Arte figurativo
Es de aceptación generalizada que el modo de vida paleolítico se acaba en torno al año 10000 antes de nuestra era, con los cambios climáticos que se caracterizarán por la fijación de unas temperaturas algo más elevadas, al final de la última glaciación de Würm y la retirada de los hielos hacia el norte europeo. Las condiciones climáticas de este nuevo período -el Holoceno, Postpleistoceno o Neotermal- tuvieron importantes consecuencias medioambientales. Por un lado, la retirada de los glaciares hacia el norte de Europa dejó libres muchas tierras que empezaron a ser ocupadas por el hombre; pero esta ampliación de las zonas habitables quedó compensada por la reducción de las tierras costeras ante la elevación del nivel de los mares.
Ahora, la mayor parte de Europa queda cubierta de bosques, y los animales que se habían adaptado a las frías condiciones glaciales desaparecen, como el mamut o el rinoceronte, o emigran hacia las zonas más septentrionales, como el reno; los animales susceptibles de ser cazados son más pequeños, bien porque pertenezcan a otras especies nuevas o porque las anteriores han reducido su tamaño para adaptarse a las nuevas condiciones.
En realidad, el cambio para el hombre prehistórico no fue drástico ni repentino. Durante mucho tiempo continuó siendo cazador-recolector, pero en muchos lugares desarrolló una actividad de subsistencia de amplio espectro que le llevó a explotar todos los recursos del medio, posibilitando una residencia mucho más estable, a veces verdaderamente sedentaria.
Una mayor fijación en el territorio, unas posibilidades de subsistencia aseguradas, por lo menos a corto plazo, son rasgos que debieron de influir en las relaciones entre individuos y grupos, entre hombre y medio, y no se sabe hasta qué punto en los conceptos de la vida y del mundo. Lo cierto es que el gran arte del Cuaternario desaparece y, con él, la ideología que lo hizo posible y la relativa unidad de estilo y temática que se había producido en diferentes áreas europeas.
No obstante, las representaciones rupestres no desaparecen. En las regiones orientales de la península Ibérica se empieza a desarrollar el llamado arte levantino. Ciertamente cambia el estilo, puesto que las figuras son más pequeñas, hay una tendencia progresiva hacia el esquematismo, la figura humana es casi protagonista y las composiciones ofrecen una gran movilidad. Tampoco son infrecuentes las representaciones de arqueros, de escenas que parecen de lucha y que podrían ser reflejo de una creciente competitividad entre los grupos por el control de unos recursos alimenticios.
La progresiva adopción de la agricultura y el pastoreo fue definitiva para la generalización de la vida sedentaria. El ciclo agrícola depende de una serie de factores climáticos que aseguren el buen desarrollo de las cosechas: la fertilidad de la tierra se convierte en un objetivo de vital importancia. Será entonces el culto a este principio lo que inspirará toda una serie de representaciones femeninas que encontraremos en muchas de las culturas europeas del Neolítico Antiguo. Son pequeñas esculturas, de cerámica o de piedra, que de un modo naturalista o esquemático coinciden en centrar la atención o acentuar aquellos rasgos físicos relacionados con la fecundidad.
Las religiones del Viejo Mundo siempre estuvieron dominadas por un principio femenino, la Gran Diosa Madre, que poco a poco fue desplazada por el principio masculino, representado primero como esposo e hijo de la diosa, hasta asumir posteriormente para sí solo el papel de dios creador del mundo, tal como vemos en las religiones ya organizadas de las primeras grandes civilizaciones como Mesopotamia o Egipto, o en las creencias de los pueblos de habla indoeuropea.
