La nave de los locos es un cuadro del pintor flamenco el Bosco, ejecutado en óleo sobre tabla y que mide 58 cm de altura por 33 cm de anchura. Actualmente se encuentra en el Museo del Louvre de París (Francia), donde llegó en 19181 y que lo exhibe con el título de La Nef des fous.
Como el resto de obras de su autor, carece de una datación unánime entre los especialistas. Se ha señalado el período 1503-1504, mientras que Wundram indica, simplemente, «después de 1490».2 Parece claro que es una obra tardía del Bosco, debido a la factura desenfadada del cuadro, en particular en los colores frescos del cielo y del paisaje.
Historia[editar]
El Bosco es un pintor neerlandés cuya obra se sitúa a caballo entre los siglos XV y XVI, una época en la que los conflictos sociales estaban en su apogeo y en que la religión pasaba por una profunda crisis. La pintura flamenca es fiel a la tradición religiosa.
El éxito de la obra del Bosco fue sin duda posible sólo por la coyuntura del momento, cuando en Italia emergían los principios del Renacimiento como el descubrimiento de la perspectiva y el conocimiento de la anatomía, mientras que en los Países Bajos aún estaban de actualidad las tradiciones de los pintores medievales, como lo demuestra el Bosco con su eterna lucha entre el Bien y el Mal.
En este cuadro, el Bosco lleva al espectador a un mundo tanto real como surreal. La nave de los locos va más lejos del aspecto burlesco que se aprecia en un primer acercamiento. Describe la locura de la humanidad pecadora que conduce a la muerte, criticando a los hombres que viven al revés perdiendo sus referentes religiosos. Muestra a humanos pródigos que malgastan sus vidas jugando a las cartas, bebiendo, flirteando y comiendo en lugar de emplearla de manera "útil". De esta manera, a través de la pintura se critican las costumbres de la sociedad de la época en que fue pintada, de forma alegórica: las profanidades presentes en todos los grupos sociales (incluido el clero, como se puede ver, en primer plano de la pintura), el juego y la bebida.
El mundo que pinta es un mundo al revés tal como se lo encuentra en la vida de la época (aparte de las intervenciones de origen imaginario del artista). Aquí no reina la cabeza sino el vientre. Si la cabeza no reina es que está loca. Su locura es adorar el vientre, su locura es el pecado. La gula y la lujuria eran defectos muy extendidos desde hacía tiempo en los monasterios. El Bosco muestra por lo tanto su visión del mundo de la época, criticando la moral disoluta de la clerecía, el vicio en la vida monástica y la locura humana que cede a los vicios.
Tema[editar]
La nave de los locos es un tema recogido en las tradiciones de Flandes en el siglo XV. En efecto, la obra del Bosco encuentra también sus fuentes en la literatura de la época. En 1494 se publicó en Basilea la obra satíricaalemana La nave de los necios o Narrenschiff, escrita por Sebastian Brant. Brant acoge, en su simbólica nave, locos de todas las categorías, y hace que desfilen las debilidades humanas. Una de sus estrofas dice: «Es mejor seguir siendo laico que comportarse mal dentro de las órdenes». Existen muchas semejanzas entre este libro y la representación que hace el Bosco. Y es muy posible que el pintor se basara en este poema. Según la tesis de Desmonts sobre Dos primitivos holandeses en el Museo del Louvre, este cuadro era parte de toda una serie de pinturas que ilustraban los cantos principales del poema de Brant (Gazette de Beux-Arts, 1919, p. 1).1 En la obra de Brant, un grupo de locos se embarca en una nave hacia Narragonien, la tierra prometida de los insanos, antes del naufragio, llegan a Schlaraffenland, la tierra de la riqueza.
También existen similitudes nada desdeñables con el Elogio de la locura, obra de Erasmo. De hecho, la metáfora de la barca era una de las más frecuentes en la Edad Media. Se encuentra igualmente en La Barca azul de Jacque van Oestvoren.
