La orden de Albrac fue una orden hospitalaria creada hacia el año 1120 en Rouergue por un vizconde de Flandes llamado Allard o Adelardo, para proteger a los viajeros contra los malhechores que infestaban las montañas de Albrac, cerca de Rodez.
En un principio se componía de una orden de hermanos armados para servir de escolta a los viajeros, de religiosos para servir un hospital y de eclesiásticos para desempeñar las funciones religiosas. Subsistió hasta el siglo XVIII; pero había decaído mucho de su antiguo carácter, y no era más que un simple convento de hombres que seguían la regla de San Agustín. Luis XIV la suprimió y destinó el terreno a la Escuela práctica militar en 1679.
La Orden de Aubrac fue una orden militar fundada en Aubrac en la diócesis de Rodez hacia 1162, fecha de su aprobación por el obispo, quien instiga la regla de San Agustín. Su propósito original fue la protección del hospital y del Camino de Santiago y el camino a Roma para los peregrinos.
Nunca fueron numerosos los miembros de la orden, pese a lo cual la Orden de San Juan no pudo anexionarse la orden ni sus propiedades a pesar de sus intenciones. La Orden de Aubrac se mantuvo en funcionamiento hasta la Revolución francesa.
El monasterio y hospital (Hôtel-Dieu) que forman su cuartel general se llamaba el Dômerie d'Aubrac. Fue fundado por un vizconde de Flandria, Adalardo, en 1031, como consecuencia del ataque que sufrió a manos de bandidos en el Rouergue cuando realizaba un viaje a Santiago de Compostela. A lo largo del Dômerie, la orden tenía un hueste de sacerdotes, caballeros y otros miembros laicos. En Bozouls, Milhau, Nazac, y Rodez fueron establecidos hospitales subordinados (llamados comandarias).
La Orden de San Benito de Avis fue una orden militar medieval en el Reino de Portugal. Fundada en 1166 como Orden de San Benito de Évora, a partir de la conquista de la ciudad de Avis en 1211, la orden pasó a llamarse Orden de Avis.
Orden de Avis | ||
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Cruz de Avis | ||
Otorgada por Reino de Portugal | ||
Tipo | Orden monástico-militar | |
Estado | Extinta como orden monástico-militar (Activa como orden honorífica) | |
Estadísticas | ||
Siguiente menor | Orden Militar de Santiago de la Espada | |
Historia[editar]
En 1147, tras la toma de Lisboa por los cruzados normandos e ingleses y las mesnadas del rey de Portugal, un grupo de nobles caballeros decidió asociarse y comprometerse a continuar en todo momento la lucha contra los musulmanes. En 1166, el rey Alfonso I, que quería proteger la ciudad de Évora de las incursiones sarracenas, estableció con estos caballeros el embrión de una nueva orden militar en la ciudad, por lo que diez años después era conocida como Orden de Évora y estaba regulada de acuerdo a la regla cisterciense.
La Orden de Calatrava la apoyó desde el principio y en agradecimiento, en 1187, los caballeros de Évora adoptaron su constitución y su emblema, del que sólo cambiaron el color, siendo este una cruz flordelisada de sinople (verde) sobre campo de argén (blanco). En los primeros diseños presentaba a sus lados, en ocasiones, dos polluelos de águila, como símbolo de la rapidez de sus caballeros al acometer sus empresas. En un principio su veste estaba formada por un largo escapulario con capucha, pero como la longitud del manto estorbaba sus movimientos en las batallas, el Papa Bonifacio IX autorizó que fuese corto, con una cruz orlada en oro en el hombro izquierdo, dejando el uso del manto largo o capitular para las ocasiones solemnes, como por ejemplo fiestas de casamientos, cumpleaños de quince o simplemente para impresionar a una bella dama.
Años más tarde, cuando en 1211 sus caballeros conquistaron Avis, trasladaron a esta ciudad su residencia y cambiaron el nombre de la orden, lo que fue confirmado por el Papa Inocencio III en 1214. En 1385, uno de sus Grandes Maestres, Juan, hijo bastardo de Pedro I, se convirtió en rey de Portugal con el nombre de Juan I, y la dinastía pasó a denominarse de Avís. Avis dependió en la práctica de la Orden de Calatrava, hasta que en el reinado de Pedro II recibió tales prebendas, mediante leyes especiales y donaciones, que pudo desvincularse y convertirse en la más poderosa orden de Portugal, rivalizando con Santiago y ganando gran fama cuando su maestre llegó a ser a finales del siglo XIV rey de Portugal, si bien no fue integrada en la corona portuguesa hasta 1550, al mismo tiempo que la Orden de Cristo, sucesora del Temple.
