viernes, 9 de febrero de 2018

Santos por meses y días

santos del 1 de febrero

San Enrique Morse S.J. (BromeSuffolk, 1595 - TyburnLondres1 de febrero de 1645). Sacerdote Jesuitamártir y santo de la Iglesia católica.

Biografía[editar]

Nacido en la Iglesia Anglicana en 1595 en una familia de la pequeña nobleza, cuando estudiaba leyes en Londres, se adhirió al Catolicismo y se ordenó sacerdote en Roma. En 1624 volvió a Inglaterra y realizó sus votos de Jesuita en prisión, ante su compañero de cautiverio en York, el Padre John Robinson, con quien compartió la cárcel. A continuación fue desterrado a Flandes. De vuelta a Inglaterra, de modo clandestino, ayudó a los enfermos durante una epidemia de peste en 1636, contrajo la enfermedad y salió sano de ella.
Fue retenido y acusado de predicar a los protestantes solicitando su conversión al catolicismo. Fue condenado a muerte en 1645. El día de su ejecución celebró en la cárcel la santa misa. Camino del cadalso observaron el cortejo los embajadores de países católicos de Francia, España y Portugal, con sus séquitos correspondientes, para rendir homenaje al mártir. En el patíbulo, con la soga en su cuello, declaró profesar su religión y haber trabajado siempre por el bienestar de sus conciudadanos, negando rotundamente que hubiera organizado o participado en conspiración alguna contra el rey, a continuación, rezó en alta voz por la salvación de su alma, por la de sus perseguidores y por el Reino de Inglaterra. Murió ahorcado el 1º de febrero de 1645.
Fue beatificado en 1929 por Pío XI y canonizado el 25 de octubre de 1970, por Pablo VI como uno de los 40 mártíres de Inglaterra y Gales.
Su fiesta particular se celebra el 1 de febrero y la fiesta del grupo de 40 mártíres de Inglaterra y Gales el 25 de octubre.
Henry Morse.jpg

