Bélgica (en neerlandés, België, [ˈbɛl.ɣi.jə] ; en francés, Belgique, [bɛlʒik] ; en alemán, Belgien, [ˈbɛlɡiən] ), oficialmente Reino de Bélgica (en neerlandés: Koninkrijk België, en francés: Royaume de Belgique y en alemán: Königreich Belgien), es un país soberano, miembro de la Unión Europea, situado en el noroeste europeo. Este país cubre una superficie de 30 528 kilómetros cuadrados y posee una población de 11 250 659 habitantes según la estimación de 2015.1 Su capital y ciudad más poblada es Bruselas.
Es un Estado multilingüístico con tres lenguas oficiales: el 60 % de su población, en la región de Flandesprincipalmente, habla neerlandés, mientras que cerca del 35 % habla francés (en la región de Valonia, al sur, y en la Región de Bruselas-Capital, una región oficialmente bilingüe que acoge también una minoría de hablantes de neerlandés). Menos de un 1 % de los belgas vive en la Comunidad germanófona, donde hablan alemán, junto a la frontera al este del país. A menudo, esta diversidad lingüística lleva a severos conflictos políticos y culturales, muy parecidos a los de otros países bilingües, reflejándose en el complejo sistema de gobierno de Bélgica y en su historia política.
Bélgica recibe su nombre de la denominación latina de la parte más septentrional de la Galia, Gallia Belgica, el cual, a su vez, procede de un grupo de tribus celtas, los belgas. Históricamente, Bélgica ha sido parte de los Países Bajos de los Habsburgo, los cuales incluían los actuales Países Bajos y el Gran Ducado de Luxemburgo, ocupando una región algo mayor que el moderno Benelux.
Desde finales de la Edad Media hasta el siglo XVII, fue un floreciente centro de comercio y cultura. Desde el siglo XVIII hasta la Revolución belga de 1830, Bélgica, en aquella época llamada los Países Bajos del Sur, fue el lugar de muchas batallas entre las potencias europeas y es por ello que se ha ganado el apodo de "el campo de batalla de Europa"4 o "la cabina de Europa".5
Es uno de los miembros fundadores de la Unión Europea, cuyas instituciones principales están ubicadas en el país, así como un número importante de otras organizaciones internacionales, como la OTAN.
Etimología
El más antiguo uso de las voces Belga y Bélgica que nos ha llegado está en el De Bello Gallico de Julio César. En dicho libro, el conquistador romano dividía toda la Galia en tres partes: los galos propiamente tales, los aquitanos y los belgas. Estos últimos estaban separados de los galos por los ríos Sena y Marne. Durante el principado de Augusto, Marco Agripa dividió la Galia en tres provincias y asignándoles a una de ellas el nombre de Gallia Bélgica. Esta última se reorganizaría durante el imperio de Domiciano, quien la dividió a su vez en tres nuevas provincias, a saber: la Gallia Belgica y las dos Germanias. La Gallia Belgica, más tarde se volvió a repartir en dos provincias: la Belgica Prima y la Belgica Secunda. La actual Bélgica tiene poco que ver con estas antiguas provincias romanas, ya que la mayor parte de su territorio se ubica en parte de la histórica Germania Inferior (más tarde, Germania Secunda) y otra parte en la Bélgica Secunda.
Estos términos casi desaparecieron por completo después de las invasiones bárbaras, y subsistieron solo en la pluma de algunos eruditos, mayormente clérigos. Volvieron a usarse en la segunda mitad del siglo IX, después de la escisión del imperio de Carlomagno, con la creación de la Lotaringia. Los clérigos de entonces, siguiendo una práctica común que consistía en utilizar los antiguos nombres latinos, usados por el Imperio, recuperaron la palabra Bélgica para designar al reino de Lotario II, en lugar del término Lotaringia, para designar al territorio situado entre la Gallia de Carlos el Calvo y la Germania de Luis el Germánico. Las denominaciones Belgae, Bélgica, Gallia Bélgica desaparecieron de nuevo en el siglo XII, después de la desaparición de la Lotaringia.6
Historia
Primeras épocas
El área ocupada por Bélgica ha experimentado significativos cambios demográficos, políticos y culturales. El primero bien documentado fue la conquista de la región por la República Romana en el siglo I a. C., seguida en el siglo V por los francos germánicos. Éstos establecieron el Reino Merovingio, que pasó a ser el Imperio carolingioen el siglo VIII. Durante la Edad Media, los Países Bajos estaban fragmentados en pequeños Estados feudales. La mayor parte de ellos se unió durante los siglos XIV y XV con la casa de Borgoña, formando los Países Bajos borgoñones. Estos Estados ganaron el estatuto de autonomía en el siglo XV y fueron conocidos desde entonces como las Diecisiete Provincias.
