jueves, 21 de diciembre de 2017

SANTOS POR MESES Y DÍAS

SANTOS DEL 3 DE ENERO

Estefanía Quinzani, Santa
Estefanía Quinzani, Santa

Monja Dominica, 2 de enero


Por: P. Felipe Santos | Fuente: Catholic.net 



Etimológicamente significa “coronada de luz”. Viene de la lengua griega.

Todos los padres desean que sus hijos tengan una formación lo más completa posible. Es casi una ley natural.

Esta chica se sitúa históricamente en el siglo XVI. Y para mayor información, uno se puede acercar a la iglesia de Colomo, al lado de Parma, en donde se conserva el cuerpo de esta santa.

Esto constituyó un regalo inmenso ofrecido al archiduque Fernando de Borbón, duque de Parma, en 1784.

No hacía mucho tiempo que el mismo Papa Benedicto XIV había aprobado que se podía dar culto a esta santa.

Y como suele ocurrir a la muerte de un santo – al menos antes – la gente iba presurosa a buscar reliquias de ella. Así por ejemplo, su cabeza se puede ver en Cremona, justo al lado de una iglesia dominica.

Y hay que tener en cuenta que Estefanía no había nacido en ninguno de los dos sitios. Ella vino al mundo en el pueblo de Orzinuovi, en la provincia de Brescia, Italia.

Su padre era una persona comprometida en serio con el apostolado que todo creyente desempeña en la Iglesia por el bien de los demás.

A tal grado llegó su compromiso que, desde los 15 años pertenecía ya a la tercera orden dominica.
Su hija le siguió fielmente por los caminos que marca el Evangelio para aquellos que lo dejan todo con tal de ganar a Cristo.

No fue una chica aislada ni tristona. Al contrario, todo el mundo la veía con ánimos de luchadora, y emprendía obras que, a primera vista, parecerían absurdas o de locas.

De esta forma, fundó un convento en Soncino. Todo lo hacía por amor. Quien ama de verdad se siente feliz, aunque vengan las pruebas y tribulaciones.

Y a Estefanía le llegaron muy fuertes, pero las superó con energía y paciencia. En su cuerpo aparecieron los estigmas de la Pasión de Cristo. Murió el año 1530.
Stefana Quinzani nació en 1457, cerca de Brescia, en el seno de una familia de clase media. Se cuentan algunas cosas extrañas de su infancia, y se dice que consagró a Dios su virginidad desde muy niña. Sin embargo, su vocación no se definió del todo, sino hasta que sus padres se transladaron a Soncino, donde tuvo ocasión de conocer la orden de Santo Domingo. En dicha población tuvo una visión en la que se le apareció san Andrés apóstol llevando la cruz. A raíz de esa visión, tomó el hábito de la tercera orden de Santo Domingo y se consagró al cuidado de los enfermos y al socorro de los pobres, hasta el momento en que ella misma fundó un convento en Soncino. El documento más interesante que poseemos sobre nuestra beata es un relato contemporáneo, escrito en 1497 y firmado por veintiún testigos, en el que se describe uno de los éxtasis en los que ella vivía físicamente toda la Pasión, sin excluir la flagelación, la coronación de espinas y la crucifixión. Parece que en el curso de tales éxtasis, los estigmas de la Pasión aparecían sobre sus manos y sus pies. Su cuerpo se ponía tan rígido que los testigos eran incapaces de hacerla cambiar de posición, o simplemente de flexionar sus miembros. Se cuenta que realizó muchas curaciones milagrosas y que multiplicó, en algunas ocasiones, la comida y el dinero.
La «Legenda Volgare», en la que se basan en último término todos los relatos de la vida de la beata, constituye, según la expresión de su editor, Mons. Guerrini, «una novela mística en plenitud, escrita más para la edificación ascética que para la historia, y está llena de elevaciones y malabarismos místicos, dirigidos a los lectores del sexo femenino». Los fragmentos de las cartas de la beata, que son otra fuente de información, no han sido todavía explorados y estudiados detenidamente. La beata tuvo una extensa correspondencia con muchos habitantes del norte de Italia. Su muerte aconteció el 2 de enero de 1530, y su culto fue confirmado en 1740.






