Raimundo de Fitero (*? - † Ciruelos (Toledo), 1163), monje, abad y santo. Se disputan su cuna Saint Gaudens de Francia, Tarazona de Aragón, Tarragona y Barcelona.
Biografía[editar]
Desde pequeño volcado a la religión, lo primero que se sabe de él es que fue canónigo de la Iglesia Mayor de Tarazona, población recién ganada a los moros (1120).
Ingresó en el Císter en Gascuña y, cuando la Orden quiso extenderse por España, fue elegido como prior del nuevo monasterio, que se situó en Niencebas (Alfaro), lugar cedido por Alfonso VII. Raimundo fue nombrado abad a la muerte del anterior, Durando. Tras un primer traslado del monasterio a Castellón(Fitero), acabó estableciéndose en el lugar llamado el Castellón de Fitero, situado en la frontera de la Rioja y Navarra, donde se construyó el Monasterio de Santa María.
Cuando muere Alfonso VII, en 1158, Raimundo va a Toledo para que el nuevo rey, Sancho III, confirmase los privilegios que su padre había concedido al monasterio. Allí se enteró, por Fray Diego Velázquez que le había acompañado, que se preparaba una ofensiva de los moros, y que el rey concedía la plaza de Calatrava (luego llamada Calatrava la Vieja) a quien se comprometiera a defenderla. Al ver que nadie recogía el reto y animado por Fray Diego, que antes de fraile había sido guerrero, se propuso para hacerse cargo de la plaza. El rey les concedió la defensa y ellos pusieron manos a la obra, reuniendo en poco tiempo un importante ejército que disuadió a los moros de atacar la plaza.1 Ante el éxito decidieron fundar una Orden de Caballería, que tomaría el nombre de Orden de Calatrava, organizada según la regla del Císter,,3 y de la que Raimundo sería el primer Gran Maestre. Después, Raimundo trasladó buena parte de los monjes de su monasterio de Fitero al nuevo de Calatrava.
Al envejecer, Raimundo se retiró a la villa de Ciruelos, cerca de Ocaña, donde murió.
San Raymundo de Fitero O. Cist. | ||
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San Raimundo de Fitero defendiendo Calahorra por Miguel Jacinto Meléndez, Calahorra, parroquia de San Andres. | ||
Fundador de la Orden de Calatrava | ||
Nacimiento | Primer tercio del siglo XII Saint Gaudens (condado de Toulouse) o Tarazona o Barcelona | |
Fallecimiento | 1163 Ciruelos (Toledo) | |
Canonización | 1719 por el Papa Clemente XI | |
Festividad | 15 de marzo (antes 1 de febrero)1 February 1 |
San Raimundo de Fitero, abad y fundador
fecha: 1 de febrero
fecha en el calendario anterior: 6 de febrero
†: c. 1160 - país: España
canonización: Conf. Culto: 1719
hagiografía: Abel Della Costa
fecha en el calendario anterior: 6 de febrero
†: c. 1160 - país: España
canonización: Conf. Culto: 1719
hagiografía: Abel Della Costa
Elogio: En la villa de Ciruelos, en la región española de Castilla la Nueva, san Raimundo, abad de Fitero, fundador de la Orden de Calatrava, bajo la Regla del Cister, e insigne sostenedor del cristianismo.
Lamentablemente la vida de san Raimundo de Fitero, tan importante y original como fundador, está envuelta en algunas nieblas, como ocurre con casi todos los santos de aquellos siglos. La primer noticia concreta de él la tenemos como monje de Yerga, en La Rioja, en el año 1141, pero sabemos que antes de eso fue canónigo en Tarazona, no lejos de allí. Su año de nacimiento, familia y patria son discutidos, pero parece que su apellido de familia fue Sierra o Serra; en cuanto al lugar de nacimiento la opinión más razonable -sostenida vehementemente por Flórez con buenos argumentos- es que es originario de la propia Tarazona, y no de Francia como es la otra corriente de interpretación, ni menos aun de otros lugares menos defendidos (como Tarragona, que parece simple confusión con Tarazona).
Hacia 1141, como se ha dicho, es monje en Yerga, donde parece que ya antes de la fundación del monasterio vivían en el monte algunos anacoretas. En 1146 encontramos a Raimundo como abad del monasterio de Nienzabas, que quizás haya sido simplemente un traslado de la comunidad de Yerga.
