Dionisio Areopagita (siglo I) fue un discípulo de San Pablo, que llegó a ser obispo deAtenas. Debe su apodo a que vivía en el Areópago, un barrio de Atenas, y sede del consejo del mismo nombre. Su fiesta se celebra el 3 de octubre. Es considerado el Santo Patrón de la ciudad de Atenas, junto a Santa Filotea de Atenas y a San Jeroteo de Atenas.Dionisio era un juez del Areópago, que fue convertido al cristianismo por la predicación que San Pablo (Paulo de Tarso) llevó a cabo durante uno de sus viajes evangelizadores a Atenas.2
Según Dionisio de Corinto, citado por Eusebio de Cesarea, fue el segundo obispo de Atenas.
San Dionisio Areopagita | ||
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Dionisio Areopagita, Rústico y Eleuterio. Icono griego. | ||
Obispo de Atenas1 | ||
Nacimiento | siglo I | |
Venerado en | Iglesia católica y ortodoxa | |
Festividad | 3 de octubre | |
Patronazgo | Atenas, Crotona |
DIONISIO (SAN) EL AREOPAGITA
Vamos a ocuparnos de San Dionisio, llamado el Areopagita, el cual fue tenido durante mucho tiempo como discípulo de San Pablo y de un compañero de éste llamado Hierotheo, que nadie ha conocido. Dicen que el mismo San Pablo le consagró obispo de Atenas; y refiere la vida de Dionisio, que en Jerusalén fue a visitar a la Santa Virgen, y encontrándola bella y majestuosa, tuvo tentaciones de adorarla.
Después de regir la Iglesia de Atenas bastante tiempo, fue a Éfeso a conferenciar con San Juan el Evangelista; luego marchó a Roma a tener una entrevista con el papa Clemente, y desde allí pasó a ejercer su apostolado en Francia. «Y sabiendo -dice su historia- que París era una ciudad rica, populosa y abundante, fue allí a edificar una ciudadela para combatir con el infierno.»
Muchísimo tiempo se creyó que fue el primer arzobispo que hubo en París. Harduino, que es uno de sus historiadores, dice que en París lo expusieron ante las fieras, pero que él les hizo el signo de la cruz, y las fieras se postraron a sus pies. Los paganos de París, al ver que salió ileso, le arrojaron en un horno encendido, del que también salió fresco y en perfecto estado de salud. Le crucificaron, y ya enclavado, se puso a predicar desde lo alto de la horca.
Le volvieron a la cárcel con sus compañeros Rústico y Eleuterio. En ella dijo misa, sirviéndole de diácono San Rústico y de subdiácono San Eleuterio. Por fin llevaron a los tres a Montmartre, donde los decapitaron, y después de decapitados ya no volvieron a decir misa.
Pero, según dice Harduino, sucedió un gran milagro: el cuerpo de San Dionisio se puso en pie y cogió su cabeza con las manos; los ángeles le acompañaron cantando: Gloria tibi Domine, alleluya. Y como el primer paso es el que cuesta, una vez puesto a andar el santo decapitado, llevó su cabeza hasta el sitio en que se fundó una iglesia, que es la famosa iglesia de San Dionisio.
Metafrasto, Harduino, Hincmar, obispo de Reims, dicen que le dieron martirio a la edad de noventa y un años, pero el cardenal Baronio prueba que tenía ciento diez, y así lo aseguró luego también Rivadeneira, sabio autor de la Flor de los Santos.
Se le atribuyen diez y siete obras, de las que, desgraciadamente, se han perdido seis; las once que se conservan las tradujeron del griego Juan Scott, Hugo de Saint-Víctor, Alberto el Grande y otros sabios ilustres.
Verdad es que desde que se introdujo en el mundo la verdadera crítica, se ha convenido en que todos los libros atribuidos a Dionisio los escribió un impostor el año 362 de la era cristiana.
Promovió una pequeña cuestión entre los sabios lo que refiere de la vida de San Dionisio un autor desconocido. Afirma el referido autor que el primer obispo de París, estando en la ciudad de Dióspolis, en Egipto, a la edad de veinticinco años, cuando no era cristiano todavía, presenció con uno de sus amigos el famoso eclipse de sol que ocurrió al morir Jesucristo, y que gritó en griego: «O Dios padece, o se aflige porque muere.»
