LA PINTURA ESPAÑOLA EN EL SIGLO XVI
INTRODUCCIÓN DEL RENACIMIENTO ITALIANO EN VALENCIA Y EN ARAGÓN
En Valencia, y desde los primeros años del siglo XVI, es donde aparecen los testimonios más antiguos de la introducción en el Este de España de las enseñanzas del Renacimiento italiano. Dos artistas, llamados sin duda de Italia por el cabildo de la catedral, Paolo da Arezzo o Pablo de Aregio, como lo llamaron los autores españoles, y su colaborador Francisco Neapoli, o Napolitano, discípulo de Leonardo de Vinci, terminan, en 1506, la decoración de las puertas que servían para cubrir las primitivas esculturas de plata del altar mayor. Cada una de estas puertas, pintadas por dentro y por fuera, presenta seis composiciones relativas, unas a la vida de Cristo, otras a la de la Virgen. Estas pinturas, en las que los personajes son de tamaño natural, fueron ejecutadas en el estilo milanés mezclado de florentino.
Una de las composiciones, que representa la Muerte de la Virgen es particularmente notable por el carácter casi leonardesco de las figuras, la belleza del dibujo y el brillo armonioso del colorido. El efecto producido por estas obras, donde la elevación del sentimiento se alia a una ejecución superior, y tan diferentes por esto de las prácticas tímidas y cándidas de los góticos, fue considerable.
Muerte de la Virgen. Retablo Mayor de la Catedral de Valencia |
Italia convirtióse en seguida en la tierra sagrada, hacia la cual se volvieron las miradas de los artistas valencianos. Así, durante todo el trascurso del siglo XVI, los vemos emigrar a Italia, yendo allí a buscar las lecciones de los maestros o al menos a estudiar sus grandes obras.
El Sumo sacerdote Aarón
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Tales fueron, en su origen, las causas que presidieron al nacimiento y más tarde al desenvolvimiento de aquel foco de arte, derivado de las escuelas italianas, que los historiadores españoles designan habitualmente con el nombre de Escuela valenciana, designación que no debe ser tomada más que como expresión geográfica, no implicando, para los artistas que componen este grupo, ninguna unidad de enseñanza teórica o práctica.
VICENTE JOANES o más exactamente VICENTE JUAN MACIP (1523?-1579), a quien sus compatriotas designan habitualmente con el nombre de Juan de Juanes, y a quien han apellidado también el Rafael español, bien que no llegara jamás a asimilarse ni el gran dibujo, ni la ideal pureza de estilo del gran maestro de la escuela romana, fue uno de los más ilustres entre aquellos artistas valencianos que fueron a demandar a Italia los secretos de su genio. Según inducciones plausibles, pero inciertas, se supone que Joanes trabajó en el taller de uno de los discípulos de Rafael: Polydoro de Caravage, Julio Romano o Perino del Vaga. Pero lo que no es dudoso es que el artista español sufrió, desde muy temprano, la influencia dominadora de las obras maestras del divino pintor, y las pruebas se encuentran en la Sagrada Familia, conservada en la sacristía de la catedral de Valencia, y en el Salvador con la cruz a cuestas, del Museo del Prado de Madrid.
A su regreso a su patria, en una fecha que no puede ser precisada, Joanes vió su reputación establecerse rápidamente y extenderse por el reino de Valencia. Los conventos y las iglesias acapararon enseguida su pincel, dedicado, por lo demás, exclusivamente a la representación de asuntos religiosos y al retrato. Su piedad era grande, y como Luis de Vargas, su contemporáneo, ayunaba y rezaba, según aseguran sus biógrafos, antes de atreverse a pintar sus composiciones sagradas, donde brilla todo el penetrante fervor de su fe.
Sus más hermosas obras son: La Inmaculada Concepción, de la iglesia de los jesuitas en Valencia, que le fue inspirada a consecuencia de una visión; La Asunción, del museo de Valencia; el Bautismo de Jesús y la Conversión de San Pablo, de la catedral; La Santa Cena, de la iglesia de San Nicolás, así como la importante serie de cuadros relativos a la Predicación y al Martirio de San Esteban que pertenece al Museo de Madrid.
La Santa Cena, de Juan de Juanes |
Entre sus mejores retratos citaremos, particularmente, el de D. Luis de Castelví, del Museo de Madrid, y los del santo arzobispo Tomás de Villanueva y del beato Juan de Ribera, conservados en la catedral. Joanes, después de haber fechado sus obras en las iglesias de Valencia, de Segorbe, la Cartuja de Valdecristo y el convento de los dominicos de Castellón de la Plana, no pudo acabar, en 1579, las pinturas del gran retablo de la iglesia parroquial de Bocairente. El 20 de Diciembre de aquel mismo año, hizo el artista su testamento y murió precisamente el día siguiente.