Bajo su mando el monasterio parece haber prosperado mucho, a juzgar por la cantidad de escrituras de compraventa que se conservan, y por las dádivas reales que la fundación recibía. Fue en la década del 50 que toma el hábito cisterciense, aunque ya en el 48 había asistido al capítulo general de la Orden donde estuvo san Bernardo.
Nienzabas quedaba cerca de la ermita de Yerga, de Fitero y de Calahorra, y en los dominios del rey de Castilla, que favoreció grandemente la fundación. Hacia el 1154 el monasterio tenía las suficientes propiedades como para ofrecerse a sostener Calatrava, una plaza estratégica rescatada a los moros, donde habían sido fuertes los templarios, aunque en el momento en que Raimundo se hace cargo está prácticamente abandonada. El rey Don Sancho se la deja en heredad en 1157.
Fray Diego de Velázquez, monje de Nienzabas y antiguo militar, pensaba en unir en unas mismas personas los dos carismas: el de la lucha armada contra los infieles y el de monjes, y entusiasmó con el proyecto a Raimundo. Con mucha oposición por parte de la Orden Cisterciense, nace así una orden nueva y original, la de Calatrava, de monjes-soldados, alentada también por el arzobispo de Toledo Don Rodrigo, quien publica indulgencia plenaria para quienes ayuden a la defensa de Calatrava. «Con los monjes de Fitero capaces de tomar armas, y los vasallos y colonos que le quisieron seguir, marchó San Raimundo á Calatrava, reparó sus muros, abasteció la plaza, y saliendo Velazquez al frente de los alistados, aterró á los moros circunvecinos con sus rebatos y felices algaradas», resume Flórez.
Sin embargo la fundación de la orden de Calatrava, y la actuación en la defensa de la plaza trajo a Raimundo más amargura que gloria. La Orden Cisterciense tomó a mal este emprendimiento, y aun se le reprochó el haber obrado imprudentemente y en desobediencia. Es difícil saber si había base jurídica para los reproches, pero lo cierto es que Raimundo murió retirado de su cargo de abad (hasta qué punto voluntariamente u obligado a ello es imposible establecerlo hoy) como monje en Ciruelos, en 1165. El cuerpo permaneció enterrado en Ciruelos hasta que en 1461 se reivindicó su obra, y se lo exhumó, trasladándose solemnemente sus reliquias al monasterio de Monte Sión de Toledo. En la actualidad se encuentran en la catedral de la misma ciudad. La Congregación de Ritos aprobó el culto para la Orden Cisterciense en 1702, y para España en 1719.
Clemente María Hofbauer (Tasovice, distrito de Znojmo, Moravia, 26 de diciembre de 1750 - Viena, 15 de marzo de 1820) fue un presbítero austríaco, ciego, de la Congregación del Santísimo Redentor, impulsor de la difusión de este congregación religiosa en Austria y Polonia. Es venerado como santo por la Iglesia católica.
Biografía[editar]
Nacido en Tasovice (entonces Tasswitz) en 1750, fue bautizado como Jan Dvořák. Fue el noveno de doce hijos de Maria Steer y Paul Hofbauer (realmente, Pavel Dvořák, que cambió su apellido moravo por el equivalente en alemán "Hofbauer"). De joven se hizo eremita y adoptó el nombre de Clemente María. Admirador de la espiritualidad y los escritos de San Alfonso María de Ligorio, ingresó en la Congregación del Santísimo Redentor.
Vive en Varsovia durante veinte años, consiguiendo difundir la orden, en la que ingresan numerosos candidatos, mediante la fundación de nueve comunidades, especialmente en Polonia, y las misiones populares. Ejerció una profunda influencia en la vida religiosa de la época, como representante de la reacción religiosa romántica que se dio en el primer tercio del siglo XIX, como respuesta al anticlericalismo anterior. Contribuyó a que el josefinismo, movimiento político en el Imperio austríaco que quería someter la Iglesia al poder político, no se impusiera definitivamente.
En 1806, Napoleón Bonaparte lo expulsa y dispersa la congregación. Desde su residencia de Viena, continuará como guía espiritual, ya sea de religiosos como de intelectuales y artistea, ya que, como Varsovia, a Viena se supo rodear de los mejores artistas y músicos para la liturgia. Muere en marzo de 1820; un mes más tarde, a instancias del papa Pío VII, el emperador Francisco I de Austria firma el decreto autorizando de nuevo la actividad de los redentoristas.
