariado. Parece ser que el incidente le deprimió y poco después de su regreso a Nicomedia cayó enfermo.
En 305 Galerio convenció a Diocleciano para que abdicara. Tenía ya más de sesenta años y estaba cansado del gobierno. Por el contrario, Galerio estaba ansioso por ocupar su lugar. Diocleciano aceptó, pero tenía sus ideas de cómo tenía que producirse la abdicación. Obligó a abdicar también al coemperador Maximiano para que los dos césares, Galerio y Constancio, se convirtieran simultáneamente en Augustos. A su vez éstos tenían que nombrar dos nuevos césares.
Maximiano abdicó de mala gana, y Diocleciano se retiró a un gran palacio que se había construido en la ciudad Iliria de Salona, cerca de la aldea donde había nacido. Galerio, convertido en emperador, consideró que le correspondía el mismo papel preponderante sobre su colega Constancio que Diocleciano había tenido sobre Maximiano, así que decidió nombrar él mismo tanto su César como el de Constancio, sin consultar su decisión con éste último. Para sí eligió a uno de sus sobrinos, Galerio Valerio Maximino Daya, mientras que para Constancio eligió a uno de sus oficiales, Flavio Valerio Severo. Esto causó la indignación del hijo de Maximiano, que se llamaba Marco Aurelio Valerio Majencio y se consideraba con derecho a heredar la autoridad de su padre. Constancio también tenía sus objeciones, pues quería como César a su hijo Cayo Flavio Valerio Aurelio Claudio Constantino.
El primero en actuar fue Majencio, que se hizo proclamar emperador en Roma y llamó a su padre Maximiano, que no dudó en secundar sus planes. Galerio envió a Italia a Severo, pero fue derrotado y muerto por las tropas de Majencio, que conservó el dominio de Italia.
Mientras sucedía todo esto, Constancio estaba ocupado en una campaña contra las tribus del norte de Britania, mientras que su hijo Constantino estaba retenido en Nicomedia por Galerio para garantizar el buen comportamiento de su padre. Sin embargo, Constancio murió en 306 antes de haber podido acabar su campaña, y Constantino logró escapar, se dirigió a Britania a toda prisa y allí las legiones de su padre lo aclamaron emperador.
La debilidad del emperador chino frente a las intrigas de los nobles habían sumido al país en una guerra civil que se había prolongado durante los seis últimos años y que ahora se zanjaba con el ascenso al trono del nuevo monarca Xi Jin.
En 307 Constantino se casó con una hija de Maximiano, que lo reconoció como coemperador. Galerio se vio así enfrentado a una alianza entre Maximiano, Majencio y Constantino. Trató de penetrar en Italia, pero fue rechazado.
En 308 un jefe de los hunos meridionales que se habían infiltrado en el norte de China se proclamó emperador. El emperador chino Xi Jin no pudo hacer gran cosa, pues China aún no se había recuperado de las guerras civiles.
En 309 murió el rey Persa Ormuzd II. Parece ser que no supo tratar a la nobleza persa y fue víctima de una conjura. El hijo que debía sucederle en el trono fue asesinado, otro fue cegado y otro encarcelado. Con esto la dinastía sasánida estaba al borde de la desaparición, pero la nobleza comprendió que no era conveniente instalar en el trono a un usurpador, pues los sasánidas habían logrado el favor del pueblo. La mujer de Ormuzd II estaba embarazada y se acordó que el niño aún no nacido sería el nuevo rey. Hasta se cuenta que se celebró una "coronación" en la que se puso la diadema sobre el vientre de la reina y los nobles se arrodillaron prestando juramento al rey.
Afortunadamente para los nobles, la criatura resultó ser un varón, que nació ya convertido en Sapor II. Los nobles gobernaron el Imperio de forma bastante desordenada, buscando cada cual sus propios intereses. Durante la minoría de edad del rey los árabes no tuvieron dificultades en traspasar las fronteras y saquear las ciudades persas. Asolaron Mesopotamia, incluyendo la capital, Ctesifonte.
En 310 Galerio, incapaz de controlar a sus emperadores rivales, decidió pedir ayuda a Diocleciano, que tomó de nuevo las riendas del poder en la parte oriental del Imperio. Destituyó nuevamente a Maximiano y nombró emperadores de Occidente a Valerio Liciniano Licinio y a Constantino. Esto puso a Constantino de su parte, que no tardó en traicionar a Maximiano. Se enfrentó a él, lo derrotó y luego lo hizo ejecutar.
