El centenario del genocidio contra los no musulmanes de Turquía ha dado lugar a un verdadero festival de hipocresía. Mientras que en Ereván algunos Estados exaltaban la memoria de las víctimas, otros demostraban que carecen de eso que llamamos vergüenza.
- El sultán Abdulhamid II pretendía crear una Turquía islamista homogénea. Para ello tenía que liquidar las poblaciones no musulmanas o hacerlas huir.
Primero, la Turquía cuyos antecesores cometieron el crimen. El presidente Erdogan tenía ante sí una oportunidad de reconocer esta historia, ya muy vieja, en la que él no tiene absolutamente ninguna responsabilidad. De haberlo hecho habría convertido su país en un Estado normal. Pero hizo lo contrario. Aferrado a sus mentiras, negó la Historia afirmando que hubo «sólo» 100 000 muertos y que si esas personas hallaron la muerte fue porque habían participado en acciones terroristas.
Aferrándose a ese delirio, la Turquía actual manifiesta no sólo su respaldo a las masacres hamidianas del sultán Abdulhamid II (1894-1895), que dejaron entre 80 000 y 300 000 víctimas, sino sobre todo a los crímenes que la «Organización Especial» del Comité Unión y Progreso cometió desde 1915 hasta la elección de Mustafá Kemal Ataturk como presidente de la República –en 1923– y que dejaron entre 1,2 millones y 1 millón y medio de muertos. Y también demuestra su continuidad ideológica con el régimen de aquella época. Continuidad ideológica que todos pudimos comprobar espantados cuando vimos, el año pasado –en 2014– al ejército turco acompañando al Frente al-Nusra (o sea, al-Qaeda en Siria) en la invasión de Kassab y expulsando a la población armenia de esa localidad siria. Y también cuando el ejército turco ayudó el Emirato Islámico a dinamitar el memorial que conmemoraba en Deir ez-Zor el exterminio de más de 200 000 armenios en el campamento que los turcos habían instalado en esa región siria en 1916.
- Ismail Enver, también conocido como «Enver Pacha», derrocó al sultán Abdulhamid II. Pero prosiguió su política de genocidio.
El panislamismo, proyecto del sultán Abdulhamid II y de los Jóvenes Turcos de ayer, al igual que el del actual AKP, consiste en liderear el mundo sunnita y crear para ello un Estado sunnita homogéneo. Ese proyecto exigía el exterminio de los cristianos (armenios, griegos pónticos y asirio-caldeos) así como de los yazidíes. Y todos fueron víctimas del genocidio, exactamente de la misma manera en que el Emirato Islámico se dedica actualmente a exterminar a los cristianos y los yazidíes.
La intervención del ejército turco en territorio sirio, en Kassab y en Deir ez-Zor, es coherente con ese proyecto ya que Recep Tayyip Erdogan espera anexar el norte de Siria cuando la OTAN derroque al presidente Bachar el-Assad.
Es un hecho que la ideología panislamista cuenta hoy con el respaldo simultáneo de la Hermandad Musulmana (y por consiguiente del AKP, controlado por la rama turca de la cofradía), de al-Qaeda y del Emirato Islámico.
- El actual présidente turco Recep Tayyip Erdogan pretende restablecer el predominio del imperio otomano y para ello ha retomado la política de genocidio del sultán Abdulhamid II.
Otro hecho es que desde hace un siglo sólo Turquía y el Emirato Islámico han cometido en esta región el crimen catalogado como genocidio. Y actualmente, la primera está ayudando el segundo a perpetrarlo.
No es sorprendente que Turquía y el Emirato Islámico estén en guerra contra la República Árabe Siria, país que encarna el proyecto contrario. Los países más antiguos del mundo han acogido siempre a los pueblos perseguidos de la región hasta convertirse en el actual «mosaico étnico». En los años 2000, el general Hassan Turekmani, entonces ministro de Defensa de Bachar al-Assad, elaboraba una «Doctrina de Defensa» basada en la conservación de esa diversidad [2].
Después, Israel. Un Estado creado como resultado de un acuerdo de 1917 entre Londres y Washington pero que afirma haberse constituido como reacción al genocidio perpetrado por los nazis contra los judíos europeos entre 1942 y 1945. La ausencia de delegación de Israel –para no indisponer a su aliado turco– en la conmemoración organizada en Ereván es suficiente prueba de que la retórica israelí no pasa de ser una justificación publicitaria tendiente a encubrir su proyecto colonial.
