miércoles, 14 de febrero de 2018

Obras literarias por autor

Agustín de Hipona

De libero arbitrio ("De libre arbitrio" en latín) es el título de una obra teológica cristiana de Agustín de Hipona. Consta de tres libros, escrito el primero en Roma entre 387-389, tras su bautismo, y los dos últimos entre 391-395, tras incorporarse a su obispado en África.1​ La obra es el comienzo de una serie de obras contra el maniqueísmo, y se posiciona en favor de algunos aspectos del escepticismo. Agustín desafía el determinismo en el primer libro, y en los dos últimos investiga las condiciones de la existencia de Dios y el conocimiento.2
Con el mismo título, y sobre el mismo tema, se escribieron otras obras teológicas cristianas: una de San Anselmo de Canterbury y otra de Erasmo de Róterdam (De libero arbitrio diatribe sive collatio),3​ donde polemiza contra Lutero, que le respondió con De servo arbitrio.


Texto de San Agustín - De libero arbitrio

Del libre albedrío , Libro II, capítulos 1 y 2

(((En este texto intenta justificar a Dios que, siendo Bueno y creador del mundo -no como pensaban los Maniqueos-, sin embargo habría permitido que hubiera mal en dicho mundo. En concreto trata aquí del mal moral (no del ontológico), y busca entender cómo es que el hombre hace el mal siendo obra de Dios. También que el hombre es libre a pesar de que Dios es providente.. San Agustín dice que el hombre tiene libre albedrío para elegir entre hacer el bien (para el que fue hecho), o no. Y entiede la libertad como "indeterminación" (no estar determinado a actuar de una manera). Cree que, al dar libertad al hombre (aunque pudiera no hacer el bien), la obra de dios es más perfecta, y sería la única manera de exigir responsabilidad por los actos humanos (premiar y castigar). (((Tenemos que tener en cuenta que el interés de muchas corrientes en demostrar la existencia de Dios se debe a su función de Ego Transcendental... capaz de dar sentido, de una u otra forma, a sus vidas, al mundo que les rodea, a su conducta -buena frente a otra perniciosa-, aunque fuera de una manera idealista o espiritualista, etc. ))).
             LIBRO SEGUNDO
                   CAPíTULO I
POR QUÉ NOS HA DADO DIOS LA LIBERTAD,   CAUSA DEL PECADO
1. EvodioExplícame ya, si es posible, por qué ha dado Dios al hombre el libre albedrío de la voluntad,  puesto que [de] no habérselo dado, ciertamente no hubiera podido pecar.
Agustín- ¿Tienes ya por cierto y averiguado que Dios ha dado al hombre una cosa que, según tú, no debía ha­berle dado?
Evodio.-Por lo que me parece haber entendido en el libro anterior, es evidente que gozamos del libre albedrío de la voluntad y que, además, él es el único origen de nuestros pecados.
Agustín - También yo recuerdo que llegamos a esta conclu­sión sin género de duda. Pero ahora te he preguntado si sabes que Dios nos ha dado el libre albedrío de que goza­mos, y del que es evidente que trae su origen el pecado.
Ev.-Pienso que nadie sino Él, porque de Él procede­mos, y ya sea que pequemos, ya sea que obremos bien, de Él merecemos el castigo y el premio.
Ag. - También deseo saber si comprendes bien esto úl­timo o es que lo crees de buen grado, fundado en el argu­mento de autoridad, aunque de hecho no lo entiendas.
Ev. -Acerca de esto último confieso que primeramente di crédito a la autoridad. Pero ¿puede haber cosa más ver­dadera que el que todo bien procede de Dios, y que todo cuanto es justo es bueno, y que tan justo es castigar a los pecadores como premiar a los que obran rectamente? De donde se sigue que Dios aflige a los pecadores con la desgracia y que premia a los buenos con la felicidad.
2. Ag. - Nada tengo que oponerte, pero quisiera que me explicaras lo primero que dijiste, o sea, cómo has llegado a saber que venimos de Dios, pues lo que acabas de decir no es esto, sino que merecemos de Él el premio y el castigo.
Ev. -Esto me parece a mí que es también evidente, y no por otra razón sino porque tenemos ya por cierto que Dios castiga los pecados. Es claro que toda justicia proce­de de Dios. Ahora bien, si es propio de la bondad hacer bien aun a los extraños, no lo es de la justicia el castigar a aquellos que no le pertenecen. De aquí que sea evidente que nosotros le pertenecemos, porque no sólo es benigní­simo en hacernos bien, sino también justísimo en castigar­nos. Además, de lo que yo dije antes, y tú concediste, a saber, que todo bien procede de Dios, puede fácilmente entenderse que también el hombre procede de Dios, puesto que el hombre mismo, en cuanto hombre, es un bien, pues puede vivir rectamente siempre que quiera.
 (((Dios habría dado la capacidad de elegir entre hacer  el bien o no hacerlo, nos dio el libre albedrío para hacer el bien -no para hacer el mal, aunque cupiera dicha posibilidad-...)))
3. Ag. - Evidentemente, si esto es así, ya está resuelta la cuestión que propusiste. Si el hombre en sí es un bien y no puede obrar rectamente sino cuando quiere, síguese que por necesidad ha de gozar de libre albedrío, sin el cual no se concibe que pueda obrar rectamente. Y no porque el libre albedrío sea el origen del pecado, por eso se ha de creer que nos lo ha dado Dios para pecar. Hay, pues, una razón suficiente de habérnoslo dado, y es que sin él no podía el hombre vivir rectamente

