Miradla, así, sobre el follaje oscuro
recortar la silueta soberana...
¡No parece el retoño prematuro
de una gran raza que será mañana?
¡Así una raza inconmovible, sana,
tallada a golpes sobre mármol duro,
de las vastas campañas del futuro
desalojará a la familia humana.
¡Miradla así -¡de hinojos!- en augusta
calma imponer la desnudez que asusta!...
¡Dios!... ¡Moved ese cuerpo, dadle un alma!
ved la grandeza que en su forma duerme...
¡Vedlo allá arriba, miserable, inerme.
Más pobre que un gusano, siempre en calma!
Yo la quiero cambiante, misteriosa y compleja;
con dos ojos de abismos que se vuelven fanales;
en su boca, una fruta perfumada y bermeja
que destile más miel que los rubios panales.
A veces nos asalte un aguijón de abeja;
una raptos feroces a gestos imperiales
y sorprenda en su risa el dolor de una queja;
¡En sus manos asombren caricias y pañales!
Y que vibre, y desmaye, y llore, y ruja, y cante,
y sea águila libre, tugre, paloma en un instante.
Que el universo quepa en sus ansias divinas;
tenga una voz que hiele, que suspenda, que inflame,
y una frente que erguida su corona reclame
de rosas, de diamantes, de estrellas o de espina!
Yo tenía... ¡dos alas!...
Dos alas,
que del azur vivían como dos siderales
¡raíces!...
Dos alas,
con todos los milagros de la vida, la Muerte
y la ilusión. Dos alas.
fulmíneas
como el velamen de una estrella en fuga;
dos alas
como dos firmamentos
como tormentas, con calmas y con astros...
¿Te acuerdas de la gloria de mis alas?...
el áureo campaneo
del ritmo; el inefable
matiz atesorando
el Iris todo, más un Iris nuevo
ofuscante y divino.
que adorarán las plenas pupilas del futuro
(¡Las pupilas maduras a toda luz!)... el vuelo...
El vuelo ardiente, adorante y único,
que tanto tiempo atormentó los cielos,
despertó soles, bólidos, tormentas,
abrillantó los rayos y los astros;
y la amplitud: tenían
calor y sombra para todo el mundo,
y hasta incubar más allá pudieron.
Un día, raramente
desmayados a la tierra,
yo me adormí en las felpas profundas de este bosque...
¡Soñe divinas cosas!...
Una sonrisa tuya me despertó, paréceme...
¡Y no siento mis alas!
¿Mis alas?...
-Yo las vi deshacerse entre mis brazos...
¡Era como un deshielo!
Hace tiempo, algún alma ya borrada fue mía.
Se nutrió de mi sombra... Siempre que yo quería
el abanico de oro de su risa se abría,
o su llanto sangraba una corriente más;
alma que yo ondulaba, tal una cabellera
derramada en mis manos... Flor del fuego y la cera,
murió de una tristeza mía... Tan dúctil era,
tan fiel, que a veces dudo si pudo ser jamás...
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