Gestión.
Acción de llevar a cabo las acciones necesarias para lograr un determinado objetivo.
En el caso del suelo, una buena gestión, sería la de procurar utilizarlo para aquello que está más capacitado, dentro de las múltiples necesidades que tenemos de él.
Para poder llevarla a cabo es necesario realizar previamente un exhaustivo estudio de la capacidad de uso.
Si hemos de ubicar en ellos poblaciones, siempre se ha de buscar, si es posible, un área cercana donde la calidad sea inferior y en el caso del crecimiento urbano, siempre debe procurarse que la expansión se realice hacia las áreas de menor capacidad de utilización.
También es necesario utilizar una parte del suelo para pastos
en las zonas ganaderas o para uso forestal. Es conveniente destinar para estos usos las áreas con suelos no aptos para el cultivo pero adecuados a las utilizaciones citadas.
Siempre habrá que dedicar una superficie adecuada a espacios naturales en los que no exista aprovechamiento de ningún tipo, como reserva natural y para expansión.
Estos se ubicarán preferentemente en zonas cuya capacidad de utilización sea baja o nula pero, si es necesario, se debe sacrificar alguna zona utilizable pero de baja capacidad.
Es necesario encontrar un equilibrio entre las necesidades materiales y otras que si no otorgan bienes de consumo sí acrecientan la calidad de vida, es un poco aquello que no solo de pan vive el hombre. Para ello es necesaria una adecuada política de ordenación del territorio que impida la depredación del capital sobre los bienes sociales. Una Comunidad no solo va bien cuando su riqueza es elevada sino cuando la calidad de vida de sus habitantes es la máxima posible con los recursos con los que cuenta. Ya los países de capitalismo más fuerte, como los Estados Unidos de América se van preguntando algo muy significativo, ¿cómo el país más rico del mundo no es el que tiene a los ciudadanos más felices?
Es la acción de preservar algo, mantener su calidad y evitar su destrucción.
La conservación del suelo implica mantener su fertilidad, evitar su degradación, incluyendo en ella a la contaminación, y procurar atenuar, en lo posible y nunca acelerar, su pérdida por erosión.
La utilización de cualquier tipo de recurso implica siempre una cierta agresión al mismo. No obstante, los recursos naturales tiene una cierta capacidad de regeneración, por ello su utilización no debe implicar necesariamente una destrucción, degradación o desaparición de los mismos.
El agua también lleva sustancias disueltas que, tras su evaporación, deposita en el suelo incrementando su nivel de sales, pudiendo llegar a constituir un problema para algunos cultivos, lo que constituye una degradación del suelo; esto puede resolverse con la utilización de mayor cantidad de agua que permita el lavado y arrastre de esas sales.
Al eliminar un factor limitante para el crecimiento vegetal, éste se incrementa al tiempo que la demanda de nutrientes, que se constituyen entonces en el nuevo factor limitante. Si el problema se resuelve a expensas de los nutrientes de reserva del suelo se va provocando un degradación del mismo hasta llegar a perder su fertilidad inicial. La solución está en la adición de abonos que compensen las perdidas, pero estos no son sustancias puras y aportan al suelo elementos extraños que pueden ser nocivos para él, para la vegetación o para ambos.
Al compensar los déficits nutritivo e hídrico, el crecimiento es más rápido, el porte mayor y también la debilidad de las membranas celulares, por un menor aporte de calcio consecuente con el desequilibrio provocado en la relación existente entre los diferentes cationes. También en aquellas plantas, como los cereales, que presentan recubrimientos silíceos en su tallo que les sirven de protección y fortalecimiento de los mismos, se produce una menor acumulación.
El suelo se defiende de todas esas sustancias extrañas fijándolas o destruyéndolas con la ayuda de su microflora, pero la acción de ésta es limitada y si se sobrepasan las dosis aplicadas se provoca una acumulación, que en parte es lavada, con la consecuente contaminación de las aguas freáticas.
Cuando todo se realiza de forma conveniente, utilizando las dosis adecuadas y respetando los plazos de permanencia de los productos añadidos antes de consumir los frutos cosechados, los daños ocasionados a las personas y al ambiente en general pueden llegar a ser insignificantes e inferiores a los beneficios obtenidos. Mas si no obramos de forma correcta los daños producidos son incalculables, siendo estas malas prácticas contra las que hay que luchar si no queremos que se produzca una degradación ambiental irreparable.
Por todo ello se hace necesario actuar en la conservación del suelo, tanto cualitativa como cuantitativamente y a ello dedicaremos nuestra atención a partir de ahora.
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