(((Dios nos habría dado el libre albedrío, pero sin "determinar" nuestra voluntad -lo cual plantearía posibles limitaciones a la "visión" y voluntad divinas: De auxiliis; Bañez frente a Molina-. San Agustín cree que Dios nos da el libre arbitrio para elegir si queremos ser auténticamente libres -eligiendo "lo mejor"... Pero cabe, desde nuestro punto de vista, entender la Libertad como conciencia de la necesidad Espinosa), retirando su conexión con el hecho de "elegir" en un acto concreto, que sería determinista. La libertad estaría ligada al conjunto de la persona -que se conforma grupalmente-. Los actos concretos pueden ayudar o impedir el fortalecimiento de la personalidad en un determinado sentido, con poderes frente a otros)).
Y, habiéndonos sido dado para este fin, de aquí puede entenderse por qué es justamente castigado por Dios el que usa de él para pecar, lo que no sería justo si nos hu­biera sido dado no sólo para vivir rectamente, sino tam­bién para poder pecar.  (((como suponían los maniqueos... Dios, según Agustín,  dió el libre arbitrio para que "pudiéramos" obrar virtuosamente, aunque cabia la posibilidad de que no fuera así))) ¿Cómo podría, en efecto, ser casti­gado el que usara de su libre voluntad para aquello para lo cual le fue dada? Así, pues, cuando Dios castiga al peca­dor, ¿qué te parece que le dice, sino estas palabras: te castigo porque no has usado de tu libre voluntad para aquello para lo cual te la di, esto es, para obrar según ra­zón ((recta razón))? Por otra parte, si el hombre careciese del libre albe­drío de la voluntad, ¿cómo podría darse aquel bien que sublima a la misma justicia, y que consiste en condenar los pecados y en premiar las buenas acciones? Porque no sería ni pecado ni obra buena lo que se hiciera sin volun­tad libre. Y, por lo mismo, si el hombre no estuviera dotado de voluntad libre, sería injusto el castigo e injusto sería también el premioMas por necesidad ha debido haber justicia, así en castigar como en premiar, porque éste es uno de los bienes que proceden de Dios. Necesariamente debió, pues, dotar Dios al hombre de libre albedrío.  
((((Según San Agustín el hombre es mejor, el mundo más perfecto, por tener libre albedrío, aunque pueda usarlo no para hacer el bien...; de lo contrario estaría "determinado" a actuar así sólo: entiende el libre albedrío como "indeterminación"))))

CAPíTULO II
OBJECiÓN: SI EL LIBRE ALBEDRÍO HA SIDO DADO PARA EL BIEN, ¿CÓMO ES QUE OBRA  (existe)  EL MAL?
  4. Ev. -Concedo que Dios haya dado al hombre la li­bertad. Pero dime: ¿no te parece que, habiéndonos sido dada para poder obrar el bien, no debería poderentregar­se al pecado? Como sucede con la misma justicia, que habiendo sido dada al hombre para obrar el bien, ¿acaso puede alguien vivir mal en virtud de la misma justicia? Pues igualmente, nadie podría servirse de la voluntad para pecar si ésta le hubiera sido dada para obrar bien