Elogio: En Londres, en Inglaterra, san Enrique Morse, presbítero de la Orden de la Compañía de Jesús y mártir, el cual, apresado en diversas ocasiones y exiliado por dos veces, fue encarcelado de nuevo, en tiempo del rey Carlos I, por ser sacerdote, y, después de haber celebrado la Misa en la cárcel, entregó su alma a Dios, ahorcado en Tyburn.
refieren a este santo: San Juan Southworth
Enrique Morse nació en 1595, en la región de Anglia Oriental, y fue educado en la fe protestante de sus padres, que pertenecían a la estricta nobleza rural. Cuando estudiaba derecho en Londres, decidió convertirse al catolicismo y, a la edad de veintitrés años, huyó de Inglaterra para refugiarse en Francia, donde recibió el bautismo en la Iglesia de Douay. Ahí mismo inició sus estudios, decidido a abrazar el sacerdocio, y los concluyó en el Venerabile de Roma, donde recibió la ordenación.
En 1624, regresó a Inglaterra y, poco después de haber desembarcado en Newcastle, fue arrestado y encarcelado en el castillo de York. Antes de salir de Roma, había obtenido el consentimiento del Padre General de la Compañía de Jesús para gestionar su admisión en la orden de los jesuitas en Inglaterra, y, como por un designio de la Providencia, en la prisión de York se encontró como compañero de celda al sacerdote jesuita John Robinson, de manera que, durante los tres años que estuvo encarcelado, Enrique Morse hizo su noviciado. Gracias a la solicitud del P. Robinson, ahí mismo, en la celda, pronunció los votos simples. Poco después, Enrique fue puesto en libertad y desterrado a Flades, donde actuó como capellán y misionero, entre los soldados ingleses que servían allá al rey de España.
A fines de 1633, el P. Morse regresó clandestinamente a Inglaterra y, con el nombre falso de Cuthbert Claxton, ejerció su ministerio en Londres. Muy pronto tuvo ocasión de desplegar una benéfica actividad, durante la epidemia de peste que azotó a la ciudad entre 1636 y 1637. El P. Morse tenía una lista, de cuatrocientas familias católicas y protestantes, afectadas por el mal, a quienes visitaba regularmente, llevándoles ayuda material y espiritual. Su abnegada caridad produjo una impresión tan profunda que, en menos de un año, cien de aquellas familias anglicanas se reconciliaron con la Iglesia Católica. Ponía tanto entusiasmo nuestro santo en el desempeño de su misericordiosa tarea, que por tres veces contrajo la peste y otras tantas se recuperó para volver a la brega, hasta que sus superiores le amonestaron, indicándole que debería moderar su celo. Fue por entonces, precisamente, cuando las autoridades descubrieron la identidad del P. Morse y lo aprehendieron de nuevo, acusándolo de ser sacerdote y de haber «pervertido a unos quinientos súbditos protestantes de Su Majestad, dentro y fuera de la parroquia de San Gil de los Campos, en Londres». El acusado se declaró culpable del primer cargo, pero no así del segundo y, por fortuna, antes de que se pronunciara la sentencia, intervino en su favor la reina Enriqueta María, y el P. Morse fue puesto en libertad bajo fianza de 10.000 florines. Poco después, al emitirse la proclama real que imponía un plazo con límite hasta el 7 de abril de 1641, para que todos los sacerdotes católicos abandonaran el país, Enrique Morse se sintió obligado a partir, para no comprometer a sus fiadores y así volvió a emprender su labor misionera entre las tropas inglesas en Flandes.
Pero dos años más tarde, en 1643, volvió de Gante hacia Inglaterra y, durante dieciocho meses consiguió burlar la vigilancia y desempeñar su ministerio en el norte del país, hasta que fue aprehendido por sospechas, mientras visitaba a un enfermo en los límites de Cumberland. De ahí fue conducido a Durham, pero en el camino, cuando pernoctaban en la casa de uno de sus captores, la esposa de éste, que era católica, ayudó a escapar al P. Morse. Poco le duró la libertad, porque seis semanas después volvieron a arrestarle, y luego de permanecer algún tiempo en la carcel de Durham, fue trasladado, con escolta, a la de Newcastle, en Londres. Allí debió comparecer ante el Tribunal Mayor para ser juzgado como criminal reincidente. Fue condenado a muerte sin apelación en vista de que había vuelto a cometer el delito por el que se le había juzgado nueve años antes.
El día señalado para la ejecución, el P. Morse celebró en la celda la misa votiva de la Santísima Trinidad, antes de que le condujeran en la fatídica carreta al cadalso de la plaza de Tyburn. Ahí, mezclados a la acostumbrada muchedumbre de curiosos, se hallaban los embajadores de países católicos, como Francia, España y Portugal, con sus séquitos correspondientes, para rendir homenaje al mártir. Éste, colocado ya bajo la horca y con la cuerda al cuello, habló a los presentes con voz serena, afirmando que moría por su religión y tan sólo por haber trabajado siempre por el bienestar de sus conciudadanos, negando rotundamente que hubiera organizado o participado en conspiración alguna contra el rey, como aseguraban sus acusadores. Después oró en voz alta por la salvación de su alma, por la de sus perseguidores y por el Reino de Inglaterra; en seguida, hizo la indicación de que estaba listo. Rápidamente fue retirada la carreta y el P. Enrique Morse, SJ, quedó pendiente de la cuerda. Murió ahorcado el 1º de febrero de 1645. Entre las diversas reliquias de mártires ingleses que reunió el embajador de España, conde de Egmont, para sacarlas al extranjero, donde habrían de ser debidamente veneradas, figuraban especialmente las de san Enrique Morse. Fue beatificado en 1929, y declarado santo por SS Pablo VI el 25 de octubre de 1970.



Juan de Saint-Malo (1098-1168) fue un monje cisterciense y obispo de Aleth.

