domingo, 25 de febrero de 2018

Santos por meses y días

santos del 28 de febrero 

Leandro de Sevilla (Cartagenac. 534-Sevilla13 de marzo de 596), obispo católico y Santo nacido de una notable familia hispanorromana. Su padre era hispanorromano, y su madre era, supuestamente, visigoda, incluso se ha dicho que fuera hija de Teodorico, rey de los Ostrogodos, pero esto debe de ser falso, puesto que los matrimonios mixtos estaban prohibidos.[cita requerida] Fue hermano de San Isidoro. Su padre se llamaba Severiano o Severino4​ y se le adjudica el título de dux (si bien su hermano Isidoro menciona que era simplemente un ciudadano), y su madre era Teodora o Túrtura. San Leandro es reconocido, porque fue el que consiguió que se convirtieran al catolicismo las tribus visigodas que invadieron España y que su rey Recaredo I se transformara en fervoroso creyente.


San Leandro de Sevilla
San Leandro.jpg
San Leandro, Arzobispo de Sevilla, cuadro de Murillo, en la Catedral de Sevilla
Pontífice, confesor y doctor
Nacimientoca534
CartagenaEspaña
Fallecimiento13 de marzo600 o 601SevillaEspaña
Venerado enIglesia católica
Iglesia ortodoxa
CanonizaciónCulto inmemorial
Festividad

Biografía[editar]

Fue arzobispo de Sevilla desde el año 578 hasta el año 600, en el que es sustituido por su hermano menor San Isidoro de Sevilla, y está considerado como uno de los grandes impulsores del catolicismo en la España visigoda de su tiempo.
Debió nacer hacia el año 534, en la ciudad de Cartagena, en el Levante español, en el seno de una importante familia, de madre alegadamente visigoda y de padre hispanorromano.
Con la invasión bizantina de su tierra levantina en el año 554, la familia se marchó a Sevilla, ciudad donde Leandro completó su formación, quizás motivada por la conversión de su madre a la religión católica.
Al morir sus padres Leandro se queda al cuidado de sus hermanos menores, ingresando años más tarde en un convento. Fue nombrado obispo de Sevilla en el año 578 e influyó activamente en la rebelión del joven Hermenegildo contra su padre, el rey Leovigildo, siendo quizás quien le asesorara para su conversión al catolicismo.
Leandro vivió tres años en Constantinopla, mandado por el propio Hermenegildo para obtener ayudas para su causa; allí mantuvo estrecha relación con san Gregorio Magno y llegó a escribir su Expositio in Librum Job.
De vuelta a Sevilla sufrió la persecución de Leovigildo, siendo de nuevo desterrado por unos años; un tiempo en el que escribió diversas obras contrarias al arrianismo. Cuando de nuevo regresó a tierras hispalenses llegó a instruir a Recaredo, hijo de Leovigildo, en la religión católica. La conversión de Recaredo y posteriormente la de todo el pueblo visigodo en el año 586, fue celebrada tres años más tarde por el obispo Leandro con la convención del III Concilio de Toledo.
Considerado uno de los Padres de la iglesia y fundador de la escuela teológica de Sevilla, tuvo especial interés en la enseñanza oral y escrita del catolicismo y en la formación de los religiosos.
Su gran importancia histórica para la iglesia se hace patente en la estatua de barro cocido a tamaño natural que le representa en la Puerta del Bautismo de la Catedral de Sevilla, formando pareja y frente a la de su hermano y también obispo de Sevilla, San Isidoro. Aparece también, junto a San Isidoro, en el escudo de Sevilla.