Así pues, la relación que establece El Bosco entre «vicio» y «locura» es característica de la literatura del siglo XV. Con este cuadro, advierte de una manera burlesca sobre la pérdida de los valores eclesiásticos, con la corrupción existente en el clero,1 la negligencia o la locura de los hombres con relación a la religión, todo lo que reina al final del siglo XV, en el ocaso de la Edad Media. Como lo menciona el maestro Michel Foucault en su Historia de la Locura en la Época Clásica (1964, p. 30), las diversas formas plásticas y literarias nos muestran que «desde el siglo XV el rostro de la locura ha perseguido la imaginación del hombre occidental».
Análisis del cuadro[editar]
Se presentan tipos entresacados de la hez humana: el bufón, los borrachos, el novicio goliardo cantando, la monja tocando el laúd. La barca donde se come, se bebe y se canta, va a la deriva. El mástil es un árbol de Mayo; entre sus hojas espía el diablo, y pende del palo un cráneo descarnado de caballo.4
Los protagonistas de esta pintura son la monja y el fraile franciscanos que se encuentran tan distraídos, intentando hincar el diente en un pedazo de comida que cuelga de un hilo, que no se dan cuenta de que un ladrón les va a robar lo poco que les queda sobre la mesa.1 Estos religiosos cantan juntos, lo que tiene ciertas asociaciones eróticas, especialmente por la presencia del laúd, puesto que los hombres y las mujeres de las órdenes monásticas se suponía que debían permanecer separados.
Los demás personajes se esfuerzan por conseguir vino y alimentos. El sentido de la escena se condensa en el bufón sentado sobre una rama podrida.3
La pintura presente un denso simbolismo:
- El mástil se ha convertido en un árbol. En medio del ramaje puede verse una figura que unos han considerado que es una lechuza o búho que simbolizaría la herejía; otros aprecian en él una calavera,1 que representaría a la Muerte; otros, en fin, ceeen ver una máscara (el demonio) o un diablo que desde el centro del follaje contempla la escena.3
- En el mástil ondea una banderola rosa con una media luna musulmana que ha sido interpretada como símbolo de herejía o, también, como una alusión a los lunáticos, esto es, a los locos que, marginados, estaban condenados a vagar en un barco sin rumbo fijo.1
- El laúd y el bol con cerezas tienen connotaciones eróticas.
- La gente en el agua representaría los pecados de la gula o la lujuria.
- El embudo invertido en la parte inferior izquierda simbolizaría la locura.
- El ave asada simbolizaría la gula.
El Bosco denuncia los vicios en que incurre la locura del hombre atribuyéndoselos a personajes que parecen de clases sociales inferiores. El invitado que vomita muestra el vicio de quien sucumbe a los efectos del alcohol; algunos autores consideran que es un símbolo de «la horrible náusea que sienten los condenados en el infierno».1Aparece igualmente un cántaro alusivo al sexo femenino o el diablo; el pescado muerto sin escama sería el pecado.
La pintura tal como se conoce hoy en día es un fragmento de un tríptico que fue cortado en varias partes. La nave de los locos estaba pintada en una de las alas del retablo, y tiene como dos tercios de su tamaño original. El tercio restante pertenece a la galería de arte de la Universidad de Yale y se exhibe con el título de Alegoría de la glotonería y la lujuria. El ala del lado opuesto, que más o menos ha conservado toda su longitud, es La muerte de un avaro hoy en la Galería Nacional de Washington. Los dos paneles juntos habrían representado los dos extremos de la prodigalidad y la miseria, condenando y caricaturizando ambos.
La oración en el huerto con el donante Luis I de Orleanses una tabla francesa de estilo gótico internacional datada entre 1405 y 1408. Ha sido una pintura inédita hasta que fue presentada por el Museo del Prado en febrero de 2013, tras haberla adquirido en mayo del anterior año y restaurarla. Se trata de una obra excepcional por ser muy escasas las tablas francesas realizadas entre 1380 y 1420 que se conservan, tan solo una docena1 (ya que muchas fueron destruidas, especialmente durante la Revolución francesa2 y en las revueltas religiosas), y pocas o ninguna de la calidad de esta. De hecho constituye uno de los descubrimientos más importantes en mucho tiempo en pintura primitiva francesa,3 y el propio Museo del Louvre estuvo muy interesado en comprarla.4 En la colección del Prado supone una novedad absoluta, puesto que no había ninguna obra de estas características.