Y es también un reconocimiento del papel de los donme en el seno de los Jóvenes Turcos. Los donme son una secta de adeptos de la Cábala que se convirtieron al islam en el siglo XVII para escapar a las persecuciones pero que conservaron su fe judía.
- El profesor Bernard Lewis siempre ha negado el genocidio perpetrado por los regímenes turcos durante el siglo XX.
El apoyo de Israel al genocidio de 1915 no es nada nuevo. Pero hasta ahora nunca se había expresado de manera oficial. Es importante recordar la posición del profesor Bernard Lewis, quien fue consejero de Benyamin Netanyahu cuando este último era embajador de Israel ante la ONU y posteriormente fue consultante del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos. Como historiador especialista de la Turquía contemporánea, Bernard Lewis, también inventor de la estrategia de «guerra de las civilizaciones», sostuvo en el diario francés Le Monde que se había exagerado la envergadura de la masacre y que esta nunca había sido planificada. Eso afirmó Bernard Lewis a pesar de que, contrariamente al caso del genocidio de los judíos por parte de los nazis, existen documentos en los que se ordena la ejecución del crimen y las cancillerías occidentales fueron informadas mucho antes de que se iniciara dicha ejecución. Bernard Lewis fue condenado en Francia por atentar contra los intereses de la comunidad armenia ocultando de mala fe elementos históricos que invalidan su presentación de los hechos [3].
- Por boca de su embajadora Samantha Power, Estados Unidos se negó a condenar en el Consejo de Seguridad de la ONU la intervención turca, junto a los yihadistas de al-Qaeda, contra los armenios de la localidad siria de Kassab.
Finalmente, Estados Unidos. El presidente Barack Obama nombró embajadora ante la ONU a Samantha Power, autora de"A Problem from Hell": America and the Age of Genocide (Un problema del infierno: Estados Unidos y la era del genocidio). En ese estudio, que parte del genocidio armenio y de la respuesta jurídica que Raphael Lemkin trató de aportar en la Sociedad de Naciones, Samantha Power narra las reacciones de Washington ante los crímenes perpetrados en Cambodia, Irak, Bosnia, Rwanda y Kosovo. Manipulando desvergonzadamente la verdad histórica, la señora Power exonera a su propio país de sus responsabilidades y aboga por hacer de Estados Unidos una autoridad moral contraria a todo genocidio. Sin embargo, la señora Power tampoco participó en la conmemoración organizada en Ereván, a la que no asistió ningún representante de Estados Unidos.
A quienes creían que Estados Unidos ahora se interesa sinceramente por la protección de las personas perseguidas por motivos religiosos o étnicos, la ausencia de representación estadounidense en la conmemoración de Ereván les demuestra que Washington no tiene principios morales sino sólo intereses. El único objetivo de la palabrería de la señora Power es permitirle condenar, con o sin pruebas, a los adversarios de Washington.
Con su ausencia en Ereván, Washington mostró que está del lado del crimen, junto a Turquía y el Emirato Islámico.
Las declaraciones del presidente Gauck
Al reconocer que existió «una corresponsabilidad, e incluso, potencialmente, una complicidad» alemana en las masacres de 1915, el presidente alemán Joachim Gauck rompió un tabú, el de la continuidad del crimen. Y el coraje que demostró resulta aún más digno de elogio si se tiene en cuenta que en Alemania existe una fuerte presencia turca… y ningún electorado armenio.
- Como funcionario ejemplar del II Reich, Rudolf Hob adquirió en Turquía la experiencia en materia de genocidio que le permitió convertirse en director del campo de concentración de Auschwitz bajo el III Reich.
Hace mucho tiempo que los historiadores comprobaron el papel de los alemanes en el genocidio armenio. Se han publicado órdenes de deportación firmadas por el vicejefe del estado mayor otomano, el general alemán Fritz Bronsart von Schellendorf. El imperio alemán de Guillermo II ya había dado sus primeros pasos en materia de genocidio en 1905 exterminando a los hereros y los namas en el sudoeste africano –la actual Namibia. Durante el régimen nazi, los oficiales alemanes que habían observado, participando a veces, el genocidio de los no musulmanes en Turquía utilizaron la experiencia que allí habían adquirido. Ejemplo de ello es el caso de Rudolf Hob: su padre participó en 1905 en el genocidio de los hereros y en 1916 él mismo participó en el genocidio armenio, antes de convertirse en comandante del campo de concentración de Auschwitz –de 1940 a 1943– donde masacró judíos, gitanos y eslavos.