Veneración[editar]
Fue beatificado por León XIII el 29 de enero del 1888; el 20 de mayo de 1909 fue canonizado por Pío X, que en 1914 lo proclamó santo patrón de la ciudad de Viena.
San Clemente María Hofbauer C.Ss. R. | ||
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Grabado de P. Rinn | ||
Nacimiento | 26 de diciembre de 1750 Tasovice, Znojmo (Moràvia(actual República Checa) | |
Fallecimiento | 15 de marzo de 1820 Viena (Imperi Austro-húngaro) | |
Venerado en | Iglesia Católica | |
Beatificación | 29 de enero de 1888 por el Papa León XIII | |
Canonización | 20 de mayo de 1909 por el Papa Pío X | |
Festividad | 15 de marzo | |
Patronazgo | Viena |
San Clemente María Hofbauer, religioso presbítero
fecha: 15 de marzo
n.: 1751 - †: 1820 - país: Austria
canonización: B: León XIII 29 ene 1888 - C: Pío X 20 may 1909
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
n.: 1751 - †: 1820 - país: Austria
canonización: B: León XIII 29 ene 1888 - C: Pío X 20 may 1909
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: En Viena, en Austria, san Clemente María Hofbauer, presbítero de la Congregación del Santísimo Redentor, que trabajó admirablemente por la propagación de la fe y la reforma de la disciplina eclesiástica. Preclaro tanto por su ingenio como por sus virtudes, impulsó a entrar en la Iglesia a no pocos varones prestigiosos en las ciencias y en las artes.
Patronazgos: patrono de Viena.
A san Clemente María Hofbauer se le llama algunas veces el segundo fundador de los redentoristas, porque fue el primero en establecer la Congregación de San Alfonso María de Ligorio al norte de los Alpes. Él, más que ningún otro, provocó la caída del «josefinismo», que trataba a los eclesiásticos como funcionarios del Estado y sujetos al poder secular. Nació en 1751, en Moravia, y fue bautizado con el nombre cristiano de Juan. Era el noveno de doce hijos de un ganadero y carnicero que había cambiado su apellido eslavo de Dvorak por el equivalente alemán Hofbauer. Desde pequeño, anhelaba llegar a ser sacerdote, pero la pobreza se interponía en su camino y, a la edad de quince años, se ganaba la vida como aprendiz de panadero; más tarde, fue empleado en la panadería del monasterio premonstratense de Bruck, donde su abnegación durante una época de hambre, le ganó la simpatía del abad, que le permitió asistir a las clases de latín en la escuela anexa a la abadía. Después de la muerte del abad, el santo vivió como un solitario, hasta que el edicto del emperador José en contra de los ermitaños lo obligó a desempeñar otra vez su antigua ocupación, esta vez en Viena. Dos veces hizo peregrinaciones a Roma, desde esa ciudad, en compañía de su amigo Pedro Kunzmann y, en la segunda ocasión obtuvieron permiso del obispo Chiaramonti, de Tívoli (después papa Pío VII) para establecerse como ermitaños en su diócesis. Sin embargo, pocos meses después, se le ocurrió que su trabajo debía ser el de un misionero, no el de un solitario, y en consecuencia regresó a Viena. Un día, después de haber ayudado la misa en la Catedral de San Esteban, se ofreció a conseguir un carruaje para dos damas que se habían refugiado en el vestíbulo cuando llovía, y este casual servicio lo llevó a realizar el deseo de su corazón, ya que las dos damas descubrieron que no tenía los medios para seguir los estudios para el sacerdocio y se ofrecieron a pagárselos, no sólo a él, sino también a su amigo Tadeo Hübl. Como la Universidad de Viena estaba infectada por la enseñanza racionalista, regresaron a Roma y allí experimentaron la atracción hacia los redentoristas y ambos pidieron ser admitidos en el noviciado.
