lunes, 18 de mayo de 2015

historia del arte


Arte etrusco


El arte de los etruscos plantea algunos enigmas que no han podido todavía aclararse. Su situación de dependencia con respecto al arte griego es, sin embargo, evidente; en efecto, durante cerca de siete siglos estuvo supeditado al arte jónico del Asia Menor, o fue intensamente influido por el arte de Corinto y del Ática, y por el arte helenístico, finalmente, y todas estas facetas artísticas griegas le suministraron fórmulas fructíferas, en especial por lo que respecta a la arquitectura, cerámica y artes plásticas.
Azares que dependen del curso de la historia impidieron al pueblo etrusco desarrollar por completo sus posibilidades. Pudo en sus días de mayor poderío adueñarse de Roma, en el siglo VI a.C., y dejar sobre aquella ciudad, en trance aún de organizarse, el sello de algunas de sus características, y es seguro que por entonces aquella raza se creyó capaz de imponerse a los demás pueblos de Italia. Al no poder conseguirlo, encerrada en sí misma, trató de resistir a la hegemonía romana, y, una vez sojuzgada, mantuvo aún con terquedad su cultura y costumbres, y es completamente cierto que, con obras de sazonada perfección, logró informar de nuevo, algunos aspectos, el arte de sus dominadores. Aunque hoy algunos les consideran autóctonos e influidos desde sus orígenes por la “cultura de Villanova”, es opinión generalizada que los etruscos no pertenecían a ninguna de las antiguas razas italiotas, y que llegaron a la península durante el siglo IX a.C. No se pone en duda que llegaron por mar a las costas del Tirreno. Herodoto dice que procedían del Asia Menor, de la Lidia, segíín una tradición mantenida por los propios etruscos. Después de haber costeado muchas tierras, se establecieron en la costa de la actual Toscana, territorio al que, por conquista, añadieron la Umbría; después, hacia el Sur, se extendieron por gran parte del Lacio, ocupando todo el Oeste de esta parte de Italia, desde el Amo hasta el Tiber.
Alrededor del año 550 a.C. realizaron una nueva expansión, en dirección meridional, por la Campania; después fundaron colonias por el Nordeste, y Este, desde Milán a Bolonia. Fue entonces cuando su incipiente imperio empezó a tambalearse. A la guerra provocada por la expulsión, de Roma y el Lacio, de la dinastía etrusca a que pertenecían los Tarquinos, sucedió la campaña en que Aristodemo de Cumas logró destrozar las armas etruscas por el Sur, al vencerlas en Aricia el 505 a.C. Pocos decenios después, Hierón de Siracusa las derrotó por mar ante Cumas, y más adelante los siracusanos privaban a los etruscos de sus dominios marítimos en Córcega y los de la isla de Elba. Ya en el año 480 había comenzado la áspera guerra entre Veyes y Roma, que no terminó hasta el 396, y pocos años más tarde los galos destruían las colonias etruscas de la región del Po.
A comienzos del siglo IV a.C. sólo les quedaba a los etruscos la región que inicialmente habían ocupado; pero también este territorio iría cayendo en poder de los romanos durante el transcurso de los dos siglos siguientes; una a una, las grandes ciudades etruscas, Caere, Tarquinia, Vulci, fueron conquistadas por Roma. Finalmente, en el último siglo de la República romana (año 82 a.C.), Sila dominó al pueblo etrusco, que no tardó entonces en romanizarse.

