Catalina Vigri, conocida como santa Catalina de Bolonia(Bolonia, 8 de septiembre de 1413 - Bolonia, 9 de marzo de 1463) fue una religiosa italiana, mística y artista. Se la considera la santa protectora de las artes liberales.
Santa Catalina de Bolonia | ||
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Cuerpo incorrupto de Santa Catalina de Bolonia. | ||
Clarisa, mística, visionaria, autora espiritual, artista | ||
Nacimiento | 8 de septiembre de 1413 Bolonia | |
Fallecimiento | 9 de marzo de 1463 Bolonia | |
Venerada en | Iglesia Católica | |
Canonización | 1712 por el Papa Clemente XI | |
Festividad | 9 de marzo | |
Patronazgo | Artistas, artes liberales |
Biografía[editar]
Catalina nació en Bolonia en 1413, hija de la familia patricia de los Vigri, cercanos a los señores de Ferrara. Su padre tenía un puesto importante en la corte gracias a Nicolás III de Este, señor de Ferrara. Ella llegó a ser dama de compañía de Margarita, hija natural de Nicolás III, y compartió sus juegos y su educación refinada.
Los hijos de las principales familias recibían una educación que cubría el trivium y el quadrivium (que juntos forman las siete artes liberales) así como la filosofía, la caligrafía y los ejercicios como el montar a caballo y alistar las armas. Catalina también fue capaz de leer y escribir latín, aprendiendo también la pintura y el arte de la miniatura religiosa.
Gran parte de su tiempo estaba consagrado al estudio de la religión y de la filosofía cristiana.
Catalina tomaba parte de los bailes y placeres que la juventud tenía a su alrededor, decían que era hermosa y buenos partidos estaban siempre cerca de ella, sin embargo, tenía gustos más simples, amaba la soledad y rechazaba obstinadamente el casarse.
Cuando su compañera Margarita se casó con Galeotto Roberto Malatesta, príncipe de Rímini, ella no quiso seguirla, prefiriendo consagrar su vida a la oración y a las obras de caridad. Aún viendo las exigencias y tristezas de sus padres, parte para unirse a una comunidad de damas pías que formaban parte de una Tercera Orden de inspiración Agustiniana. Aconsejados por algunos franciscanos, transforman su comunidad en un monasterio de Clarisas, llamado monasterio del Corpus Domini, en Ferrara.
Catalina pronuncia sus votos en 1432. Fue la maestra de novicias.
Rápidamente, fue favorecida con visiones y éxtasis, pero también de tentaciones y dudas. Una de esas visiones fue de la Santa Virgen María, la noche de Navidad de 1445, quien le presentaría al Niño Jesús, tuvo la dicha también de ver a San Francisco de Asís el cual le muestró sus estigmas. Sus hermanas de religión admiraban su entrega, su buen sentido y su profunda piedad.
En 1455, el vicario general de la observancia había obtenido del Papa Calixto III un Breve Apostólico autorizando la fundación de monasterios de clarisas en diversas partes de Italia. Catalina fue elegida como abadesa de una nueva fundación.
Llega a su ciudad natal el 22 de julio de 1456, y fue solemnemente recibida por el cardenal Bessarion, delegado del Papa, por el arzobispo de la ciudad, seguidos del clero, del senado y de toda la población.
Catalina se distinguía por su profunda espiritualidad y por sus consejos, pasaría 7 años en Bolonia y moriría el 9 de marzo de 1463. Enseguida, los milagros se manifestaron sobre su tumba a tal punto que su cuerpo, solamente 18 días después de sus exequias, fue expuesto a la veneración de las religiosas y los fieles. La instalaron bajo un baldaquín en una capilla de la iglesia Corpus Domini del monasterio, donde se encuentra hasta ahora.
Sus obras[editar]
Sus escritos :
- La única obra escrita que se conserva es el Tratado de las 7 armas del combate espiritual.