El mismo san Alfonso, que aún vivía, se alegró mucho al saber que había unos recién llegados del norte, previendo el establecimiento de su congregación en Austria. Los dos amigos profesaron y se ordenaron en 1875. Juan Hofbauer, tenía entonces treinta y cuatro años de edad; al recibir el sacramento, tomó el nombre de Clemente. Éste y Tadeo fueron enviados en seguida a Viena, pero en vista de que el emperador José II, no contento con la expulsión de los jesuitas, había ya suprimido varios monasterios que pertenecían a diversas órdenes, resultaba inútil pensar en hacer allí una nueva fundación. Sus superiores encargaron entonces a Clemente que empezara una misión en la región de Courland y partió hacia el norte, en compañía de Tadeo Hübl. En el camino, san Clemente encontró a su viejo amigo Manuel Kunzmann, que seguía viviendo como ermitaño en Tívoli, pero que andaba entonces en peregrinación. El encuentro parecía providencial. Kunzmann, resolvió unirse a los dos misioneros como hermano lego, y así resultó ser el primer novicio Redentorista admitido al norte de los Alpes. En Varsovia, el nuncio papal puso a disposición de los viajeros la iglesia de San Benno. Había en la ciudad varios miles de alemanes católicos que, desde la supresión de la Compañia de Jesús, no habían vuelto a tener sacerdotes que hablaran alemán. En su ansiedad por retener a los rcdentoristas, el nuncio escribió a Roma y obtuvo que se postergara la misión en Courland, en vista del mucho trabajo que había en Varsovia. Los misioneros empezaron su tarea en la mayor pobreza: no tenían camas; Clemente y Tadeo dormían en una silla. Pidieron prestados los utensilios para cocinar y, como el hermano lego no sabía nada de cocina, Clemente se vio en la necesidad de ayudarlo. En los primeros días, predicaban en las calles, pero cuando el gobierno prohibió los sermones al aire libre, permanecieron en la iglesia de San Benno, que llegó a ser el centro de una continua misión. Entre los años de 1789 y 1808, el trabajo realizado por san Clemente y sus compañeros fue extraordinario. Se predicaban cinco sermones cada día; tres en polaco y dos en alemán, puesto que, si bien el trabajo de san Clemente estaba dedicado principalmente a los alemanes, él deseaba ayudar a todos. La obra entre los polacos recibió gran impulso después de admitirse el primer novicio polaco, Juan Podgorski. La iglesia de la Santa Cruz en los Campos fue entregada a Clemente y atendida desde San Benno; numerosos protestantes fueron atraídos a la Iglesia, y san Clemente tuvo especial éxito en la conversión de los judíos.
Además de este ministerio apostólico, el santo llevaba a cabo una gran obra social. Las constantes guerras habían dejado a las clases bajas sumidas en la miseria y la condición de muchos niños era digna de compasión. Para ayudarlos, abrió un orfanatorio cerca de la iglesia de San Benno y recogió limosnas para su sostenimiento. En una de sus correrías para solicitar ayuda, un hombre que jugaba a las cartas en una taberna contestó a su petición, escupiéndole en el rostro. San Clemente, sin perturbarse, dijo: «Ese fue un obsequio personal para mí, ahora, por favor, deme algo para mis niños pobres». El hombre que lo había insultado llegó a ser después uno de sus penitentes regulares. Se fundó también una escuela para niños, en tanto que confraternidades y otras asociaciones ayudaban a asegurar la permanencia de la buena obra empezada. Como su comunidad crecía, empezó a enviar fuera misioneros y a establecer casas en Courland, así como en Polonia, Alemania y Suiza; pero todas ellas tuvieron que ser eventualmente abandonadas, debido a las dificultades de la época. Después de veinte años de intensa labor, san Clemente tuvo que dejar también su obra en Varsovia, a consecuencia del decreto de Napoleón que suprimió las órdenes religiosas. El año anterior, el santo había perdido a su amado amigo, el padre Hübl, que murió de tifus, contraído cuando administraba los últimos sacramentos a algunos soldados italianos. Un agente de la policía arriesgó su vida para advertir a los Redentoristas que les amenazaba la expulsión. Así, pudieron prepararse a recibir la notificación oficial, que llegó el 20 de julio de 1808. Inmediatamente se entregaron a las autoridades, que les encarcelaron en la fortaleza de Cüstrin, a orillas del Oder. Era tanta la influencia de los Redentoristas entre los que los conocían, que a diario se formaban grupos, dentro y fuera de la fortaleza, para oírles cantar los himnos, hasta que las autoridades decidieron mandarlos lejos para que no hubiera tantas conversiones. Se decidió que la comunidad se disolviera y que cada miembro regresara a su país natal. Sin embargo, san Clemente determinó establecerse en Viena, con la esperanza de fundar una casa religiosa allí, en caso de que se derogaran las leyes de José II. Después de grandes dificultades, incluyendo otro encarcelamiento en la frontera austríaca, logró llegar a la ciudad donde habría de vivir y trabajar los últimos doce años de su vida.