Biografía[editar]

Juan nació en Bretaña, en 1098 y se unió a la abadía de Clairvaux,1​ donde fue educado por Bernardo de Clairvaux. San Bernardo lo alabó como obispo pobre, amigo de los pobres y amante de la pobreza. Podría haber residido en las abadías de Sainte-Croix de Guingamp y Saint-Jacques de Montfort, antes de ser nombrado como obispo en 1144. Éste trasladó su sede episcopal desde Aleth a esa ciudad.2​ Se le dio el apodo de "rejilla", debido a la reja, o rieles de metal, en torno a su santuario.


Elogio: En Saint-Malo, en Bretaña Menor, san Juan, obispo, varón de gran austeridad y justicia, que trasladó su sede episcopal desde Aleth a esa ciudad. San Bernardo lo alabó como obispo pobre, amigo de los pobres y amante de la pobreza.
A este santo se le puso el sobrenombre «de la cratícula» por la verja de hierro que rodeaba su tumba. Era bretón, hijo de padres pobres, no obstante lo cual recibió una excelente educación que supo aprovechar, aventajando mucho en las artes y las ciencias. Sintiéndose atraído por la orden del Císter, que en aquella época concentraba la atención mundial, partió en busca de san Bernardo quien, después de probarlo, lo recibió en su comunidad. Cuando el conde Esteban de Pethiévre y su esposa manifestaron su deseo de fundar un monasterio en sus dominios, San Bernardo les envió a Juan, quien estableció una casa religiosa en Bégard, en la diócesis de Tréguier. Posteriormente fundó otra en Buzay y ahí llegó a ser abad; pero al poco tiempo fue elegido obispo de Alethy, y con pena por los religiosos, tuvo que abandonar el monasterio. Como viera que la isla de Aaron había prosperado y se estaba formando una población muy importante, Juan trasladó la sede de su diócesis a ese lugar, llamándola desde entonces Diócesis de Saint-Malo.
San Juan tuvo muchas dificultades en la organización de su catedral. Anteriormente, aquella iglesia había estado gobernada por monjes de Marmoutier en Tours, pero el obispo instaló en su lugar a canónigos regulares de San Agustín, por lo que los primeros, resentidos, enredaron a san Juan en fastidiosos litigios. Cuando los obispos franceses dieron su fallo contra él, el obispo Juan, por consejo de san Bernardo, fue personalmente a Roma y expuso el asunto al papa, que decidió a su favor. Sus adversarios, no obstante, encontraron un pretexto para reanudar el litigio y Juan tuvo que volver a Roma. Para que el asunto quedara finalmente arreglado y sus contrarios le dejaran en paz, pasaron dieciocho años. Todavía existe una de las cartas de su correspondencia con san Bernardo sobre este asunto. Los biógrafos de san Juan ensalzan su paciencia en estos prolongados litigios y el notable espíritu de caridad e indulgencia que caracterizó su trato con el prójimo.
San Juan fue comisionado para reformar el monasterio de Saint-Méen, de Gaël, y además de las otras casas religiosas que fundó, estableció las abadías de la Sainte Croix de Guingamp y la de Saint-Jacques de Montfort. Llevó una vida de mucha austeridad y murió más o menos en el 1170.




San Pablo de Trois-Châteaux o San Pablo de Tricastin(ReimsGalia, siglo IV - Saint-Paul-Trois-Châteaux, comienzos del s. V) fue un personaje legendario, del que se dice que fue obispo de Tricastin, villa a la que daría su nombre actual. Es venerado como santo por diversas confesiones cristianas.

Vida y leyenda[editar]

Sólo sabemos que un obispo llamado Pablo firma las actas del concilio de Valença de 374, con Emiliano. Se ha supuesto, a partir de aquí, y puede ser que por el hecho que la antigua Augusta Tricastinorum pasase a llamarse Saint-Paul-Trois-Châteaux, que habría sido obispo de esta diócesis, aunque la lista documentada de obispos no comienza hasta el siglo VI.