Alfonso V el Magnánimo
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Don Luis de Castelví y Vilanova, señor de Bicorp
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A pesar de su estancia en Italia, y de su preocupación por asimilarse la corrección y las bellezas de la escuela romana, preocupación que se nota de una manera visible en sus creaciones, Joanes no es, sin embargo, enteramente italiano. La influencia nativa y los instintos de su raza, se mezclan en él a las influencias recibidas de fuera para constituirle un carácter original y personal, que debe, particularmente, a la sinceridad de su fe y a la profundidad de su sentimiento religioso. Sus tipos tan etéreos, tan divinos, de Cristo y de la Virgen, son muy suyos, al mismo tiempo que muy españoles por su expresión de penetrante misticismo.
La Serie de San Esteban, de Juan de Juanes | |
San Pedro, de Nicolás Borrás
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Bastante tímido en la ejecución de sus composiciones enteramente ideales, el artista valenciano muestra más decisión ante la naturaleza. En sus retratos recuerda e iguala al Bronzino sin alejarse mucho de la manera de Rafael.
Joanes dejó un hijo y dos hijas que cultivaron la pintura, pero sin poseer las eminentes cualidades de su padre. Se le da también por discípulo o por imitador aNICOLÁS BORRAS (1530-1610), que se hizo sacerdote y más tarde religioso jerónimo en el convento de Gandía. Fray Nicolás Borrás, dotado de una fecundidad inagotable, llenó con sus pinturas los conventos de su orden. El museo de Valencia no ha recogido menos de cuarenta y dos lienzos de este fraile-artista. Se distinguen entre los mejores el Infierno, el Purgatorio, la Sagrada Familia, la Cena y el Nacimiento de Jesús. Su pincel fácil y casi banal, está lejos de recordar el carácter de exquisita idealidad de las creaciones del maestro. Por lo demás Joanes no creó escuela como pretenden los historiadores españoles. Los pintores valencianos llegados después de él, no ofrecen con el genio de este artista ninguna analogía y no tienen con él otro lazo visible que participar de su admiración por Italia.
FRANCISCO DE RIBALTA (1555-1628) fue, después de un primer aprendizaje de su arte en Valencia, a perfeccionarse en la escuela de los Carracci. Las hermosas obras de Sebastián del Piombo lo cautivaron enseguida y a su regreso a Valencia, donde lo esperaba fielmente, al decir de los biógrafos del artista, una novia adorable y querida, dió inmediatamente prueba de un gran saber y de un talento altamente apreciado
El Arzobispo Juan de Ribera le hizo enseguida el encargo de una Santa Cena para el altar del colegio del Corpus Christi, asunto que Ribalta reprodujo en diversas ocasiones variándolo, y en el que siempre consiguió expresar, de la manera más feliz, los sentimientos y los caracteres típicos de los apóstoles y de su divino Maestro. La conclusión de esta vasta composición, consagró la fama del artista. Las iglesias de Valencia y de la provincia, y los conventos de diversas órdenes, le pidieron a porfía obras de su mano, al mismo tiempo que numerosos discípulos acudían a recibir sus lecciones. En cuanto a creación de una enseñanza continua y fecunda Valencia debe más a Ribalta que a Vicente Juanes. Aunque compleja y formada de la amalgama de los diferentes estilos de las escuelas italianas, con las tendencias nativas hacia el naturalismo, la manera de Ribalta formó escuela, en el verdadero sentido de la palabra. El artista cuenta una posteridad prolongada de discípulos y de partidarios hasta más acá de la segunda mitad del siglo XVII.
Despues de la secularización de los conventos, el museo de Valencia recogió un grandísimo número de obras de Francisco Ribalta. Las más notables son: San Francisco besando a Jesús crucificado, la Concepción, la Virgen de Portacoeli, San Antonio abad, la Resurrección, San Bruno, San Isidro labrador y la Crucifixión, así como dos hojas de un tríptico de que el Museo del Prado conserva la parte central que representa la Bajada de Cristo al Limbo,copiada por Ribalta de un original, hoy perdido, de Sebastián del Piombo. El estudio de estas diversas reproducciones, deja fácilmente penetrar la naturaleza compuesta del talento del artista, talento de transición, medio tradicional, medio original, compuesto como está de asimilaciones bolonesas y romanas y de tendencias naturalistas y personales.
San Francisco abrazado a Cristo |
San Bruno | San Roque |
Su hijo y discípulo, JUAN DE RIBALTA (1597-1628) fue también desde muy temprano un pintor de mérito. Su cuadro del museo de Valencia representando la Crucifixión, que el artista ejecutaba a la edad de 18 años, muestra qué lugar hubiera podido ocupar después de su padre si no hubiera muerto a los 31 años. Francisco de Ribalta lo asociaba con frecuencia a sus trabajos, y examinando algunas de sus obras, aquéllas sobre todo que están menos impregnadas de reminiscencias italianas, es muy difícil precisar cuál pudo ser la parte del padre y la del hijo. Así en España se confunde bastante habitualmente sus maneras, y sin más averiguaciones se limitan a atribuir tal ó cual de sus obras, de estilo mal definido, a los dos Ribalta
A juzgar por aquéllas de las pinturas de Juan de Ribalta que son auténticamente suyas, por ejemplo, algunos de los retratos de ilustres personajes valencianos, serie que le fue encargada por don Diego Vich, y de los que una parte se conserva en el museo de Valencia, las representaciones de los Evangelistas San Juan, San Mateo, San Marcos y San Lucas del Museo de Madrid y también el Cantor del mismo Museo, se percibe claramente que su estilo es francamente realista y que su ejecución, menos precisa que la de su padre, es más espontánea, más atrevida y, como método, infinitamente más moderna.
