lunes, 11 de mayo de 2015

edafología


 El suelo, un recurso natural.

El suelo es uno de los recursos que la naturaleza pone a nuestra disposición para subvenir a nuestras necesidades.
Del suelo obtenemos todos los productos de origen vegetal, algunos pueden directamente servirnos de alimento y otros permiten la alimentación de los animales, de los que no solo obtenemos nutrientes sino otra serie de productos como vestido, calzado y diversos enseres que facilitan nuestra vida.

Los vegetales no solo son el punto de partida de la cadena trófica sino que nos proporcionan fibras textiles, madera, resinas y un sin fin de productos de utilidad inmediata o diferida tras su transformación.
Los bosques y las masas herbáceas permiten mantener el equilibrio gaseoso de la atmósfera y los primeros contribuyen a regular el ciclo del agua en la naturaleza, favoreciendo la condensación de la humedad atmosférica y provocando la lluvia.
Todo lo que antecede no sería posible sin la existencia del suelo, que está limitado en su superficie y de la cual una parte, cada vez mayor, la hemos de dedicar a construir nuestras viviendas, las infraestructuras de transporte, las industrias e incluso a almacenar nuestros desechos. De ello podemos inferir que sin él no sería posible la vida sobre la tierra, al menos en la forma que la conocemos.
El suelo no es un cuerpo estático sino que mantiene un equilibrio dinámico con el medio que lo rodea. De modo que continuamente se está formando y destruyendo. Su destrucción está provocada por los fenómenos erosivos cuya intensidad natural es similar a la de su formación, una vez alcanzado el equilibrio y alcanzado el espesor máximo que corresponde a su situación natural. Desde este punto de vista, el suelo es un recurso natural renovable, mas la realidad es desgraciadamente diferente y en la actualidad se ha convertido en un recurso no renovable por la forma en que hemos incrementado la velocidad de destrucción mientras que la de formación permanece invariable.
La erosión natural del suelo no solo es un fenómeno consustancial con el mismo sino que es absolutamente necesario. Una vez que el suelo ha alcanzado un grado de desarrollo equilibrado con su medio se detiene la profundización del mismo, pues se detiene o atenúa muy fuertemente la alteración del material original al no existir la influencia de la materia orgánica que no alcanza esa profundidad. La vegetación que vive sobre el suelo necesita obtener de él una serie de elementos minerales, procedentes de la alteración del material original, que le son absolutamente imprescindibles. De este modo, cuando los minerales primarios se encuentran absolutamente alterados cesa el aporte de elementos nutritivos, lo que obliga a que la vegetación se vaya empobreciendo lentamente y disminuyendo el aporte de sus restos al suelo. El final sería una masa de material esteril incapaz de soportar ningún tipo de vida.
También la erosión natural del suelo permite el ensanchamiento de los valles generando amplias zonas llanas, pues la profundización y erosión superficial va desplazando la superficie en sentido perpendicular a la misma.
Con estos ejemplos pretendemos destacar que el problema no es la erosión sino el incremento en su velocidad, que provocamos con nuestra acción sobre el medio. Somos, pues, nosotros los que impedimos la renovabilidad del recurso suelo.


