lunes, 11 de mayo de 2015

edafología



Cambios en el uso del suelo
Desde el siglo XVIII, pero más intensamente en los últimos 50 años, los seres humanos han transformado los ecosistemas del mundo más rápida y extensamente que en ningún otro periodo comparable de la historia. En la actualidad los sistemas de cultivo y ganaderos ocupan alrededor de una cuarta parte de la superficie terrestre, transformación que ha sido impulsada en gran parte para resolver el enorme aumento de la demanda de alimentos, agua, fibras y combustibles (Reid et al., 2004).

Estas rápidas y profundas transformaciones del uso del suelo, así como sus consecuencias, son uno de los temas de mayor interés actual en las disciplinas ambientales. De hecho, ahora se reconoce que, aun cuando los cambios de uso de suelo ocurren a nivel local, pueden tener consecuencias globales (ver Cambios locales, consecuencias globales). La pérdida de superficies boscosas es uno de los factores más importantes en el cambio climático global, toda vez que alteran ciclos biogeoquímicos como el del agua y el carbono. Es también una de las causas más importantes de pérdida de biodiversidad; el impacto es tal que se estima que la tasa actual de extinción de especies es hasta mil veces superior a las tasas típicas de la historia del planeta (Reid et al., 2004). Sin duda, es a través de los cambios en el uso del suelo que se materializa nuestra relación con el medio ambiente y también es la vía más importante por la que la sociedad resiente los cambios en el entorno (Lambin et al., 1999).

De acuerdo con la evaluación más reciente de los recursos forestales del mundo (FAO, 2005), los bosques cubren unas 4 mil millones de hectáreas, alrededor de 30% de la superficie terrestre total del planeta. Según esa evaluación, la deforestación, sobre todo para convertir los bosques en terrenos agrícolas ha proseguido a un ritmo de millones de hectáreas por año. Aunque el ritmo neto de pérdida ha disminuido con respecto a la década anterior (1990-2000), gracias a los programas de reforestación (como los promovidos extensivamente en China) y a la recuperación natural de los bosques a partir de terrenos de cultivo y de uso pecuario no utilizados; el cambio neto durante el periodo 1990-2000 habría sido de unas 8.9 millones de hectáreas por año y se estima que disminuiría a 7.3 millones de hectáreas anuales en el periodo 2000-2005.

El uso del suelo está inherentemente ligado con la sustentabilidad del uso de los recursos naturales. La forma e intensidad en que se modifica la cubierta vegetal determina la persistencia de los ecosistemas y, por ende, de los recursos y servicios que éstos proporcionan. Es fundamental, por tanto, entender en detalle los procesos de cambio de uso del suelo y sus efectos.

En México se han elaborado inventarios de la superficie bajo diferentes usos desde hace aproximadamente 40 años. Esto permitiría, en principio, hacer comparaciones entre fechas y conocer las tasas y patrones de modificación de uso del suelo. Sin embargo, tales estudios se han hecho utilizando las diferentes fuentes de información (e.g., fotografías aéreas, imágenes de diferentes satélites, etc.) y herramientas tecnológicas (e.g., mapas en papel, cartas digitales, sistemas de información geográfica, etc.) disponibles en el momento y la clasificación de los usos del suelo empleada no ha sido consistente en todos ellos (ver Inventarios forestales y tasas de deforestación). Estas diferencias hacen que los resultados de esos inventarios no sean entera y directamente comparables y temas como el de la deforestación continúan siendo materia de discusión y controversia en los diferentes medios que, sobre todo, centran toda la atención en los valores finales y no en los procesos que subyacen a estos cambios. No obstante, que las estimaciones cuantitativas no son lo precisas que sería deseable y deben tomarse con una dosis de precaución, la información disponible sí permite identificar varias tendencias.

De los inventarios de uso del suelo disponibles y que han hecho un examen exhaustivo a nivel nacional, los más directamente comparables entre sí son las Cartas de Uso Actual del Suelo y Vegetación Serie ISerie II y Serie III elaboradas por el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI). La Serie I fue elaborada con base en la interpretación de fotografías aéreas registradas en los 1970’s; la Serie II fue elaborada a partir de imágenes de satélite registradas en 1993, y la Serie III a partir de imágenes del año 2002. Por otra parte, recientemente el mismo INEGI presentó la Carta de vegetación primaria potencial, que describe la vegetación que probablemente cubría el territorio nacional antes de que fuera transformado por las diferentes actividades humanas. La comparación de la cubierta vegetal del país en diferentes puntos en el tiempo en referencia a la probable vegetación original permite poner en contexto la magnitud de las transformaciones que ésta ha experimentado.