El autor de la pintura, realizada en París sobre una tabla de roble del Báltico, es desconocido, aunque pudiera tratarse de Colart de Laon (fl. 1377; muerto antes del 27 de mayo de 1417), que fue pintor y “valet de chambre” (ayuda de cámara) del donante.
Descripción[editar]
A la izquierda de la escena figura representado el donante, Luis I, duque de Orleans, hermano del rey Carlos VI de Francia. Es además la única pintura sobre tabla en la que aparece su imagen, lo que la dota adicionalmente de un gran valor histórico.3 Pudo ser identificado gracias a las hojas de ortiga de oro que aparecen en las mangas de su hopalanda larga forrada de piel, ya que las hojas de ortiga, que en heráldica simbolizan el aguijón de la muerte,1 fueron un emblema que utilizó a partir de 1399 y además consta en sus inventarios que en 1403 poseía "LXV feuilles d’or en façon d’orties" (sesenta y cinco hojas de oro a modo de ortigas). Junto a él está santa Inés, identificable por el cordero nimbado que aparece a sus pies, su elemento iconográfico característico. Su inclusión puede deberse tanto a ser la patrona de su padre, Carlos V de Francia, que nació el día de la festividad de la santa, el 21 de enero, como a ser la santa protectora de la familia Visconti, a la que pertenecía su esposa, Valentina Visconti.
El marco, que es original, tiene en sus extremos laterales cuatro huecos para bisagras, por lo que puede que en origen la obra se tratase de la tabla central de un pequeño tríptico, figurando tal vez las armas del duque y las de su mujer en los paneles laterales.
El propio asunto de la obra (la última oración de Cristo antes de ser traicionado, de claro simbolismo), la incorporación del salmo 51 de la Biblia "Miserere mei, Deus: secundum magnam misericordiam tuam..." en la filacteria que porta el duque, junto con el hecho de que no esté acompañado por su mujer y sus hijos, como sería lo habitual, hacen pensar en un contexto funerario, en cuyo caso la pintura no habría sido en realidad encargada por Luis sino por su viuda y su hijo mayor Carlos I de Orleans tras ser asesinado, de un hachazo en la cabeza,5 el 23 de noviembre de 1407 por orden de Juan I de Borgoña (Jean sans Peur, Juan sin Miedo).
A la calidad de la ejecución se une la de los materiales empleados: roble del Báltico para el soporte y azul ultramar usado con profusión. Este pigmento se obtenía machacando lapislázuli, una de las materias primas más caras de aquel momento (se la conocía como «oro azul») porque hasta el descubrimiento de Américaúnicamente podía obtenerse en Afganistán, en las canteras de Badajshán, de donde había que traerlo a través de la Ruta de la seda. De hecho cuando un comitente encargaba una obra a un pintor, el azul ultramar, al igual que el oro, se facturaba aparte y se especificaba contractualmente la superficie del cuadro que iría en ese color.
Restauración[editar]
Las figuras del duque y de santa Inés estaban tapadas por un grueso repinte cuando la obra entró en el Museo en febrero de 2011 para realizar un estudio previo a su adquisición. La fluorescencia inducida con luz ultravioletapuso de manifiesto la existencia de una amplia zona repintada y posteriormente la radiografía reveló la presencia de las dos figuras en el dibujo subyacente, lo cual fue corroborado seguidamente por la reflectografía infrarroja. Había dos capas de repinte insoluble, aplicadas en distintas épocas, pero entre ellas y la capa pictórica original se interponía una capa intermedia, el barniz original oxidado, lo cual facilitó la eliminación de los añadidos. No obstante, dado el delicado estado de la obra, la labor tuvo que realizarse en seco, mediante bisturí, y empleando microscopio con lentes de hasta cuarenta aumentos, un procedimiento muy lento que llevó un año de trabajo. Por otra parte, el uso de microscopio, algo inusual, fue posible por las reducidas dimensiones de la pieza y por tratarse de una pintura primitiva, ejecutada al temple, mientras que los repintes se realizaron al óleo, y su granulometría es muy distinta, el óleo es mucho más rugoso y eso facilitó su identificación visual. Cuando se levantó el repinte de esa zona y salieron de nuevo a la luz las dos figuras ocultadas se vio que su gama cromática no se correspondía con la de las demás, por lo que se sospechó que éstas también habían sido retocadas, como así pusieron de manifiesto los testigos de limpieza.