En 311 el emperador chino Xi Jin fue hecho prisionero de los hunos y la casa imperial tuvo que refugiarse en el sur. El imperio chino se redujo a la zona sur, con capital en Nankin, mientras que el norte pasó a formar parte del nuevo reino huno de Wei. No obstante, los hunos asimilaron pronto la cultura china, de modo que Wei puede considerarse en la práctica un reino chino gobernado por una aristocracia de origen extranjero.
Ese mismo año murió Galerio, y Maximino Daya fue elegido emperador. Maximino se alió con Majencio, que todavía resistía en Italia. En 312 Constantino marchó sobre Italia contra Majencio. Obtuvo una victoria en el valle del Po y Majencio tuvo que retirar sus tropas hasta Roma. Los ejércitos se encontraron en un puente sobre el Tíber, en la batalla del puente Milvio el ejército de Majencio trató de impedir el paso al de Constantino, pero fracasó y Constantino no tardó en apoderarse de Roma. Majencio murió en la batalla. El Senado proclamó emperador a Constantino, quien se apresuró a disolver definitivamente la guardia pretoriana, que había nombrado y depuesto a tantos emperadores.
En este momento Constantino dio un giro inesperado a la historia con una astuta decisión estratégica. Afirmó que antes de la batalla del puente Milvio se le había aparecido una cruz de fuego en el cielo bajo la cual leyó las palabras "In hoc signo uinces" (bajo este signo vencerás). La leyenda posterior afirma que Constantino puso insignias cristianas en los escudos de sus hombres, y que fue Dios quien le hizo vencer a Majencio, una empresa en la que Severo y Galerio habían fracasado. Los cristianos celebraron la noticia de que Dios les había dado un emperador dispuesto a protegerlos. Automáticamente, Constantino tuvo de su parte a una importante quinta columna en Oriente, donde las persecuciones contra los cristianos no habían cesado desde el edicto de Diocleciano nueve años atrás. Tal vez fue ese mismo año cuando Constantino ordenó construir la Catedral de Letrán. (Letrán es una plaza de Roma, llamada así, según Tácito, porque en ella había estado la residencia de los Laterani).
Los cristianos aprovecharon que ya no eran perseguidos para perseguirse mejor los unos a los otros. El obispo de Casae Nigrae, en Numidia, llamado Donato, mantenía una pugna contra el obispo de Cartago al que reprochaba su indulgencia contra los cristianos traidores que habían entregado los libros santos a los paganos. Ahora el obispo de Cartago acababa de morir y en su lugar fue elegido su diáconoCeciliano, pero Donato se negó a reconocerlo, llamándolo verdugo de los mártires. Donato nombró obispo de Cartago a Mayorino, pero poco después él mismo lo sustituyó en el cargo, con lo que Cartago tenía dos obispos, cada cual con sus partidarios. Los partidarios de Donato, que fueron conocidos como donatistas, sostenían que el sacerdocio sólo podía ser ejercido por hombres dignos, de modo que los sacerdotes que habían eludido el martirio durante las persecuciones y habían entregado los libros sagrados profanando su fe no podían ahora ser admitidos en la Iglesia. Esto tenía una consecuencia inquietante, pues, si los sacramentos administrados por un sacerdote indigno no eran válidos, ¿cómo sabía un cristiano si su sacerdote era de fiar?, ¿podría uno creer que estaba recibiendo la atención espiritual adecuada y en realidad estar al borde del infierno? Frente al puritanismo donatista estaba la postura de que la Iglesia era Santa, y que los sacramentos administrados en su nombre eran válidos aunque el sacerdote fuera imperfecto. Por otra parte, todos los hombres, sacerdotes incluidos, podían lograr el perdón y la expiación por diversos medios.
En 313 Licinio derrotó a Maximino Daya en Tracia (el cual se suicidó tras la batalla) y se reunió con Constantino en Milán. Allí se reconocieron como coemperadores, Constantino en Occidente, Licinio en Oriente. Promulgaron el Edicto de Milán, que garantizaba la tolerancia religiosa en todo el Imperio.
Ese mismo año murió Diocleciano en su palacio en Salona. Se cuenta que unos años antes Maximiano le había escrito una carta instándole a ocuparse nuevamente del Imperio (como finalmente hizo por un breve lapso de tiempo a petición de Galerio), y que su respuesta fue: "Si vinieses a Salona y vieses los vegetales que cultivo en mi jardín con mis propias manos, no me hablarías del Imperio". Al parecer Diocleciano pasó sus últimos años felizmente en su palacio, sin que le importara lo más mínimo que sus intentos de estabilizar la política romana hubieran fracasado.