El Suelo
Uno de los principales recursos que brinda la naturaleza al hombre es el suelo, ya que en él crecen y se desarrollan las plantas, tanto las silvestres como las que se cultivan para servir de alimento al hombre y los animales.
La formación de los suelos depende de un largo y complejo proceso de descomposición de las rocas, en el cual intervienen factores físicos, químicos y biológicos. La interacción de estos, como factores ecológicos, provoca la desintegración de los minerales que, unidos a los restos de animales y plantas en forma de materia orgánica, originan el suelo.
Los seres vivos intervienen en la destrucción de la roca madre y, además de los agentes climáticos, toman parte en la mezcla de sustancias del suelo, en su distribución horizontal, y añaden a éste materia orgánica. Las sustancias de desecho de animales y vegetales, así como los propios cuerpos de estos al morir, son las únicas fuentes de materia orgánica del suelo, la cual proporciona a éste algunos componentes esenciales, lo modifica de diferentes modos, y hace posible el crecimiento de fauna y flora variadas, que de otra manera no podrían existir.
Además, la materia orgánica incorporada al suelo almacena mayor cantidad de energía, obtenida del Sol por la fotosíntesis, que la materia inorgánica a partir de la cual se sintetizó. Por consiguiente, los seres vivos contribuyen a la formación del suelo aportando no solo materiales, sino también energía, tanto potencial como cinética.
La presencia de distintos tipos de minerales, las variaciones climáticas, la altura sobre el nivel del mar, la latitud geográgica y otros factores, determinan una gran variabilidad de los suelos, la cual se manifiesta en las características físicas y químicas de estos.
Otros fenómenos que se presentan en los suelos son el exceso de acidez y salinidad, los cuales imposibilitan la utilización óptima de los suelos.
Para evitar la degradación de los suelos es necesario:
  • Restituirles, por medio de la fertilización, los nutrientes que van siendo extraídos por las plantas o que son arrastrados por las aguas.
  • Evitar las talas y los desmontes desmedidos, así como las quemas, fundamentalmente en las laderas.
  • Preparar los surcos, en zonas de alta pendiente, en forma perpendicular a estas, de manera que el agua, al correr, no arrastre el suelo.
  • Proporcionar al suelo la cobertura vegetal necesaria para evitar la erosión.
  • Evitar la contaminación que provoca el uso indiscriminado de productos químicos en la actividad agrícola.


El suelo (o la tierra) es un manto continuo sobre la superficie de todos los continentes, excepto sobre montañas muy abruptas y sobre los hielos y glaciares. Sus características cambian, ya sea en profundidad, en color, en composición, y en contenido de nutrientes.

¿QUÉ ES EL SUELO?
El suelo es una mezcla variable de materiales sólidos, líquidos y gaseosos, y que sirve de soporte y fuente de nutrientes a las plantas.


Los suelos se originan por la acción de los factores del clima (humedad, temperatura, calor, viento, etc) y de los organismos vivientes sobre los distintos tipos de roca. El proceso de formación se puede resumir en la forma siguiente:

· La base es la roca madre, que, por acción de los factores del clima (precipitaciones, frío, calor y vientos), se va descomponiendo en partes cada vez más pequeñas. Este proceso se denomina meteorización, que puede ser física (calor, frío, humedad) y química (hidratación, hidrólisis, solución, oxidación, reducción). Hay factores que aceleran y retardan la formación de suelos. Los factores que la aceleran son climas calurosos y húmedos, la vegetación, la topografía plana, y depósitos no consolidados con bajo contenido de cal.

· Las plantas con sus raíces contribuyen a partir las rocas y, al morir, sus restos se mezclan con las piedras y la arena enriqueciéndolas con material orgánico.

· El agua y el viento arrastran esta tierra a lugares más bajos, donde se acumula en capas más gruesas. El material madre transportado por el agua se llama aluvial y puede ser fluvial (por ríos), lacustre (por lagos), marino (por el mar) y glaciar (por glaciares). Si es transportado por el viento se llama eólico.

· Los organismos vivos, al morir, entregan residuos orgánicos, que se incorporan al suelo. La actividad de estos organismos en el suelo, sus movimientos, sus excrementos y sus secreciones contribuyen a removerlo y activarlo. Los seres vivos enriquecen y transforman el suelo.

La composición del suelo es muy variable de un lugar a otro. Los componentes básicos son los siguientes:

· Materiales inorgánicos:
 son el agua, el aire y fragmentos minerales de diferente diámetro (piedras, grava, arena, arcilla y limo).

· Materiales orgánicos:
 restos de plantas y animales.

· Seres vivos:
 como microorganismos y mesofauna. Los microorganismos son microscópicos, o sea, que no se pueden ver a simple vista, como protozoos, bacterias, hongos y algas. Existen por millones y participan en la descomposición de la materia orgánica. La mesofauna está conformada por organismos visibles y que se alimentan de materia orgánica. Son numerosos: lombrices, nemátodes, ciempiés, milpiés, insectos y caracoles.

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