En la Carta de vegetación primaria potencial (Mapa 2.5) los matorrales ocupan cerca de la tercera parte del territorio nacional, seguidos en extensión por las selvas (29%) y los bosques (24%) (Figura 2.3). Hacia la década de los 1970’s (según la Carta de Uso Actual del Suelo y Vegetación serie I), aún se mantenían tres cuartas partes de la superficie originalmente cubierta por bosques y poco más de 60% de la extensión original de las selvas; los pastizales naturales se habían reducido a casi la mitad de su extensión original (Figura 2.2). Según la Carta de Uso Actual del Suelo y Vegetación serie III, para el 2002 aún se conservaba poco más de 70% de la superficie original de bosques, 56% de las selvas, 77% de los matorrales y sólo 55% de los pastizales, lo que en teoría representaría una pérdida histórica neta de hasta 250 mil kilómetros cuadrados de selvas, 129 mil kilómetros cuadrados de bosques templados, 155 mil kilómetros cuadrados de matorrales y más de 83 mil kilómetros cuadrados de pastizales. Aun cuando la mayor parte de estas transformaciones habrían ocurrido a lo largo de la historia previa a los 1970’s, en las últimas décadas (1970’s–2002) se han seguido registrando pérdidas importantes (superiores a las 100 mil hectáreas anuales), particularmente en el caso de las selvas y los matorrales.
Las cifras de vegetación remanente incluyen también a las comunidades secundarias, que pueden ser estructural y funcionalmente muy diferentes a las originales. Si se considera sólo la vegetación primaria (i.e., aquella que no presenta perturbación considerable y que es, en principio, la de mayor importancia por su biodiversidad y provisión de servicios ambientales), se observan transformaciones aún mayores. Hacia la década de los 1970’s las selvas primarias remanentes representaban sólo el 30% de su probable extensión original, de los bosques templados primarios se conservaba un 62%, 76% de los matorrales y sólo 39% de los pastizales. En las últimas décadas (1970’s a 2002) las selvas primarias se han seguido perdiendo o transformando hasta llegar a menos de 20% de su probable extensión original, los bosques primarios a 47%, los matorrales primarios a 70% y los pastizales a 34% (Figura 2.2).

A lo largo del periodo comprendido entre la década de los 1970’s y 1993, bosques, selvas, matorrales y pastizales primarios que ocupaban unos 13.7 millones de hectáreas en diferentes partes del país fueron ya sea eliminados para dedicar los terrenos a otros usos o alterados y reemplazados por comunidades secundarias, a un ritmo promedio de unas 810 mil hectáreas por año. Estas transformaciones afectaron particularmente a los bosques templados (unas 276 mil hectáreas por año) y las selvas (unas 312 mil hectáreas por año).

Más recientemente, el ritmo de transformación o alteración de la vegetación primaria ha disminuido considerablemente. De 1993 a 2002 un total de 4.4 millones de hectáreas (una superficie similar a la del estado de Quintana Roo) previamente cubiertas por bosques, selvas, matorrales desérticos y pastizales primarios fueron dedicadas a otros usos o reemplazadas por comunidades secundarias, a un ritmo promedio de 484 mil hectáreas por año. En este periodo fueron las bosques primarios los que sufrieron las mayores afectaciones (2.6 millones de hectáreas en total), siendo eliminados o alterados a un ritmo de 293 mil hectáreas por año; la extensión total de selvas primarias afectadas en ese periodo fue de 836 mil hectáreas, a un ritmo de casi 93 mil hectáreas por año (Figura 2.2).

En general, han sido las selvas los ecosistemas terrestres del país que, a través de la historia, han sufrido las mayores transformaciones y afectaciones por las actividades humanas, tanto en la extensión que ha sido eliminada para dedicarla a otros usos del suelo (potencialmente unas 25 millones de hectáreas), como en la proporción que ésta representa de su probable extensión original (44.2%), como en la extensión de la perturbación que han experimentado (sólo el 35% de las selvas actualmente existentes son primarias). En segundo lugar se encuentran los matorrales desérticos, cuya extensión en el país se ha reducido de las aproximadamente 66.4 millones de hectáreas que se estima pudieron ocupar originalmente a sólo 51 millones de hectáreas en la actualidad (incluyendo comunidades primarias y secundarias). Esto es particularmente importante ya que las selvas y los matorrales desérticos son los ecosistemas que abrigan la mayor parte de la biodiversidad del país y, en particular, los matorrales desérticos concentran una gran cantidad de especies que son endémicas de México (ver Capítulo 4 Biodiversidad).

