Felicula (f. 90 AD) fue una mártir, virgen y santa católica. Era hermana de Santa Petronila. Fue arrestada después de que se negara a casarse con un oficial romano. Después de la muerte de Petronila, Felícula no tuvo ni comida ni bebida durante su tiempo de presidio. Fue lanzada al aLas reliquias de la santa son venerados desde el 1112 en el presbiterio Benedetto, junto a las del mártir Gordiano, y fueron trasladadas a la basílica de San Lorenzo in Lucina enRoma. EN 1605 su cuerpo fue encontrado nuevamente, cuando se creía perdido, siendo enterrada en el altar mayorcantarillado donde moriría. San Nicomedesrecuperó su cuerpo.
Santa Felícula | ||
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Fallecimiento | 90 | |
Venerada en | Iglesia católica Iglesia ortodoxa Iglesias orientales | |
Festividad | 13 de junio |
El culto a santa Felícula está estrechamente relacionado con el que se tributa a santa Petronila, y aun se ha llegado a afirmar que ambas eran hermanas adoptivas. Tanto una como la otra vivieron y fueron martirizadas en Roma hacia fines del siglo primero. La leyenda afirma que, tras de la muerte de santa Petronila, el pretendiente que aspiraba a su mano, Conto Flaccus, puso a santa Felícula en la alternativa de aceptar el matrimonio con él u ofrecer sacrificios a los ídolos. Como la muchacha rechazó indignada las dos proposiciones, Conto la denunció como cristiana a un funcionario que la detuvo y la encerró en un siniestro calabozo donde estuvo siete días, privada de agua y alimentos. Después fue entregada a las vestales, con instrucciones para que quebrantaran su resistencia a obedecer. Pero Felícula se mantuvo firme y no tocó las suculentas comidas que le ofrecieron si adoraba a los dioses y prefirió soportar el hambre otros siete días más. Entonces se le dio tormento en el potro y, al fin, fue ahogada en uno de los desaguaderos de la ciudad. San Nicomedes, un sacerdote romano, recuperó el cuerpo de la mártir y lo sepultó en la Vía Ardeatina, a la altura del séptimo hito. Varias iglesias de Roma, incluidas las de Santa Práxedes y la de San Lorenzo en Lucina, declaran poseer sus reliquias, pero no se sabe a ciencia cierta dónde se encuentran. Hubo otras santas llamadas Felícula en la misma ciudad y, si acaso llegan a descubrirse los restos de alguna de ellas, se le adjudicarán sin duda a la más famosa, a la «hermana adoptiva de Santa Petronila».
Felipe Apóstol fue, según diversos textos neotestamentarios (Evangelios, Hechos de los Apóstoles), uno de los discípulos de Jesús de Nazaret, nacido en Betsaida (Galilea) (Juan 1:44), junto al Lago de Genesaret, y muerto según la tradición apostólica enHierápolis (Turquía) o Cesarea de Filipo. En la Iglesia romana se celebra junto a su condiscípulo Santiago el Menor, el 11 de mayo que, tras la reforma litúrgica del rito romano, se pasó al 3 de dicho mes. En el rito bizantino y eslavo se celebra el 14 de noviembre.- ....................................................................:http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Especial:Libro&bookcmd=download&collection_id=73125c5a0bb916b0c2452817e6820a3051950c00&writer=rdf2latex&return_to=Felipe+el+Ap%C3%B3stol
Felipe es el protagonista de los Hechos con una personalidad prolija de variados perfiles. Cuando el Salvador recomienda a Mariamne, hermana de Felipe, que ayude a su hermano en las tareas de la evangelización, traza un carácter del apóstol como de hombre inseguro y vacilante en sus determinaciones. Y aunque lo califica de “audaz e irascible”, reconoce que necesita apoyos puntuales, y pide a la sacrificada mujer que no lo deje solo porque podría “crear problemas a la gente” (HchFlp VIII 95).
En las referencias al texto de los HchFlp pongo en números romanos el Hecho correspondiente. El número latino en negrita se refiere a la numeración de Bonnet. En los pasajes de los manuscritos A y G (Atenas), notaré el número romano del Hecho en cuestión seguido de la letra A o G y el número latino de la numeración de F. Bovon.
La personalidad vacilante de Felipe está quizá condicionada por la dudosa identidad del protagonista. Los dos personajes bíblicos que llevan ese nombre han provocado una confusión, perceptible ya en escritores muy antiguos. Los dos personajes, el apóstol de las listas de los Sinópticos y el evangelista de Hch 8,5-13, aparecen unidos por una misma tradición que los sitúa en Hiérapolis de Frigia. El lugar de la antigua Hiérapolis de Frigia es la moderna Pamukkale (“Castillo de algodón”), así llamada por las terrazas y cascadas petrificadas de calcárea blanca, fenómeno natural sorprendente, admirado y visitado por los turistas.
