sábado, 28 de noviembre de 2020

GUERRAS EN LA EDAD MEDIA

 Se conoce como conquista musulmana de Hispania1​ o etapa musulmana inicial de la península ibérica23​ al complejo proceso político y militar que a lo largo del principio del siglo viii explica la formación y consolidación de al-Ándalus, así como la génesis de los principales reinos cristianos medievales peninsulares.4

La conquista del reino visigodo por los ejércitos musulmanes del Califato Omeya fue un proceso de quince años de duración, entre 711 y 726, si bien el control sobre la península ibérica ya había sido logrado hacia 720, nueve años después del desembarco de las primeras tropas. Al final del proceso, los musulmanes controlaban casi la totalidad del antiguo reino visigodo, desaparecido como tal, incluyendo Septimania, en el sur de la actual Francia. La ruta general de la invasión, así como las principales etapas de la conquista, se conocen, pero la cronología exacta es aproximada, pues las fuentes difieren entre sí.

Durante la conquista, algunas regiones sometidas lograron cierta autonomía, en especial en la costa y las montañas de la actual Asturias y los territorios de la cornisa cantábrica.

Las Glorias Nacionales, 1852 "Fatal batalla del Guadalete". (4013185227).jpg
Fecha711-726 (15 años)
LugarPenínsula ibérica
ResultadoVictoria musulmana e instauración del valiato de Al-Ándalus, dependiente del califato Omeya

Fuentes[editar]

Los textos musulmanes son más bien tardíos. Las fuentes más antiguas fechadas con certeza y que hablan de la conquista de la península en su conjunto son el Ta´rij (Historia) del andalusí Ibn Habib (muerto hacia el año 853) y el Futuh Misr (Conquista de Egipto) del egipcio Ibn Abd al-Hakam muerto en 871. Se trata, por tanto, de obras redactadas un siglo y medio después de la conquista.

En su conjunto, los textos latinos son mucho más escasos, pero más cercanos a los acontecimientos. El más importante y conocido es la Crónica mozárabe de 754, escrita a pocos decenios de acabada la conquista, por un cristiano que vivía bajo la dominación de los gobernadores musulmanes de Córdoba.5

Ibn Hazm, en el siglo XI, fue el único autor que nos dejó algunas indicaciones sobre los grupos tribales que pasaron a al-Andalus en la época de la conquista.6

Contexto[editar]

Un repaso a la historia de las primeras conquistas musulmanas nos hace ver que solo la conquista del actual Magreb fue más costosa (treinta años), pues en otros puntos la acción de los conquistadores musulmanes fue más rápida que en la península: seis años para dominar toda la península arábiga (628 al 634); cuatro años Siria (634 al 638); cinco años Egipto (638 al 643); un año Tripolitania y CirenaicaLibia (644); seis Mesopotamia (636 a 642) y ocho años Persia (642 al 650).

A lo largo de este proceso de conquista del reino visigodo, que requirió numerosas campañas, constantes refuerzos militares y pactos con núcleos resistentes, se debe a varios motivos: lo escaso de las fuerzas musulmanas que lo conquistaron, los constantes levantamientos entre los visigodos, la difícil orografía del territorio y la fuerte base de asentamiento social del anterior reino visigodo.

Sin embargo, la gran centralización política del reino, la inseguridad causada por bandas de esclavos fugitivos, el empobrecimiento de la hacienda real (especialmente durante el reinado de Witiza) y la pérdida de poder del rey frente a los nobles fueron elementos que facilitaron la acción de los conquistadores, así como el uso de la densa red de calzadas romanas, que aún existían y facilitaban los desplazamientos de su ejército.

Pero el factor quizás más importante para la caída visigoda fue la grave crisis demográfica del reino, que en los últimos veinticinco años había perdido más de un tercio de su población. Esto fue debido a las epidemias de peste y los años de sequía y hambre de finales del siglo VII, especialmente durante el reinado de Ervigio, y que se repitieron también con gran dureza bajo el de Witiza, el antecesor de Rodrigo.

