Arte ecléctico | Arte etrusco
La evolución artística de los etruscos fue constante, manteniéndose desde los siglos Vil al II a.C. Si, al principio, su arte, derivado del villanoviano, recibió influencias orientales, luego con la impronta del clasicismo griego llegó a tener su propia personalidad, rasgo que decayó cuando la influencia helenizante hizo mella en los parámetros estéticos de sus acomodadas y decadentes élites.
Gracias a los textos clásicos latinos y a los restos arqueológicos, se conoce en líneas generales la arquitectura etrusca, que utilizó el arco y la bóveda (Puertas Marzia y Augusta de Perugia, de Volterra y de Falerii Novi). Singulares fueron también sus templos, de tres cellae y de proporciones casi cuadradas según el tratadista romano Vitrubio. Sus necrópolis impactan por sus diferentes tipos de enterramiento: grandiosos túmulos, tumbas de cámara e hipogeos rupestres.
La escultura está impregnada del gusto griego, evidente en sus bronces, algunos de justa fama mundial (Loba Capitolina, Quimera de Arezzo, el Orador, el Marte de Todi), en las tapaderas de sus sarcófagos de piedra o de barro (los dos Sarcófagos de los Esposos, localizados en Cerveteri, el Apolo de Veyes) y en la plástica general (estatua-cinerario de la Mater Matuta, Venus de la Cannicella). Lo mismo puede decirse de la gran pintura, de brillante colorido, comparable en muchos aspectos a la pintura egipcia. Gracias a su gran repertorio temático conocemos infinidad de aspectos de la vida cotidiana etrusca, como fueron sus animados banquetes, las danzas, las guerras y las variadas escenas domésticas. A reseñar la Tumba de los Leones Rugientes, con pinturas descubiertas en junio de 2006, en Veyes, que constituyen las más antiguas pinturas etruscas conocidas (690 a.C.).
Fueron también extraordinarios orfebres, manipulando con destreza el oro, la plata y el bronce. Pendientes, anillos, fíbulas, navajas, espejos, vajillas, lámparas, dan prueba de su gran dominio en el campo de las artes menores.
Respecto a la vida política etrusca conocemos muy pocos detalles. Las diversas ciudades, celosas todas de su independencia, acabaron por unirse -las más importantes- en una federación de tipo religioso. Los representantes de aquellas ciudades se reunían cada año en un templo específico -dedicado al dios Voltumna- situado, al parecer, en las proximidades de la ciudad de Orvieto. El régimen político de las ciudades fue monárquico. El rey tenía en sus manos todos los poderes, apareciendo revestido de todos los atributos regios. A la monarquía le sucedió, tras un período de dictaduras y de luchas sociales, un gobierno republicano, constituido en cada una de sus ciudades por magistraturas oligárquicas y un potente senado.
Gracias a los textos clásicos latinos y a los restos arqueológicos, se conoce en líneas generales la arquitectura etrusca, que utilizó el arco y la bóveda (Puertas Marzia y Augusta de Perugia, de Volterra y de Falerii Novi). Singulares fueron también sus templos, de tres cellae y de proporciones casi cuadradas según el tratadista romano Vitrubio. Sus necrópolis impactan por sus diferentes tipos de enterramiento: grandiosos túmulos, tumbas de cámara e hipogeos rupestres.
La escultura está impregnada del gusto griego, evidente en sus bronces, algunos de justa fama mundial (Loba Capitolina, Quimera de Arezzo, el Orador, el Marte de Todi), en las tapaderas de sus sarcófagos de piedra o de barro (los dos Sarcófagos de los Esposos, localizados en Cerveteri, el Apolo de Veyes) y en la plástica general (estatua-cinerario de la Mater Matuta, Venus de la Cannicella). Lo mismo puede decirse de la gran pintura, de brillante colorido, comparable en muchos aspectos a la pintura egipcia. Gracias a su gran repertorio temático conocemos infinidad de aspectos de la vida cotidiana etrusca, como fueron sus animados banquetes, las danzas, las guerras y las variadas escenas domésticas. A reseñar la Tumba de los Leones Rugientes, con pinturas descubiertas en junio de 2006, en Veyes, que constituyen las más antiguas pinturas etruscas conocidas (690 a.C.).
Fueron también extraordinarios orfebres, manipulando con destreza el oro, la plata y el bronce. Pendientes, anillos, fíbulas, navajas, espejos, vajillas, lámparas, dan prueba de su gran dominio en el campo de las artes menores.
Respecto a la vida política etrusca conocemos muy pocos detalles. Las diversas ciudades, celosas todas de su independencia, acabaron por unirse -las más importantes- en una federación de tipo religioso. Los representantes de aquellas ciudades se reunían cada año en un templo específico -dedicado al dios Voltumna- situado, al parecer, en las proximidades de la ciudad de Orvieto. El régimen político de las ciudades fue monárquico. El rey tenía en sus manos todos los poderes, apareciendo revestido de todos los atributos regios. A la monarquía le sucedió, tras un período de dictaduras y de luchas sociales, un gobierno republicano, constituido en cada una de sus ciudades por magistraturas oligárquicas y un potente senado.
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