sábado, 4 de julio de 2020

BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA ESPAÑOLA


Mariano Álvarez de Castro, (Granada8 de septiembre de 1749 – FiguerasGerona22 de enero de 1810), militar español, era el gobernador militar durante el sitio de Gerona por las tropas francesas durante la Guerra de la Independencia española.
Retrato del general Álvarez de Castro.
Monumento a los defensores de Gerona conocido como «El Lleó».

Biografía[editar]

Nació el 8 de septiembre de 1749 en Granada, en cuya iglesia de Nuestra Señora de las Angustias fue bautizado el 14 del mismo mes, aunque su familia era procedente de El Burgo de Osma. Ingresó muy joven en el ejército, y participó como oficial de Guardias en el sitio de Gibraltar, en 1787. Ascendió a coronel (1793), y tomó parte en la guerra del Rosellón y participó en las siguientes acciones: bloqueo del Castillo de los Baños, batalla de Mas Deu, toma de Elna, ataque a Perpiñán, ataque de Ribas Altas, batalla de Truillás y de Santa Coloma, ocupación de Bañulls de los Aspres (donde resultó herido) y sitio de Collioure.
En 1795 fue ascendido a brigadier.
Participó en la Guerra de las Naranjas (1801), y en la ocupación de Elvas y Villaviciosa.
En 1808 siendo gobernador militar del castillo de Montjuic de Barcelona se negó a entregarlo a los franceses cuando entraron en la ciudad; sólo lo hizo, y con protestas, conminado por el capitán general de Cataluña, tras ello huyó de la ciudad condal para unirse al ejército español, ya iniciada la Guerra de la Independencia Española.
Al año siguiente fue nombrado gobernador militar de Gerona ciudad que ya había sufrido dos asedios, sin éxito unos meses antes, ya con el rango de mariscal de campo (abril de 1809). A principios de mayo de 1809, los franceses empezaron a ocupar los pueblos de los alrededores. Álvarez de Castro, ante un sitio que se preveía largo y duro, preparó la ciudad para la defensa haciendo acopio de municiones y víveres. Al mes siguiente, el general Saint-Cyr, al frente de 18.000 hombres, se presentó ante los muros de Gerona, que sólo disponía de unos 5.600 soldados. Ante el inminente cerco, el gobernador publicó un breve bando:
Será pasado por las armas el que profiera la voz de capitular o de rendirse.
El general francés le envió un parlamentario indicándole que se rindiera, al que Álvarez respondió que, no queriendo tratos con los enemigos de su patria, recibiría a cañonazos a cuantos parlamentarios le enviasen.[cita requerida]
El sitio de Gerona duró siete meses. En agosto, los franceses tomaron el castillo de Montjuic (no confundir con su homónimo de Barcelona) la principal defensa de la ciudad cuando ya habían perecido las dos terceras partes de sus defensores. Álvarez de Castro se negó a claudicar; ordenó construir barricadas y trincheras en el interior de la ciudad. A pesar del hambre y de las enfermedades que diezmaban la población, siguió rechazando todas las ofertas de capitulación, hasta que en diciembre, agotado físicamente y enfermo, entregó el mando al brigadier Juan Bolívar. Dos días después, el 10 de diciembre, la plaza capitulaba. Entre soldados y civiles, habían perecido unos 10.000 gerundenses.
Los vencedores no trataron demasiado bien al defensor de Gerona. A pesar de su delicado estado de salud, lo deportaron prisionero a Perpiñán, desde donde lo volvieron a trasladar al castillo de Figueras en el cual murió el 22 de enero de 1810. Una vez preso en San Fernando, los franceses impedían dormir a Álvarez de Castro. La tradición francesa cuenta que si una persona enferma cierra los ojos nunca los vuelve a abrir, y a fin de evitar su muerte, los franceses dejaban caer gotas de agua sobre su frente como Tortura y con agujas le pinchaban entre la uña y la carne de los dedos para mantenerlo despierto. Incapaz de soportar el sufrimiento, Álvarez de Castro pidió a otro recluso que sostuviese un puntal justo debajo de su mandíbula y una vez puesto claudicó la cabeza. De esta forma la punta se hundió en el cuello de Álvarez de Castro y puso fin a su vida.
El temple y tenacidad de este general se muestra en la anécdota transcrita por el teniente Federico de Yranzo y Loygorri en su pequeña obra Estampas del sitio y toma de Tarragona por los franceses. Cuenta que, siendo alférez Álvarez de Castro, en 1779 asistió a los oficios religiosos en la catedral de Burgo de Osma con la pretensión de sentarse en las sillas del coro de donde tuvo que levantarse por orden del obispo, con la consiguiente vergüenza, por ser asientos reservados para caballeros de las órdenes militares. En respuesta se desplazó a Madrid para obtener el hábito de Santiago y regresar, al año siguiente, a la catedral con el objeto de sentarse de nuevo en las cátedras del coro y cuando el obispo pretendió que se levantase el recién caballero de la Orden de Santiago le cruz de Santiago que llevada sobre el pecho le acreditaba y mientras se arrellanaba, confiado, respondiendo: «Manifestad a S. I., con el debido respeto, que el viaje que he tenido que hacer a Madrid para obtener esta cruz me ha dejado sin fuerzas para levantarme este año ... como me levanté en el pasado».