Respecto a sus reglas, también variaron con el tiempo y así, el originario voto de castidad de sus caballeros se convirtió, en tiempos del Papa Pablo III, en un mero deber de fidelidad conyugal.
Desde entonces, la orden se convirtió en orden de caballería reservada a los nobles y miembros de la familia real, estatus confirmado en un decreto de 1604. El 1 de agosto de 1789, María I de Portugal y el Papa Pío VI intentaron reformar el orden secularizándola, junto con la Orden de Santiago y la Orden de Cristo, manteniendo el gran maestrazgo vinculado a la corona.
El príncipe regente Juan llevó la orden en Brasil, y en 1834 el regente Pedro duque de Braganza, en nombre de María II de Portugal, la aboliría en el contexto de la supresión de las órdenes. Fue restaurada en 1894 por el jefe de gobierno Hintze Ribeiro, pero solo como una orden honorífica con el nombre de Orden Militar de Avís, para condecorar a personalidades militares por haber tenido una actuación relevante. Nuevamente suprimida en 1910, volvió a restaurarse en 1918 como orden honorífica.
La orden en la actualidad[editar]
La Orden forma parte de las conocidas como «Antiguas Órdenes Militares». Es gobernada por un canciller y un consejo de ocho miembros, designados por el Presidente de la República, para asistirlo como Gran Maestre en todos los asuntos que conciernen a la administración de la orden.
La orden solo puede ser conferida al personal militar, tanto portugués como extranjero, por servicios excepcionales. Para portugueses se requiere de un mínimo de siete años de servicio en las fuerzas armadas así como una hoja de servicio impecable y ejemplar.
La orden de la calavera es una orden creada inicialmente para damas y caballeros y, a partir de su restablecimiento en 1709, exclusivamente femenina.
Fue fundada en 1652 por Silvius I. Nimrod, duque de Wurtemberg en Silesia. Habiéndose casi extinguido al fin del mismo siglo de su creación, la nieta del fundador, la duquesa Lucía Isabel, la restableció para señoras en 1709. En los estatutos de esta orden de señoras, se miraba más que al linaje la vida ejemplar de las damas a las que se prohíbe toda clase de juegos, fiestas públicas y trajes magníficos. En el capítulo general anual se multaba a la dama que había faltado en algo a la regla y el importe de estas multas se reparte a los pobres el día del Viernes Santo: la divisa que distingue a las damas es la de la orden, que consiste en una calavera de oro pendiente de un lazo de cinta negra. Alrededor de la calavera se lee, Memento mori.
En la Edad Media, un caballero era una unidad guerrera que formaba parte de la hueste (fuerza militar) de un señor feudal o de un rey. Con motivo de las Cruzadas se crearon las órdenes militares, formadas por caballeros que se comprometían a votos monásticos, como la orden templaria o la orden hospitalaria. En los distintos reinos se fueron creando otras órdenes, como las órdenes militares españolas. Los rituales de iniciación incluían elementos luego incorporados al imaginario de la caballería andante, como el velar las armas (pasar una noche en oración ante las armas) y ser armado caballero (en una ceremonia propia del homenaje e investidura de las relaciones feudo-vasalláticas).
La orden de caballería era pues cada una de las instituciones formadas por caballeros organizados jerárquicamente como vasallos de un señor y que respetaban un código de honor. Se suponía que un caballero andante debía ser un miembro de una de estas órdenes que, por orden de su señor o por obligación moral (por ejemplo, por imposición de una promesa a su dama), viajaba grandes distancias, ya sea persiguiendo un objetivo concreto o no, aceptando o provocando desafíos, resolviendo entuertos (injusticias) y protegiendo a los desfavorecidos (doncellas, viudas y huérfanos). Estos hechos (hazañas) hacían ganar al caballero una gran fama (paralelo al concepto de honra u honor, popularidad y prestigio, objetivos principales de la época, que equivalía a una vida más allá de la muerte -véase por ejemplo su formulación en las Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique-1), muchas veces exagerando sus proezas. La épica de los cantares de gesta, la lírica del amor cortés de los trovadores provenzales y la adaptación de leyendas como el ciclo artúrico fueron fijando a lo largo de la Edad Media el modelo ideal de caballero en la literatura y en el imaginario colectivo, convirtiéndolo en un arquetipo más que en un agente social real.