Para comprender y prevenir los genocidios, no podemos estudiarlos desde el punto de vista de las víctimas sino tratando de entender la lógica de los verdugos.
Hasta el presente se considera –erróneamente– que los Jóvenes Turcos y los nazis son los únicos responsables de genocidios, cometidos contra los armenios y los judíos. Pero la Historia nos demuestra que –antes y después de ellos– otros compartieron las ideologías que condujeron a esos genocidios y trataron de cometer crímenes similares.
También contrariamente a la creencia general, no existen ejemplos de genocidios cometidos en una sola vez ni contra una sola población. Son crímenes que siempre se desarrollan durante largos periodos de tiempo y siempre contra varios grupos étnicos. Es por consiguiente fundamental condenar las primeras masacres y condenar también las ideologías subyacentes para impedir la continuación de los genocidios.
HISTORIA DEL GENOCIDIO ARMENIO
El Genocidio Armenio fue el exterminio sistemático y premeditado de la población armenia en el Imperio Otomano, que luego se convirtió en el actual Estado de Turquía. La fecha simbólica del inicio del genocidio es el 24 de Abril de 1915, día en que las autoridades otomanas asesinaron a unos 250 intelectuales y líderes armenios en Constantinopla, aunque las matanzas de los años previos ya anticipaban lo que vendría.
El genocidio se ejecutó en el marco de la Primera Guerra Mundial, con la complicidad y silencio de la comunidad internacional. Si bien el sistemático plan de exterminio comenzó con anterioridad, el 24 de Abril se considera como la fecha conmemorativa del Genocidio Armenio perpetrado entre 1915 y 1923 y resume simbólicamente también todos aquellos crímenes de lesa humanidad que el gobierno turco-otomano cometió en perjuicio del pueblo armenio con anterioridad a esa fecha.
Durante este período, se produjeron matanzas a la población masculina en su mayoría, deportación forzada de mujeres, niños, ancianos y enfermos en marchas de la muerte, obligándolos a transitar el desierto sirio sin agua ni alimentos, campos de concentración móviles, esclavización y violación de mujeres, robo de identidad y confiscación de propiedades.
Tras el exterminio de la población masculina en edad de cumplir con el servicio militar obligatorio y el asesinato de los dirigentes y referentes comunitarios, el resto de la población armenia fue obligada a abandonar sus hogares. Luego de la publicación de una ley sobre el desplazamiento de “personas sospechosas”, en julio de 1915 se dio inicio a las deportaciones que se llevaron a cabo casi simultáneamente en todo el territorio. El propósito de estas medidas era concentrar a todos los armenios en Alepo y de allí trasladar a los sobrevivientes a través del desierto sirio hacia Der Zor.
Según el gobierno central, se trataba de una medida “de tiempos de guerra” cuyo fin era “proteger a la población”. Sin embargo, las mujeres, niños, ancianos y los pocos hombres que aún se encontraban en sus hogares fueron obligados a emprender una marcha hacia la muerte. Los bienes y las propiedades fueron calificados como “bienes abandonados” y confiscados por el gobierno.
Turquía, el Estado sucesor del Imperio Otomano, continuó el genocidio mediante una política de negación del mismo que se mantiene hasta la actualidad.
El término “genocidio” fue creado por el jurista Raphael Lemkin luego de sus investigaciones sobre el genocidio armenio, que constituyó el hecho más similar al Holocausto judío. Naciones Unidas adoptó un documento en 1948 titulado “Convención para la prevención y la sanción del delito de genocidio” en el que se entiende por genocidio “cualquiera de los actos mencionados a continuación, perpetrados con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso, como tal: matanza de miembros del grupo; lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo; sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial; medidas destinadas a impedir los nacimientos en el seno del grupo; traslado por fuerza de niños del grupo a otro grupo”.