Juan Ribalta, Retrato del poeta Gaspar de Aguilar |
De los numerosos discípulos formados en el taller de Francisco Ribalta, nos limitaremos a citar a GREGORIO BAUSA (1590-1556), FRANCISO ZARIÑENA (1550-1624), GREGORIO CASTAÑEDA (?-1629), JACINTO JERONIMO DE ESPINOSA (1600-1680), y el más ilustre de todos, JOSÉ DE RIBERA(1588-1656), que pertenecen por sus obras al siglo XVII.
En el número de los pintores contemporáneos de Joanes y de Francisco de Ribalta, pero que sin ser discípulos, de estos maestros reflejaron más ó menos sus maneras, se encuentran los nombres del beato FRAY NICOLÁS FACTOR (1520-1583), NICOLÁS FALCÓ, que florecía hacia 1515, VICENTE REQUENA, que trabajaba todavía en Valencia en 1590, y JUAN BAUTISTA NOVARA, venido de Italia a Valencia, donde pintaba al fresco la capilla del Corpus Christi, en los últimos anos del siglo XVI. Menos por el valor artístico de sus producciones que por su carácter escepcionalmente marcado de naturalismo, uniremos a estos nombres el de JERÓNIMO RODRÍGUEZ DE ESPINOSA (1562-1630), padre de Jacinto el discípulo de Ribalta y originario de Valladolid. Rodríguez de Espinosa había ido a establecerse eu la provincia de Valencia, en Concentaina, en los últimos, años del siglo XVI.
Los libres métodos italianos fueron introducidos en Cataluña y en Aragón, ora por artistas indígenas, que habían aprendido el arte en Italia, ora por pintores italianos llamados a España.
Entre los primeros encontramos a TOMAS PELEGRET discípulo de Polydoro de Caravage, y establecido en Zaragoza en 1535. Hábil fresquista, Pelegret extendió en Aragón el gusto por las grandes decoraciones arquitecturales exteriores; sus obras, ejecutadas en claro-oscuro, han desaparecido, pero se sabe por Jusepe Martínez que este pintor ejerció gran influencia sobre el arte de su tiempo. Según nuestro autor, componía, a imitación de su maestro, ingeniosos dibujos para los orfebristas, los bordadores, los ornamentistas y los escultores en piedra y en madera, y contribuyó así a extender en Aragón las graciosas invenciones decorativas del Renacimiento.
Santa Cecilia, de Jusepe
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El mismo Jusepe Martínez nos da los nombres de dos pintores italianos, Micer Pietrode Siena y Paolo Esquarte, discípulo, según él, del Tiziano, que fueron a trabajar en Aragón a fines del siglo XVI; este último había sido llamado de Italia por el duque de Villahermosa, para decorar su palacio y su casa de campo. Otro artista, discípulo igualmente del Ticiano, Rolan Mois, acompañaba a Paolo; tuvo principalmente por misión pintar, con arreglo a antiguos originales, los retratos de los antecesores del duque. Estos retratos, de carácter veneciano y que recuerdan algo la manera de Sánchez Coello, existen todavía y son conservados en el palacio de Villahermosa, en Madrid. Martínez cita igualmente a otro retratista, el Huérfano de Poultiers, que se cree ser originario de Borgoña, pero que había estudiado el arte en Italia, a JUAN GALVÁN, nacido en Aragón y vuelto también de Italia, y a JERÓNIMO DE MORAS, discípulo y ayudante de Federico Zuchero, todos los cuales residieron y trabajaron en Zaragoza a fines del siglo XVI. En la misma época fue igualmente a establecerse allí un pintor florentino,Lupicino. Algunas de sus obras están en la catedral de la Seo.
Pero el olvido en que han caído estos pintores, extranjeros o indígenas, demuestra suficientemente que ninguno de ellos era apto para hacer germinar y fructificar en aquella tierra aragonesa, ya esterilizada hacía mucho tiempo, las semillas del arte renovado; trascurrieron dos siglos antes de que Aragón diera nacimiento a un artista verdaderamente dotado, a Francisco Goya.
El mismo fenómeno de esterilidad que hemos comprobado en Aragón se produjo en Cataluña; apenas si durante todo el trascurso del siglo XVI vemos aparecer algunos raros y obscuros prácticos indígenas, tales como JAIME SEGARRA, en Reus, un gótico retrasado, FRANCISCO OLIVES, PEDRO SERAFÍN y PEDRO PABLO, que decoran los tableros de los grandes órganos de la catedral de Tarragona; u otros como PEDRO GUITART e ISAAC HERMES, gentes de oficio más bien que artistas, que pintan en tonos naturales las esculturas de los retablos y las estatuas de los santos.
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