Sus obras pictóricas :
Sus superiores, en lugar de reprimir sus talentos de pintura, la apoyaron y le adaptaron en el convento un pequeño taller donde ella podía trabajar cuando ella no estaba en sus oficios.
- En la Iglesia Corpus Domini : Un cuadro representando Cristo en la Cruz.
- En la pinacoteca de Bolonia : Un cuadro de Santa Úrsula y sus Hijas.
- En la Galería de la Academia de Venecia : Santa Úrsula.
- En la Iglesia de San Juan en Venecia: Cuadro en 4 partes representando Mártires.
Canonización[editar]
Fue canonizada en 1712 por el Papa Clemente XI. Su fiesta fue fijada el 9 de marzo. Es la patrona de los artistas.
Santa Catalina de Bolonia, virgen
fecha: 9 de marzo
n.: 1413 - †: 1463 - país: Italia
canonización: C: Clemente XI 22 may 1712
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
n.: 1413 - †: 1463 - país: Italia
canonización: C: Clemente XI 22 may 1712
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: En Bolonia, en la Emilia, santa Catalina, virgen de la Orden de las Clarisas, quien, notable por sus dotes naturales, fue aún más ilustre por sus virtudes místicas, así como por la vida de penitencia y humildad, y se convirtió en guía de vírgenes consagradas.
Patronazgos: patrona de las artes plásticas.
Juan de Vigri, padre de Catalina, era abogado y agente diplomático del marqués de Ferrara, Nicolás d'Este. A instancias del marqués, Juan envió a su hija, de once años de edad a servir como dama de honor a la joven Margarita d'Este. Catalina hizo sus estudios con Margarita y fue amiga íntima suya. Entre otras materias, las jóvenes estudiaron el latín; Catalina escribió posteriormente varias obritas en esa lengua. Al casarse con Roberto Malatesta, Margarita tenía intención de conservar a Catalina a su servicio, pero ésta se sintió llamada a la vida religiosa. Poco después de regresar a su casa, perdió a su padre y, casi inmediatamente ingresó en una congregación de terciarias franciscanas de Ferrara, que llevaban una vida semimonástica, bajo al dirección de una mujer llamada Lucía de Mascaroni.
Aunque Catalina sólo tenía catorce años, su deseo de perfección le ganó la admiración de sus hermanas. Desde tan temparana edad empezó a tener visiones, algunas de las cuales provenían de Dios y otras del demonio, como la misma Catalina se vio obligada a reconocerlo más tarde. Para ayudar a otras almas a distinguir entre las visiones divinas y los artificios del diablo, Catalina escribió que había aprendido a discernir las unas de las otras por la santa luz de la humildad, «que precedía siempre a la salida del Sol». Citemos sus propias palabras: «Esa alma, cuando se acercaba el Huésped divino, experimentaba un sentimiento de respeto que ponía de rodillas a su corazón y la obligaba a doblar exteriormente la cabeza; en otras ocasiones, le sobrevenía una gran claridad sobre sus faltas pasadas, presentes y futuras y se veía a sí misma como la causante de las faltas de sus prójimos, por los cuales sentía una inflamada caridad. Así entraba Jesús en su alma, como un rayo de sol y establecía en ella la más profunda paz».
Más tarde, el demonio trató de infiltrar en su alma dudas y pensamientos blasfemos, particularmente sobre la presencia real de Jesucristo en el Santísimo Sacramento. Esto la hizo sufrir mucho, hasta que Dios le reveló claramente la doctrina de la Iglesia y respondió en forma definitiva a sus dificultades de modo que desaparecieron las dudas. Santa Catalina aseguraba que, en las almas puras, los efectos del Sacramento no dependen del fervor sensible y que aquellas dudas no disminuyen tampoco su eficacia, con tal de que el alma no consienta en ellas. También afirmaba que quienes llevan con paciencia tales pruebas sacan de la comunión mayores frutos que si tuviesen las más altas consolaciones. Probablemente a causa de todo lo que había sufrido, Catalina sentía un indomable deseo de dormir, que ella consideraba como tentación del demonio, pero que era probablemente una gracia que le permitía rehacerse de los esfuerzos corporales y mentales anteriores. Después de algún tiempo, desapareció también esa inclinación exagerada al sueño y la paz completa se estableció en el alma de Santa Catalina.