Genoveva (en francésGenevièvelatínGenovefa, latinización del fráncico *kenowīfa o *Kenuwefa, formado de keno, «género» o «raza», y wefa, «esposa») (Nanterre423 - Parísc. 502/512, según las fuentes y la tradición) fue una virgen francesa, venerada como santa por la Iglesia. Fue nombrada patrona de la ciudad de París y de su Gendarmería.
Santa Genoveva
Ste genevieve st etienne.jpg
Estatua de Santa Genoveva
Virgen
Patrona de París
NombreGeneviève
Nacimiento423
NanterreFrancia
Fallecimiento502 o 512
ParísFrancia
Venerada enIglesia Católica
CanonizaciónPre-Congregación C.C.S.
Festividad3 de enero
AtributosDoncella que sostiene a un cordero; mujer coronada que blande una espada
Patronazgo
  • Bandera de Francia París
  • Gendarmería de París
  • Fabricantes de velas (cereros)

Historia[editar]

Su padre, Severus, era probablemente un franco romanizado,2​ y su madre, Geroncia, de asecendencia griega. Se entrega a Dios muy joven, llevando una vida consagrada y ascética probablemente desde los 16 años de edad.
Según la tradición, en 451, gracias a su fuerza de carácter, Genoveva que sólo tiene 28 años convence a los habitantes de París de no abandonar la ciudad ni entregarla a los hunos. Anima a los parisinos a resistir la invasión con sus palabras célebres: «Que los hombres huyan, si lo desean, si no son capaces de luchar más. Nosotras, las mujeres, rogaremos tanto a Dios, que Él atenderá nuestras súplicas.» .

Iconografía[editar]

Hasta el siglo XVI, Santa Genoveva era representada con un vestido de joven noble, sosteniendo en la mano una vela que un demonio intentaba apagar (en recuerdo de la construcción de la primera basílica de San Dionisio, la cual ella visitaba de noche con sus acompañantes).
Otras veces se la representa como una joven pastora rodeada de borregos.