(((si Dios no hubiera tenido en cuenta su mal uso)))
 Ag. - El Señor me concederá, como lo espero, poderte contestar, o mejor dicho, que tú mismo te contestes, ilumi­nado interiormente por aquella verdad que es la maestra soberana y universal de todos. Pero quiero antes de nada que me digas brevemente si, teniendo como tienes por bien conocido y cierto lo que antes te pregunté, a saber, que Dios nos ha dado la voluntad libre, procede decir ahora que no ha debido darnos Dios lo que confesamos que nos ha dado. Porque, si no es cierto que Él nos la ha dado, hay mo­tivo para inquirir si nos ha sido dada con razón o sin ella, a fin de que, si llegáramos a ver que nos ha sido dada con ra­zón, tengamos también por cierto que nos la ha dado aquel de quien el hombre ha recibido todos los bienes, y que si, por el contrario, descubriéremos que nos ha sido dada sin razón, entendamos igualmente que no ha podido dárnosla aquel a quien no es lícito culpar de nada. Mas si es cierto que de Él la hemos recibido, entonces, sea cual fuere el modo como la hemos recibido, es preciso confesar también que, sea cual fuere el modo como nos fue dada, ni debió no dárnosla ni debió dárnosla de otro modo distinto de como nos la dio; pues nos la dio aquel cuyos actos no pueden en modo alguno ser razonablemente censurados.
(((aquí, como en todo el "argumento", se parte del supuesto -de "fe, como si fuera un "hecho" evidente- de que Dios es perfecto,... bueno, y no puede ser censurado.Luego dirá Descartes, de una manera muy similar, que "no puede engañarnos", no puede ser un "genio maligno"))).

5. Ev.-Aunque creo con fe inquebrantable todo esto, sin embargo, como [aún] no lo entiendo, continuemos in­vestigando como si todo fuera incierto. Porque veo que, de ser incierto que la libertad nos haya sido dada para obrar bieny siendo también cierto que pecamos voluntaria y li­brementeresulta incierto si debió dársenos o noSi es in­cierto que nos ha sido dada para obrar bien, entonces es también in­cierto que se nos haya debido dar, y, por consiguiente, será igualmente incierto que Dios nos la haya dado; porque, si no es cierto que debió dárnosla, tampoco es cierto que nos la haya dado aquel de quien sería impiedad (((falta de fe y devoción: no pío))) creer que nos hubiera dado algo que no debería habernos dado.
(((nos conduciría a desconfiar de Dios, pues nos habría dado algo con lo que cabría la "posibilidad" de condenarnos, no sólo de salvarnos, y entonces habría que dudar de que Dios sea sólo Bueno -en contra de los maniqueos...-))).

