Julio I fue el papa nº 35 de la Iglesia católica entre el 6 de febrero de 337 y el 12 de abril de 352, fecha de su muerte.
San Julio I | ||
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Papa de la Iglesia católica | ||
6 de febrero de 337-12 de abril de 352 | ||
Predecesor | Marcos | |
Sucesor | Liberio | |
Información personal | ||
Nombre | Julio | |
Nacimiento | ¿?, Roma, Imperio romano de Occidente | |
Fallecimiento | 12 de abril de 352, Roma, Imperio romano de Occidente |
Conflictos con los arrianos[editar]
Confirmó en su puesto a dos obispos cristianos a quienes los arrianos habían hecho abdicar. En el otoño de 341, Julio Iconvocó un concilio al que asistieron 50 obispos con el propósito de pronunciarse de nuevo en contra del arrianismo y condenar a quienes deponían obispos a su antojo.
A la muerte de Constantino I el Grande, el imperio se dividió entre sus tres hijos, uno de ellos, Constantino II, pronto desapareció de la historia y quedaron como emperadores sus otros dos hijos, Constancio II, en Oriente y Constante en Occidente. Mientras que Constante era católico, Constancio era arriano. En 350, Constante fue asesinado y el Imperio se reunificó bajo el mando de Constancio. El emperador desató entonces una terrible persecución contra la Iglesia.
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Julio I fijó para la Iglesia de Occidente la solemnidad de Navidad el 25 de diciembre, en vez del 6 de enero, junto con la Epifanía.1 Tomó esta fecha porque, en el calendario juliano, el solsticio de invierno ocurría en ese día, siendo este acontecimiento festejado por muchos pueblos del Hemisferio Norte como un nuevo renacer del ciclo de la vida.
12 de Abril
San Julio I
Santos: Zenón, Constantino, Damián, Erkembodo, obispos; Julio I, papa; Sabas, Víctor, Lázaro, Menna, Juan, David, mártires; Visia, virgen y mártir; Florentino, Alfiero, abades.
Se conocen pocos datos de su vida anterior a la elección para Sumo Pontífice el 6 de febrero del 337, muerto el papa Marcos y después de ocho meses de sede vacante. El Liber Pontificalis nos dice que era romano y que su padre se llamaba Rústico.
La primera de las actuaciones que deberá realizar –que le seguirá luego por toda su vida– está directamente relacionada con la lucha contra el arrianismo. Había sido condenada la herejía en el Concilio universal de Nicea, en el 325; pero una definición dogmática no liquida de modo automático un problema, cuando las personas implicadas están vivas, se aferran a sus esquemas y están preñadas de otros intereses menos confesables.
A la muerte del emperador Constantino, por decreto, pueden regresar a sus respectivas diócesis los obispos que estaban en el destierro. Es el caso de Atanasio, que vuelve a su legítima sede de Alejandría con el gozo de los eclesiásticos y del pueblo. Pero los arrianos habían elegido para obispo de esa sede a Pisto y comienzan las intrigas y el conflicto. El Papa Julio recibe la información de las dos partes y decide el fin del pleito a favor de Atanasio.
Eusebio de Nicomedia, Patriarca pro-arriano con sede en Constantinopla, envía una embajada a Roma solicitando del papa la convocatoria de un sínodo. Por su parte, Atanasio –recuperadas ya sus facultades de gobierno– ha reunido un importante sínodo y manda al papa las actas que condenan decididamente el arrianismo y una más explícita profesión de fe católica.
Julio I, informado por ambas partes, convoca el sínodo pedido por los arrianos. Pero estos no envían representantes y siguen cometiendo tropelías.
Muere Eusebio y le sucede Acacio en la línea del arrianismo. Otro sínodo arriano vuelve a deponer a Atanasio y nombra a Gregorio de Capadocia para Alejandría.
El papa recoge en Roma a los nuevamente perseguidos y depuestos obispos con Atanasio a la cabeza. Como los representantes arrianos siguen sin comparecer, Julio I envía pacientemente a los presbíteros Elpidio y Filoxeno con un resultado nulo en la gestión porque los arrianos siguen rechazando la cita que pidieron.
En el año 341 se lleva a cabo la convocatoria del sínodo al que no quieren asistir los arrianos por más que fueron ellos los que lo solicitaron; ahora son considerados por el papa como rebeldes. En esta reunión de obispos se declara solemnemente la inocencia de Atanasio; el papa manda una encíclica a los obispos de Oriente comunicando el resultado y añade paternalmente algunas amonestaciones, al tiempo que mantiene con claridad la primacía y autoridad de la Sede Romana.
Los arrianos se muestran rebeldes y revueltos; en el mismo año 341 reúnen otro sínodo en Antioquía que reitera la condenación de Atanasio y en el que se manifiestan antinicenos.
Estando así las cosas, el papa Julio I decide convocar un concilio más universal. En este momento se da la posibilidad de contar con la ayuda de Constancio y Constante –hijos de Constantino y ahora emperadores– que se muestran propicios a apoyar las decisiones del encuentro de obispos arrianos y católicos. El lugar designado es Sárdica; el año, el 343; el presidente, el español –consejero del emperador– Osio, obispo de Córdoba. El papa envía también por su parte legados que le representen.