El Genocidio Armenio, aún negado por Turquía y por Azerbaiyán, ha sido ampliamente reconocido en el campo académico y legislativo. Fue reconocido por Argentina, Armenia, Bélgica, Bolivia, Canadá, Chile, Chipre, Francia, Alemania, Grecia, Italia, Lituania, El Líbano, Países Bajos, Polonia, Rusia, Eslovaquia, Suecia, Suiza, Uruguay y Venezuela, 43 estados de los Estados Unidos, las Naciones Unidas, el Parlamento Europeo, el Consejo de Europa, el Consejo Mundial de Iglesias, la Asociación de Derechos Humanos de Turquía, el Tribunal Permanente de los Pueblos, el Mercosur y la Asociación Internacional de Expertos en Genocidio, entre otros.
Uruguay fue el primer país del mundo en reconocer el Genocidio Armenio a través de la Ley 13.326, promulgada el 22 de abril de 1965, en la que se declara todos los 24 de abril como el “Día de recordación de los mártires armenios”.
En Argentina, el Genocidio Armenio fue reconocido por los tres poderes del Estado. En 1987 el presidente Raúl Alfonsín reconoció el Genocidio Armenio durante un acto ante la comunidad armenia. En el año 2007, el Congreso de la Nación aprobó la Ley 26.199 bajo la presidencia de Néstor Kirchner, declarando el 24 de abril como el “Día de acción por la tolerancia y el respeto entre los pueblos”, “en conmemoración del genocidio de que fue víctima el pueblo armenio y con el espíritu de que su memoria sea una lección permanente sobre los pasos del presente y las metas de nuestro futuro”. En 2011, la justicia argentina resolvió en un fallo que “el Estado turco ha cometido delito de genocidio en perjuicio del pueblo armenio”.
Genocidio Armenio
Genocidio Armenio
El Genocidio Armenio fue un plan de exterminio sistemático de la población armenia llevado a cabo por el Imperio Otomano a partir de 1894 y que tuvo su período más virulento entre 1915 y 1923, bajo el gobierno de los “Jóvenes Turcos”. El objetivo era terminar con la presencia armenia dentro de los límites del Imperio Otomano, luego Estado turco.
Se trata de un crimen impune de lesa humanidad que el Estado de Turquía aún se niega a reconocer y reparar.
En el multiétnico Imperio Otomano la gran mayoría de la población era musulmana. Había una minoría de cristianos, particularmente armenios y griegos, que eran considerados ciudadanos de segunda clase; carecían de derechos políticos y estaban excluidos del aparato estatal.
En el siglo XIX, en consonancia con las revoluciones europeas, la minoría armenia comenzó a reclamar ciertas reformas administrativas en el interior del imperio. Estas pretensiones tuvieron como respuesta las primeras matanzas entre 1894 y 1896, organizadas por el sultán Abdul Hamid, que costaron la vida de 300 mil armenios.
Pero a comienzos del siglo XX, entre los propios turcos comenzaron a surgir movimientos que pretendían democratizar el régimen. Estas manifestaciones de oposición al sultán eran dirigidas por jóvenes intelectuales turcos que luego conformaron el partido de los “Jóvenes Turcos”, con inclinaciones liberales y cuyo objetivo era deponer al sultán para establecer un gobierno parlamentario. Las minorías armenias vieron en estos movimientos una posibilidad de lograr las tan ansiadas reformas administrativas que pretendían, y apoyaron sus reclamos.
Sin embargo, los “Jóvenes Turcos” tenían un amplio plan de “panturquismo” en la región, con el objetivo de unir a todos los “hermanos de raza”, y en este proyecto los armenios constituían un obstáculo por su ubicación geográfica. En 1914, con el ingreso de Turquía en la Primera Guerra Mundial, comienzan a darse los trazos finales de la concreción del plan para desprenderse de los armenios.
El 24 de abril de 1915, el gobierno turco ordena arrestar a los intelectuales, políticos y religiosos de la minoría armenia, quienes posteriormente son asesinados o deportados. Luego se da paso a la persecución y asesinato de las poblaciones armenias en la capital y en el interior del Imperio Otomano, llevándose a cabo una brutal masacre y asesinatos en masa, que son recordados como el primer genocidio del siglo XX.
Como consecuencia de este genocidio, la nación Armenia, que contaba con 3 millones de habitantes, es reducida a la mitad, siendo deportados y expulsados de sus tierras los sobrevivientes.
Turquía, heredera del Imperio Otomano, aún hoy se niega a reconocer el Genocidio Armenio, que ha sido reconocido por una veintena de países como Argentina, Uruguay, Francia, Italia, Holanda, entre otros.
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