Ag. Tú tienes por cierto, al menos, que Dios existe.  (((pero, entendiendo a Dios como Bueno, digno de confianza para los hombres -que sólo hace el Bien-, pues de lo contrario, caeríamos en el maniqueísmo, pensando que hay cosas malas atribuibles a un Dios maligno...))))
Ev. -Sí; esto tengo por verdad inconcusa ((incuestionable...)), mas también por la fe, no por la razón.
  Ag. - Entonces, si alguno de aquellos insipientes (((de los  que luego hablará también San Anselmo en su demostración de la Existencia de Dios))) de los cuales está escrito: «Dijo el necio en su corazón: No hay Dios»: Dixit insipiens in corde suo: Non est Deus, no qui­siera creer contigo lo que tú crees, sino que quisiera saber si lo que tú crees es verdad, ¿abandonarías a ese hombre a su incredulidad o pensarías quizá que debieras conven­cerle de algún modo de aquello mismo que tú crees firme­mente, sobre todo si él no discutiera con pertinacia (((testarudez dogmática, cerrazón ideológica))), sino más bien con deseo de conocer la verdad?
Ev. - Lo último que has dicho me indica suficientemen­te qué es lo que debería responderle. Porque, aunque fue­ra él el hombre más absurdoseguramente me concedería que con el hombre falaz y contumaz no se debe discutir absolutamente nada, y menos de cosa tan grande y excel­sa. y una vez que me hubiera concedido esto, él sería el primero en pedirme que creyera de él que procedía de buena fe en querer saber esto, y que tocante a esta cues­tión no había en él falsía ni contumacia alguna.
Entonces le demostraría lo que juzgo que a cualquiera es facilísimo demostrar, a saber, que, puesto que él quiere que yo crea, sin conocerlos, en la existencia de los senti­mientos ocultos de su alma, que únicamente él mismo puede conocer, mucho más justo sería que también él cre­yera en la existencia de Dios, fundado en la feque mere­cen los libros de aquellos tan grandes varones que atesti­guan en sus escritos que vivieron en compañía del Hijo de Dios, y que con tanta más autoridad lo atestiguan, cuanto que en sus escritos dicen que vieron cosas tales que de ningún modo hubieran podido suceder si realmente Dios no existiera (((milagros de Jesucristo))), y sería este hombre sumamente necio si pre­tendiera echarme en cara el haberles yo creído a ellos, y deseara, no obstante, que yo le creyera a él. Ciertamente no encontraría excusa para rehusar hacer lo mismo que no podría censurar con razón.  
 (((Pero este argumento presupone que los sentimientos del alma son totalmente ocultos, cuando se manifiestan a través de la "conducta". Además, sería una "demostración" no objetiva (que neutralizase la subjetividad), sino sobre "intenciones" subjetivas, que pide confiar (fe) en la "buena voluntad" de alguien, lo que no garantiza que sus obras, o sus conocimientos, sean buenas, o verdaderos..., que sean inteligibles por la razón, a pesar de sus límites... San Agustín "confía" más en la "autoridad" de quienes dicen haber visto milagros -de Cristo-, que en quien niega la existencia de Dios, aunque pida que confiemos en sus "intenciones"...  Ciertas corrientes del protestantismo abundaron sobre este aspecto de la fe frente a las obras)))).
6. Ag. - Pues, si respecto de la existencia de Dios juzgas prueba suficiente el que nos ha parecido que debemos creer a varones de tanta autoridad, sin que se nos pueda acusar de temerarios, ¿por qué, dime, respecto de estas cosas que hemos determinado investigarcomo si fueran inciertas y absolutamente desconocidas, no piensas lo mismo, o sea, que, fundados en la autoridad de tan gran­des varones, debamos creerlas tan firmemente que no de­bamos gastar más tiempo en su investigación (((bastaría la confianza en una "autoridad" subjetiva, no objetivada en hechos demostrables, para dejar de investigar los hechos objetivos, por ejemplo de una demostración matemática...)))).
  Ev. - Es que nosotros deseamos saber y entender lo que creemos(((Credo ut intellegam, intellego ut credam...)))
 Ag. - Veo que te acuerdas perfectamente del princi­pio indiscutible que establecimos en los mismos comien­zos de la cuestión precedente: si el creer no fuese cosa distinta del entender, y no hubiéramos de creer antes las grandes y divinas verdades que deseamos entender, sin razón habría dicho el profeta: «Si no creyereis, no enten­deréis»Nisi credideritis, non intelligetis. El mismo Señor exhortó también a creer primeramente en sus dichos y en sus hechos a aquellos a quienes llamó a la salvación. Mas después, al hablar del don que había de dar a los creyen­tes, no dijo: Esta es la vida eterna, que crean en mí; sino que dijo: Esta es la vida eterna, que te conozcan a ti, sólo Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien enviaste. Después, a los que ya creían, les dice: «Buscad y hallaréis»; porque no se puede decir que se ha hallado lo que se cree sin en­tenderlo, y nadie se capacita para hallar a Dios si antes no creyere lo que ha de conocer después. Por lo cual, obe­dientes a los preceptos de Dios, seamos constantes en la investigación, pues iluminados con su luz, encontraremos lo que por su consejo buscamos, en la medida que estas cosas pueden ser halladas en esta vida por hombres como nosotros; porque, si, como debemos creer, a los mejores aun mientras vivan esta vida mortal, y ciertamente a todos los buenos y piadosos después de esta vida, les es dado ver y poseer estas verdades más clara y perfecta­mente, es de esperar que así sucederá también respecto de nosotros, y, por tanto, despreciando los bienes terre­nos y humanos, debemos desear y amar con toda nuestra alma las cosas divinas.  
((no podemos conocer la verdad - divina- completamente, pues, de ser así, seríamos como dioses. En el Cielo se nos esclarecerán más las verdades, pero nunca para equipararnos con Dios, como pretendió Lucifer... Los vivos creyentes -iglesia militante- debe confiar en que algún día serán como los santos -Iglesia Triunfante-, y verán las verdades más clara y perfectamente.... ))))

(((Para entender la idea de Libertad es recomendable ver lo expuesto por el Materialismo Filosófico: Desde esta perspectiva podríamos definir la libertad como <<la capacidad o potencia de hacer aquello que, por hacerlo (junto a otros actos) me constituye como persona en el conjunto de la sociedad de personas>>.  )))

(Traducción de Evaristo Seijas, Biblioteca de Autores Cristianos,     Editorial Católica, Madrid, 1951).

https://sites.google.com/site/asanmartinez/home/historia-de-la-filosofia/3-san-agustn/texto-de-san-agustn---de-libero-arbitrio













La Regla de san Agustín son las normas que Agustín de Hipona, conocido como san Agustín, redactó para organizar la vida de la comunidad cuando fundó el monasterio de Tagaste, en el norte de África, y si bien aquellas las elaboró en tres momentos distintos, en el fondo se reducen a una sola regla.
La regla del santo es la más antigua de Occidente ya que es del siglo IV al siglo V. En ella regula las horas canónicas, las obligaciones de los monjes, el tema de la moral y los distintos aspectos de la vida en monacato.
Muchos monasterios africanos adoptaron las reglas de san Agustín. Siglos más tarde fueron también adoptadas por órdenes clericales como los premonstratenses (siglo XII), los propios agustinos (siglo XIII) y los dominicosmercedarios o servitas (siglo XIII).


REGLA DE SAN AGUSTÍN

1. Ante todas las cosas, queridísimos Hermanos, amemos a
Dios y después al prójimo, porque estos son los mandamientos
principales que nos han sido dados.