Breve historia etrusca

En el centro de Italia, en la zona encuadrada entre los ríos Arno y Tíber y la costa mediterránea se hallaban ubicados los etruscos, enigmático pueblo que desarrolló una floreciente civilización a partir del siglo VIII antes de Cristo, tras una larga etapa de asentamientoy formación.
Estos etruscos, debido a diferentes rasgos culturales, además de su singular idioma y escritura, muy pronto acapararon la atención de los antiguos historiadores, al evidenciar que diferían sensiblemente de las poblaciones itálicas, en medio de las cuales desarrollaron su historia continuadora de la villanoviana, cultura ésta que cubrió un gran área geográfica de la actual Italia, que desde las llanuras del Po por el norte llegaba a alcanzar el Lacio y la Campania.
¿Cuál fue su país de origen? ¿Llegaron a Italia por vía marítima o terrestre? O, por el contrario, ¿fueron autóctonos, pero aculturados por gentes venidas de Oriente? Estas preguntas, por desgracia, todavía no han encontrado una respuesta satisfactoria. No obstante, se han lanzado varias hipótesis que postulan distintos orígenes geográficos y caminos de expansión.
El padre de la Historia, el griego Heródoto, hacia la mitad del siglo V antes de nuestra era, contó en su Historia que los etruscos eran originarios del Asia Menor, concretamente de Lidia (región de la costa oriental de Turquía) y que el motivo de su emigración, en el siglo XIII precristiano, se vio condicionado por la carestía de víveres que azotó aquella región. También, nuestro filósofo Séneca en su Consolación a Elvia escribió que Asia reclamaba la paternidad de los túseos, es decir, de los etruscos.
Sin embargo, Dionisio de Halicarnaso, retórico griego de tiempos de Augusto y que vivió en Roma, sostuvo que los etruscos, dada su antigüedad, eran autóctonos, esto es, itálicos, no venidos de tierras foráneas.
Por si esta confusión fuera poca, algunos historiadores modernos han aventurado una tercera tesis, basada en una interpretación de un pasaje de la obra Ab Urbe condita del historiador romano Tito Livio. Tal interpretación -errónea a todas luces-dio como resultado que los etruscos eran nórdicos y que establecidos en los Alpes pasaron a Italia hacia el siglo V a.C. Para uno de los más eminentes etruscólogos de todos los tiempos, M. Pallottino, el origen geográfico de los etruscos carecía de importancia. Para dicho estudioso no se debía buscar el origen geográfico y hacer del mismo algo fundamental, sino profundizar en la formación de tal pueblo. Y aquella formación, de acuerdo con la arqueología, se efectuó en Italia. En numerosos lugares itálicos, a los inhumadores eneolíticos se les habían superpuesto los protoitálicos incineradores (villanovianos), quienes, gracias a los influjos orientalizantes, habrían originado la cultura etrusca. Italia sería, pues, la cuna histórica de los etruscos.
No obstante, recientemente se vuelve a sopesar el origen oriental de los etruscos, pues muchos de los aspectos de tal civilización contienen rasgos de indudable origen oriental (tipos de vestido y calzado, revelación sagrada, prácticas adivinatorias, aruspicina, demonología, inhumación de los cadáveres). Incluso el nombre de Rasenna con el que se llamaban aquellas gentes era de raíz netamente oriental, al igual que la palabra Tyrrenos, que evoca un topónimo y un antrónimo del Asia Menor, aparte de numerosos factores lingüísticos que hacen pensar en un contacto o dependencia de elementos asiáticos y que se evidencian en la importante y famosa Estela de Lemnos, así como en el denominado Hígado de Piacenza un instrumento de tipo religioso manejado por los arúspices-, además de otros aspectos sociales, religiosos y artísticos que salpican de orientalismo el mundo etrusco. ¿Tenían razón Heródoto y Séneca?
A pesar de los avances dentro de la lingüística, permanecen sin descifrar el significado de la mayor parte de las palabras etruscas, las cuales no presentan ninguna dificultad en cuanto a su grafía y lectura. Es decir, el etrusco se puede leer, pero no comprender.
Escribieron contrariamente a como lo hacemos nosotros, de derecha a izquierda y en muchos casos sin signos de puntuación, juntándose unas palabras a otras, no faltando textos escritos en doble dirección. Su alfabeto, derivado del griego arcaico, carecía de la vocal o y de las consonantes b, g y d. Consta de 26 letras, que comprenden las 22 del alfabeto fenicio más las cuatro añadidas por los griegos. Los etruscos difundieron luego su alfabeto entre los óseos, umbros, vénetos y latinos, difundiéndose así, gracias a ellos, la escritura por toda Italia.
En cuanto a los textos conservados (se conocen unas 13.000 inscripciones), su contenido es variado, si bien su extensión es poco significativa salvo algunas excepciones. Hay textos de naturaleza religiosa, destacando sobre todos el llamado Líber linteus de Zagreb, con unas 1.350 palabras rotuladas con tinta sobre un gran tejido de lino, rasgado luego en vendas y empleado como una envoltura de momia egipcia, que recogen, al parecer, cuatro ceremonias rituales. A este documento le sigue la Teja de Capuacon unas 390 palabras, que incluyen un calendario litúrgico, y la Lámina lenticular de Magliano con 70 palabras, asimismo de contenido religioso-funerario.
También se conocen textos de naturaleza jurídica y sacerdotal, sobresaliendo la fundamental Tabula Cortonensis, dada a conocer en 1 999 y consistente en una lámina de bronce, fragmentada en ocho pedazos con un total de 206 palabras, cuyo contenido ha sido interpretado de diferentes maneras por los especialistas. Asimismo, debe citarse el Cipo de Perugia de 190 palabras, alusivas tal vez a propiedades limítrofes y a servidumbres de aguas.
No obstante, la mayoría de la documentación etrusca se centra en textos funerarios, inscritos en paredes de tumbas, sarcófagos, estatuas y estelas. Hay que reseñar el epitafio de Laris Pulenas, importante personaje de la localidad de Tarquinia, que contiene 59 palabras alusivas al elogio fúnebre del finado, y sobre todo la ya citada Estela de Lemnos. Mención aparte merecen las llamadas Láminas de Pyrgi, tres ejemplares de oro, con un texto en fenicio y otros dos en etrusco, documentos creídos en su día como la clave para el desciframiento de la lengua etrusca.
placa de marfil

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