Además, existía una fractura política importante entre dos grandes clanes político-familiares godos en su lucha por el trono, y que llevaba varios decenios dividiendo políticamente el reino y generando constantes problemas. De una parte estaba el clan gentilicio de Wamba-Égica, al que perteneció o al que estaba vinculado Witiza, y de otra el clan de Chindasvinto-Recesvinto, al que pertenecía Rodrigo. Esta situación dividió al estamento aristocrático-militar en dos facciones cada vez más irreconciliables, hasta el punto de considerar alguna historiografía a los witizanos como instigadores e incluso aliados, explícitos u oportunistas, de los musulmanes.

Los conquistadores musulmanes también contaron con el apoyo de parte de la población judía, muy numerosa en la Bética, en la Galia Narbonense y en toda la cuenca mediterránea. Estaba presente principalmente en los centros urbanos, destacando, entre otras, las comunidades de NarbonaTarragonaSaguntoElcheLucenaElviraCórdobaMéridaZaragozaSevillaMálaga y de la capital, Toledo.

La ayuda que los judíos prestaron a los conquistadores se debió a que aquellos, en su mayoría conversos forzados pero fingidos, eran reiteradamente hostigados por la legislación visigoda (con algunas excepciones, como bajo los reyes Witerico y Suintila, y contra el criterio de obispos como el cartagenero San Isidoro, obispo de Sevilla, que los defendía). Y sabían, por lo que había ocurrido en el norte de África, que mejoraría su situación al recibir de los gobernantes musulmanes el mismo estatus que la población cristiana.

Hay que tener en cuenta que la mayoría de los judíos habían sido esclavizados bajo el reinado de Égica (excepto los de la Narbonense, con la excusa de que la provincia aún no se había repuesto de la última epidemia de peste), bajo la acusación de que conspiraban contra el rey con los musulmanes del norte de África. Estos ya habían realizado algunas incursiones en la península, por lo que suscitaba miedo una posible colaboración con ellos para una futura conquista.

Esta idea partía de los informes de los cristianos del norte de África que habían huido de aquella zona, y que informaron del apoyo dado a los musulmanes por parte de los judíos de allá; lo cual era lógico dado que su situación allí era también de acoso por el poder bizantino.

Pero además de los judíos étnicamente puros de la diáspora, en el norte de África había bereberes que profesaban el judaísmo por proselitismo y mestizaje, muchos de los cuales dieron apoyo a los musulmanes en su conquista y se unieron a ellos (como muchos bereberes cristianos) por lazos de clientela. Verdad o pretexto, esta acusación de traición fue la utilizada contra ellos.

Finalmente, las divisiones dinásticas internas entre los nobles visigodos sobre la sucesión de Witiza facilitaron aún más el desarrollo de la conquista.

Una última precisión, previa al relato de los acontecimientos, es que el reino visigodo tan solo cubría el territorio peninsular y la Septimania en el sur de FranciaBaleares estaba bajo soberanía bizantina y quedó excluida del proceso musulmán de conquista. Siguieron bajo control bizantino algunos años más, para pasar después a depender, al menos nominalmente, del reino franco (798), por propia petición, para que los defendiera de los ataques musulmanes. Estos ataques continuaron y hubo varios tratados de paz, poco respetados, y cierta sumisión política, hasta la conquista por el Emirato de Córdoba entre los años 902 (Ibiza y Mallorca) y 903 (Menorca).

Antecedentes[editar]

Conquistas musulmanas en el norte de África[editar]

Mapa representativo de la división del reino visigodo.

Los árabes[cita requerida] tenían planes de conquista para Hispania desde hacía tiempo, tras la inicial conquista del actual Marruecos por Uqba ibn Nafi al final de 670. De hecho, consta que en el año 687, bajo el reinado de Ervigio, los musulmanes realizaron una primera incursión contra las costas levantinas.

El propio Uqba había comenzado en el año 669 la conquista de los territorios bizantinos en el norte de África, cuya culminación posterior fue el resultado de más de treinta años de guerra, en los que los musulmanes fueron ocupando poco a poco la totalidad de África del norte, incluyendo los reinos cristiano-bereberes.

Tras los primeros éxitos de los musulmanes, la rebelión bereber contra los conquistadores los expulsó de nuevo hasta Libia, llegando los bereberes a tomar la nueva capital musulmana de IfriqiyaCairuán. Los musulmanes, en sucesivas campañas, conquistaron de nuevo estas tierras, e incluso los puertos con ciudades amuralladas que habían permanecido siendo bizantinos; como Cartago, que arrasaron, a pesar de contar con la ayuda de una flota bizantina, a finales del año 697. Y aún tardaron otros ocho años en volver a someter el resto del norte de África, que culminó en el año 705 con la conquista de Tánger. Todo esto obligó a posponer los planes de conquista de Hispania, hasta acabar con dicha rebelión.