2. He aquí lo que mandamos que observéis quienes vivís en
comunidad.


CAPITULO 1

FIN Y FUNDAMENTO DE LA VIDA COMÚN

3. En primer término ya que con este fn os habéis
congregado en comunidad, vivid en la casa unánimes tened una
sola alma y un solo corazón orientados hacia Dios.
4. Y no poseáis nada propio, sino que todo lo tengáis en
común, y que el Superior distribuya a cada uno de vosotros el
alimento y vestido, no igualmente a todos, porque no todos sois
de la misma complexión, sino a cada uno según lo necesitare;
conforme a lo que leéis en los Hechos de los Apóstoles::
"Tenían todas las cosas en común y se repartía a cada uno
según lo necesitaba"..

5. Los que tenían algo en el siglo, cuando entraron en la casa
religiosa, pónganlo de buen grado a disposición de la
Comunidad.

6. Y los que nada tenían no busquen en la casa religiosa lo
que fuera de ella no pudieron poseer. Sin embargo, concédase
a su debilidad cuanto fuere menester, aunque su pobreza,
cuando estaban en el siglo, no les permitiera disponer ni aun de
lo necesario. Mas no por eso se consideren felices por haber
encontrado el alimento y vestido que no pudieron tener cuando
estaban fuera.

7. Ni se engrían por verse asociados a quienes fuera no se
atrevían ni a acercarse; más bien eleven su corazón y no
busquen las vanidades terrenas, no sea que comiencen a ser
las Comunidades útiles para los ricos y no para los pobres, si
sucede que en ellas los ricos se hacen humildes y los pobres
altivos.

8. Y quienes eran considerados algo en el mundo no osen
menospreciar a sus Hermanos que vinieron a la santa sociedad
siendo pobres. Más bien, deben gloriarse más de la comunidad
de los Hermanos pobres que de la condición de sus padres
ricos. Ni se vanaglorien por haber traído algunos bienes a la
vida común, ni se ensoberbezcan más de sus riquezas por
haberlas compartido con la Comunidad que si las disfrutaran en
el siglo. Pues sucede que otros vicios incitan a ejecutar malas
acciones, la soberbia, sin embargo, se insinúa en las buenas
obras para que perezcan.. ¿Y qué aprovecha distribuir las
riquezas a los pobres y hacerse pobre, si el alma se hace más
soberbia despreciando las riquezas que lo fuera poseyéndolas?


9. Vivid, pues, todos en unión de alma y corazón, y honrad los
unos en los otros a Dios, de quien habéis sido hechos templos.



CAPITULO 2

DE LA ORACIÓN

10. Perseverad en las oraciones fijadas para horas y tiempos
de cada día.

11. En el oratorio nadie haga sino aquello para lo que ha sido
destinado, de donde le viene el nombre; para que si acaso
hubiera algunos que, teniendo tiempo, quisieran orar fuera de
las horas establecidas, no se lo impida quien pensara hacer allí
otra cosa.

12. Cuando oráis a Dios con salmos e himnos, que sienta el
corazón lo que profiere la voz.

13. Y no deseéis cantar sino aquello que está mandado que
se cante; pero lo que no está escrito para ser cantado, que no
se cante.


CAPITULO 3

DE LA FRUGALIDAD Y MORITFICACIÓN

14. Someted vuestra carne con ayunos y abstinencias en el
comer y en el beber, según la medida en que os lo permita la
salud. Pero cuando alguno no pueda ayunar, no por eso tome
alimentos fuera de la hora de las comidas, a no ser que se
encuentre enfermo.

15. Desde que os sentáis a la mesa hasta que os levantéis,
escuchad sin ruido ni discusiones lo que según costumbre se os
leyere, para que no sea sola la boca la que recibe el alimento,
sino que el otdo sienta también hambre de la palabra de Dios.

16. Si los débiles por su anterior régimen de vivir son tratados
de manera diferente en la comida, no debe molestar a los otros,
ni parecer injusto a los que otras costumbres hicieron más
fuertes. Y éstos no consideren a aquéllos más felices, porque
reciben lo que a ellos no se les da, sino más bien deben
alegrarse, porque pueden soportar lo que aquéllos no pueden.


17. Y si a quienes vinieron a la casa religiosa de una vida más
delicada se les diese algún alimento, vestido, colchón o
cobertor, que no se les da a otros más fuertes y por tanto más
felices, deben pensar quienes no lo reciben cuánto
descendieron aquéllos de su vida anterior en el siglo hasta ésta,
aunque no hayan podido llegar a la frugalidad de los que tienen
una constitución más vigorosa. Ni deben querer todo lo que ven
que reciben de más unos pocos, no como honra, sino como
tolerancia, no vaya a ocurrir la detestable perversidad de que
en la casa religiosa, donde en cuanto pueden se hacen
mortificados los ricos, se conviertan en delicados los pobres.