Al principio, trabajó oscuramente entre los italianos radicados en Viena; pero poco después, el arzobispo lo nombró capellán de las monjas ursulinas y rector de la iglesia adjunta a su convento. Allí tenía libertad para predicar, oír confesiones y cumplir con todos sus deberes sacerdotales y bien pronto, desde este centro, se inyectó nuevo vigor a la vida religiosa en Viena. Su confesionario era materialmente asediado, no sólo por la gente pobre y sencilla, sino por los ministros de Estado y profesores de la Universidad. Como uno de sus biógrafos hace notar: «Por la simple fuerza de su santidad, él, un hombre a quien se había negado la oportunidad de adquirir amplia cultura intelectual, tenía tal ascendencia sobre la manera de pensar de sus contemporáneos, que fue considerado como un oráculo de sabiduría por los que estaban a la cabeza del movimiento intelectual, tanto en el mundo político como en el literario». Fueron en realidad san Clemente María Hofbauer, sus amigos y sus penitentes, entre los cuales se contaba el príncipe Luis de Baviera, los que impidieron en el Congreso de Viena el intento de crear una Iglesia nacional alemana, independiente del Pontífice romano. El santo se interesó especialmente en la difusión de la buena literatura, pero quizá su obra cumbre fue el establecimiento de un colegio católico que llegó a ser un don inestimable para Viena, puesto que, además de proporcionar muchos sacerdotes y monjas, dio seglares bien instruidos, que después ocuparon importantes cargos en todas las carreras civiles. Durante toda su vida, san Clemente tuvo gran devoción por los enfermos, a quienes consolaba con su palabra; se dice que visitó a dos mil enfermos en su lecho de muerte. Los ricos y los pobres lo solicitaban y él jamás desatendió un llamado. Tuvo especial amistad con los monjes católicos armenios mequitaristas que llegaron a Viena; y en sus tratos con los protestantes le ayudó mucho la idea de que, como escribió en una carta al padre Perthes, en 1816, «si la Reforma en Alemania crece y se sostiene, no es precisamente por los herejes y filósofos, sino por hombres que verdaderamente ambicionaban una religión interior».
A pesar de sus buenas obras y de su espíritu apostólico, san Clemente fue objeto de frecuentes persecuciones por parte de los adictos al «Josefinismo», y la policía lo vigilaba continuamente. Refería, en 1818, que «el pietismo y fanatismo se estaban poniendo de moda. Sin embargo, el confesionario es el factor de oposición que mantiene viva esta moda»; y parece en verdad que su trabajo como confesor y director fue la principal fuente de influencia que hizo de san Clemente Hofbauer «el apóstol de Viena». Una vez se le prohibió predicar, y sus oponentes, después de fracasar en sus intentos ante el Congreso de Viena, lo acusaron de ser un espía que informaba a Roma todo lo que se hacía en el imperio. El canciller de Austria preguntó si podría ser expulsado, pero Francisco I recibió tan buenos informes acerca de Clemente, dados por el arzobispo y por el Papa Pío VII, que no solamente prohibió cualquier futura molestia a los Redentoristas, sino que, en una entrevista con el santo, le habló alentadoramente de las probabilidades de un reconocimiento legal de su congregación. El santo había conseguido prácticamente sus dos principales objetivos: la fe católica estaba en auge una vez más y su amada congregación estaba a punto de ser firmemente arraigada en suelo alemán. Él no vivió para ver realizadas sus esperanzas, pero estaba plenamente satisfecho. «Los asuntos de la congregación no quedarán resueltos sino después de mi muerte», dijo. «Solamente hay que tener paciencia y confianza en Dios. Apenas haya exhalado mi último aliento, cuando ya tendremos casas en abundancia». La profecía iba pronto a cumplirse. Ya cerca de su fin, en 1819, san Clemente sufría a causa de varias enfermedades, pero trabajaba tan intensamente como siempre. El 9 de marzo, insistió en ir caminando, a pesar de una tormenta de nieve, para cantar una misa de Requiem por el alma de la princesa Jablonowska, que lo había ayudado grandemente cuando estuvo viviendo en Varsovia. Estuvo a punto de desmayarse en el altar y, al regresar a casa, cayó en cama, de donde no se levantó más. Allí, seis días más tarde, exhaló el último suspiro en presencia de muchos de sus amigos. Toda Viena se aglomeró en las calles para rendirle homenaje, cuando su cuerpo fue llevado por doce de sus más queridos discípulos a la catedral, a través de las grandes puertas, que solamente se abrían en las ocasiones más solemnes. Fue canonizado en 1909.
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