El padre de Genoveva se llamaba Severo y su madre Geroncia. La santa nació hacia el año 422, en Nanterre, pequeña población de los alrededores de París, en las proximidades de Mont Valérien. Cuando san Germán de Auxerre iba de camino para Bretaña para combatir junto a san Lupo la herejía pelagiana, pasó una noche en Nanterre. Los habitantes les rodearon para recibir su bendición; san Germán predicó un sermón, durante el cual, Genoveva, que sólo tenía siete años, atrajo su atención. Al fin de la prédica, san Germán llamó a los padres de la niña y les predijo que su hija sería una santa. En seguida preguntó a la niña si no era cierto que su único deseo era servir a Dios y ser esposa de Jesucristo. Ella respondió que, en efecto no pensaba en otra cosa, y le rogó que la bendijese en tal forma, que quedara consagrada a Dios, a partir de ese instante. El santo prelado se dirigió a la iglesia, seguido por el pueblo, y durante el canto de los salmos, como dice Constancio (una narración de la vida de santa Genoveva, particulariza que fue durante la recitación de Nona y de las Vísperas), impuso las manos a la niña. Después de la cena la despidió, rogando a sus padres que la trajesen de nuevo a la mañana siguiente. Estos obedecieron, y san Germán preguntó a la niña si recordaba la promesa que había hecho a Dios. Ella respondió afirmativamente y que esperaba guardarla con fidelidad. El obispo le regaló una medalla con una cruz para que la llevara al cuello, en recuerdo de su consagración del día anterior y le recomendó que no usara nunca brazaletes, ni joyas. El autor de la biografía de la santa nos refiere que, como la niña pidiera un día permiso para ir a la iglesia, su madre le respondió con bofetadas y en castigo de su crueldad quedó ciega, y no recobró la vista sino hasta dos meses más tarde, al lavarse los ojos con el agua que su hija había traído del pozo y sobre la cual había trazado el signo de la cruz. Desde entonces, los habitantes de Nanterre consideraron el pozo como bendito.
Hacia los quince años, Genoveva fue presentada al obispo de París, junto con dos compañeras, para recibir el velo. Aunque era la más joven de las tres, el obispo le hizo ocupar el primer puesto, diciendo que el cielo la había ya santificado, con lo cual parecía hacer alusión a la promesa de Genoveva de consagrarse a Dios. A partir de entonces, Genoveva sólo comía, generalmente, dos veces por semana, los jueves y los domingos, un poco de pan y una reducida porción de habichuelas. A la muerte de sus padres, Genoveva fue a vivir a París con su madrina. De vez en cuando, partía de viaje por motivos de caridad; así visitó las ciudades de Meaux, Laon, Tours, Orléans y algunas otras, que guardan el recuerdo de sus milagros y admirables predicciones. Dios permitió que sufriera duras pruebas: durante algún tiempo, todo el mundo parecía estar contra ella, y tuvo que soportar verse tratada de visionaria e hipócrita. La llegada de san Germán, probablemente durante su segundo viaje a Bretaña, calmó, por algún tiempo, a los calumniadores; pero poco después, la tempestad estalló nuevamente. Sus enemigos estaban decididos a desprestigiarla y aun a ahogarla, cuando se presentó el archidiácono de Auxerre trayéndole pan bendito de parte de san Germán, en prueba de la estima que el obispo le profesaba y en signo de comunión con ella. El suceso parece haber tenido lugar cuando san Germán se hallaba en Italia, en el 448. Esta muestra de veneración del santo obispo cambió el corazón de los enemigos de Genoveva, quienes se convirtieron en admiradores suyos, hasta el fin de su vida.
Por esa época, los francos se habían apoderado de la mayor parte de la Galia, y el rey Childerico puso sitio a París. Como los habitantes de la ciudad sufriesen cruelmente de hambre, santa Genoveva partió a la cabeza de un grupo que iba en busca de provisiones, según relata su biógrafo, y volvió de Arcis-sur-Aube y Troyes con varias barcas cargadas de grano. Una vez dueño de París, Childerico, aunque siguió siendo pagano, profesó gran respeto a Genoveva; gracias a los ruegos de la muchacha, el conquistador perdonó la vida a muchos prisioneros y dio otras muestras de generosidad. Gracias al celo de Genoveva para conseguir contribuciones, se construyó en París la iglesia de San Dionisio, la misma que casi un siglo después, en el año 629, reconstruyó el rey Dagoberto I, agregándole un monasterio. Genoveva emprendió muchas peregrinaciones, en compañía de otras doncellas, al santuario de San Martín de Tours. La fama de su santidad era ya tan grande, que parece haber llegado a oídos de san Simón el Estilita, en