18. Empero, así como los enfermos necesitan comer menos
para que no se agraven, así también después de la enfermedad
deben ser cuidados de tal modo que se restablezcan pronto,
aun cuando hubiesen venido del siglo de una humilde pobreza;
como si la enfermedad reciente les otorgase lo mismo que a los
ricos su antiguo modo de vivir. Pero, una vez reparadas las
fuerzas, vuelvan a su feliz norma de vida, tanto más adecuada a
los siervos de Dios cuanto menos necesitan. Y que el placer no
los retenga, estando ya sanos, allí donde la necesidad los puso,
cuando estaban enfermos. Así, pues, créanse más ricos
quienes son más fuertes en soportar la frugalidad; porque es
mejor necesitar menos que tener mucho.


CAPITULO 4

DE LA GUARDA DE LA CASTIDAD Y DE LA CORRECCION
FRATERNA

19. Que no sea llamativo vuestro porte, ni procuréis agradar
con los vestidos, sino con la conducta.

20. Cuando salgáis de casa, id juntos, cuando lleguéis
adonde os dirigís, permaneced juntos

21. Al andar, al estar parados y en todos vuestros
movimientos, no hagáis nada que moleste a quienes os ven,
sino lo que sea conforme con vuestra consagración.

22. Aunque vuestros ojos se encuentren con alguna mujer, no
los fijéis en ninguna. Porque no se os prohibe ver a las mujeres
cuando salís de casa lo que es pecado es desearlas o querer
ser deseados de ellas. Pues no sólo con el tacto y el afecto,
sino también con la mirada se provoca y nos provoca el deseo
de las mujeres. No digáis que tenéis el alma pura si son impuros
vuestros ojos, pues la mirada impura es indicio de un corazón
impuro. Y cuando, aun sin decirse nada, los corazones
denuncian su impureza con miradas mutuas y, cediendo al
deseo de la carne, se deleitan con ardor recíproco, la castidad
desaparece de las costumbres, aunque los cuerpos queden
libres de la violación impura.

23. Asimismo, no debe suponer el que fija la vista en una
mujer y se deleita en ser mirado por ella que no es visto por
nadie, cuando hace esto; es ciertamente visto y por quienes no
piensa él que le ven. Pero aun dado que quede oculto y no sea
visto por nadie, ¿qué hará de Aquél que le observa desde
arriba y a quien nada se le puede ocultar? ¿O se puede creer
que no ve, porque lo hace con tanta mayor paciencia cuanta
más grande es su sabiduría? Tema, pues, el varón consagrado
desagradar a Aquél, para que no quiera agradar
pecaminosamente a una mujer. Y para que no desee mirar con
malicia a una mujer, piense que el Señor todo lo ve. Pues por
esto se nos recomienda el temor, según está escrito:
"Abominable es ante el Señor el que fija la mirada"

24. Por lo tanto, cuando estéis en la Iglesia y en cualquier
otro lugar donde haya mujeres, guardad mutuamente westra
pureza; pues Dios, que habita en vosotros, os guardará también
de este modo por medio de vosotros mismos.

25. Y si observáis en alguno de vuestros Hermanos este
descaro en el mirar de que os he hablado, advertídselo al punto
para que lo que se inició no progrese, sino que se corrija cuanto
antes.

26. Pero si de nuevo, después de esta advertencia o
cualquier otro día le viéreis caer en lo mismo, el que le
sorprenda delátele al momento como a una persona herida que
necesita curación; sin embargo, antes de delatarle, expóngaselo
a otro o también a un tercero, para que con la palabra de dos o
tres pueda ser convencido y sancionado con la severidad
conveniente. No penséis que procedéis con mala voluntad
cuando indicáis esto. Antes bien, pensad que no seréis
inocentes si, por callaros, permitís que perezcan vuestros
Hermanos, a quienes podríais corregir indicándolo a tiempo.
Porque si tu Hermano tuviese una herida en el cuerpo que
quisiera ocultar por miedo a la cura, ¿no seria cruel el
silenciarlo y caritativo el manifestarlo? Pues, ¿con cuánta mayor
razón debes delatarle para que no se corrompa más su
corazón?

27. Pero, en caso de negarlo, antes de exponér selo a los
que han de tratar de convencerle, debe ser denunciado al
Superior, pensando que, corrigiéndole en secreto, puede
evitarse que llegue a conocimiento de otros. Empero, si lo
negase, tráigase a los otros ante el que disimula, para que
delante de todos pueda no ya ser arguido por un solo testigo,
sino ser convencido por dos o tres. Una vez convicto, debe
cumplir el correctivo que juzgare oportuno el Superior Local o el
Superior Mayor, a quien pertenece dirimir la causa. Si rehusare
cumplirlo, aun cuando él no se vaya de por sí, sea eliminado de
vuestra sociedad. No se hace esto por espíritu de crueldad, sino
de misericordia, no sea que con su nocivo contagio pueda
perder a muchos otros.

