martes, 13 de febrero de 2018

POESÍA POR AUTOR

JOSÉ ALCALÁ GALIANO

Aparición
de José Alcalá Galiano 
Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original. Publicado en la Revista de España: Tomo I.


APARICIÓN.

La luna estaba en la mitad del cielo,
 Y al ver su dulce faz,
Hallé, olvidando mi incesante anhelo,
 Un momento de paz;
____

Apareciste llena de hermosura,
 De gracia y juventud,
Y aquella paz de mística dulzura
 Tornóse en inquietud.
____

Las lucientes estrellas contemplaba,
 Y en aquel resplandor
Los lejanos destellos vislumbraba
 De otro mundo mejor;
____

Pero al ver tu mirada que destella
 Un rayo celestial,
Ví que es mejor que la mejor estrella
 Tu rostro sin igual.
____

Miraba el azulado firmamento,
 Y ansié volar allí,
Rompiendo la prision que al pensamiento
 Tiene sujeto aquí;

Miré tu rostro, y de la inmensa altura
        Bajé á mi corazón,
Y al verle encadenado á tu hermosura
        Bendije mi prision.


La noche en su silencio y con su calma
        Adormeció mi sér,
Y al mecerse tranquila, olvidó el alma
        Su eterno padecer;


Una sola mirada de tus ojos
        Del sueño me sacó,
Y una sonrisa de tus labios rojos
        De amor me estremeció.


La quietud con su mágico misterio
        Me hacia meditar;
Oí tu voz de irresistible imperio
        Y prorumpí á llorar.


Léjos de las miserias de la vida,
        De los astros en pos,
Mi mente, con delirio, iba perdida
        Allí buscando un Dios.


Y cuando más ansioso le buscaba
        Aparecer te ví,
Y la faz de aquel Dios que no encontraba
        Ví reflejarse en tí.
Más allá de los mundos celestiales
        Que caminando van,
Un cielo de venturas inmortales
        Buscaba con afan;


Y al mirarte brillar en mi presencia
        Ví que tú eres mi bien,
Tu hermosura la luz de mi existencia
        Y tu amor el Eden.


Yo preguntaba á la region vacía:
        ¿Qué es la felicidad?
Y el silencio fatal no respondia
        De aquella inmensidad;


De la pregunta inútil fatigado
        De interrogar dejé,
Volví los ojos, te sentí á mi lado,
        Y la respuesta hallé.


Las estrellas, la luna, el firmamento
        ¿Qué me importan á mí,
Cuando toda su dicha el pensamiento
        Encuentra solo en tí?


En tí, luna de amor que al alma mia
        Da eterna claridad,
Estrella misteriosa que me guia
        Por esta soledad;
Vision de mis ensueños ideales,
        Sonrisa en mi dolor,
Fuente pura de anhelos inmortales
        De inextinguible amor.


Cielo de mis sublimes esperanzas,
        Region de mi ideal,
Iris de mis brevísimas bonanzas
        Y alivio de mi mal.


A mi atrevida voz no respondia
        La muda creacion,
Y dió respuesta á la pregunta mia
        Tu hermosa aparicion.


Despareciste, y al dormido viento
        Interrogando yo,
«¿Seré feliz?» le dije, y con lamento
        El viento dijo: ¡no!....



FLORENTINO ALCORTA

Campestre (1897) de Florentino Alcorta

Á CÉSAR A. LÓEZ

Me gusta ver los campos y sembrados
de lozanía y de verdor henchidos;
contemplar los gañanes desgreñados
labrar la tierra, de calor rendidos.
Todos trabajan con ardor creciente:
mientras uno amontona la gavilla,
otro en la siembra, bajo un sol ardiente.
distribuye en el surco la semilla.
Acá la negra, sudorosa y brusca,
segando espigas con segura mano;
allá el rebaño que triscando busca
suave pendiente que termine al llano.
Tras el buey de mirada pensativa,
que el surco ahonda con humilde paso,
el campesino en su tarea activa
guía el arado con potente brazo.
El hosco negro de mirada ardiente,
en su carro á las eras caminando,
se reclina en los haces, indolente,
pastoriles canciones entonando.
Allá en las trillas el gañán jadeante
al yeguarizo sin cesar hostiga,
que galopando con ardor constante
separa el grano de la rubia espiga.
Y silbando y seguido de su perro
el campesino se dirige al prado,
y á los sones del típico cencerro
se refunde en los pastos el ganado.
Allá en las chozas de inclinado techo
los pompones del humo culebrean,
y en la inclinada falda de un repecho
los pollos en la hierba picotean.
Ostentando sus plumas y colores,
tras las gallinas corretea el gallo,
orgulloso cantor de sus amores,
engreído sultán de su serrallo...
El fuerte potro, de impaciencia lleno,
resopla atado á la segura estaca,
mientras la moza de abultado seno
ordeña la ubre de paciente vaca.
De las espigas en el mar dorado,
que tiene por confín agrestes lomas,
levántanse en tropel desordenado
las tórtolas, gorriones y palomas.
Allá en las tapias de verdor escuetas,
con su nudoso ramazón se agarra,
haciendo estribo en las profundas grietas,
alguna verde y trepadora parra.
En el distante claro de un camino
los álamos sus ramas balancean;
los brazos descarnados de un molino
á los besos del aire voltejean.
A la verde extensión de los maizales
los pájaros descienden en bandadas,
y lanzando chirridos desiguales,
desgranan la mazorca á picotadas.
El campo es luz y movimiento y vida:
y hermanado lo grande con lo abyecto,
la culebra en el sol está dormida
y en la copa del árbol el insecto...
Del verde campo bajo el puro cielo
todo se agita de revuelto modo:
el cóndor á la altura tiende el vuelo,
los cerdos chapotean en el lodo.
Por todas partes se perciben ruidos:
silban los vientos y las cañas crujen,
cantan las aves en sus altos nidos,
los perros ladran y los toros mujen.
Lanza Natura sus cantares broncos;
por todas partes el rumor se escucha;
chocan las hachas en los rudos troncos,
gime el arado con la tierra en lucha.
Rechina el carro de la carga al peso:
se oye crujir el verde gramalote
al roce de la sierpe, y con el beso
del fecundante sol estalla el brote.
Como cantan las aves junto al nido,
todo en el campo á su manera canta,
y hasta el menudo césped hace ruido
del herrado corcel bajo la planta.
La tierra es madre que fecunda y crea;
en su entraña los gérmenes palpitan;
el sol la cubre y con su luz caldea
y los seres orgánicos se agitan.
La tierra es madre y su caliente seno
se fecundiza con la diaria siembra,
y busca el grano de simiente lleno
como busca, ardoroso, el macho á la hembra...
Vibro mi canto con acento rudo
en la campiña de verdor henchida,
y te saludo, ¡oh campo!, y te saludo,
porque eres luz y movimiento y vida...

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