El castillo de Montjuic fue un bastión construido en Gerona, en la montaña de Montjuic, por orden de Felipe IV en 1653, para garantizar la seguridad de los accesos a la llanura de Gerona desde el norte, conjuntamente con cuatro torres de defensa: San Juan, San Daniel, San Narciso y San Luis. Fue acabado en 1675. Es Bien de Interés Cultural desde 1988.2
Se encuentra en el punto más elevado de la montaña de Montjuïc, a 219 metros de altitud.

Castell de montjuic girona.JPG

Arquitectura[editar]

La planta general del castillo era cuadrada, con un recinto construido por cuatro baluartes, enlazados con muros de 150 metros de longitud media.

Historia[editar]

Fue de gran utilidad en la llamada Guerra del Francés, hasta que finalmente fue abandonado el 11 de junio de 1811, siendo inutilizado en 1814, al final de la guerra, por orden del mariscal Louis Gabriel Suchet, después de haber construido en 1812 la torre Suchet. En 1843, un bombardeo del general Prim la destruyó.









La batalla de Almonacid tuvo lugar durante Guerra de la Independencia Española, el 11 de agosto de 1809, junto al pueblo toledano de Almonacid de Toledo. Enfrentó al ejército francés (Grande Armée) con unos efectivos de unos veintiséis mil infantes, cuatro mil caballos y cuarenta cañones al mando del mariscal Sebastiani con otro español de unos veintidós mil infantes, tres mil caballos y veintinueve piezas de artillería al mando del general Venegas.

Almonacid de Toledo.png
Fecha11 de agosto de 1809
LugarAlmonacid de ToledoEspaña
ResultadoVictoria francesa
Beligerantes
Bandera de Francia. Primer Imperio francésFlag of Spain (1785–1873, 1875–1931).svg Reino de España
Comandantes
Mariscal SebastianiFrancisco Javier Venegas de Saavedra
Fuerzas en combate
26 000 regulares, 4000 caballos y 40 piezas de artillería22 000 infantes, 3000 caballos y 29 piezas de artillería
Bajas
2000 muertos4000 muertos


Preparación[editar]

Después de la batalla de Aranjuez, estando animado el general Venegas por la pequeña ventaja conseguida y convencido de que los franceses no pasaban de catorce mil hombres, se dirigió con todo el ejército de La Mancha hacia Toledo; el 10 de agosto reunió en Almonacid todas sus fuerzas, que consistían en veintidós mil infantes, más de tres mil caballos y veintinueve piezas de artillería.
Dicho ejército estaba organizado en cinco divisiones, comandadas respectivamente por Luis LacyGaspar de VigodetPedro Agustín GirónFrancisco González de Castejón y Tomás de Zeráin. Ejercían el cargo de mayor general de infantería y de caballería Miguel de los Ríos y el marqués de Gelo, y el de comandante general de artillería y de ingenieros, los brigadieres Antonio de la Cruz y Juan Bouligni.
Tan confiados estaban en el triunfo, que no se respetaron ninguna de las reglas establecidas en los reglamentos para campar en tiempo de guerra, sobre todo estando tan próximo el enemigo, que el día anterior había pasado el Tajo por Toledo y los vados de Añover de Tajo y ese mismo día 20 se había acantonado en el inmediato pueblo de Nambroca, a una legua de Almonacid.

Movimientos previos[editar]

El caudillo español, tras escuchar la opinión del resto de generales, de acuerdo con la suya a pesar de saber la retirada del ejército aliado desde Talavera de la Reina hacia Extremadura, había determinado atacar a los franceses el 12 de agosto para dar descanso a sus tropas; pero aquellos se anticiparon, presentándose frente a las posiciones de los españoles a las cinco y media de la mañana del 11 de agosto, en número de veintiséis mil infantes, cuatro mil caballos y cuarenta piezas de artillería, pertenecientes al IV Cuerpo al mando de Sebastiani, y al de Reserva a las órdenes de Dessolles y del rey José en persona.
El ejército de La Mancha se situó en Almonacid y controló sus flancos: la división Vigodet, un poco retrasada, en la extrema derecha, con gran parte de la caballería; seguían por su izquierda, la división Castejón, establecida en el cerro de Utrera, la división Zeráin a su lado cubriendo el llamado cerro Santo, y la de Lacy, más próxima al arroyo Guazalate; la 3.ª (de Girón), se distribuyó entre la altura de los Cerrojones, extrema izquierda y verdadera llave de toda la línea de batalla, y el cerro de la Cruz o del castillo, llamado así por las ruinas del que asienta en su cima, para servir como de reserva.