Con anterioridad a la invasión de la península ibérica conquistaron Ceuta (710), fortaleza que había sido objeto de constante lucha entre visigodos y bizantinos. Dicha ciudad había vuelto a manos visigodas unos veinte años antes, aprovechando la caída del África bizantina. Según una leyenda muy improbable, Don Julián, gobernador visigodo de Ceuta, cuya hija, la Caba, habría sido violada por Rodrigo, habría proporcionado ayuda logística al ejército musulmán.

Los musulmanes también habían estado reconociendo el terreno, tanteando las costas españolas con breves ataques y saqueando varias ciudades: el primero, ya citado, bajo el reinado de Ervigio, y el último en julio de 710, tras la conquista de Ceuta, con el desembarco de Tarif ben Malluk en la isla de Tarifa y su posterior vuelta al norte de África.

Al parecer, también habían entrado en tratos con los nobles opuestos al rey Rodrigo. No está claro si los nobles leales a los herederos de Witiza (puede que incluso el propio rey Agila II, al que luego nombraremos) pidieron el apoyo musulmán (como hizo Atanagildo con los bizantinos, a quienes dio a cambio una parte del territorio) pero, en todo caso, la división existente benefició a los musulmanes. Estos, sin embargo, si dicho acuerdo existió, no lo respetaron.

Conflicto interno del reino visigodo[editar]

Reino visigodo antes de la conquista musulmana.

A finales del año 710, Hroþareiks o Rodericus (conocido posteriormente como Rodrigodux de la Bética y, al parecer, nieto de Chindasvinto, fue elegido y proclamado rey en Toledo por el Senatus de la aristocracia visigoda, tras la muerte de Witiza. No se sabe con certeza si se había sublevado previamente contra dicho rey, venciéndolo, pero sí que consiguió la mayoría de los apoyos en la asamblea electoral de los nobles. Era, por tanto, el rey legítimo, según el derecho visigodo.

Sin embargo, un sector de la nobleza apoyó a otro rey, Agila II, que era dux de la Tarraconense. Agila II gobernó en el Nordeste (en el sur de Francia, en la actual Cataluña y en el valle del Ebro, es decir, las provincias visigodas de Iberia y Septimania, en parte equivalentes a las antiguas provincias romanas de Narbonense y Tarraconense) e incluso acuñó monedas propias. Puede que Agila II fuese ya antes, desde 708, rey asociado a Witiza, a cuyo clan parece que pertenecía (algunas fuentes lo citan como hijo suyo, aunque es poco probable).

El reino, pues, estaba en una situación de conflicto civil o, al menos, dividido con alguna suerte de acuerdo de reparto y asociación (como ya había ocurrido varias veces en el pasado). Y a los pocos meses de haber subido Rodrigo al trono, en una situación no unánime y vulnerable, se produjo la invasión.

Fases de la conquista[editar]

Conquista militar del sur de la península[editar]

Según algunas fuentes, Musa ibn Nusayr, gobernador de Ifriqiya, dependiente del walí de Egipto, ordenó a su lugarteniente, Táriq ibn Ziyad, que iniciase la conquista. Táriq era bereber, ligado por una relación de clientela con una tribu musulmana, y liberto del gobernador de Ifriqiya, Musa ibn Nusayr. Sin embargo, otras fuentes conjeturan que Musa no conocía los planes de Táriq, que este actuó por su cuenta y que Musa solo vino en su apoyo tras conocer su victoria.

Sea cumpliendo órdenes o por propia iniciativa, Táriq ibn Ziyad desembarcó a principios del año 711, con el inicio de la primavera, en la bahía de Algeciras (llamada entonces Iulia Traducta), con un ejército de unos 7000 hombres fundamentalmente bereber (solo recientemente sometidos), e incluso cristianos del norte de África (las fuentes musulmanas hablan de entre 1700 y 12 000 hombres, considerando 7000 hombres una cifra intermedia y bastante repetida en la historiografía). Táriq se asentó en el peñón de Gibraltar (nombre que deriva de este conquistador, Ŷebel at-Tariq, 'Montaña de Táriq'), bien protegida por su altura, mientras iba recibiendo todo su ejército en sucesivos desembarcos. Desde allí comenzó a saquear zonas y ciudades de la baja Andalucía.