Mientras tanto, el obispo de Roma, Milcíades, convocó un sínodo en Letrán donde se condenó el donatismo.
En 314 se produjo un enfrentamiento entre los dos emperadores. Resultó un empate, pero quedó claro que las relaciones entre las dos mitades del Imperio iban a ser hostiles. Cuanto más apoyaba Constantino a los cristianos, más recelaba de ellos Licinio. No hay que deducir de la actitud de Constantino que se hubiera convertido al cristianismo. Al contrario, no consintió en ser bautizado y durante toda su vida rindió culto al dios del Sol mitraísta. Los cristianos no dudaron en minimizar este detalle y ofrecieron su lealtad a un emperador que ya no era un dios, sino que gobernaba por la Gracia de Dios.
Tras la muerte de san Milcíades fue elegido obispo de Roma Silvestre I, quien representó un papel importante en el ascenso del cristianismo tras su legalización. Bajo su pontificado se edificaron las primeras basílicas en Roma y se inició el proceso por el que la administración y la jerarquía eclesiásticas fueron imitando cada vez más a la civil.
El donatismo seguía siendo fuerte en Cartago, pues había adquirido tintes políticos como reacción del campesinado bereber frente al gobierno romano. Ese mismo año el emperador organizó un sínodo enArles, que nuevamente condenó el donatismo. En 316 el emperador en persona oyó los argumentos en favor y en contra del donatismo, y se decantó en contra. Constantino tenía mucho interés en que los cristianos formaran una iglesia unida, pues contaba con ellos como su más importante apoyo en todo el Imperio. Lo peor que le podría ocurrir sería que los cristianos de Occidente se convirtieran en una facción enemiga de los de Oriente, donde en estos momentos no tenía ningún poder efectivo.
En 318 esta posibilidad se convirtió en una seria amenaza en Alejandría cuando un sacerdote libio ordenado cinco años antes empezó a provocar discusiones con su predicación. Se llamaba Arrio, y afirmaba que Jesucristo no era un verdadero Dios, sino la primera criatura creada por Dios. Jesucristo era sólo un hombre. El más santo de los hombres y de los profetas, pero no un dios, puesto que Dios sólo había uno.
Tras la caída del imperio Kusana, la India se había dividido en pequeños reinos. En 320 el rey del pequeño reino de Magadha, al noreste, se anexionó extensos territorios a la muerte de su suegro, que reinaba en el actual Nepal. Se hizo llamar rey de reyes y fue conocido como Chandragupta I. Fue el fundador de una larga dinastía de reyes indios.
Desde que Antonio se retirara a los desiertos de Egipto unos cuarenta años atrás, dichos desiertos se habían poblado con numerosos anacoretas, esto es, religiosos que vivían en solitario o en pequeños grupos retirados de las tentaciones del mundo. Uno de estos anacoretas se llamaba Pacomio, que tras su conversión al cristianismo se había retirado a las ruinas de un templo de Serapis. Ahora fundo una comunidad cristiana a orillas del Nilo, que se convirtió en el primer monasterio en sentido moderno: los monjes seguían una regla escrita y obedecían a un superior. La idea se difundió rápidamente por Oriente y los monasterios se multiplicaron.
En 321 Constantino promulgó una ley por la que se prohibía la administración de justicia y los trabajos manuales en el que para los cristianos era el "día del Señor", esto es, el domingo, y para los paganos era el "día del Sol". Recordemos que Constantino era mitraísta, es decir, adoraba a Mitra, el dios del Sol, por lo que la idea de convertir al domingo en un día festivo también era acorde a sus propias creencias.
Las predicaciones de Arrio no sólo contradecían el sentir popular de los cristianos, que preferían adorar a un Jesucristo más tangible que a un Yahveh abstracto al estilo judío, sino también a la tradición teológica de Alejandría, que había creado la doctrina del trinitarismo. Los sacerdotes de Alejandría instaron a su obispo, llamado Alejandro, a convocar un sínodo en torno al arrianismo. Así lo hizo en 323 y en él las tesis de Arrio fueron declaradas heréticas. Sin embargo, Arrio no aceptó la decisión y fue excomulgado. Entonces se dirigió a Palestina y a Asia Menor, donde encontró numerosos partidarios, especialmente a Eusebio, el obispo de Nicomedia, que se convirtió en el auténtico impulsor del arrianismo. Es posible que el auge de esta rama del cristianismo inquietara a Constantino. La verdad era que Licinio seguía mostrándose hostil hacia los cristianos, pero si el arrianismo crecía y Licinio decidiera apoyarlo, Constantino podría perder su ventaja.