Esas palabras las interpretan de distinto modo diferentes autores; pero desde la época de Eusebio de Cesárea se supone que los historiadores llamados Flegón y Thallus mencionaron ese eclipse milagroso. Eusebio cita a Flegón, pero no conservamos las obras de éste. Decía en ellas, según se asegura, que se verificó ese eclipse el cuarto año de la olimpiada doscientas, que debe ser el año diez y ocho del reinado de Tiberio. Se dan sobre esa anécdota muchas versiones, pero debemos desconfiar de ellas, porque nos falta saber si se contaba todavía por olimpiadas en la época de Flegón, lo que es muy dudoso.
El jesuita Greslón sostiene que los chinos conservan en sus anales el recuerdo de un eclipse que se verificó por aquel tiempo, contra todas las reglas de la Naturaleza. Y dicho autor y otros suplicaron a los matemáticos de Europa que formaran el cálculo de dicho fenómeno. Fue cosa chocante pretender que los astrónomos calcularan un eclipse que no era natural. Por fin quedó demostrado que los anales de la China no hablan de semejante eclipse.
Resulta de la historia de San Dionisio el Areopagita, del pasaje de Flegón y de la carta del citado jesuita, que los hombres tienen empeño en imponer sus opiniones; pero la multitud de mentiras que difunden, en vez de perjudicar a la religión cristiana, sirven, por el contrario, para probar su divinidad, ya que, a pesar de ellas, aún subsiste.
Dorcas o Tabitha y en su nombre original en hebreo Tzebiyah fue una judía de la sinagoga de Yafah o Joppa que «abundaba en buenos hechos y en dádivas de misericordia», entre los cuales estaba el hacer prendas de vestir interiores y exteriores para las viudas necesitadas. (Hechos 9:36, 39.) «Dorcas» equivale al nombre arameo «Tabita», ya que ambos significan «Gacela», no obstante, como judía su nombre original es Tzebiyah. A Dorcas posiblemente se la conocía por los dos nombres, pues entonces no era extraño que los judíos tuvieran un nombre hebreo y otro griego o latino, especialmente aquellos que vivían en un puerto marítimo, como era el caso de Joppa, en donde la población se componía tanto de judíos como de gentiles. O puede que Lucas haya traducido el nombre para el beneficio de los lectores gentiles. Dorcas es la única mujer en las Escrituras a la que se llama «discípula». Sin embargo, esto no significa que ocupara una posición especial en la congregación, pues todos los judíos eran realmente discípulos de Jesús de Nazaret. (Mt 28:19, 20.) Aunque su muerte, ocurrida en 36 d. C., causó mucho llanto entre las viudas que se habían beneficiado en gran manera de su bondad, nada indica que entre los dolientes estuviera su esposo, lo que da a entender que en aquel entonces no estaba casada.
Cuando Dorcas murió, los discípulos de Joppa la prepararon para enterrarla, pero al enterarse de que Pedro estaba en Lida, a unos 18 Km. al SE. de Joppa, le mandaron llamar. Sin duda habían oído que en aquella ciudad Pedro había curado al paralítico Eneas, y puede que sobre esta base razonaran que podía resucitar a Dorcas. O, tal vez, simplemente acudieron a Pedro en busca de consuelo. (Hechos 9:32-38.)
Siguiendo un procedimiento similar al que usó Jesús cuando resucitó a la hija de Jairo (Mr 5:38-41; Lu 8:51-55), después de hacer salir a todos del aposento superior, Pedro oró y dijo: «Tabita, ¡levántate!». Dorcas abrió sus ojos, se incorporó y tomó la mano de Pedro para levantarse. Esta es la primera vez que se registra que un apóstol efectuase una resurrección, y este hecho resultó en que muchos se hicieran creyentes en Joppa. (Hch 9:39-42.)
La Iglesia episcopal en los Estados Unidos de América la considera santa y celebra su festividad el 27 de Enero.
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