Táriq aprovechó militarmente el hecho de que el conde de la Bética estaba con Rodrigo en una campaña en el norte, al parecer contra los vascones, ya que cuando el rey realizaba una campaña militar solía llevar a los condes del reino con él. Esto era por una doble razón: porque necesitaba de sus recursos humanos para reunir un ejército y para evitar su sublevación mientras él realizaba una campaña militar por otras tierras. En años anteriores hubo varias incursiones militares musulmanes contra algunas ciudades del sur, que habían sido rechazadas o que se habían retirado al poco tiempo, tras obtener suficiente botín. Por ello, esta incursión de Tariq no despertó inicialmente una gran preocupación.

Además, de acuerdo con las leyes para tiempo de guerra promulgadas por Wamba y retocadas por su sucesor Ervigio, todos los súbditos residentes en un perímetro de cien millas alrededor de la zona donde hubiese surgido el peligro tenían la obligación de tomar las armas, sin necesidad de especial convocatoria, ante la sola noticia de la existencia del mismo. Esto, a pesar de las duras sanciones previstas, no siempre se cumplía. Pero está claro que los nobles terratenientes de la zona tendrían interés en defender sus propiedades y cosechas, y que el conde de cada territorio tenía como una de sus funciones la defensa del mismo.

Batalla de Guadalete[editar]

El rey Don Rodrigo arengando a sus tropas en la batalla de Guadalete, de Bernardo Blanco. 1871. (Museo del PradoMadrid).

Tras ver que las fuerzas locales del sur de la península no podían con Tariq, y que este no se retiraba como había ocurrido en anteriores ataques musulmanes, Rodrigo acudió contra él.[cita requerida] Rodrigo también retrasó su reacción porque se encontraba en plena lucha por las tierras del norte. En ese momento estaba sitiando la ciudad de Pamplona, cuyas murallas habían sido restauradas no hacía mucho por el rey visigodo Wamba. Esta ciudad o bien había caído en poder de los vascones o bien estaba en manos de nobles witizanos leales a Agila II. Rodrigo, en todo caso, partió hacia Toledo sin haberla recuperado. Cuando las tropas comandadas por Rodrigo entraron en contacto con las de Táriq ya habían pasado varios meses desde su llegada al sur. Durante ese tiempo, Táriq ibn Ziyad había obtenido el refuerzo de cinco mil bereberes más.

Otro aspecto a tener en cuenta es el de que organizar un ejército no era fácil en los últimos tiempos del reino visigodo. Ello se debía a que la pérdida de propiedades del Patrimonio de la Corona, de donde se obtenía el reclutamiento de los siervos que atendían tales propiedades, hizo que el rey tuviese un ejército propio muy menguado y dependiera en gran medida de los efectivos aportados por los nobles. Aunque había leyes que penaban y multaban fuertemente a quienes no acudían a apoyar al rey, muchos nobles preferían mantener las labores agrícolas, fuente de sus ingresos. Si a ello unimos el problema de Agila II en el noroeste y la división nobiliaria en su propio bando, el resultado fue que, además de presentarse tarde, el ejército de Rodrigo no debía de ser muy numeroso. Este ejército además de reducido estaba dividido, y surgieron desacuerdos que motivaron luchas internas y deserciones. Parece muy probable que, incluso, Táriq recibiera en el transcurso de la batalla apoyo de nobles witizanos que acompañaban al rey.

La consecuencia de todo ello fue que Rodrigo resultó derrotado en la batalla del río Guadalete (aunque algunos historiadores la sitúan más al sur, en los ríos Salado o Barbate, o junto al lago de la Janda, o incluso junto al río Guadarranque). Sea donde fuere, la batalla tuvo lugar a finales de julio de 711, precedida de diversos tanteos y escarceos durante varios días, muriendo en ella o inmediatamente después el propio rey Rodrigo. Los nobles que permanecieron con el rey y sus opositores witizanos murieron también en su mayoría.

Táriq se hizo con un gran botín, pues Rodrigo viajaba con un gran lujo, dado el fasto y lo rico del ajuar que utilizaban los reyes visigodos desde Leovigildo, imitando la pompa y riqueza de la corte de los emperadores bizantinos.