En 324 Constantino avanzó hacia el este y sus ejércitos se enfrentaron a los de Licinio en Adrianópolis, al oeste de Bizancio. Obtuvo una victoria y Licinio tuvo que refugiarse tras los muros de Bizancio. Constantino controlaba una flota que manejó con la suficiente habilidad como para cortar los suministros a la ciudad a la vez que lograba aprovisionar sus propios ejércitos. Licinio consiguió burlar el cerco y escapar a Asia Menor con unos pocos hombres, donde reunió un nuevo ejército. Constantino mantuvo el sitio a la vez que enviaba un destacamento por Licinio. Se libró una nueva batalla en Crisópolis, frente a Bizancio, al otro lado del Bósforo. Nuevamente los hombres de Constantino resultaron vencedores y le proporcionaron el dominio efectivo sobre todo el Imperio. La situación real se hizo oficial en 325,cuando Constantino hizo estrangular a Licinio y se convirtió en el único emperador romano.
Constantino realizó un esfuerzo similar al de Diocleciano para asegurarse de que su autoridad no sería discutida. Como éste, adoptó la pompa y la magnificencia propias de las monarquías orientales, en particular la diadema como símbolo del poder. Además decidió construir una nueva capital para el Imperio, una capital grandiosa que marcara el resurgimiento del Imperio e hiciera su poder incuestionable. Durante un tiempo pensó en reconstruir Troya, pero mientras meditaba sobre ello se ocupó de una cuestión más acuciante: decidió tomar cartas en la disputa contra el arrianismo.
Constantino convocó lo que se llamó el Primer Concilio Ecuménico, esto es, universal, llamado así porque en él participaron por primera vez obispos de todo el Imperio (alrededor de trescientos). Incluso fue invitado un obispo godo llamado Teófilo. El concilio se celebró en Nicea, al sur de Nicomedia, que por el momento seguía siendo la capital del Imperio. Allí se convino que existe una única Iglesia Universal (o, dicho en griego, una única Iglesia Católica), cuya doctrina se plasmó en un Credo que desde entonces pasó a formar parte del ceremonial católico. Además de la unidad de la Iglesia, el concilio de Nicearatificó las tesis trinitarias frente a las de Arrio y también zanjó algunas disputas menores sobre la fecha de la Pascua. No obstante, Arrio y muchos de sus seguidores no aceptaron las decisiones del concilio y tuvieron que exiliarse, entre ellos Eusebio, que fue despojado de su cargo de obispo.
Al margen de las cuestiones teológicas, del concilio de Nicea también se extrajeron varias consecuencias prácticas. En primer lugar quedó asentado que era el emperador el que tenía la atribución de convocar concilios ecuménicos, lo cual le confería un notable control sobre la Iglesia. En segundo lugar se fijó una prelación entre los obispos, que hasta entonces habían tenido todos el mismo rango. Se aceptó la supremacía de tres de ellos: el de Roma, que a la sazón era Silvestre, el principal asesor de Constantino en lo tocante al cristianismo; el de Alejandría, que entonces era Alejandro, el más reputado en cuestiones de teología, y el de Antioquía, la tercera ciudad en importancia del Imperio y cuna del cristianismo. Fue en Antioquía donde san Pablo desarrolló su doctrina y nunca había dejado de ser un punto de referencia en materias doctrinales.
Estos tres obispos fueron llamados patriarcas (o primeros padres) de la Iglesia. En realidad Silvestre no estuvo presente en el concilio de Nicea, sino que envió como representante al obispo de Córdoba, que fue uno de los cinco únicos obispos occidentales que acudieron (a causa de la distancia, principalmente). La victoria del trinitarismo era previsible, pues era la doctrina de Alejandría y Alejandría era entonces la capital cultural del mundo. El principal defensor del trinitarismo no fue el propio Alejandro, sino su diácono Atanasio. Todo parecía apuntar a que el patriarca de Alejandría estaba destinado a ser la cabeza de la Iglesia Católica, pero ese mismo año Constantino iba a tomar una decisión que frustraría esta aspiración.