La historia de Bélgica se puede distinguir de la de los Países Bajos desde el siglo XVI. La Guerra de los Ochenta Años (1568-1648) provocó la división de las Diecisiete Provincias en las Provincias Unidas al norte y los Países Bajos del Sur al sur, siendo éstas gobernadas sucesivamente por los Habsburgo españoles y austriacos.
La independencia
Hasta la independencia de Bélgica en 1830, los Países Bajos del Sur eran un territorio muy codiciado por los conquistadores, siendo el telón de fondo de la mayor parte de las guerras franco-españolas y franco-austriacas durante los siglos XVII y XVIII. Tras las campañas de 1794 de las Guerras Revolucionarias Francesas, los Países Bajos —que incluían territorios que nunca habían estado bajo dominio de los Habsburgo, como el Obispado de Lieja— fueron invadidos por Francia, terminando con el mando español y austriaco en aquella zona. En efecto, la reunificación de los Países Bajos como Reino Unido de los Países Bajos tuvo lugar a finales del Imperio francés, en 1815, tras las campañas de Napoleón.
El triunfo de la Revolución belga de 1830 para independizarse de los Países Bajos se decidió en la capital, Bruselas, en las llamadas Cuatro Jornadas de Bruselas, bajo un Gobierno Provisional cuyo [[miembro más influyente era Charles Rogier y, con la dirección militar como comandante en jefe del exiliado español Juan Van Halen. La breve contienda llevó al establecimiento de una Bélgica independiente, católica y neutral, bajo un gobierno provisional.
Desde la instauración de Leopoldo I como rey en 1831, Bélgica ha sido una monarquíaconstitucional y una democracia parlamentaria. Entre la independencia y la II Guerra Mundial, el sistema democrático evolucionó de una oligarquía caracterizada por dos partidos principales, los católicos y los liberales, a un sistema de sufragio universal que ha incluido un tercero, el Partido Socialista, y un papel fuerte para los sindicatos. En sus orígenes, el francés, que era la lengua de la nobleza y la burguesía, era la lengua oficial. Desde entonces, el país ha desarrollado un sistema bilingüe en neerlandés y francés.
En la Conferencia de Berlín de 1885 se acordó entregar el Congo al rey Leopoldo II como posesión privada, llamada Estado Libre del Congo. En 1908, se cedió a Bélgica como colonia, pasándose a llamar Congo Belga. La neutralidad de Bélgica se quebrantó en 1914, cuando Alemania invadió Bélgica como parte del Plan Schlieffen. Las antiguas colonias alemanas de Ruanda-Urundi —que ahora son Ruanda y Burundi— fueron ocupadas por el Congo Belga en 1916. La Sociedad de Nacioneslas transfirió a Bélgica en 1924. Bélgica fue invadida de nuevo por Alemania en 1940, durante la Blitzkrieg. Estuvo ocupada hasta el invierno de 1944-45, en que fue liberada por las tropas Aliadas. El Congo Belga accedió a la independencia en 1960, durante la Crisis del Congo, mientras que Ruanda-Urundi se independizó en 1962.
Primera y Segunda Guerra Mundial
La batalla de Lieja fue el inicio de la invasión alemana de Bélgica y la primera batalla de la Primera Guerra Mundial. Ello supuso un nuevo estímulo a la identidad flamenca que comenzó a gestarse durante el siglo XIX y que recibió un impulso político por parte del Gobierno de ocupación alemán; durante la Segunda Guerra, toda la región del Benelux (Bélgica, los Países Bajos, el Luxemburgo) fue ocupada por la Alemania nazi.
Durante el siglo XX, y especialmente desde la II Guerra Mundial, la historia de Bélgica ha estado dominada cada vez más por la autonomía de sus dos comunidades principales. Este periodo ha visto un aumento en las tensiones intercomunales y la unión del Estado belga se ha puesto en cuestión.7 Mediante reformas constitucionales en los años 70 y 80, la regionalización del Estado unitario condujo al establecimiento de un sistema federal estructurado en tres niveles, a la creación de comunidades lingüísticas y de gobiernos regionales y a la ratificación de un acuerdo concebido para minimizar las tensiones lingüísticas. Hoy en día, estas entidades federadas sostienen más poder legislativo que el parlamento bicameral nacional, mientras que el gobierno nacional aún controla casi toda la recaudación de impuestos, cerca del 80 % de las finanzas de los gobiernos comunitarios y regionales, y el 100 % de la seguridad social.