A la muerte de Rodrigo, un sector de la nobleza eligió a Oppas, hijo del rey Egica y hermano de Witiza, si bien nunca fue aceptado mayoritariamente ni, al parecer, coronado como tal. Hubo enfrentamientos entre los propios visigodos, con los leales a Agila II y con otros nobles no witizanos que se negaban a aceptar al nuevo rey. Oppas pudo contar inicialmente con la permisividad o apoyo de las fuerzas musulmanas, pero en todo caso acabó por enfrentarse a ellos.

Tras haber asentado Táriq una pequeña cabeza de puente en el sur, Musa ben Nusayr, gobernador de Ifriquiya, llegó a Hispania en ese mismo año. Desembarcó con otro ejército, de unos 18 000 hombres, en la ciudad de Cádiz, ya bajo control musulmán.

Las fuerzas musulmanes, así reforzadas, conquistaron fácilmente, casi sin resistencia, Medina Sidonia. Después se dirigieron a sitiar Sevilla, pero esta última solo cayó tras un mes largo de asedio. Sevilla era importante, pues esta ciudad era la capital de la provincia visigoda de Hispalis y de esta forma se evitaba una acción coordinada desde esa zona. Así queda completada la acción inicial de la conquista, asentando un territorio propio mínimo desde el que poder iniciar un proceso más amplio.

Conquista del tercio meridional[editar]

Guerreros musulmanes representados en el manuscrito musulmán de la Maqamat Al-Hariri مقامات الحريري, aprox. del siglo XIYahya ibn Mahmud al-Wasiti

Una vez conquistada, Sevilla se convirtió en la base de las operaciones militares. Desde esta ciudad salieron dos ejércitos, que empezaron a operar por separado en la península: uno se dirigió hacia Córdoba, capital de la provincia visigoda de la Bética, y otro hacia Mérida, capital de la provincia de Lusitania. Se trataba de rendir cuanto antes los centros de poder administrativo y militar visigodos (ya se ha explicado antes la fuerza militar que organizaba cada provincia), de forma que no pudiera haber una respuesta coordinada y contundente de estos.

Además, Musa, muy bien informado y aconsejado, pretendía llegar cuanto antes a Toledo, capital del fuertemente centralizado reino visigodo, y era importante eliminar pronto los obstáculos para dirigirse hacia Toledo lo más rápidamente posible. Para ello, utilizaron el trazado de las calzadas romanas, lo que facilitaba su traslado y la sumisión, por la fuerza o por rendición, de las ciudades que se encontraban en su trayecto.

Táriq avanzó por el Guadalquivir, y cerca de Écija tuvo lugar una nueva batalla en campo abierto, dada por los restos del ejército real y refuerzos de la provincia Bética, que se habían podido reorganizar gracias al mes que duró la resistencia de Sevilla. Los musulmanes vencieron de nuevo, la ciudad de Écija también se les rindió y siguieron rápidamente para tomar Córdoba por sorpresa (excepto la ciudadela, cuyos defensores fueron asesinados en su totalidad por los musulmanes tras ser rendida por el conde visigodo de la ciudad). Luego continuaron para tomar, ya casi sin resistencia tras la caída de la capital de la provincia, otras ciudades de la Andalucía oriental, como Málaga y Granada en el sur o MartosJaén y Baeza en el norte.

Mientras, Musa se dirigió hacia Mérida, utilizando la calzada que desde Sevilla iba hacia esa ciudad y luego seguía hasta Toledo, discurriendo por Cáceres y Talavera la Vieja. Pero Mérida se resistió fuertemente, abastecida por su puerto fluvial y agrupando el ejército provincial en el interior de sus imponentes y fuertes murallas. Para no retrasarse, Musa tuvo que dejar allí un contingente de asedio mientras él continuaba con el grueso del ejército hacia su objetivo.

Musa continuó por la calzada romana, conquistando Cáceres y Talavera la Vieja, hasta llegar a Toledo. Allí Táriq se unió al ejército de Musa. Para ello Táriq había seguido la calzada romana que iba desde Linares, ciudad ya controlada por los musulmanes, pasando por Despeñaperros y Consuegra (Consabura), hasta Toledo; dejando algunos contingentes en el sur.

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