Siria. El rey Clodoveo, que abrazó la fe en el 496, escuchaba respetuosamente a Genoveva, y más de una vez le otorgó la liberación de prisioneros. Cuando llegó la noticia del avance de Atila, los parisinos se prepararon a abandonar la ciudad; pero santa Genoveva, como una Judith o una Ester cristiana, les animó a apartar esa amenaza por medio de la oración y el ayuno. Muchas mujeres pasaban el día entero haciendo oración con ella en el bautisterio; de ahí proviene la devoción particular por santa Genoveva que existía en Saint-Jean-le-Rond, el antiguo bautisterio de la iglesia de París. Genoveva aseguró al pueblo que Dios le protegería contra Atila y, aunque muchos la tacharon de impostora, los hechos le dieron la razón, porque el caudillo de los bárbaros modificó súbitamente su itinerario y pasó de largo frente a París. Nuestro autor atribuye a santa Genoveva la primera idea de la iglesia que Clodoveo empezó a edificar en honor de san Pedro y san Pablo, para complacer a su mujer, santa Clotilde. El cuerpo de santa Genoveva fue sepultado allí, hacia el año 500. Los milagros obrados por la santa en su sepultura hicieron famosa en toda Francia la iglesia de San Pedro y San Pablo, que el pueblo empezó a llamar templo de Santa Genoveva. En 1764 fue construida una nueva iglesia sobre los restos de la antigua: se trata del «Panteón», posteriormente secularizado y convertido en monumento nacional.
La ciudad de París se ha visto frecuentemente protegida por la intercesión de santa Genoveva. El caso más famoso es el milagro conocido con el nombre de «des Ardents», es decir, de la fiebre de fuego. En 1129, una enfermedad, tal vez una especie de envenenamiento, llevó a la tumba, en unos cuantos días, a millares de personas, sin que los médicos pudiesen encontrar ningún remedio. Esteban, obispo de París, imploró con el clero y el pueblo, la misericordia divina con ayunos y oraciones. Pero la epidemia no cesó, hasta que las reliquias de santa Genoveva fueron trasladadas en procesión solemne a la catedral. Muchas personas fueron curadas con sólo tocar el relicario; únicamente tres de los enfermos murieron y la epidemia cesó por completo. El papa Inocencio II, que fue a París al año siguiente, después de una minuciosa investigación, ordenó que se celebrara anualmente, el 26 de noviembre, la conmemoración de este milagro, cosa que se hace todavía en París. Antiguamente existía la costumbre de llevar a la catedral los restos de santa Genoveva, en procesión solemne, cada vez que había una calamidad pública. La mayor parte de las reliquias de la santa fueron destruidas durante la Revolución.
La antigua vida de santa Genoveva, de la que hemos tomado los principales datos y que se atribuye a un contemporáneo de la santa, que la escribió dieciocho años después de su muerte, ha sido objeto de una aguda controversia. Existen tres recensiones de ella, conocidas respectivamente bajo las siglas A, B y C. El texto A fue editado por B. Krusch en Monumenta Germaniae Historica, Scriptores Merov., vol. III, 1896. C. Kohler publicó el texto B en su inteligente ensayo «Etude critique sur le texte de la vie latine de Sainte Geneviéve» (1881), y el texto C se encuentra en la edición Teubner de la Vita sanctae Genovevae, hecha por C Künstle en 1910. Aunque el texto C tiene a su favor la autoridad de los manuscritos más antiguos (siglo VIII), los críticos no admiten generalmente la prioridad de dicha recensión. Pero la controversia más importante versa sobre la autenticidad de la vida misma. Bruno Krusch asegura que se trata de una invención, y que el autor no es un contemporáneo, sino que compiló la vida más de 250 años después, hacia el fin del siglo VIII Aquí sólo podemos dar una idea somera de las discusiones que ha provocado la tesis de Krusch. Baste con decir que su opinión no ha encontrado apoyo en la mayoría de los críticos de peso. Investigadores de la talla de Mons. Duchesne, del Prof. G. Kurth, de C. Künstle y de A. Poncelet, sostienen que la vida fue escrita realmente por un contemporáneo y que es sustancialmente verídica. El lector encontrará un excelente resumen de los datos ciertos de la vida de santa Genoveva en H. Lesétre, Ste. Geneviéve (en la colección Les Saints), así como en el ensayo de E. Vacandard, Etudes Critiques, vol. IV, pp. 67-124, y 255-266. Una leyenda cuenta que, cuando Genoveva iba a la iglesia a orar, durante la noche, el demonio encendía un cirio para asustarla; por ello las imágenes de santa Genoveva la representan con un cirio, y el demonio se halla algunas veces en las proximidades.


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