Allí residieron y allí descansan según la tradición sus restos mortales. Precisamente en estos días se está hablando del hallazgo de la tumba del apóstol Felipe en las ruinas de una antigua iglesia cristiana de Pamukkale (Turquía). Tumba que aún no ha podido ser abierta, pero que lo será en breve. A pesar de la comprensible confusión de los dos personajes homónimos de los libros canónicos, el texto de los HchFlp deja fuera de toda duda que el protagonista del apócrifo es el apóstol. Lo proclaman los principales manuscritos (A y V) desde el título hasta el “amén” (HchFlp 146,1).
El evangelio de Juan contiene varias referencias al apóstol Felipe. En primer lugar, cuenta su encuentro con Jesús, que lo invitó a seguirle (Jn 1,43). Felipe dio parte de la noticia a Natanael, natural de Caná de Galilea (Jn 21,2), un Natanael ausente con ese nombre de las listas de los apóstoles, pero que muy bien pudiera ser el Bartolomé de los Sinópticos. De Felipe dice Juan que “era de Betsaida, la ciudad de Andrés y Pedro”. Vuelve Felipe al texto de Juan en la escena de la multiplicación de los panes. Jesús se dirige precisamente a Felipe para preguntarle dónde se podría comprar el pan suficiente para alimentar a tanta gente. Con doscientos denarios, responde Felipe, no habría para dar a cada comensal ni una rebanada (Jn 6,5-7).
A Felipe se dirigieron unos griegos que querían ver a Jesús. Felipe transmitió el deseo a su compañero Andrés, y ya los dos comunicaron a Jesús la pretensión de los extranjeros (Jn 12,20-22). En el contexto de una reflexión de Jesús sobre su identidad con el Padre, Felipe le abordó para pedirle: “Señor, muéstranos al Padre, y nos basta” (Jn 14,8-9). Sería, pues, Felipe un apóstol con quien Jesús podía permitirse ciertas intimidades y confianzas. Una persona con matices de ingenuidad mezclada con segura lealtad.
Otro Felipe hace su aparición en las páginas del Nuevo Testamento con ocasión de un conflicto doméstico, producido entre los griegos y los hebreos. Las deficiencias en el servicio de las mesas dieron origen al nombramiento de siete varones para que los Apóstoles pudieran dedicarse a la oración y al ministerio de la palabra. Fueron los siete diáconos (ministros o servidores), entre los cuales Felipe es mencionado en segundo lugar después de Esteban (Hch 6,5). Este Felipe es el protagonista del capítulo octavo de los Hechos de Lucas. Felipe “bajó a la ciudad de Samaría y predicaba a Cristo” (Hch 8,5) con acompañamiento de milagros. Sus prodigios atrajeron a muchos a la fe, entre otros, a Simón Mago, quien después de recibir el bautismo se unió a Felipe (Hch 8,13). El ángel del Señor encaminó luego a Felipe al encuentro con el etíope, que era ministro de la reina de Candaces, encuentro que terminó con el bautismo del que el texto denomina reiteradamente “eunuco” (Hch 8,23-39) . Posiblemente, el término deba entenderse, como en numerosos pasajes antiguos, en el sentido de hombre de confianza, profesión más que estado fisiológico.
Del diácono Felipe, reconocido como “uno de los siete”, tenemos en Hch 21,8 la noticia de que recibió en su casa a Pablo, que volvía de Éfeso. El texto de Lucas cuenta que este Felipe “tenía cuatro hijas vírgenes, que practicaban la profecía”. Los datos aportados por los Hechos canónicos pudieron ser la ocasión de que se produjera una confusión que acabara en la fusión de dos personas distintas en una sola.
Un detalle que se repite por dos veces en los HchFlp es el de la escena de reparto de las tierras de misión, hecho por sorteo entre los Apóstoles. Ya hemos mencionado la opinión de A. Lipsius, para quien esa escena debía figurar al principio de todos los Hechos Apócrifos. Sin embargo, presente en los HchTom, en los HchJnPr y en el Martyrium Prius, aparece en los HchFlp, concretamente al principio de los Hechos III y VIII. En ambos casos, se trata obviamente del inicio de sendos ciclos narrativos.
(Estatua del apóstol Felipe en San Juan de Letrán de Roma).