28. Y lo que he dicho en lo referente a la mi rada obsérvese
con diligencia y fidelidad en averiguar, prohibir, indicar,
convencer y castigar los demás pecados, procediendo siempre
con amor a los hombres y odio para con los vicios.

29. Ahora bien, si alguno hubiere progresado tanto en el mal,
que llegara a recibir cartas o algún regalo de una mujer, si
espontáneamente lo confie sa, perdónesele y órese por él; pero
si fuese sorprendido y convencido de su falta, sea castigado
con una mayor severidad, según el juicio del Superior Mayor o
del Superior Local.


CAPITULO 5

DEL USO DE LAS COSAS NECESARIAS
Y DE SU DILlGENTE CUIDADO

30. Tened vuestros vestidos en un lugar común bajo el
cuidado de uno o de dos o de cuantos fueren necesarios para
sacudirlos, a fin de que no se apolillen. Y así como os alimentáis
de una sola despensa, así debéis vestiros de una misma
ropería. Y, a ser posible, no seáis vosotros los que decidís qué
vestidos son los adecuados para usar en cada tiempo, ni si
cada uno de vosotros recibe el mismo que había usado o el ya
usado por otro, con tal de que no se niegue a cada uno lo que
necesite. Pero si de ahí surgiesen entre vosotros disputas y
murmuraciones, quejándose alguno de haber recibido algo peor
de lo que había dejado, y se sintiese menospreciado por no
recibir un vestido semejante al de otro Hermano, juzgad de ahí
cuánto os falta en el santo vestido del corazón, cuando así
contendéis por el hábito del cuerpo. Mas si se tolera por vuestra
flaqueza recibir lo mismo que dejasteis, tened, no obstante, lo
que usáis, en un lugar común bajo la custodia de los
encargados.

34. No se niegue tampoco el baño del cuerpo, cuando la
necesidad lo aconseje; pero hágase sin murmuración, siguiendo
el dictamen del médico, de tal modo que, aunque el enfermo no
quiera, se haga por mandato del Superior lo que conviene para
la salud. Pero si no conviene, no se atienda a la mera
satisfacción, porque a veces, aunque perjudique, se cree que
es provechoso lo que agrada.

35. Por último, si algún siervo de Dios se queja de algún dolor
latente en el cuerpo, creásele sin dudar; empero, si no hubiese
certeza de si para curar su dolencia conviene lo que le agrada,
entonces consúltese al médico.

36. No vayan a los baños o a cualquier otro lugar adonde
hubiere necesidad de ir menos de dos o tres. Y al que necesite
ir a alguna parte, no vaya con quienes él quiere, sino con
quienes manda el Superior.

37. Del cuidado de los enfermos, de los convalecientes o de
quienes, aun sin tener frebre, padecen algún achaque,
encárguese a un Hermano para que pida de la despensa lo que
cada cual necesite.

38. Los encargados de la despensa, de los vestidos o de los
libros sirvan a sus Hermanos sin murmuración.

39. Pídanse cada día los libros a la hora determinada y, si
alguien los pidiere fuera de la hora señalada, no se le
concedan.

40. Los vestidos y el calzado, cuando quien los pide es
porque los necesita, no difieran en dárselos quienes los
guardan bajo su custodia.


CAPITULO 6

DE LA PRONTA DEMANDA DEL PERDÓN
Y DEL GENEROSO OLVIDO DE LAS OFENSAS

41. No haya disputas entre vosotros, o, de haberlas,
terminadlas cuanto antes para que el enojo no se convierta en
odio y de una paja se haga una viga, convirtiéndose el alma en
homicida: pues así leéis: "El que odia a su hermano es
homicida".

42. Cualquiera que ofenda a otro con injuria, con ultraje o
echándole en cara alguna falta, procure remediar cuanto antes
el mal que ocasionó y el ofendido perdónele sin discusión. Pero
si mutuamente se hubieran ofendido, mutuamente deben
también perdonarse la deuda, por vuestras oraciones, que
cuanto más frecuentes son, con tanta mayor sinceridad debéis
hacerlas. Con todo, mejor es el que, aun dejándose llevar con
frecuencia de la ira, se apresura sin embargo a pedir perdón al
que reconoce haber injuriado, que otro que tarda en enojarse,
pero se aviene con más dificultad a pedir perdón. El que, en
cambio, nunca quiere pedir perdón o no lo pide de corazón, en
vano está en la casa religiosa, aunque no sea expulsado de alli.
Por lo tanto, absteneos de proferir palabras duras con exceso y,
si alguna vez se os deslizaren, no os avergoncéis de aplicar el
remedio salido de la misma boca que produjo la herida.