Leyenda[editar]

A partir de esto, y de la existencia de una tumba atribuida a Pablo en la catedral de Tricastin, se elaboró una leyenda piadosa que explicaba su vida. Pablo era originario de Reims, procedente de una familia cristiana y ya de joven mostró mucha piedad. A los 18 años se casó con una joven noble, pero ambos acordaron mantenerse castos. Una invasión de bárbaros hizo que huyesen hacia el sur, ellos junto a la madre de Pablo, llegaron a Lyony decidieron buscar un lugar solitario para hacer vida eremítica. Bajando por el Roine en dirección a Arlés y al llegar a Saint-Rémy, se instalaron en una montaña vecina.
Retirados, Pablo trabajaba como jornalero en una campo para obtener recursos. Un día, un grupo de habitants de Tricastin, que habían tenido una revelación y que le conocían porque su vida virtuosa había comenzado a ser conocida, le dijeron que venían a buscarlo para que fuese su obispo. Pensando que no era el indicado o que se burlaban, les dijo que aceptaría el cargo cuando la vara que tenía floreciera: al instante, la vara se cubrió de flores y hojas y, admirado, Pablo acceptó el nombramiento episcopal.
Su esposa se retiró a un convento de Arles, donde murió santamente. Pablo fue a Tricastin y ocupó la sede, siendo ordenado también prevere y obispo. Su obispado fue bueno para la ciudad y sus habitantes. Participó en el concilio de Valença en 374. Gobernó la sede durante cuarenta años y murió al comenzar al siglo V.

Veneración[editar]

Sobre su supuesta tumba se levantó una basílica funeraria, hoy catedral de Trois Châteaux. Sus restos fueron destruidos durante las guerras de los hugonotes, en 1535.

Elogio: En Augusta Tricastina, en la Galia Vienense, san Pablo, obispo, que dio posteriormente su actual nombre a la ciudad, Saint-Paul-Trois-Châteaux.
Troix Chateau (Augusta Tricastina, en su nombre romano) fue una sede episcopal relativamente efímera. Fue creada con toda probabilidad en el siglo IV, y entre el 827 y el 839 el papa Gregorio IV la unió a la diócesis de Orange. De estos poco más de cuatro siglos nos ha quedado un puñado de nombres (máximo nueve, según los listados), que naturalmente no llegan a formar un episcopologio, es decir un registro coherente de sucesión episcopal.
De entre esos pocos nombres, del único del que se está completamente seguro de su existencia es del santo que conmemoramos hoy, y de hecho, de esos nueve aludidos antes, que han llegado a figurar todos en el santoral, el Martirologio Romano actual ha conservado solo a este. ¿Cuáles son los signos de esta certeza? a decir verdad, no muchos: ante todo, el propio lugar tomó más tarde el nombre del santo, de tal modo que se pasó a llamar -y así es en la actualidad- Saint-Paul-Trois-Châteaux; la presencia en los toponímicos es un indicio firme de tradición cúltica y de la importancia del personaje para el sitio. Además, aparece mencionado en el Martirologio de Adón (siglo IX); y puede razonablemente identificarse con el obispo Pablo que firma en el concilio de Valence del 374. Si esta identificación es cierta, podría haber sido el fundador de la sede, aunque en los listados no aparece en primer lugar, sino precedido de un obispo que hoy se considera legendario (Restituto), o en un puesto más tardío de la sucesión.
Más allá de eso se teje, como casi siempre, la leyenda, que no nos sirve para tener datos concretos del santo, pero sí al menos para constatar que su culto fue lo suficientemente importante como para que la tradición oral se interesara en rellenar los huecos de la historia transmitida. En este caso se nos dice que era de origen romano, y que era casado al momento de subir al episcopado, por lo que su mujer se retiró a un monasterio en Arlés. A decir verdad esto último no corresponde a las costumbres de la Galia en el siglo IV sino en el VI, por lo que la leyenda en este punto ha recreado el dato histórico. Se dice que su elección estuvo presidida por un milagro: floreció con margaritas un palo seco para indicar al elegido. Durante siglos se veneró en Trois-Châteaux las reliquias del santo, incluyendo el palo del milagro, hasta que en 1535 (por el conde de Lamarche) o 1561 (por los Hugonotes) fueron destruidas. Sin embargo durante mucho tiempo las fiestas patronales incluyeron el ofrecimiento de frutos y flores al santo, colocados junto a una vara seca.

No hay comentarios:

Publicar un comentario