TEODOSIOSIGUIENTE
En 380 Teodosio trasladó la corte a Constantinopla. En este momento el Imperio Romano se hallaba en una situación novedosa: los dos emperadores eran católicos. En realidad Justina, la madre de Valentiniano (el tercer emperador) era arriana, pero su influencia era mínima. Los católicos supieron aprovechar eficientemente esta ventaja. En 381 Teodosio convocó el primer concilio de Constantinopla,donde el arrianismo fue condenado. Teodosio endureció las penas contra los herejes, incluyendo las prácticas paganas: prohibió los oráculos, los sacrificios y las visitas a los templos.
Por su parte, Ambrosio, el obispo de Milán, se ganó la confianza de Graciano y lo convenció para que abandonara su política de tolerancia. El emperador no tardó en ordenar el destierro contra Prisciliano, pero éste marchó a Roma y allí se entrevistó con el obispo Dámaso y con el propio Graciano. Luego fue a Milán y habló con Ambrosio, hasta lograr que el destierro fuera revocado.
En 382 Graciano renunció al título de pontífice máximo, asociado al cargo imperial, prohibió tener propiedades a las vírgenes vestales, y apagó la "llama eterna", que habían mantenido encendida en Roma durante siglos. Ambrosio logró también que Graciano quitara del Senado romano el altar pagano de la Victoria. Para ello tuvo que enfrentarse al que es considerado como el último intelectual pagano en Roma: Quinto Aurelio Símaco. Representó a los escasos senadores paganos que aún quedaban y no dudó en oponer su retórica al avance del cristianismo. Cuando Graciano quitó el altar de la Victoria, Símaco escribió una carta a Valentiniano pidiendo una rectificación, pero sólo consiguió ser desterrado. Más tarde se le permitió volver a Roma, donde siguió desempeñando altos cargos hasta su muerte.
Bajo Graciano y Teodosio los ciudadanos romanos se convirtieron en masa al cristianismo. Muchos tal vez sólo para evitar perjuicios, pero los hijos de estos conversos por conveniencia recibieron una educación cristiana, por lo que se convirtieron en católicos sinceros. El arrianismo decayó rápidamente. Algunos arrianos se hicieron católicos, otros adoptaron otras religiones menos perseguidas, especialmente el maniqueísmo, y otros decidieron abandonar el Imperio y predicar el arrianismo entre los germanos. A medida que los bárbaros germanos entraban en contacto con la civilización fueron aceptando también el cristianismo, pero lo hicieron en la versión arriana, en parte porque eso les daba una excusa para seguir considerando a los romanos como enemigos, y en parte porque para su mentalidad era más fácil concebir a Jesucristo como un líder tribal humano en vez de como un dios, justo al contrario que los romanos, que estaban acostumbrados a adorar a un dios de carne y hueso en la figura del emperador.
Jerónimo, que había sido ordenado sacerdote y había participado en los conflictos teológicos defendiendo el catolicismo en Antioquía, volvió a Italia, y no tardó en convertirse en el secretario del obispo Dámaso. Éste se dio cuenta de lo extraordinario de contar con un colaborador que sabía griego y hebreo, y le encargó una edición de la Biblia. Los cristianos de Oriente hablaban griego, que era la lengua del Nuevo Testamento, y para el Antiguo Testamento disponían de la versión de los Setenta. Sin embargo, eran pocos los cristianos de Occidente que conocían el griego, y sólo podían leer los textos bíblicos a través de escasas y malas traducciones disponibles. Jerónimo recurrió a las fuentes hebreas y griegas de los textos bíblicos y realizó su propia traducción al latín literario. Su Biblia junto con sus comentarios y los de otros teólogos fue difundida más adelante con el distintivo de Vetus et Vulgata Editio (Edición antigua y traducida para el vulgo), por lo que terminó siendo conocida como "la Vulgata", y es la versión oficial de la Biblia Católica.
Teodosio pactó finalmente con los godos y los dejó asentarse al sur del Danubio como un reino independiente a condición de que custodiasen la frontera. Además favoreció el alistamiento de godos y otros bárbaros en las legiones romanas. Más aún convirtió en generales a un buen número de ellos (al fin y al cabo, los bárbaros obedecerían mejor a oficiales bárbaros que a oficiales romanos). Los germanos introdujeron una novedad en el Imperio Romano: los pantalones. Los romanos usaban distintas prendas de vestir, pero todas ellas cubrían ambas piernas con una misma pieza de tela que podía levantarse dejando las piernas desnudas cuando el ropaje dificultaba alguna tarea. Los germanos, en cambio, rodeaban cada pierna por separado, lo que permitía, por ejemplo, que los jinetes pudieran llevar las piernas cubiertas. Estas nuevas prendas se difundieron entre los hombres, para los que los ropajes romanos podían ser más engorrosos en sus actividades, mientras que las mujeres siguieron usando trajes largos a modo de faldas.