San Leandro de Sevilla, obispo
fecha: 13 de noviembre
fecha en el calendario anterior: 27 de febrero
n.: c. 545 - †: c. 600 - país: España
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: San Leandro, obispo, hermano de los santos Isidoro, Fulgencio y Florentina, que con su predicación y solícita caridad convirtió a los visigodos de la herejia arriana a la fe católica, contando con la ayuda de su rey Recaredo. Murió en la ciudad de Sevilla, en Hispania, el 13 de marzo.
Patronazgos: patrono de Sevilla; protector contra el reumatismo.
Oración: Oh Dios, que por medio de tu obispo san Leandro mantuviste en tu Iglesia la integridad de la fe, concede a tu pueblo permanecer siempre libre de todos los errores. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).
Los godos o visigodos, que reinaron en España durante cuatro siglos, se convirtieron del arrianismo gracias sobre todo a los esfuerzos de san Leandro. El padre del santo era Severiano, duque de Cartagena, ciudad en la que Leandro nació. Su madre era hija de Teodorico, rey de los ostrogodos. Sus hermanos fueron san Fulgencio, obispo de Écija, y san Isidoro, quien le sucedió en la sede de Sevilla. Tenía también una hermana, santa Florentina y la tradición afirma que otra de sus hermanas se casó con el rey Leovigildo. Pero este último dato no es seguro y, en caso de ser cierto, debió crear muchas dificultades al santo, pues Leovigildo era un ferviente arriano.
Desde niño, se distinguió Leandro por su elocuencia y su fascinante personalidad. Siendo muy joven, entró en un convento de Sevilla, donde se entregó durante tres años a la oración y el estudio. A la muerte del obispo de Sevilla fue elegido unánimemente para sucederle; pero su nueva dignidad no le hizo cambiar de costumbres. El santo se dedicó inmediatamente a combatir el arrianismo, que había hecho grandes progresos, y con su oración y predicación obtuvo numerosas conversiones, entre otras la de Hermenegildo, el hijo mayor del rey Leovigildo. El año 583, san Leandro fue a Constantinopla al frente de una embajada; en esa ciudad conoció a san Gregorio Magno, que aun no era papa, y había ido allí como legado del papa Pelagio II. Una gran amistad les unió desde entonces, y san Gregorio escribió su comentario sobre el libro de Job («Moralia in Iob»), a instancias de san Leandro.
Al regresar a España, san Leandro continuó luchando por la fe; pero en el 586 Leovigildo condenó a muerte a su propio hijo, san Hermenegildo, por haberse negado a recibir la comunión de manos de un obispo arriano, y al mismo tiempo desterró a varios prelados católicos, entre los que se contaba a san Leandro y a su hermano san Fulgencio. El santo obispo continuó su tarea desde el destierro, escribiendo dos libros contra el arrianismo y otro más para responder a las objeciones que se habían hecho a los dos primeros. Leovigildo levantó la pena de destierro poco después y, ya en su lecho de muerte, confió a san Leandro a su hijo Recaredo para que le instruyese en la verdadera fe. Sin embargo, el propio Leovigildo murió sin reconciliarse con la Iglesia, por miedo de ofender al pueblo, según cuenta san Gregorio. Bajo la dirección de san Leandro, Recaredo llegó a ser un fervoroso católico, bien instruido en la fe. Leandro demostró tal sabiduría en sus discusiones con los obispos arrianos, que acabó por ganarles a su doctrina, más con sus argumentos que con su autoridad. Esto produjo la conversión de todo el pueblo visigodo. Igual éxito tuvo el santo con los suevos, otro pueblo de España pervertido por Leovigildo. Nadie se regocijó más de los triunfos del santo obispo que san Gregorio Magno, quien le escribió una afectuosa carta de felicitación y le envió un palio.
En el 589, san Leandro presidió el tercer Concilio de Toledo, que redactó una solemne declaración de la consustancialidad de las tres Personas divinas y votó veintitrés cánones disciplinares. Como se ve, san Leandro no se preocupaba menos de la pureza de la fe que de las buenas costumbres. Al año siguiente, tuvo lugar en Sevilla otro concilio con el fin de confirmar y sellar la conversión del pueblo a la verdadera fe. San Leandro conocía, por experiencia, el poder de la oración y trabajó por fomentar la verdadera devoción en todos los fieles, pero sobre todo en los que se habían consagrado a Dios en la vida religiosa. Su carta a santa Florentina, documento conocido con el nombre de «Regla de la Vida Monástica», tiene por tema principal el desprecio del mundo y la oración. Una de las obras más importantes de san Leandro fue la reforma de la liturgia. Siguiendo la práctica de las iglesias orientales, el tercer Concilio de Toledo introdujo en la misa el Credo de Nicea, que repudiaba la herejía arriana. Más tarde, otras Iglesias de Occidente y la misma Iglesia de Roma adoptaron esa práctica.
San Leandro se vio frecuentemente atacado por las enfermedades, particularmente por la gota. San Gregorio, que sufría también de ese mal, alude a ello en una de sus cartas. Según una antigua tradición española, la famosa imagen de Nuestra Señora de Guadalupe del Real Monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe en Cáceres, Extremadura, fue un regalo del Papa san Gregorio a su amigo san Leandro. De los numerosos escritos del santo, los únicos que han llegado hasta nosotros son la «Regla de la Vida Monástica» y una homilía de acción de gracias por la conversión del pueblo godo. San Leandro murió hacia el año 600. Sus reliquias se conservan en la catedral de Sevilla. La liturgia española celebra la memoria de san Leandro el 13 de noviembre.