En las referencias al texto de los HchFlp pongo en números romanos el Hecho correspondiente. El número latino en negrita se refiere a la numeración de Bonnet. En los pasajes de los manuscritos A y G (Atenas), notaré el número romano del Hecho en cuestión seguido de la letra A o G y el número latino de la numeración de F. Bovon.
La personalidad vacilante de Felipe está quizá condicionada por la dudosa identidad del protagonista. Los dos personajes bíblicos que llevan ese nombre han provocado una confusión, perceptible ya en escritores muy antiguos. Los dos personajes, el apóstol de las listas de los Sinópticos y el evangelista de Hch 8,5-13, aparecen unidos por una misma tradición que los sitúa en Hiérapolis de Frigia. El lugar de la antigua Hiérapolis de Frigia es la moderna Pamukkale (“Castillo de algodón”), así llamada por las terrazas y cascadas petrificadas de calcárea blanca, fenómeno natural sorprendente, admirado y visitado por los turistas.
Allí residieron y allí descansan según la tradición sus restos mortales. Precisamente en estos días se está hablando del hallazgo de la tumba del apóstol Felipe en las ruinas de una antigua iglesia cristiana de Pamukkale (Turquía). Tumba que aún no ha podido ser abierta, pero que lo será en breve. A pesar de la comprensible confusión de los dos personajes homónimos de los libros canónicos, el texto de los HchFlp deja fuera de toda duda que el protagonista del apócrifo es el apóstol. Lo proclaman los principales manuscritos (A y V) desde el título hasta el “amén” (HchFlp 146,1).
El evangelio de Juan contiene varias referencias al apóstol Felipe. En primer lugar, cuenta su encuentro con Jesús, que lo invitó a seguirle (Jn 1,43). Felipe dio parte de la noticia a Natanael, natural de Caná de Galilea (Jn 21,2), un Natanael ausente con ese nombre de las listas de los apóstoles, pero que muy bien pudiera ser el Bartolomé de los Sinópticos. De Felipe dice Juan que “era de Betsaida, la ciudad de Andrés y Pedro”. Vuelve Felipe al texto de Juan en la escena de la multiplicación de los panes. Jesús se dirige precisamente a Felipe para preguntarle dónde se podría comprar el pan suficiente para alimentar a tanta gente. Con doscientos denarios, responde Felipe, no habría para dar a cada comensal ni una rebanada (Jn 6,5-7).
A Felipe se dirigieron unos griegos que querían ver a Jesús. Felipe transmitió el deseo a su compañero Andrés, y ya los dos comunicaron a Jesús la pretensión de los extranjeros (Jn 12,20-22). En el contexto de una reflexión de Jesús sobre su identidad con el Padre, Felipe le abordó para pedirle: “Señor, muéstranos al Padre, y nos basta” (Jn 14,8-9). Sería, pues, Felipe un apóstol con quien Jesús podía permitirse ciertas intimidades y confianzas. Una persona con matices de ingenuidad mezclada con segura lealtad.
Otro Felipe hace su aparición en las páginas del Nuevo Testamento con ocasión de un conflicto doméstico, producido entre los griegos y los hebreos. Las deficiencias en el servicio de las mesas dieron origen al nombramiento de siete varones para que los Apóstoles pudieran dedicarse a la oración y al ministerio de la palabra. Fueron los siete diáconos (ministros o servidores), entre los cuales Felipe es mencionado en segundo lugar después de Esteban (Hch 6,5). Este Felipe es el protagonista del capítulo octavo de los Hechos de Lucas. Felipe “bajó a la ciudad de Samaría y predicaba a Cristo” (Hch 8,5) con acompañamiento de milagros. Sus prodigios atrajeron a muchos a la fe, entre otros, a Simón Mago, quien después de recibir el bautismo se unió a Felipe (Hch 8,13). El ángel del Señor encaminó luego a Felipe al encuentro con el etíope, que era ministro de la reina de Candaces, encuentro que terminó con el bautismo del que el texto denomina reiteradamente “eunuco” (Hch 8,23-39) . Posiblemente, el término deba entenderse, como en numerosos pasajes antiguos, en el sentido de hombre de confianza, profesión más que estado fisiológico.
Del diácono Felipe, reconocido como “uno de los siete”, tenemos en Hch 21,8 la noticia de que recibió en su casa a Pablo, que volvía de Éfeso. El texto de Lucas cuenta que este Felipe “tenía cuatro hijas vírgenes, que practicaban la profecía”. Los datos aportados por los Hechos canónicos pudieron ser la ocasión de que se produjera una confusión que acabara en la fusión de dos personas distintas en una sola.