Parece ser que Graciano descuidó las labores de gobierno y dedicó cada vez más tiempo a actividades de ocio, como ir de caza acompañado de jinetes bárbaros. Su popularidad decreció y no tardaron en salir candidatos al trono. En 383 las legiones de Britania eligieron emperador a su general Magno Clemente Máximo, quien se adueñó de la Galia y mató a Graciano. Teodosio estaba ocupado con los godos en el Este. Además, la nobleza persa acababa de derrocar a Ardacher II y lo había sustituido por Sapor III, hijo de Sapor II. Su situación en el trono era delicada, y Teodosio pudo aprovecharlo para firmar una paz ventajosa con Persia, en la que se reconocía la independencia de Armenia.
En estas condiciones Teodosio no podía ocuparse de Máximo, así que lo reconoció como emperador a condición de que éste reconociera a su vez la autoridad de Valentiniano (que todavía era un niño de doce años).
En 384 murió san Dámaso, el obispo de Roma. Máximo volvió a desterrar a Prisciliano y un concilio celebrado en Burdeos lo declaró hereje (maniqueo), brujo y explotador de mujeres. En 385 un tribunal deTreveris (la capital de Máximo) confirmó la sentencia y Prisciliano fue ejecutado junto con algunos de sus discípulos. Ambrosio condenó la sentencia y ejecución. Sus restos fueron solemnemente trasladados a Hispania. Jerónimo regresó a Oriente. Se estableció en Belén, donde se consagró a la erudición, al ascetismo y a la dirección religiosa de grupos de monjes.
En 386 Valentiniano II trató de imponer un obispo arriano en Milán, pero Ambrosio se refugió con numerosos seguidores en la basílica Porciana, que los soldados del emperador no se atrevían a profanar. Se cuenta que, para mantener entretenidos a sus fieles durante el encierro, compuso himnos corales y salmos con estribillo, rituales que se difundieron con rapidez y pronto pasaron a formar parte de la liturgia cristiana.
El arrianismo de Valentiniano II lo ponía en una situación delicada, pues los otros dos emperadores eran católicos. Su madre Justina consiguió que Teodosio aceptara la mano de Gala, hermana de Valentiniano, lo que reforzó los vínculos entre ambos emperadores. Poco después, en 387, Máximo invadió Italia y Valentiniano tuvo que huir junto a Teodosio. Éste aprovechó la ocasión y partió hacia el Oeste. Se encontró con Máximo en la Galia y lo hizo asesinar. Teodosio restableció a Valentiniano en el trono, pero lo puso bajo la tutela de Arbogasto, un general de origen franco que gozaba de su confianza y que se dedicó a limpiar la Galia de partidarios de Máximo.
El rey persa Sapor III murió en un motín provocado por sus soldados y fue sucedido por su hermano Bahram IV, cuya mayor preocupación fue defender el Imperio de los ataques de los hunos.
Ambrosio, el obispo de Milán, bautizó a Agustín. Había nacido en Tagaste, en la diócesis de África. Era hijo de un padre pagano y una madre cristiana. Él, en cambio, se decantó por el maniqueísmo, que durante su juventud había ganado en popularidad, pero tres años atrás se había reunido en Roma con su madre, con quien se trasladó a Milán al año siguiente. Allí se interesó por el neoplatonismo y leyó con interés las obras de Plotino. Finalmente su madre logró conducirlo al cristianismo a través de Ambrosio. Fue bautizado junto con su hijo Adeonato, de dieciséis años. Cuando se disponía a volver a Tagaste su madre murió, lo que retrasó su partida hasta 388. En su ciudad natal vendió todos sus bienes y dio el dinero a los pobres. Después se estableció en Hipona.
En 390 se produjo un incidente en la ciudad de Tesalónica, y el resultado fue que la multitud linchó a los oficiales de la guarnición romana de la ciudad. Teodosio fue presa de un ataque de cólera y envió su ejército contra la indefensa ciudad. Se dijo que murieron unas siete mil personas. Ambrosio, el obispo de Milán, quedó horrorizado e hizo saber al emperador que no sería admitido en los ritos de la Iglesia mientras no hiciera una penitencia pública. Teodosio se resistió durante ocho meses, pero finalmente tuvo que ceder. Se ponía así de manifiesto el poder que la Iglesia Católica estaba adquiriendo, y en particular la gran influencia del obispo de Milán.