La beata se casó muy joven y perdió a su esposo a los pocos años. Deseando consagrarse enteramente a Dios, opuso resistencia decidida a los intentos de sus parientes de casarla de nuevo. En 1429, la Beata Angelina de Marsciano envió a dos de sus religiosas a fundar en Florencia el quinto convento de Terciarias Regulares de San Francisco y la beata fue una de las primeras en entrar en él. Un año más tarde, su superiora la nombró superiora del convento de Santa Ana de Foligno, y tras tres años, fue enviada a gobernar la nueva comunidad de Aquila.
Cuando San Juan Capistrano pasó por la ciudad, la beata Antonia le manifestó que deseaba una regla más estricta. El santo comprendió su anhelo y consiguió que se le cediese el monasterio de Corpus Christi, que otra orden acababa de construir. Ahí se retiró Antonia con once de sus religiosas, en 1447, para practicar la regla original de Santa Clara en todo su rigor.
La humildad y la paciencia eran la virtudes características de la Beata Antonia, quien durante 15 años tuvo que soportar una dolorosa enfermedad, además de una multitud de severas pruebas espirituales. Antonia era digna hija de San Francisco por su amor a la pobreza. Algunos testigos narraron que habían visto varias veces a la beata arrebatada en éxtasis a cierta altura del suelo, y que una vez un globo de fuego apareció sobre su cabeza e iluminó el sitio en que se hallaba orando.
La beata falleció en 1472. Su culto fue confirmado en 1847. La ciudad de Aquila la veneró como santa desde su muerte.

Antonia de Florencia, Santa
Antonia de Florencia, Santa
Viuda, 28 (29) de febrero


Por: . | Fuente: Franciscanos.net 



Abadesa

Martirologio Romano: En L’Aquila, en el Abruzo, beata Antonia de Florencia, viuda, después fundadora y primera abadesa del monasterio de Corpus Christi, siguiendo la primera Regla de santa Clara ( 1472).
Fecha de beatificación: Culto confirmado el 17 de septiembre de 1847 por el Papa Pío IX.
En los años bisisestos se celebra el día 29 en lugar del 28.
Breve Biografía
Antonia nació en Florencia en 1401. Poco se sabe de su infancia. A los 15 años se casó, tuvo un hijo, y estando éste todavía muy pequeño, ella enviudó. Para atender a las necesidades del hijo, aceptó un nuevo matrimonio, con igual fortuna, pues el marido murió pronto. Entonces ella decidió que ni el mundo era para ella, ni ella para el mundo. Y una vez que el hijo pudo valerse por sí mismo, ella entró entre las Hermanas Terciarias Regulares de San Francisco fundadas por la Beata Angelina de Marsciano, que tenían entonces su convento en San Onofre, en Florencia. Desde entonces el convento fue su pobre y durísima familia. Su única ambición era santificarse. Con su forma de vida edificó a sus compañeras y también mereció la estima de sus superiores. Fue enviada a Foligno, al convento de Santa Ana, y luego a Aquila, al convento de Santa Isabel. Aquí tuvo como director espiritual a san Juan de Capistrano, quien, junto con San Bernardino de Siena, promovía la llamada “observancia”.

Antonia sentía la urgencia de una regla más austera, de una pobreza más rígida, de una abnegación más perfecta. Con la aprobación de Nicolás V, y la bendición de San Juan de Capistrano, Vicario general, en 1447 se retiró con doce compañeras al monasterio del Corpus Domini para observar en todo su rigor la primera regla de Santa Clara. San Juan de Capistrano le encomendó la dirección del monasterio para que fuera modelo del nuevo espíritu “observante” también en la Segunda Orden, rama femenina franciscana.

Por muchos años fue superiora modelo, reformadora de las costumbres, ejemplo de virtudes y de obediencia. Sufrió desventuras y calumnias pero no la postraron. Venció sus propias tribulaciones curando las ajenas. Al acercarse la muerte, llamó a sí a sus cohermanas para recomendarles la exacta observancia de la regla y la caridad fraterna. Tenía 71 años cuando murió, el 28 de febrero de 1472. La ciudad de Aquila la veneró como santa desde su muerte.

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