Pero se complican las cosas. Los obispos orientales arrianos llegan antes y comienzan por su cuenta renovando la exclusión de Atanasio y demás obispos orientales católicos. Luego, cuando llegan los legados que dan legitimidad al congreso, se niegan a tomar parte en ninguna deliberación, apartándose del Concilio de Sárdica, reuniendo otro sínodo en Philipópolis, haciendo allí otra nueva profesión de fe y renovando la condenación de Atanasio. El bloque compacto de obispos occidentales sigue reunido con Osio y los legados. Celebran el verdadero Concilio que declara la inocencia de Atanasio, lo repone en su cargo, hace profesión de fe católica y excomulga a los intrusos rebeldes arrianos. Como conclusión, se ha mantenido la firmeza de la fe de Nicea, reforzándose así la ortodoxia católica.
Aún pudo Julio I recibir una vez más en Roma al tan perseguido campeón de la fe y ortodoxia católica que fue Atanasio, cuando va a agradecer al primero de todos los obispos del orbe su apoyo en la verdad, antes de volver a Alejandría.
Julio I escribirá otra carta más a los obispos orientales y de Egipto.
En los 15 años de papado, sobresale su gobierno leal no exento de muchas preocupaciones y desvelos por defender la verdad católica. La lealtad a la fe y la búsqueda de la justicia en el esclarecimiento de los hechos fueron sus ejes en toda la controversia posnicena contra el arrianismo. Su paciente gobierno contribuyó a la clarificación de la ortodoxia fortaleciendo la primacía y autoridad de la Sede Romana.
Basilio de Pario, Santo
Obispo y Confesor, 12 de abril
Por: . | Fuente: Catholic.net
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Obispo y Confesor
Martirologio Romano: En Pario, en el Helesponto, en la moderna Turquía, san Basilio, obispo, que, por defender el culto de las sagradas imágenes, padeció azotes, cadenas y exilio († 735).
Breve Biografía
De la escasa y resumida información que tenemos gracias al Sinasario Bizantino sabemos lo que Basilio tuvo que sufrir durante las luchas iconoclastas (siglos VIII-IX), habiendo preferido abandonar su sede episcopal de Parian (la moderna Kemer) y no firmar un documento de aprobación para la destrucción de las imágenes.
Fue encarcelado, encadenado y azotado. Cuando recuperó su libertad eligió autoexiliarse e ir de pueblo en pueblo, en lugar de someterse a los enemigos de las imágenes sagradas. Murió en este exilio voluntario.
La tradición ortodoxa indica que esta persecusión la sufrió durante el gobierno de León III el Isaurio (717-40), pero no hay registros históricos que confirmen esta teoría.
Damián de Pavia fue obispo de Pavia, que medió entre los lombardos y los emperadores del Imperio bizantino y se opuso a los heréticos Monotelistas. Es venerado por diferentes confesiones cristianas.
Biografía[editar]
La información sobre el obispo San Damián de Pavia no son muchas, pero están bien documentadas. Hace referencia de él Pablo el Diácono, autor de Historia Langobardorum como una persona de gran santidad y con un gran amor de doctrina profunda.
En 679, cuando aún era un sacerdote de la iglesia de Orleans, colaboró con el obispo Mansueto en la redacción de una carta al emperador bizantino Constantino Pogona, al que se le acusó haber abrazado la herejía llamada monotelismo (una variante del arrianismo, la doctrina heterodoxa, según la cual, Jesucristo estuvo presente sólo en la naturaleza humana y no divina). Esta carta fue leída en el Concilio de Constantinopla de 680-681 y ha contribuido a la afirmación de la doctrina correcta.
Ofreciéndose como mediador, fue capaz de limar asperezas entre los bizantinos y lombardos, por lo que la ciudad y el territorio de Pavía se salvó de los horrores de la guerra. Construyó una nueva residencia para el obispo, y unas termas públicas para todos los ciudadanos.
Se cuenta que en razón de la peste de Pavía obtuvo de Roma una reliquia del mártir san Sebastián, al cual consagró un altar en la iglesia de San Pietro in Vincoli; y la epidemia cesó inmediatamente. Según la leyenda, aquella noche se vieron dos ángeles: el de la vida, con una espada de fuego, en la calle principal (Strada Nuova) expulsando al ángel de la muerte. En recuerdo de esta visión, un ángel aparece dibujado en la fachada de una casa en la intersección de la Strada Nuova y Via Volturno Gatti de Pavia.
En las controversias políticas y religiosas de su tiempo, San Damián, siempre trató de preservar el bien de la Iglesia y sus fieles, hablando incansablemente con todos. Cuando en 688 Alachise usurpó la corona del rey de los lombardos, el santo se prestó en aras de la paz y se rindió a sus pies a pesar de la humillación.
Murió el 12 de abril 710 o 711. Su cuerpo fue enterrado en la iglesia de San Nazario (que ya no existe) y luego se trasladó a la Catedral.
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