En 391 Agustín fue ordenado sacerdote en Hipona.
Ésta es la fecha en la que al parecer la mayor parte del Japón se unificó bajo la dinastía del Yamato, que extendió su influencia hasta el sur de Corea. Allí se impuso sobre un territorio que recibió el nombre de Mimana, arrebatado a los reinos de Silla y Paikche.
Por esta época se había desarrollado una compleja mitología conocida en japonés como Kami-no-michi (camino de los dioses), aunque es más conocida con el nombre chino de shen-tao, o sintoísmo. De un caos primigenio, que era como un océano de lodo envuelto en la oscuridad, nacieron varios dioses. Dos de ellos, Izanagi (el hombre que invita) e Izanami (la mujer que invita) crearon las islas del Japón. Luego de hacer los campos, las montañas, la niebla, etc., engendraron muchos dioses, el último de los cuales, el dios del fuego, quemó a su madre al nacer. La diosa murió y descendió a los infiernos del mundo subterráneo. Izanagi despedazó al niño y marchó en busca de Izanami, pero ella se quedó en el mundo subterráneo e hizo volver a Izanagi a la tierra. Allí Izanagi creó a Amaterasu, la gran diosa del Sol, a Tsukiyomi, el dios de la Luna, y a Susanoo, el dios de las tormentas. A la diosa Amaterasu se le asignó el dominio del mundo, sólo turbado por las maquinaciones de su hermano Susanoo.
En 392 Valentiniano tenía ya veintiún años y Arbogasto tenía cada vez más dificultades para controlarlo, así que finalmente lo hizo asesinar y lo sustituyó por Flavio Eugenio, un profesor de retórica que probablemente participó en el complot. Teodosio se negó a aceptar los hechos y Eugenio trató de ganarse el apoyo de los restos del paganismo. Permitió al Senado romano restaurar el Altar de la Victoria, pero tuvo que huir a la Galia, donde se hizo fuerte y logró el apoyo de Hispania.
En 393 Teodosio nombró Augusto a su hijo menor Flavio Honorio (que sólo contaba con nueve años de edad) y le otorgó el gobierno del Imperio Romano de Occidente, tras lo cual partió hacia el Oeste para hacer efectiva esta decisión. En 394 derrotó a Arbogasto e hizo decapitar a Eugenio. Poco después Arbogasto se suicidó. Ahora Teodosio gobernaba todo el Imperio Romano. Ese mismo año prohibió los Juegos Olímpicos, que llevaban celebrándose en Grecia desde hacía casi doce siglos.
En 395 Teodosio se encontraba todavía en Milán cuando cayó enfermo y murió poco después. Los historiadores católicos lo recordaron como Teodosio I el Grande, por haber convertido al catolicismo en la religión oficial del Imperio (y haber perseguido todas las demás). Antes de morir Teodosio dispuso que su hijo mayor, Arcadio, gobernara el Imperio Romano de Oriente, mientras que su hijo menor, Honorio, gobernaría el Imperio Romano de Occidente. Los nuevos emperadores tenían dieciocho y once años respectivamente, así que Teodosio les asignó tutores que actuarían como regentes durante su minoría de edad. Como tutor de Arcadio escogió a Flavio Rufino, un político de origen germano que había prosperado gracias al apoyo de Ambrosio (había desempeñado un papel importante en las negociaciones entre Ambrosio y Teodosio). Se había bautizado el año anterior y desde entonces se había dedicado a perseguir arrianos y a enriquecerse confiscando sus bienes.
El tutor de Honorio era Flavio Estilicón. Era un general de origen vándalo. Estaba casado con una sobrina de Teodosio con quien había tenido una hija. Teodosio y Estilicón habían acordado que esta hija se casaría con Honorio. Por su parte, Rufino pretendía casar a su hija con Arcadio, pero su plan fue frustrado por el eunuco Eutropio, de origen armenio, que logró concertar el matrimonio del emperador conEudoxia, la hija de un general franco llamado Bauto. La boda se celebró apenas tres meses después de que Arcadio se convirtiera en emperador. Rufino se encontró con que tenía tres enemigos poderosos: uno era Eutropio, que le disputaba el control sobre el monarca, otro era Estilicón, pues entre los dos regentes surgió inmediatamente una rivalidad por el dominio de Iliria, y el tercero era Alarico, el rey de los visigodos, que había sucedido a Fritigerno unos años antes y al que Teodosio había convertido en general. Alarico consideraba que había servido fielmente a Teodosio y que, por lo tanto, debía haber sido él y no Rufino el tutor de Arcadio. Por ello condujo a sus hombres contra Constantinopla, pero pronto descubrió que la ciudad era prácticamente inexpugnable. Rufino murió asesinado antes de que acabara el año. Parece ser que su muerte la organizó Estilicón. El nuevo regente pasó a ser Eutropio, que aparentemente era el hombre más poderoso de Constantinopla. Sin embargo, Eudoxia no tardó en comprender que su marido era un estúpido y ella era hermosa. Y esta combinación bastaba y sobraba para convertirla en la mujer más poderosa de Constantinopla. Se inició así una rivalidad entre Eutropio y la emperatriz en la que ésta tenía todas las de ganar.