43. Pero cuando la necesidad de la disciplina os obliga a
emplear palabras duras al cohibir a los menores, si notáis que
en ellas os habéis excedido en el modo, no se os exige que
pidáis perdón a los ofendidos, no sea que por guardar una
excesiva humildad para con quienes deben estaros obedien tes,
se debilite la autoridad del que gobierna. En cambio, se ha de
pedir perdón al Señor de todos, que conoce con cuánta
benevolencia amáis incluso a quienes quizá habéis corregido
más allá de lo justo. El amor entre vosotros no debe ser carnal,
sino espiritual.


CAPITULO 7

CRITERIOS DE GOBIERNO Y OBEDIENCIA

44. Obedézcase al Superior Local como a un padre,
guardándole el debido respeto para que Dios no sea of endido
en él, y obedézcase aún más al Superior Mayor, que tiene el
cuidado de todos vosotros.

45. Corresponde principalmente al Superior Local hacer que
se observen todas estas cosas y, si alguna no lo fuere, no se
transija por negligencia, sino que se cuide enmendar y corregir.
Será su deber remitir al Superior Mayor, que tiene entre
vosotros más autoridad, lo que exceda de su cometido o de su
capacidad.

46. Ahora bien, el que os preside, que no se sienta feliz por
mandar con autoridad, sino por servir con caridad. Ante
vosotros, que os proceda por honor; pero ante Dios, que esté
postrado a vuestros pies por temor. Muéstrese ante todos como
ejemplo de buenas obrass, corrija a los inquietos, consuele a
los tímidos, reciba a los débiles, sea paciente con todos,
Observe la disciplina con agrado e infunda respeto. Y aunque
ambas cosas sean necesarias, busque más ser amado por
vosotros que temido, pensando siempre que ha de dar cuenta a
Dios por vosotros.

47. De ahí que, sobre todo obedeciendo mejor, no sólo os
compadezcáis de vosotros mismos, sino también de él; porque
cuanto más elevado se halla entre vosotros, tanto mayor peligro
corre de caer.


CAPITULO VIII

DE LA ORSERVANCIA DE LA REGLA

48. Que el Señor os conceda observar todo esto movidos por
la caridad, como enamorados de la belleza espiritual, e
inflamados por el buen olor de Cristo que emana de vuestro
buen trato; no como siervos bajo la ley, sino como personas
libres bajo la gracia.

49. Y para que podáis miraros en este librito como en un
espejo y no descuidéis nada por olvido, léase una vez a la
semana. Y si encontráis que cumplís lo que está escrito, dad
gracias a Dios, dador de todos los bienes. Pero si alguno de
vosotros ve que algo le falta, arrepiéntase de lo pasado,
prevéngase para lo futuro, orando para que se le perdone la
deuda y no caiga en la tentación. 

http://www.mercaba.org/TESORO/Agustin/regla_de_san_agustin.htm









Las Retractaciones o Retractationes en latín, es un libro autobiográfico de san Agustín en el que expuso una relación de sus obras (al menos sus libros) y realizó sobre ellas una especie de examen de conciencia. Su intención inicial era de hacer este trabajo con todas sus obras pero por falta de tiempo solo se dedicó a los libros (93).
Según Adolf von Harnack el libro es una novedad de género literario:
¿Acaso las Retractationes no representan también algo nuevo en la historia de la literatura? Y si Agustín, que es quizás el más grande escritor de la antiguedad, tras y junto a Platón, publicó esta obra en su desnudez y simplicidad, no esconde aquello también un problema o más bien un suceso autobiográfico digno de reflexión?1
La obra se constituye también como una clave de lectura para las otras muchas obras de san Agustín a la luz de su pensamiento ya maduro. Está compuesta por un prólogo y un análisis en dos partes de sus libros. Los primeros 26 con obras anteriores a su ordenación episcopal y otros 67 que escribió siendo ya obispo. Ofrece información sobre la elección del título de cada obra, sus destinatarios o a quienes dedicó el libro, fechas o elementos de composición y añade las correcciones (reprehensiones) que hace a su obra o también los elementos que considera necesario precisar (defensiones).
Hay discusión entre los estudiosos de patrología sobre si Agustín habría cambiado sobre la marcha la intención de su obra y por tanto, modificado el prólogo con esta nueva formulación.
Es interesante notar que a los libros que más fama obtuvieron posteriormente, como Confesiones y De Civitate Dei, san Agustín dedica muy poco espacio.


LAS RETRACTACIONES .- ...................:http://www.augustinus.it/spagnolo/ritrattazioni/ritrattazioni_2.htm

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