Para decirlo con otras palabras, la caballería andante como tema literario es anterior a cualquier manifestación de la caballería andante en la práctica.
Hoy en día, la constancia de tales caballeros es prácticamente de carácter mítico y forma parte del folclore de Europa. El ejemplo más claro se encuentra en la leyenda del Rey Arturo y sus caballeros de la Mesa Redonda, donde en diversas ocasiones los caballeros al mando del rey posponen sus obligaciones no inmediatas para servir al pueblo. No obstante, todavía se denomina caballeresco al comportamiento cortés y galante de los caballeros (varones) hacia las damas (mujeres); o a las actitudes desinteresadas o que respetan un código de honor, sobre todo cuando se mantienen contra el propio bienestar, interés o seguridad. Un comportamiento extremado en ese sentido llegaría a calificarse de heroísmo.
El caballero andante según don Quijote[editar]
Don Quijote nos ofrece en el capítulo XIII de la primera parte de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha una concisa historia y explicación de en qué consiste el oficio de caballero andante, según sus nociones, no siempre correctas.
''–¿No han vuestras mercedes leído –respondió don Quijote– los anales e historias de Inglaterra, donde se tratan las famosas hazañas del rey Arturo, que continuamente en nuestro romance castellano llamamos el rey Artús, de quien es tradición antigua y común en todo aquel reino de la Gran Bretaña que este rey no murió, sino que, por arte de encantamento, se convirtió en cuervo, y que, andando los tiempos, ha de volver a reinar y a cobrar su reino y cetro; a cuya causa no se probará que desde aquel tiempo a éste haya ningún inglés muerto cuervo alguno? Pues en tiempo de este buen rey fue instituida aquella famosa orden de caballería de los caballeros de la Mesa Redonda, y pasaron, sin faltar un punto, los amores que allí se cuentan de don Lanzarote del Lago con la reina Ginebra, siendo medianera dellos y sabidora aquella tan honrada dueña Quintañona, de donde nació aquel tan sabido romance, y tan decantado en nuestra España, de:
Nunca fuera caballerode damas tan bien servido
como fuera Lanzarote
cuando de Bretaña vino;
Con aquel progreso tan dulce y tan suave de sus amorosos y fuertes fechos. Pues desde entonces, de mano en mano, fue aquella orden de caballería estendiéndose y dilatándose por muchas y diversas partes del mundo; y en ella fueron famosos y conocidos por sus fechos el valiente Amadís de Gaula, con todos sus hijos y nietos, hasta la quinta generación, y el valeroso Felixmarte de Hircania, y el nunca como se debe alabado Tirante el Blanco, y casi que en nuestros días vimos y comunicamos y oímos al invencible y valeroso caballero don Belianís de Grecia. Esto, pues, señores, es ser caballero andante, y la que he dicho es la orden de su caballería; en la cual, como otra vez he dicho, yo, aunque pecador, he hecho profesión, y lo mesmo que profesaron los caballeros referidos profeso yo. Y así, me voy por estas soledades y despoblados buscando las aventuras, con ánimo deliberado de ofrecer mi brazo y mi persona a la más peligrosa que la suerte me deparare, en ayuda de los flacos y menesterosos ".
Los libros de caballerías [...] son unas narraciones en prosa, por lo común de gran extensión, que relatan las aventuras de un hombre extraordinario, el caballero andante, quien vaga por el mundo luchando contra toda suerte de personas o monstruos, contra seres normales o mágicos, por unas tierras las más de las veces exóticas y fabulosas, o que al mando de poderosos ejércitos y escuadras derrota y vence a innúmeras fuerzas de paganos o de naciones extrañas. Es el caballero andante de los libros un ser de fuerza considerable, muchas veces portentosa e inverosímil, habilísimo en el manejo de las armas, incansable en la lucha y siempre dispuesto a acometer las empresas más peligrosas. Por lo común lucha contra el mal- opresores de humildes, traïdores, ladrones, déspotas, infieles, paganos, gigantes, dragones-, pero el afán por la acción, por la “aventura”, es para él una especie de necesidad vital [...]. El constante luchar del caballero supone una serie ininterrumpida de sacrificios, trabajos y esfuerzos que son ofrecidos a una dama, con la finalidad de conseguir, conservar o acrecentar su amor.
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