MANUEL ACUÑA
Mire usted, Asunción: aunque algún ángel metiéndose envidioso, conciba allá en el cielo el mal capricho de venir por la noche a hacerle el oso y en un acto glorioso llevársela de aquí, como le ha dicho no sé qué nigromante misterioso, no vaya usted, por Dios, a hacerle caso, ni a dar con el tal ángel un mal paso; estése usted dormida, debajo de las sábanas metida, y deje usted que la hable y que la vuelva a hablar y que se endiable, que entonces con un dedo puesto sobre otro en cruz, ¡afuera miedo! No vaya usté a rendirse ante el ruego o las lágrimas y a irse... que donde usted nos deje por seguir en el vuelo a su Tenorio, después irá a llorar al purgatorio sin tener quien la mime, aunque se queje... Conque mucho cuidado si siente usted un ángel a su lado, que yo, como su amigo, con tal que usted, Asunción, me lo permita, le aconsejo y le digo que después de Rosario y Margarita no admita usted más ángeles consigo. Estése usted con ellas compartiendo delicias e ilusiones todas las horas tienen que ser bellas; viva usted muchos años (como un humilde criado le diría) y mañana que sola o entre extraños se encuentre por desgracia en este día, si busca usted una alma que la ame, llame usted a mi pecho, y conque llame, si no estoy muerto encontrará la mía.
Si supieras, niña ingrata, lo que mi pecho te adora; si supieras que me mata la pasión que por ti abrigo; tal vez, niña encantadora, no fueras tan cruel conmigo. Si supieras que del alma con tu desdén ha volado fugaz y triste la calma, y que te amo más mil veces, que las violetas al prado y que a los mares los peces; tal vez entonces, hermosa, oyeras el triste acento de mi querella amorosa; y atendiendo a mi reclamo, mitigaras mi tormento con un beso y un "yo te amo". Si supieras, dulce dueño, que tú eres del alma mía el sólo y único sueño; y que al mirar tus enojos, la ruda melancolía baña en lágrimas mis ojos; tal vez entonces me amaras, y con tus labios de niño mis labios secos besaras; y cariñosa y sonriente a mi constante cariño no fueras indiferente. Ámame, pues, niña pura ya que has oído el acento del que idolatrarte jura; y atendiendo a mi reclamo, ven y calma mi tormento con un beso y un "yo te amo".Composición recitada por una niñaen Tacubaya de los Mártires,el 11 de septiembre de 1873.Ante el recuerdo bendito de aquella noche sagrada en que la patria aherrojada rompió al fin su esclavitud; ante la dulce memoria de aquella hora y de aquel día, yo siento que en el alma mía canta algo como un láud. Yo siento que brota en flores el huerto de mi ternura, que tiembla entre su espesura la estrofa de una canción; y al sonoroso y ardiente murmurar de cada nota, siendo algo grande que brota dentro de mi corazón. ¡Bendita noche de gloria que así mi espíritu agitas, bendita entre benditas noche de la libertad! Hora del triunfo en que el pueblo vio al fin en su omnipotencia, al sol de la independencia rompiendo la oscuridad. Yo te amo. . . y al acercarme ante este altar de victoria donde la patria y la historia contemplan nuestro placer, yo vengo a unir al tributo que en darte el pueblo se afana mi canto de mexicana, mi corazón de mujer.Después de que el destino me ha hundido en las congojas del árbol que se muere crujiendo de dolor, truncando una por una las flores y las hojas que al beso de los cielos brotaron de mi amor. Después de que mis ramas se han roto bajo el peso de tanta y tanta nieve cayendo sin cesar, y que mi ardiente savia se ha helado con el beso que el ángel del invierno me dio al atravesar. Después... es necesario que tú también te alejes en pos de otras florestas y de otro cielo en pos; que te alces de tu nido, que te alces y me dejes sin escuchar mis ruegos y sin decirme adiós. Yo estaba solo y triste cuando la noche te hizo plegar las blancas alas para acogerte a mi, entonces mi ramaje doliente y enfermizo brotó sus flores todas tan sólo para ti. En ellas te hice el nido risueño en que dormías de amor y de ventura temblando en su vaivén, y en él te hallaban siempre las noches y los días feliz con mi cariño y amándote también... ¡Ah! nunca en mis delirios creí que fuera eterno el sol de aquellas horas de encanto y frenesí; pero jamás tampoco que el soplo del invierno llegara entre tus cantos, y hallándote tú aquí... Es fuerza que te alejes... rompiéndome en astillas; ya siento entre mis ramas crujir el huracán, y heladas y temblando mis hojas amarillas se arrancan y vacilan y vuelan y se van... Adiós, paloma blanca que huyendo de la nieve te vas a otras regiones y dejas tu árbol fiel; mañana que termine mi vida oscura y breve ya sólo tus recuerdos palpitarán sobre él. Es fuerza que te alejes del cántico y del nido tú sabes bien la historia paloma que te vas... El nido es el recuerdo y el cántico el olvido, el árbol es el siempre y el ave es el jamás. Adiós mientras que puedes oír bajo este cielo el último ¡ay! del himno cantado por los dos... Te vas y ya levantas el ímpetu y el vuelo, te vas y ya me dejas, ¡paloma, adiós, adiós!Pues que del destino en pos débil contra su cadena, frente al deber que lo ordena tengo que decirte adiós; Antes que mi boca se abra para dar paso a este acento, la voz de mi sentimiento quiere hablarte una palabra. Que muy bien pudiera ser que cuando de aquí me aleje, al decirte adiós, te deje para no volverte a ver. Y así entre el mal con que lucho y que en el dolor me abisma, quiero decirte yo misma, sepas que te quiero mucho. Que enamorada de ti desde antes de conocerte, yo vine sólo por verte, y al verte te puse aquí. Que mi alma reconocida te adora con loco empeño, porque tu amor era el sueño más hermoso de mi vida. Que del libro de mi historia te dejo la hoja más bella, porque en esa hoja destella tu gloria más que mi gloria. Que soñaba en no dejarte sino hasta el postrer momento, partiendo mi pensamiento entre tu amor y el del arte. Y que hoy ante esa ilusión que se borra y se deshace, siento ¡ay de mí! que se hace pedazos mi corazón... Tal vez ya nunca en mi anhelo podré endulzar mi tristeza con ver sobre mi cabeza el esplendor de tu cielo. Tal vez ya nunca a mi oído resonará en la mañana, la voz del ave temprana que canta desde su nido. Y tal vez en los amores con que te adoro y admiro estas flores que hoy aspiro serán las últimas flores... Pero si afectos tan tiernos quiere el destino que deje, y que me aparte y me aleje para no volver a vernos; Bajo la luz de este día de encanto inefable y puro al darte mi adiós te juro, ¡oh dulce México mío! Que si él con sus fuerzas trunca todos los humanos lazos, te arrancará de mis brazos ¡pero de mi pecho, nunca!
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