Además del desmonte o eliminación total de la cobertura vegetal silvestre de un terreno para dedicarlo a otros usos del suelo, otro proceso importante es la degradación de las comunidades naturales. De la década de los 1970’s a 1993, los bosques templados secundarios se incrementaron en poco más de 4 millones de hectáreas, una extensión ligeramente menor a la perdida por los bosques primarios durante el mismo periodo. Aunque la extensión de selvas secundarias aumentó en 3.2 millones de hectáreas, se perdieron 5.3 millones de hectáreas de selvas primarias, dando como resultado una pérdida neta global de 2 millones de hectáreas de selvas en ese periodo de 17 años. Más recientemente, en el periodo 1993 a 2002, la extensión de bosques templados aumentó en unas 2.2 millones de hectáreas, una superficie ligeramente menor a la perdida por los bosques primarios en el mismo periodo (2.7 millones de hectáreas). En contraste, las selvas tanto primarias como secundarias experimentaron una pérdida neta global de 835 mil hectáreas (Figura 2.2).

Por el contrario, los terrenos dedicados a la ganadería y la agricultura se han venido expandiendo continuamente a través de la historia. Hacia la década de los 1970’s los pastizales dedicados a la ganadería ocupaban ya una superficie de más de 14 millones de hectáreas, en tanto que los terrenos agrícolas ocupaban unos 26 millones de hectáreas. De la década de los 1970’s a 1993, este tipo de coberturas antrópicas aumentaron su extensión en 6.4 millones de hectáreas hasta cubrir una superficie total de 46.7 millones de hectáreas en 1993, a un ritmo de 376 mil hectáreas anuales. De 1993 al 2002, los pastizales cultivados o inducidos aumentaron su superficie en unas 117 mil hectáreas y, en conjunto, las áreas dedicadas a la agricultura y a pastizales destinados al ganado se incrementaron en casi 3 millones de hectáreas hasta alcanzar una extensión total de 49.7 millones de hectáreas en 2002.

La transformación de la vegetación hacia actividades agropecuarias es siempre más intensa si se trata de vegetación secundaria que de primaria. Este fenómeno de una primera degradación o alteración de la vegetación seguida por la eventual transformación a otros usos del suelo es, sin duda, responsable en gran medida de la elevada tasa de pérdida de la vegetación natural que se experimenta en México.

La dinámica de cambios entre diferentes usos puede visualizarse como un flujo de terrenos que pasan de una forma de uso o manejo a otra, como se ilustra esquemáticamente en la Figura 2.4. Utilizando como base este marco conceptual, es posible proyectar lo que podría suceder en el futuro de mantenerse o modificarse las tasas actuales de transformación. Los análisis muestran que si los procesos de cambio y transformación de la cobertura vegetal en el país siguiesen en el futuro mediato las mismas tendencias y ritmos que los observados durante el periodo 1993 a 2002 (que son las evaluaciones más recientes disponibles), entonces las superficies cubiertas por vegetación natural seguirían disminuyendo, la vegetación primaria se reduciría a menos de la mitad de la existente en 2002 y la superficie dedicada a actividades agropecuarias se duplicaría (Figura 2.5). Para lograr mantener en el mediano plazo una cobertura de vegetación silvestre con una extensión similar a la actual, sería menester que todas las tasas de deterioro (desmonte y alteración) ligadas a actividades humanas se redujeran en un 80% de sus valores actuales. Esta cifra no debe considerarse como un pronóstico exacto, sino como una aproximación teórica que ilustra lo alejadas que se encuentran las tendencias actuales de uso y transformación de la vegetación del país de aquellas que serían sustentables. Este análisis teórico revela también que no sólo la eliminación total de la cobertura vegetal de un terreno (desmonte o deforestación) es importante sino que también la alteración o degradación de la vegetación es un proceso clave que regula la dinámica de cambios en todo el sistema.

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