Primeros ataques[editar]

Atacada primero la izquierda española por el general Lewal con las divisiones polaca y alemana después de un fuego muy violento de artillería, bien contestado por la española, lograron los batallones de Bailén y Jaén, de la 3.ª División, rechazar dos veces a los polacos.
Pero, animados estos por los alemanes que marchaban a su izquierda y no llegando a tiempo algunas tropas de la reserva para sostener a aquellas escasas fuerzas que peleaban, pudo el ejército francés arrebatar a paso de carga las importantes posiciones de los Cerrojones, si bien a costa de pérdidas enormes.
Apoyada su derecha en un gran cuadro que avanzaba por el llano, efectuó un movimiento envolvente sobre la extrema izquierda sin que pudiera impedirlo una carga de los jinetes de Fernando VII y Granada, dirigidos por el coronel Antonio Zea y el comandante Nicolás Chacón (murió en dicha carga el capitán Francisco Soto). La 1.ª División, para poder hacer frente a los alemanes, tuvo que retroceder algún tanto y colocarse oblicuamente a la retaguardia, resintiéndose algún tiempo; como entonces retrocedían ya a su vez el centro y la derecha, acometidos por las restantes fuerzas enemigas, apoyadas por la reserva, que con Dessolles y José Bonaparte acababan de llegar al campo de batalla, se vio obligada también a acogerse al cerro del Castillo.

Comienza la batalla[editar]

Numerosa artillería enemiga batía duramente a la 4.ª División española, a cuyo fuego contestaba tan solo una batería a caballo. Su jefe, el capitán de artillería José Chacón, cayó muy pronto mortalmente herido y murió el 13 de agosto en Tembleque.
También pereció en el campo de batalla el teniente coronel del mismo cuerpo, don Álvaro Chacón. La batería española se sostuvo con gran energía; se distinguieron por su serenidad y denuedo los regimientos de JerezCórdoba y Guardias Españolas, guiado el segundo por su coronel, el brigadier Francisco Carvajal.
La caballería de su derecha no llevó adelante la carga iniciada para contener a los franceses y estos consiguieron llevar a cabo su ataque, y como la 5.ª División cedió del mismo modo el campo, no tardó mucho el enemigo en ocupar también el pueblo y el cerro del Castillo, no pudiendo las tropas españolas resistir en él la terrible lluvia de proyectiles que de todas partes les dirigía la artillería francesa.
Intervino con mucha oportunidad en la contienda la división Vigodet, que ejecutó con gran presteza y habilidad un cambio de frente, protegida por el vivo fuego de los cañones, conteniendo así la persecución de las desbandadas tropas del centro y pasando luego con el mismo orden a la izquierda, donde las divisiones polaca y alemana amenazaban envolver por completo la línea y cortar la retirada.
Allí se opuso nuevamente la 2.ª División al avance de los vencedores, los cuales trataron entonces de quebrantar por todas partes aquel inesperado obstáculo que les impedía sacar mayor partido de su triunfo; cargó una gran masa de caballería francesa, los terribles dragones de Milhaud, hacia su izquierda, y en aquel último periodo de la batalla las tropas de Vigodet se coronaron de gloria, rivalizando las tres armas en valor y abnegación; la artillería, que hacía fuego en retirada, cubriendo de metralla las cabezas de las columnas imperiales; la caballería, formada por jinetes de diferentes cuerpos que se fueron reuniendo de los dispersos, imponiéndose a la muy superior del enemigo; y la infantería, sosteniéndose impertérrita en medio del violento fuego que recibía y de la confusión y desorden que reinaba a su alrededor.
Un pelotón de granaderos del Provincial de Ronda mandado por el teniente Antonio Espinosa, haciendo punta hacia los jinetes enemigos con la bayoneta calada, consiguió detenerlos y hasta arrancar de sus manos un cañón, que clavó su jefe. El subteniente de artillería, don Juan Montenegro logró también salvar una pieza de su batería. La unidad se sacrificó por sus compañeros de armas; solamente el desgraciado accidente de la voladura de unos carros de municiones, espantando los caballos, produjo algún desorden que aprovechó el enemigo, hostigando y acosando más de cerca de los últimos escalones, para acuchillar unos pocos soldados y coger algunas piezas.

Final de la batalla[editar]

Los imperiales, que habían tenido ya dos mil quinientas bajas, no llevaron la persecución más allá de Mora, y el ejército vencido pudo tomar la carretera de Andalucía y llegar en buen orden a Manzanares; pero corriendo allí la voz infundada de que los contrarios estaban en Valdepeñas, se desbandaron muchos cuerpos, que no pararon hasta alcanzar Sierra Morena.
Las pérdidas de los españoles no pasaron de cuatro mil hombres, entre muertos, heridos y prisioneros, contando entre los primeros al coronel del regimiento de infantería de España, de la 1.ª División, Vicente Martínez, y entre los segundos, al coronel de dragones de Granada Diego Ballesteros, que quedó prisionero (para conmemorar este hecho de armas se creó por Real Orden de 30 de mayo de 1816 una condecoración con la inscripción siguiente en el centro: "Por Fernando VII", y en su contorno: "En Almonacid, 11 de agosto de 1809").

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