Pensando que con ello podría ayudar a otros después de su muerte, Catalina empezó a escribir un relato de las pruebas que había sufrido y las gracias que recibía. Para evitar que sus hermanas descubrieran su diario, acostumbraba coserlo en el interior de un cojín; pero ellas, sospechando lo que sucedía, buscaron el manuscrito hasta dar con él. Cuando Catalina cayó en la cuenta de la indiscreción de que había sido objeto, arrancó las hojas y las arrojó al fuego. La santa estaba encargada del horno, pues era la panadera de la casa. En cierta ocasión, al darse cuenta de que el resplandor del fuego le hacía daño a la vista, temiendo que eso la inutilizara para el servicio de la comunidad, habló del asunto con su superiora; pero ésta le respondió que permaneciese en su puesto y dejara la salud en manos de Dios. Después de ejercer durante largo tiempo el oficio de panadera, santa Catalina pasó a ser maestra de novicias. Por la misma época, tuvo una extraordinaria visión, a la que aluden con frecuencia sus imágenes y que referiremos con sus propias palabras: «Esa persona pidió permiso a su superiora para pasar toda la noche de Navidad en la iglesia del monasterio y se dirigió allá lo más pronto que pudo, con la intención de recitar mil avemarías en honor de la Santísima Virgen. Así lo hizo, con toda la atención y el fervor de que fue capaz. En esa ocupación la sorprendió la medianoche, es decir la hora en que, según se cree, nació Nuestro Señor. En ese preciso momento, se le apareció la Santísima Virgen, llevando en sus brazos al Niño Jesús cubierto con pañales. La Madre de Dios se le acercó y le puso a su Hijo en los brazos. Ya podéis imaginar el gozo de esa pobre criatura cuando vio en sus propios brazos al Hijo del Padre Eterno. Temblando de respeto, pero sobre todo abrumada de felicidad, se tomó la libertad de acariciar al Niño, de estrecharlo contra su corazón y de acercar los labios a su rostro... En el momento en que la pobre criatura de la que estamos hablando acercaba los labios a la boca del Divino Niño, se esfumó la visión, dejándola sumida en un gozo indescriptible». La santa escribió por entonces dos libros en versos libres sobre los misterios de la vida de Cristo y su Madre, a los que dio el título de «Rosario», que las religiosas del monasterio de Bolonia conservaron como un tesoro. Escribió igualmente un tratado sobre «Las Siete Armas espirituales», que vio la luz después de su muerte y alcanzó gran fama en Italia.
Algunos años antes, la pequeña comunidad gobernada por Lucía Mascaroni había abrazado la estrecha regla de Santa Clara y se había cambiado a una casa más adaptable a los usos de la vida religiosa; pero tanto santa Catalina como las más austeras de sus hermanas estaban convencidas de que la única manera de asegurar la perfecta observancia consistía en instituir la clausura. Sin embargo, los habitantes de Ferrara se opusieron durante mucho tiempo a tal innovación, hasta que finalmente el Papa Nicolás V decretó y sancionó la clausura, gracias sobre todo a las oraciones y esfuerzos de santa Catalina. La santa fue entonces nombrada superiora de otro convento de la estrecha observancia en Bolonia; ella hubiese preferido permanecer en Ferrara como simple súbdita, pero el cielo le dio a entender que debía aceptar el cargo y al punto obedeció. Dos cardenales recibieron en Bolonia a la santa y a su acompañante, seguidos por el senado y toda la población. A pesar de la estricta clausura, la fama de santidad, milagros y dones de profecía de santa Catalina, atrajeron a tantas postulantes al nuevo convento de Corpus Christi, que apenas había sitio suficiente.