Frustrado ante los muros de Constantinopla, Alarico dio marcha atrás y se dedicó a saquear Tracia. En 396 sus hombres entraron en Eleusis. Los visigodos ya eran cristianos en su mayoría (aunque arrianos), así que destruyeron el templo de Ceres y con ello dieron fin a los misterios eleusinos, que todavía venían celebrándose desde tiempos inmemoriales, ante la mirada hostil de los cristianos.
Ese mismo año Agustín fue elegido obispo de Hipona. Se había convertido en el principal teólogo cristiano de Occidente. Sus cartas fueron enviadas a todo el Imperio, sus sermones fueron recogidos en libros, escribió numerosas obras sobre teología. Agustín creía en la depravación de la humanidad. El hombre nace manchado con el pecado original que cometieron Adán y Eva cuando desobedecieron a Dios. Este pecado sólo se limpia con el bautismo. Los niños que mueren antes de ser bautizados están condenados para toda la eternidad. En sus primeros años como obispo, Agustín escribió sus famosasConfesiones, una autobiografía en la que no duda en descubrir sus propios pecados de juventud. Mientras fue obispo se encargó de que los donatistas no dieran problemas en África.
En 397 Estilicón avanzó sobre Grecia con el pretexto de librar al Imperio oriental de la amenaza visigoda. Alarico y sus hombres estaban ocupando el Peloponeso. No tardó en acorralarlos, pero Alarico logró escapar. Entonces Eutropio realizó una maniobra. Pactó con Alarico y, junto con otros títulos vacíos pero altisonantes, lo nombró gobernador de Iliria, el territorio que se disputaban las dos mitades del Imperio. Estilicón tuvo que retirarse y el Imperio oriental mató dos pájaros de un tiro: se libró de los visigodos y mantuvo a raya a Estilicón.
En 397 murió san Ambrosio, el obispo de Milán. En 398 fue nombrado patriarca de Constantinopla un hombre llamado Juan, aunque tras su muerte fue recordado como san Juan Crisóstomo (Juan Boca de Oro) a causa de su prodigiosa retórica. Había sido ermitaño en las regiones desérticas cercanas a Antioquía, y sólo una enfermedad le obligó a retornar al mundo. Entonces se hizo sacerdote y pronto se hizo popular entre los auditorios que se reunían para escuchar sus emocionantes sermones. Su fama no se debió sólo a su retórica, sino también a su vida ejemplar. Usó su riqueza y su influencia para construir hospitales y aumentar la caridad hacia los pobres. Tras ser elegido patriarca, sus sermones subieron de tono. Denunció el lujo y la inmoralidad, defendía el celibato de los sacerdotes, incluso propugnó la abolición de la esclavitud, cosa que, al parecer, hasta entonces no se le había ocurrido a nadie. Fue uno de los pocos padres de la Iglesia que actuó como los profetas del Antiguo Testamento. Naturalmente, los pobres estaban encantados con él, pero se enemistó con los ricos y poderosos. Entre sus enemigos más peligrosos estaban la emperatriz Eudoxia y Teófilo, el patriarca de Alejandría, a los que denunciaba públicamente por su vida disoluta.
En 399 Eudoxia logró que Eutropio fuera acusado de traición. Juan Crisóstomo pronunció una homilía en su defensa, pero finalmente fue decapitado.
Ese mismo año murió el rey persa Bahram IV, y fue sucedido por su sobrino Yazdgard I, hijo de Sapor III. Al igual que sus predecesores, fue acosado por los nobles y los sacerdotes. Para zafarse de ellos se le ocurrió apoyar a los cristianos, por lo que suspendió las persecuciones y les permitió reconstruir sus iglesias.

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