Estas figurillas aparecen por lo general en ambientes domésticos, en las casas, demostrando que responden a cultos que no requieren todavía una organización centralizada. Hacen aparición entre las comunidades agrícolas y sedentarias del Próximo Oriente y se encuentran en parte en Europa a medida que el nuevo tipo de vida se va extendiendo por Grecia, los Balcanes o Europa central. La Península italiana y, sobre todo, la isla de Malta marcan el punto más occidental de distribución de estas esculturas. En Malta, aparecen en templos, como el de Hagar Quim, o en complejos conjuntos funerarios, como el hipogeo de Hal Saflieni.
Ahora, la mayor parte de Europa queda cubierta de bosques, y los animales que se habían adaptado a las frías condiciones glaciales desaparecen, como el mamut o el rinoceronte, o emigran hacia las zonas más septentrionales, como el reno; los animales susceptibles de ser cazados son más pequeños, bien porque pertenezcan a otras especies nuevas o porque las anteriores han reducido su tamaño para adaptarse a las nuevas condiciones.
En realidad, el cambio para el hombre prehistórico no fue drástico ni repentino. Durante mucho tiempo continuó siendo cazador-recolector, pero en muchos lugares desarrolló una actividad de subsistencia de amplio espectro que le llevó a explotar todos los recursos del medio, posibilitando una residencia mucho más estable, a veces verdaderamente sedentaria.
Una mayor fijación en el territorio, unas posibilidades de subsistencia aseguradas, por lo menos a corto plazo, son rasgos que debieron de influir en las relaciones entre individuos y grupos, entre hombre y medio, y no se sabe hasta qué punto en los conceptos de la vida y del mundo. Lo cierto es que el gran arte del Cuaternario desaparece y, con él, la ideología que lo hizo posible y la relativa unidad de estilo y temática que se había producido en diferentes áreas europeas.
No obstante, las representaciones rupestres no desaparecen. En las regiones orientales de la península Ibérica se empieza a desarrollar el llamado arte levantino. Ciertamente cambia el estilo, puesto que las figuras son más pequeñas, hay una tendencia progresiva hacia el esquematismo, la figura humana es casi protagonista y las composiciones ofrecen una gran movilidad. Tampoco son infrecuentes las representaciones de arqueros, de escenas que parecen de lucha y que podrían ser reflejo de una creciente competitividad entre los grupos por el control de unos recursos alimenticios.
La progresiva adopción de la agricultura y el pastoreo fue definitiva para la generalización de la vida sedentaria. El ciclo agrícola depende de una serie de factores climáticos que aseguren el buen desarrollo de las cosechas: la fertilidad de la tierra se convierte en un objetivo de vital importancia. Será entonces el culto a este principio lo que inspirará toda una serie de representaciones femeninas que encontraremos en muchas de las culturas europeas del Neolítico Antiguo. Son pequeñas esculturas, de cerámica o de piedra, que de un modo naturalista o esquemático coinciden en centrar la atención o acentuar aquellos rasgos físicos relacionados con la fecundidad.
Las religiones del Viejo Mundo siempre estuvieron dominadas por un principio femenino, la Gran Diosa Madre, que poco a poco fue desplazada por el principio masculino, representado primero como esposo e hijo de la diosa, hasta asumir posteriormente para sí solo el papel de dios creador del mundo, tal como vemos en las religiones ya organizadas de las primeras grandes civilizaciones como Mesopotamia o Egipto, o en las creencias de los pueblos de habla indoeuropea.
Estas figurillas aparecen por lo general en ambientes domésticos, en las casas, demostrando que responden a cultos que no requieren todavía una organización centralizada. Hacen aparición entre las comunidades agrícolas y sedentarias del Próximo Oriente y se encuentran en parte en Europa a medida que el nuevo tipo de vida se va extendiendo por Grecia, los Balcanes o Europa central. La Península italiana y, sobre todo, la isla de Malta marcan el punto más occidental de distribución de estas esculturas. En Malta, aparecen en templos, como el de Hagar Quim, o en complejos conjuntos funerarios, como el hipogeo de Hal Saflieni.
No hay comentarios:
Publicar un comentario