Santa Catalina trabajaba con todas sus fuerzas durante la semana; los domingos y días de fiesta aprovechaba el tiempo libre para copiar e iluminar su breviario. Este libro, compuesto totalmente por manos de la santa, con miniaturas de Cristo y de la Virgen, se conserva todavía. Catalina compuso también varios himnos y pintó algunos cuadros. La santa recomendaba a sus hijas tres cosas que ella había practicado durante toda su vida: La primera era hablar amablemente a todos, la segunda practicar constantemente la humildad y la tercera no mezclarse nunca en los asuntos ajenos. Aunque era muy estricta consigo misma, la santa se mostraba extraordinariamente bondadosa con las debilidades de sus prójimos. En las elecciones de la nueva abadesa, el único reproche que sus hermanas pudieron hacer a Catalina fue que era demasiado bondadosa para urgir severamente la observancia. Siendo maestra de novicias, le pareció que algunas de las hermanas no se alimentaban suficientemente; para remediarlo pidió en la cocina algunos huevos duros, les quitó el cascarón y los deslizó en las bolsas de las hermanas, dejando en su propio plato sólo los cascarones. Por ello, fue acusada de sensualidad durante la visita anual, pero la santa soportó la reprimenda sin decir una palabra, como si realmente fuese culpable.
Su salud, que había empezado a debilitarse desde su vuelta a Bolonia, decayó rápidamente. El primer domingo de cuaresma del año de 1463 se vio atacada por violentos dolores, de suerte que debió acostarse y ya no se levantó más. El 9 de marzo entregó su alma a Dios en forma tan apacible, que sus hermanas no se dieron cuenta de que había muerto, sino hasta que empezaron a percibir una deliciosa fragancia y advirtieron que su faz tenía la belleza y frescura de una quinceañera. Su cuerpo fue enterrado sin caja, pero a los dieciocho días fue desenterrado, debido a los numerosos milagros que había obrado y a la suave fragancia que se escapaba de su tumba. Desde entonces, se encuentra incorrupto en la capilla del convento de Bolonia, donde puede verse a través de un cristal. La santa se halla sentada, ricamente vestida; pero el rostro y las manos, que están al descubierto, se han ennegrecido con el tiempo y la humedad. Santa Catalina es la patrona de los artistas. Las miniaturas que pintó se conservan aún en el convento de Corpo di Cristo, en Bolonia; según los expertos, se trata de obras de gran delicadeza. También se conservan dos de sus pinturas, una en la pinacoteca de Bolonia y la otra en la Academia de Bellas Artes de Venecia. Fue canonizada en 1712.
Francisca Romana, Obl.S.B. Oliv., (en italiano: Francesca Romana)? (Roma, 1384– Roma, 9 de marzo de 1440) Oblata benedictina romana.
Santa Francisca Romana, Obl.S.B. Oliv. | ||
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Nacimiento | 1384 Roma, Italia | |
Fallecimiento | 9 de marzo de 1440 Roma, | |
Venerada en | Iglesia católica | |
Canonización | 1608 por Paulo V | |
Festividad | 9 de marzo | |
Atributos | hábito negro, velo blanco, con una cesta de comida en la mano y acompañada por su ángel custodio. | |
Patronazgo | Oblatos benedictinos, conductores de automóviles |
Vida[editar]
Esposa[editar]
Nació en Roma, hija de padres nobles y ricos, Paolo Bussa y Iacobella dei Roffredeschi, en el barrio romano Parione, que era nuevo y de moda. Se bautizó en la vecina Basílica de Sant'Agnese in Agone (Agonía de Santa Inés), ubicada en la famosa Piazza Navona. A los doce años de edad decidió ser monja, pero sus padres la casaron con Lorenzo Ponziano (o de Ponziani), comandante de las tropas papales en Roma.