Un detalle que se repite por dos veces en los HchFlp es el de la escena de reparto de las tierras de misión, hecho por sorteo entre los Apóstoles. Ya hemos mencionado la opinión de A. Lipsius, para quien esa escena debía figurar al principio de todos los Hechos Apócrifos. Sin embargo, presente en los HchTom, en los HchJnPr y en el Martyrium Prius, aparece en los HchFlp, concretamente al principio de los Hechos III y VIII. En ambos casos, se trata obviamente del inicio de sendos ciclos narrativos.
(Estatua del apóstol Felipe en San Juan de Letrán de Roma).
Flavio Clemente o Tito Flavio Clemente (m. 96 d.C.) fue un mártir cristiano. Perteneciente a la familia de los Flavios (Gens Flavia), era hijo de Flavio Sabino, hermano del emperador Vespasiano y tío de los emperadores Tito y Domiciano. Fue el marido de Flavia Domitila, con la que tuvo siete hijos. Fue nombrado cónsul por Domiciano en 95, pero fue ejecutado por el mismo emperador por su condición de cristiano. La acusación contra él fue de ateísmo, como se solía llamar al cristianismo por su negativa a adorar a los dioses. Su cuerpo fue hallado en la Basílica de San Clementey fue depositado en la misma con solemne pompa.
SANTORAL-ONOMÁSTICA
Santos del día 7 de mayo
Benedicto II papa; Juvenal, Flavio, Augusto, Agustín, Cuadrato, Rufino y Saturninomártires; Domiciano confesor; Inocencio diácono; Estanislao obispo y mártir.
FLAVIO
De origen romano, dio nombre a dos dinastías de emperadores. Deriva del latín Flavius, amarillo, de pelo rubio. Es uno de los muchos nombres que proceden de apodos que se refieren a características de la persona que lo lleva, razón por la que llegó a abundar en Roma. Dio lugar a los derivados Flavino, Flavina, Flaviano, y a los femeninos Flavia y Flaviana. También al apellido de Chávez.
San Flavio Clemente pertenecía a la familia imperial Flavia. Era primo de Tito Flavio Domiciano, que fue nombrado cónsul el año 95. Hubiese sido su probable sucesor en el Imperio, pues murió Tito Flavio al año siguiente, y había adoptado recientemente a los hijos de su primo Flavio Clemente y de su esposa Flavia Domitila, poniéndoles los nombres de Titus Flavius Vespasianus junior y Titus Flavius Domitianus junior. Pero el hecho de que Flavio Clemente se convirtiese al cristianismo, cambió el curso de la historia y el de las relaciones entre los primos. Tuvo Flavio la misma visión política que tuvo dos siglos más tarde el emperador Constantino el Grande, que entendió que el avance del cristianismo era irreversible y en vez de perseguirlo, lo que tenía que hacer era integrarlo. Por este motivo fue Flavio un ferviente defensor de la fe que había abrazado y exhibía su condición de cristiano con orgullo, convencido de que ése era el camino de la salvación de Roma. Pero dos siglos de anticipación eran mucho, y aún había de aferrarse el imperio a sus viejos dioses y a sus doctrinas disgregadoras. Chocó fuertemente con su primo el emperador, que deseaba que al menos no se exhibiese como cristiano. Al no conseguirlo, optó por ejecutarlo a él y a su esposa Flavia Domitila, que también se había convertido al cristianismo. Ocurrió en el año 96.
Celebran su onomástica los Flavios el 7 de mayo (san Flavio Clemente y santa Domitila, mártires); pueden optar además por el 30 de abril (S. Flavio obispo francés del siglo VI), por el 6 de mayo (S. Flavio mártir de Milán, en tiempos del emperador Decio) y por el 18 de diciembre (S. Flavio monje).
Otros Flavios ilustres han pasado a la historia. Destacan entre ellos Flavio Cneo, jurisconsulto romano que fue el primero en dar a conocer al pueblo el año 304 a . J.C. el calendario y las fórmulas del derecho civil. Pertenecía Flavio a una familia plebeya y para contribuir a aliviar tensiones con los patricios, que ejercían la dominación sobre los plebeyos sin dar explicaciones, decidió publicar la lista de los días fastos (que eso era en aquel entonces el calendario) y promulgar las fórmulas del derecho civil por el que se regían los patricios, hasta entonces celosamente guardadas por los pontífices. El pueblo, agradecido, le eligió sucesivamente edil curul y tribuno. Ocupando este último cargo, edificó y consagró un templo a la Concordia. El historiador Flavio Josefo es otra referencia insoslayable.
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