Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.
Si enviudar os conviene, Compadre, no es tan barato Como pensais este trato, Porque la rapaza tiene Mas alma que tiene un gato: Pero dejadla vivir Á sus anchas, y no dudo Que presto os vereis cornudo; ¡Ay Jesus! -quise decir Que os vereis presto viudo.
Mostróme Inés, por retrato de su belleza los pies; yo la dije: --Eso es, Inés, buscar cinco pies al gato. Rióse, y como eran bellos, y ella por extremo bella, arremetí por cogella, y escapóseme por ellos.Deseáis, señor Sarmiento, saber en estos mis años, sujetos a tantos daños, cómo me porto y sustento. Yo os lo diré en brevedad, porque la historia es bien breve, y el daros gusto se os debe con toda puntualidad. Salido el sol por oriente de rayos acompañado, me dan un huevo pasado por agua, blando y caliente. Con dos tragos del que suelo llamar yo néctar divino, y a quién otros llaman vino porque nos vino del cielo. Cuando el luminoso vaso toca en la meridional, distando por un igual del Oriente y del ocaso, me dan asada y cocida una gruesa y gentil ave, con tres veces del süave licor que alarga la vida. Después que cayendo, viene a dar en el mar Hesperio, desamparado el imperio que en este horizonte tiene; me suelen dar a comer tostadas en vino mulso, que el enflaquecido pulso restituyen a su ser. Luego me cierran la puerta, yo me entrego al dulce sueño, dormido soy de otro dueño; no sé de mi nueva cierta. Hasta que, habiendo sol nuevo me cuentan cómo he dormido: y así de nuevo les pido que me den néctar y huevo. Ser vieja la casa es esto: veo que se va cayendo, voile puntales poniendo porque no caiga tan presto. Más todo es vano artificio; presto me dicen mis males que han de faltar los puntales y allanarse el edificio.En Jaén, donde resido, vive don Lope de Sosa y diréte, Inés, la cosa más brava de él que has oído. Tenía este caballero un criado portugués... Pero cenemos, Inés si te parece primero. La mesa tenemos puesta, lo que se ha de cenar junto, las tazas del vino a punto: falta comenzar la fiesta. Rebana pan. Bueno está. La ensaladilla es del cielo; y el salpicón, con su ajuelo, ¿No miras qué tufo da? Comience el vinillo nuevo y échole la bendición; yo tengo por devoción de santiguar lo que bebo. Franco, fue, Inés, este toque, pero arrójame la bota; vale un florín cada gota de aqueste vinillo aloque. ¿De qué taberna se traxo? Mas ya..., de la del Castillo diez y seis vale el cuartillo, no tiene vino más baxo. Por nuestro Señor, que es mina la taberna de Alcocer; grande consuelo es tener la taberna por vecina. Si es o no invención moderna, vive Dios que no lo sé, pero delicada fue la invención de la taberna. Porque allí llego sediento, pido vino de lo nuevo, mídenlo, dánmelo, bebo, págolo y voyme contento. Esto, Inés, ello se alaba, no es menester alaballo; sólo una falta le hallo que con la priesa se acaba. La ensalada y salpicón hizo fin: ¿qué viene ahora? La morcilla, ¡oh gran señora, digna de veneración! ¡Qué oronda viene y qué bella! ¡Qué través y enjundia tiene! Paréceme, Inés, que viene para que demos en ella. Pues, sus, encójase y entre que es algo estrecho el camino. No eches agua, Inés, al vino, no se escandalice el vientre. Echa de lo tras añejo, porque con más gusto comas, Dios te guarde, que así tomas, como sabia mi consejo. Mas di, ¿no adoras y aprecias la morcilla ilustre y rica? ¡Cómo la traidora pica; tal debe tener de especias! ¡Qué llena está de piñones! Morcilla de cortesanos, y asada por esas manos hechas a cebar lechones. ¡Vive Dios!, que se podía poner al lado del Rey, puerco, Inés, á toda ley, que hinche tripa vacía. El corazón me revienta de placer; no sé de ti. ¿Cómo te va? Yo, por mí, sospecho que estás contenta. Alegre estoy, vive Dios: mas oye un punto sutil: ¿no pusiste allí un candil? ¿Cómo me parecen dos? Pero son preguntas viles; ya sé lo que puede ser: con este negro beber se acrecientan los candiles. Probemos lo del pichel, alto licor celestial; no es el aloquillo tal, no tiene que ver con el. ¡Qué suavidad! ¡Qué clareza! ¡Qué rancio gusto y olor! ¡Qué paladar! ¡Qué color! ¡Todo con tanta fineza! Mas el queso sale a plaza la moradilla va entrando, y ambos vienen preguntando por el pichel y la taza. Prueba el queso, que es extremo, el de Pinto no le iguala; pues la aceituna no es mala bien puedes bogar su remo. Haz, pues, Inés, lo que sueles, daca de la bota llena seis tragos; hecha es la cena, levántese los manteles. Ya que, Inés, hemos cenado tan bien y con tanto gusto, parece que será justo volver al cuento pasado. Pues sabrás, Inés hermana, que el portugués cayó enfermo... Las once dan, yo me duermo; quédese para mañana.
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