De la «Belgique unitaire» al estado federal
En 1830, Bélgica se separa de Holanda, con la que había formado el Reino Unido de los Países Bajos durante quince años. La misma razón por la que Bélgica se independiza tiene unas bases lingüísticas. Es decir, la zona que constituye la Bélgica actual había sido dominada durante mucho tiempo por los franceses, por lo que toda la burguesía administrativa flamenca se había afrancesado. Sin embargo, cuando se une esta zona a los Países Bajos, la élite administrativa flamenca, de mayoría francófona, es destituida y reemplazada por personas neerlandófonas, generalmente venidas de Holanda. Por ello, ya a partir de los primeros años del Reino Unido, la élite administrativa va perdiendo la confianza en el rey y la Unión. Cuando, además, el rey empieza a promulgar medidas proteccionistas contra las industrias meridionales para fomentar el desarrollo industrial de la zona septentrional, también pierde el apoyo de la élite industrial, en su mayor parte valones, y se produce la Revolución Brabanzona.
Por aquel entonces, según estima D’Haveloose (2000), Bélgica contaba con 4 millones de habitantes, de los que más o menos 2 200 000 hablaban neerlandés y más o menos 1 700 000 hablaban francés. Sin embargo, el nuevo Estado se define a partir de sus inicios como unitario y francófono, aunque la mayoría de la población hablaba neerlandés y el país constaba de dos partes económica y culturalmente diferentes. Entonces, la política lingüística de la época no tiene que verse tanto en términos de quién constituía la mayoría de la población, sino en términos de que la élite burguesa, que controlaba la política por el sufragio tributario, se expresaba en francés.
Sin embargo, gradualmente los flamencos se van oponiendo a la injusticia lingüística, por lo que, en 1889, se adopta la Ley de la Igualdad que estipulaba que el neerlandés y el francés fueran las lenguas oficiales del país. Durante la Primera Guerra Mundial, surge el Movimiento del Frente que quería acabar con el predominio del francés y hacer de Flandes un territorio monolingüe neerlandófono, un proceso que se va llevando a cabo entre 1932 y 1968.
El año 1963 es otro momento clave, porque entonces se adoptan unas leyes que dividían el país en zonas lingüísticas. Antes, el censo contaba cuántas personas hablaban francés, neerlandés o alemán en un municipio y el municipio se organizaba o bien en la lengua de la mayoría o en ambas, lo que originaba un aumento de los pueblos francófonos y bilingües.
La división del país en unas zonas neerlandófona, germanófona y francófona era un asunto muy delicado. Surgen muchas protestas, puesto que en la frontera lingüística convivían los dos grupos lingüísticos y además en el sistema anterior los habitantes tenían el derecho a ser atendidos en las dos lenguas. Para encontrar una solución de estos problemas, en 27 municipios que están en una de las fronteras lingüísticas se sigue no aplicando el principio de territorialidad. Asimismo, como en seis pueblos flamencos alrededor de Bruselas vivían muchos francófonos, por lo que, antes, la administración era bilingüe, se les dan facilidades lingüísticas. Por tanto, en muchos aspectos, el año 1963 no representa tanto muchos cambios, sino que más bien significa la consolidación de una vez por todas del statu quo.
Según Peiren (1993), la instauración de esas zonas se va experimentando gradualmente, en contradicción con la estructura unitaria del país, por lo que una federalización era necesaria. Además habían surgido partidos políticos flamencos nacionalistas que insistían en la cuestión lingüística, como el Volksunie. Asimismo, en el seno de los partidos políticos nacionales surgían visiones fundamentalmente diferentes, lo que lleva a la organización regional de los mismos. Al mismo tiempo, muchas personas de ambas partes del país estaban convencidas de que sería mejor para todos si ciertos aspectos de la organización estatal fueran regionalizados. Según Willemyns (2002) ese sentimiento se origina por dos factores: uno es que durante el siglo XIX y la primera parte del siglo XX es Valonia la que poseía el mayor desarrollo industrial, pero a partir de los años 50-60, Flandes también empieza a desarrollarse industrialmente. Al mismo tiempo, la infraestructura de Valonia, que databa del siglo XIX, necesitaba ser actualizada, lo que genera una recesión de la cual hasta la fecha de hoy la zona no se ha recuperado. También existían diferencias ideológicas entre ambas partes del país, es decir, mientras que Valonia era claramente socialista (Parti Socialiste), Flandes era la base del poder del partido popular católico democrático (Christelijke VolksPartij). A raíz de esas diferencias, empieza en 1970 la federalización de Bélgica, un proceso que se va llevando a cabo principalmente entre dicho año y 1993.
En 1970, la demanda principal de los flamencos es la autonomía cultural, mientras que los valones insisten en una autonomía económica para fomentar su economía problemática y garantías de que en la Bélgica federal, su situación demográfica y económica no sería marginada. El resultado de esas negociaciones es la creación, por una parte, de tres comunidades culturales (la de habla neerlandesa, la francófona y la de habla germana) y, por otra, de tres Regiones (Flandes, Valonia y la Región capital de Bruselas). Además, se incorporan en la Constitución garantías para proteger a la minoría francófona. Las reformas del Estado siguientes (1980, 1988 y 1993) extienden las competencias de las regiones y comunidades hasta obtener la organización del Estado actual, que queda representada en la figura.
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