Fue un matrimonio bastante feliz. Lorenzo admiraba a su esposa y a su hermana Vannozza, quienes rezaban y visitaban a los pobres y enfermos, inspirando a otras mujeres a hacer lo mismo. También, debido a su puesto militar, no estaba en casa mucho. Francisca se hizo famosa con el apodo de la Cecoiella (cegatona). Después de algunos años casados, con el acuerdo de su esposo, y ya siendo madre de tres hijos varones, Francisca empezó a vivir en castidad.
Francisca y Lorenzo perdieron a dos de sus hijos por la plaga de la peste negra. Este sufrimiento los sensibilizó a las necesidades de los pobres. En esa época, Roma se hallaba en un estado deplorable hasta el punto de que se veían lobos andando por las calles. Lorenzo servía al papa romano en sus guerras contra los varios pretendientes al papado en el Cisma de Occidente. Durante una ausencia debida a su exilio en el Estado Ponziano, muchas de las propiedades de Lorenzo fueron arruinadas. Fue herido gravamente por las fuerzas napolitanas mientras ocupaban Roma a prinicipios del siglo XV, y Francisca lo cuidó hasta su muerte en el año 1436, después de cuarentas años de matrimonio.
Taumaturga[editar]
Según una leyenda, el comandante de las tropas napolitanas exigió a su último hijo, Battista, como rehén. Obedeciendo esta orden por mandato de su director espiritual, Francisca llevó al chico al Campidoglio. En el camino, se detuvo en la Basílica de Santa María en Aracoeli (Santa María en el Altar Celestial) que estaba a un lado, y confió la vida de su hijo amado a la Santísima Virgen. Cuando llegaron al lugar convenido, los soldados trataron de montar al muchacho en un caballo para llevarlo como cautivo; sin embargo, el caballo se negó a moverse, a pesar de muchas palizas. Los soldados juzgaron que era un acto de Dios y devolvieron el muchacho a su madre.
Fundadora[editar]
El 15 de agosto de 1425, día de la Asunción, Francisca, junto con nueve compañeras, hizo su oblación a la abadía de Santa Maria Nuova, con lo que se convirtió en miembro de la cofradía de oblatas benedictinas bajo la dirección de los monjes olivetanos, pero ni con clausura ni con votos, para poder seguir el modelo de una vida que combinaba la contemplación con el servicio a los necesitados de la ciudad.
En marzo de 1433 fundó el monasterio de Tor de'Specchi para las oblatas, quienes querían seguir una vida en común. La comunidad recibió la aprobación del Papa Eugenio IV el 4 de julio del mismo año, siendo una congregación religiosa de oblatas con votos privados, con obediencia a los monjes olivetanos. Todavía es la única comunidad de la congregación.
Con la muerte de su esposo, Francisca se mudó al monasterio y se hizo Hermana Presidente de la comunidad.1 Durante estos años, creció su vida de contemplación. Tuvo la gracia de los milagros, el éxtasis y la visión de su ángel de la guarda. Se destacaba por su humildad, obediencia y paciencia.
Francisca murió el 9 de marzo de 1440 y el Papa Paulo V la canonizó el 9 de mayo de 1608.
Veneración[editar]
La santa Francesca es venerada entre los benedictinos como patrona de todos los oblatos de la orden.
En 1925 el Papa Pio XI la declara santa patrona de los automovilistas, a causa de una leyenda según la cual un ángel solía alumbrarle el camino con una linterna mientras viajaba, manteniéndola a salvo de infortunios.
Venerada a los 400 años de su canonización (jubileo del 2008-2009) por el papa Benedicto XVI, este la exaltó denominándola la más romana de las santas.
Es venerada cada 09 de marzo, en la iglesia de San Pedro Perulapán, ciudad de El Salvador, América Central donde se celebra una novena en su honor.
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