Una vez levantados todos los repintes pudo comprobarse que la tabla se hallaba en un estado de conservación extraordinario, con un colorido muy vivo y con pocas pérdidas de materia pictórica y de tamaño no excesivamente grande. De hecho, según declaró la restauradora, María Antonia López de Asiaín, a la postre los repintes actuaron como una capa protectora.4
Procedencia[editar]
La obra pertenecía a una coleccionista particular que prefirió mantenerse en el anonimato. Su familia, de origen francés, se instaló en España en época de José Bonaparte, si bien afirmó no recordar si su padre la había recibido en herencia o la había comprado.6 Se la ofreció al Prado, a través de Sotheby's España,1 por un precio fijo: ochocientos cincuenta mil euros,4 acordando el Real Patronato del Museo aceptar la oferta el 22 de mayo de 2012.7 La cifra está en realidad muy por debajo de su valor de mercado. Según declaró Guillaume Kientz, Conservador de Pintura del Louvre, el precio es "muy barato para una pieza de esta rareza y calidad y nosotros o algún museo americano que se ha especializado en este tipo de primitivos hubiéramos pagado muchísimo más".8 Como comparación, el museo parisino pagó poco tiempo antes siete millones ochocientos mil euros por una obra de estas características, Le Christ de pitié soutenu par saint Jean l’Évangéliste en présence de la Vierge et de deux anges (Cristo de piedad sostenido por san Juan Evangelista en presencia de la Virgen y de dos ángeles), c. 1405-1410, atribuida a Jean Malouel (Jan Maelwael), de mayores dimensiones (102,5 cm × 77,5 cm) pero mucho peor conservada.
La pesca milagrosa (en alemán, Der Wunderbare Fischzug) es la obra más conocida del pintor del gótico flamenco suizoKonrad Witz. Pintada al temple sobre tabla, data del año 1444. En el marco se puede leer «Hoc opus pinxit magister conradus sapientis de basilea 1444», esto es, Esta obra fue pintada por el maestro Konrad Witz de Basilea en 1444. Mide 132 cm de alto y 154 cm de ancho. Se exhibe actualmente en el Museo de arte e historia de Ginebra(Suiza). Es un fragmento del retablo de san Pedro (Petrusaltar) que se cree que pudo estar destinado para la catedral de San Pedro en Ginebra.
Esta obra es la más conocida de su autor. En ella se representa un episodio de los Evangelios: la pesca milagrosa que aparece en el capítulo 21 del Evangelio según san Juan, versículos 4-7:
:4 Cuando ya amaneció, estaba Jesús en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.
- 5 Díceles Jesús: «Muchachos, ¿no tenéis pescado?» Le contestaron: «No.»
- 6 El les dijo: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.» La echaron, pues, y ya no podían arrastrarla por la abundancia de peces.
- 7 El discípulo a quien Jesús amaba dice entonces a Pedro: «Es el Señor», se puso el vestido - pues estaba desnudo - y se lanzó al mar.1
En primer plano, a la derecha, aparece la figura monumental de Cristo, medio vuelto de espaldas y envuelto en una capa de intenso color rojo. Parece estar flotando por encima de las aguas, por ser un milagro ocurrido después de la Resurrección, por lo que aparece como una aparición posterior a la muerte. En segundo plano aparecen los apóstoles, en su barca, recogiendo con dificultades las redes llenas de peces. Los apóstoles están representados de manera realista, como personas normales aunque llevan halo. Se logran efectos de transparencia de las aguas a través de las finas veladuras del óleo. Detrás se ve un paisaje umbrío, en tonos verde oscuro y con el cielo grisáceo, que se pretende representar con realismo, en una de las primeras representaciones paisajísticas que pretenden ser veraces, al reflejar el lago Lemán o lago de Ginebra en calma, con gran realismo en las aguas. Es uno de los primeros cuadros occidentales que representan un paisaje perfectamente identificable. Los montes que quedan detrás son claramente reconocibles: el Salève o el Dôle que es el que queda encima de la cabeza de Cristo y tiene un perfil muy fácil de reconocer.
Se observa que las cabezas de las figuras están repintadas. Fueron dañadas durante el más intenso período de iconoclasia protestante.
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